Elizabeth Bishop obtendría en 1956, además del Premio Pulitzer, una ayuda de 2.700 dólares de la Fundación Ford, gracias a la Partisan Review. Continuaba con su intensa labor poética. Como expliqué en la anterior parte, el libro de poemas que se encontraba escribiendo, “Cuestiones de viaje”, lo dividió en dos apartados: Brasil, cuyos poemas significativos podéis leerlos allí y En otra parte. Dentro de ella, compone “Sextina” (Sestina). Vuelve a emplear la composición del mismo nombre que el poema. Seis estrofas de seis versos y coda final de tres versos. La sextina también se caracteriza por la repetición de palabras al final del verso, para enfatizar las mismas. Y eso es lo que consigue Elizabeth con las palabras que pretende resaltar en el poema: abuela, casa, niña, estufa, almanaque, lágrimas. Es un poema nostálgico, ejercicio de memoria de su infancia junto a su abuela en la cocina con la cálida estufa. Su abuela trata de ocultar las lágrimas a la niña y parece ser que esa pena que siente es debida a la enfermedad mental y reclusión de su hija, madre de la niña, es decir, de la propia Elizabeth.

Sigue componiendo poemas en la sección En otra parte, como “Domingo 4 A.M.” y “Estación de servicio” (Filling station). En este poema, Elizabeth se detiene en una gasolinera para describirla. Es un lugar aparentemente sucio debido al aceite y la gasolina, pero la familia que vive allí se esfuerza por mantenerlo limpio y acogedor. Bishop parece querer transmitirnos que incluso en lo común se puede encontrar la belleza. A través del uso de la anáfora, resalta y aplica un ritmo particular en ciertas palabras del poema. Quizás inspirado en un episodio real ocurrido a Lota mucho antes de conocer a Elizabeth, en el que había adoptado a un niño que se escondía en el mostrador de una estación de servicio. Se llamaba Kylso, era poliomielítico y con diversas operaciones logró caminar con un bastón y convertirse en arquitecto. Estaba casado y tenía hijos. Aunque Elizabeth ubicaba el poema en Canadá. Elizabeth y Lota cuidaban, en ocasiones, de los hijos pequeños de Kylso y de la hija de la cocinera, Elizabetchy. La propia autora recita el poema.

Elizabeth Bishop recite “Filling station”

En 1957 le conceden la beca Amy Lowell para residentes extranjeros. Viaja a Estados Unidos con Lota, llegando a Nueva York el 31 de marzo. Allí, reciben la visita de Marianne Moore. En agosto visitan a los Lowell en Castine, Maine.

Debido a que Lowell padeció hipomanía, tuvieron que regresar a Nueva York antes de lo previsto. Robert pidió disculpas por carta y Elizabeth restó importancia, tanto ella como Lota habían regresado satisfechas: “¡Para nada fuiste “desconsiderado”, Cal! Fuiste un anfitrión maravilloso, y lo pasamos muy muy bien contigo, en serio. Aunque Lota está totalmente convencida de que los abetos fueron plantados deliberadamente, Maine le gustó muchísimo, y fue muy amable de tu parte llevarnos por toda la costa en coche”. (Elizabeth Bishop y Robert Lowell “Palabras en el aire”, Vaso Roto, 2019).

Retornaron a Río en noviembre. Publicó la traducción al inglés “The diary of Helena Morley”, que trataba sobre la vida de una joven en Brasil. Houghton Mifflin se había negado a publicarla y Elizabeth rompió con la editorial, confiando en Farrar, Straus, and Cudahy y el editor Robert Giroux, que le publicaría su trabajo de traducción comprometiéndose a editarle su próximo libro de poesía. La navidad la pasaron en Cabo Frío, ciudad perteneciente al estado de Río de Janeiro. Allí se dedicaron a nadar, pescar, comer gambas, langosta, piñas y descansar en hamacas.

