Zagajewski, es poeta, novelista y ensayista; faceta ésta última que desarrolla en el libro “Dos Ciudades”.
Precisamente comienza con el ensayo quizás más extenso y remarcable, con el que da título al libro; en él nos narra la deportación de su familia en 1945, de la localidad polaca de Lvov a Gliwice (hoy Katowice), al sur de Polonia, cuando tenía cuatro meses de edad.
Su familia no admite la nueva residencia y sus pensamientos están en el lugar del que tuvieron que marchar. Nos habla de su familia, principalmente su abuelo; conocedor de varias lenguas y traductor. Nos narra la estrecha vigilancia política a la que eran sometidos los ciudadanos.
Adam se adapta bien a la nueva localidad e irá sintiendo cariño por el entorno:
“Yo no quería más que los álamos y los olmos locales, y les tenía cada vez más cariño. Me gustaba el sabor de las hojas de menta trituradas con los dientes, me gustaban los troncos ásperos de los escasos pinos y la piel lisa y cenicienta de las enormes hayas en la que las parejas de enamorados grababan con un cortaplumas sus iniciales entrelazadas. No me había vuelto un amante de la naturaleza. Simplemente, me gustaba el mundo. Pero a los ojos de los mayores, y sobre todo de los más viejos, me estaba convirtiendo en una especie de traidor.”
Nos contará parte de sus vivencias hasta los quince años. Cierto relajamiento del comunismo permite a la gente una relativa libertad; fomentará sus aficiones a las colecciones, a la música, fotografía, y, por supuesto, a la literatura; leyendo frenéticamente. Tiene un preciado círculo de amigos donde compartir gustos e intercambiar impresiones, pero también cierta independencia necesaria.
Tiene otros ensayos muy aconsejables, como el retrato que hace del grafista y literato Bruno Schulz o los escritores Gottfriend Benn o Ernst Jünger y sus coqueteos con el régimen nazi; ensayos diversos, de corte irónico con el régimen político de aquellos años; sobre el lenguaje, defendiendo el uso del adjetivo, otro sobre los malos recuerdos de los trenes de mercancías, por su papel en el Holocausto, etc.
En cuanto a música, nos habla de su gusto por el género clásico, su escucha del Quinteto de cuerda 516 de Mozart:
“Estoy sentado junto a la mesa, en una habitación del quinto piso de un bloque de hormigón monstruoso situado en un suburbio parisino. Desde la ventana de mi cuarto puedo ver los lejanos tejados de París que se secan tras la lluvia reciente, las torres de las iglesias, los árboles, las grúas y las antenas de televisión. Escucho el quinteto de cuerda de Mozart (el número 516 del catálogo de Köchl), y, para ser más exacto, la primera parte que lleva el clásico nombre de allegro. Sin embargo, este allegro no es nada alegre; se entrelazan en él dos motivos: uno claro, rococó, y el otro triste y lóbrego. Uno convencional, algo porcelanoso, y el otro trágico. El rococó y el sufrimiento. El rococó y la muerte. En aquella música dialogan dos ciudades. Dos ciudades bailan pegadas. Dos ciudades distintas y, no obstante, condenadas a un amor difícil, como los hombres y las mujeres. El rococó y el miedo. La existencia sempiterna de la música y el terror de gente conducida a la muerte. La paz satisfecha de los museos y el llanto de un niño. Escucho el quinteto de cuerda de Mozart. Atardece otra vez. El cielo vuelve a ocultarse bajo los párpados del crepúsculo.”
W.A. Mozart: “String Quintet in G minor, K.516”
I.Allegro 0:00 II. Menuetto and Trio. Allegretto 11:14 III. Adagio ma non troppo 16:22 IV. Adagio — Allegro 24:04
Benjamin Bowman violín, Sini Simonen violín, Michel Camille viola, Steven Dann, viola Ursula Smith chelo.
Le gusta también el Jazz, el de New Orleans le volvió loco al principio:
“Me entusiasmaba el jazz. Primero, el de Nueva Orleans, de ritmo fácil, suave y basculante. Aquel jazz primitivo tenía un no sé qué de inocente y liberador: era como si de repente el Espíritu Santo hubiera inspirado a una banda del cuerpo de bomberos. Después, empezó a gustarme el jazz moderno. Esto ocurrió a comienzos de los sesenta, y la época del Bebop y del Cool no era muy remota, sobre todo teniendo en cuenta el retraso natural de un país del otro lado del telón de acero.”
“Magohany Hall Stomp”,
George Lewis clarinet, Kid Howard trumpet, Jim Robinson trombone, Alton Purnell piano, Slow Drag Pavageau bass, Joe Watkins drums.
Más adelante se adentra en otros estilos del Jazz, como el Be-bop o el Cool:
“El principio de la improvisación en que se fundamenta el jazz me imponía. Mis primeras inspiraciones poéticas, que todavía no sabía controlar bien, armonizaban con la exaltación lírica de Charlie Parker, Dizzy Gillespie e incluso John Coltrane. Algunas de sus improvisaciones sabían a aventura y barrían de un golpe —eso era lo que yo pensaba y sentía— toda la insensibilidad y toda la bajeza de la realidad convencional.”
“My Favorite Things”
John Coltrane soprano Sax, McCoy Tyner piano, Jimmy Garrison contrabass, Elvin Jones drums
John Coltrane soprano Sax, McCoy Tyner piano, Jimmy Garrison contrabass, Elvin Jones drums