Elizabeth y Lota acudieron al Carnaval de Río en febrero de 1958, una celebración que se convertiría en una tradición para ellas. A Elizabeth no le agradaba Río de Janeiro, pero sí disfrutaba de su Carnaval. Empezó a interesarse por la samba y consideraba sus letras como “poesía viva”. Además de Robert Lowell, su amiga, la poeta y dramaturga May Swenson, le proporcionaba información sobre la literatura que se producía en Estados Unidos. Tuvo un parón en composición poética, en cambio continuó escribiendo cuentos como “El Hospital Mercedes”. Bien pagados, New Yorker se los siguió publicando. Debido a unos hormigueros en el patio, Elizabeth mató involuntariamente a su tucán al echar un pesticida. Le habían asegurado que el producto era inofensivo para los animales. Lo sintió y así se lo hizo saber a Lowell. Intentó escribir una oda al ave, pero quedaría inacabada.

John Dos Passos almorzó con Elizabeth y Lota. En el mes de agosto, Aldoux Huxley y su esposa, Laura Archera, acompañados de Elizabeth Bishop, se desplazaronn a Brasilia y otras zonas remotas con el fin de encontrarse con comunidades indígenas. Elizabeth conocía a Laura Archera de Cayo Hueso, pues había sido amante de la hermana de Pauline Hemingway, Jinny Pfeiffer. De la experiencia del viaje, Elizabeth escribió una crónica que pretendía publicarla New Yorker, pero al final fue descartada. A pesar de ello, el viaje le había entusiasmado y dio origen al extenso poema “El hombre del río”, terminando con la sequía creativa poética. Sería gratamente acogido por New Yorker.

Robert Lowell en sus cursos en Boston, tiene como alumna en el otoño de 1958 a Anne Sexton (ver estudio), uniéndose, en primavera de 1959, Sylvia Plath.

En la Navidad de 1958, Lota y Elizabeth repitieronn estancia en Cabo Frío. De nuevo, la pesca, la natación, la comida de marisco y el descanso. De regreso a Samambaia, Elizabeth terminó de leer “Doctor Zhivago” (1957) de Pasternak. Refirió sus impresiones por carta a Lowell: “Me absorbió por completo, ¿a ti no? Y creo que la reseña de Wilson, aunque muy buena, dejó mucho fuera: la verdadera y anticuada “forma de ser rusa” de todos ellos, la fantástica escapatoria, cuando él empuja a Lara y a la niña a los bancos de nieve “por diversión”, y luego llegan directos a tomar un baño y a lavar la ropa. LUEGO el se sienta a beber vodka y a escribir poesía durante el resto de la noche. Todas las partes en torno a la escritura de poesía me parecieron extremadamente buenas […] Estoy segura de que no es una buena novela, o de que lo es sólo en fragmentos, o de que no está terminada, pero es un libro maravilloso”. (“Palabras en el aire”, Op. cit.).

En primavera de 1959, más que escribir, Elizabeth leyó compulsivamente: una biografía de tres tomos de Byron, Fulke Greville, Lucano, las cartas de Keats. Lowell solicitó a Elizabeth una nota introductoria para “Life Studies” (1959). El resultado del texto de Elizabeth superó ampliamente las expectativas del poeta. Elizabeth se había quedado maravillada con los poemas del libro, libro que ganaría en 1960 el Premio Nacional de Literatura. Uno de sus poemas, “La hora de las mofetas”, estaba dedicado a Elizabeth Bishop.

El poema “Brasil, 1 de enero de 1502”, apareció en New Yorker en enero de 1960 y fue elogiado por Lowell.

En febrero, partió para el Amazonas con una amiga de Lota, Rosinha Leão, y su sobrino de dieciséis años. Lota prefirió quedarse en Brasil. Volaron hasta Manaos y desde allí siguieron explorando el Amazonas. Avistaron delfines y vieron a multitud de garzas posadas en las ramas de un gigantesco árbol muerto. La experiencia entusiasmó a Elizabeth. Compró un remo de colores a un nativo y lo colgó en la casa de Samambaia. Comenzó a plasmar su experiencia en el poema “En el Amazonas”, pero lo dejaría inacabado. En cambio, compuso para el nuevo libro, en el apartado En otra parte, el poema “Del diario de Trollope”, que como su nombre indica, son apuntes en verso de sus lecturas del diario del autor inglés del siglo XIX. Se publicaría más adelante en Partisan Review. Más interesante es que para la parte dedicada a Brasil, rescatara el borrador y terminara el poema “Canto para la estación lluviosa” (Song for the Rainy Season). Lo comenzó a escribir cuando fueron a vivir a Samambaia. De corte naturalista, Bishop ensalza la maravillosa naturaleza de la que vive rodeada. Sin embargo, advierte sobre la importancia de cuidar la naturaleza, ya que los recursos naturales pueden agotarse. Lamentablemente, hoy en día, las predicciones de Bishop se están cumpliendo con el cambio climático en el que nos encontramos inmersos. Katharine White, se lo publicó encantada en New Yorker.

En el mes de mayo, Lota y Elizabeth viajaron a Ouro Prêto, ciudad montañosa al norte. Se alojaron en el Pouso do Chico, propiedad de la amiga de Lota de origen danés, Lily Ebbe Henriette o Lilli Correia de Araújo, viuda del artista brasileño Pedro Correia de Araújo. Gracias a Robert Lowell, concedieron la beca Chapelbrook a Elizabeth, dotada con 7.000 dólares como ayuda para la creación literaria. Viajaron a Paratí y Cabo Frío, pasando la Navidad en Río.

A principios de 1961, el político Carlos Lacerda, amigo de Lota, le encargó que mejorara el parque urbano de Río de Janeiro (el Aterro do Flamengo). A pesar de las altas temperaturas, por encima de 40 grados, tuvieron que visitar frecuentemente Río para que Lota inspeccionara las obras. Mientras arreglaba su casa, Mary Morse convivió con ellas en Samambaia, tras haber adoptado un bebé.

Time encargó a Elizabeth un libro sobre Brasil, como parte de una colección de libros de la revista Life. Le ofreció 9.000 dólares y un mes de estancia en Nueva York, donde podría colaborar con los editores. El 2 de julio de 1961 se suicidó Hemingway y Elizabeth en carta le comentó a Lowell sus sentimientos al respecto: “Me siento fatal por el suicidio de Hemingway; no sé por qué, pero parece que es lo último que debería haber hecho. Todas las noticias que he leído de esto son tan ESTUPIDAS…, incluso las inglesas que dicen que a aprendió a escribir conversaciones de ¡”hipérbole británica”! No me cabe duda que debe haber estado muy enfermo durante varios años —fuera de sí— ¿tal vez tú sabes algo?”. (“Palabras en el aire”, Op. cit.).

La situación política en Brasil se volvió inestable. Unos meses después, parece que se apaciguó, manteniendo Lacerda el puesto y, de esta manera, Lota pudo seguir encargándose de las obras del parque. En otoño, con motivo del proyecto de libro encargado por Time, Elizabeth viajó con Lota a Nueva York, estableciéndose un mes. Además de trabajar con los editores del libro, visitaron a los Lowell, que se habían mudado de Boston a Nueva York. Se encontraron también con Marianne Moore y particularmente, con la doctora Baumann y con su amiga May Swenson.

En el año 1962, su obra “Brasil” fue publicada por la revista Life, sin embargo, Elizabeth no se sintió satisfecha ya que algunos de sus escritos fueron alterados. A finales de junio, recibieron la visita prolongada de los Lowell. Robert, Elizabeth Hardwick, la hija de ambos, Harriet, de cinco años y una niñera, se presentaron ante Elizabeth y Lota. Fue un tiempo muy fructífero en el que la familia disfrutó del sol y la playa, y Elizabeth y Robert se entregaron a conversaciones literarias y no literarias muy necesarias para ambos.

Elizabeth Bishop Robert Lowell 1962 Vassar
Elizabeth Bishop y Robert Lowell, Río de Janeiro, 1962 © Vassar College, Use fair

A finales de agosto, los Lowell regresaron a Nueva York, sin embargo, Robert decidió viajar antes en solitario a Buenos Aires. En la capital argentina, su enfermedad maníaca se hizo presente. Participó en un incidente público en el que se despojó de su ropa y trepó a varias estatuas. Fue devuelto a Estados Unidos sedado, acompañado por un médico, una enfermera y su amigo Blair Clark, quien había volado expresamente de Nueva York a Buenos Aires, para hacerse cargo de él. En carta a Elizabeth, Robert se disculpó: “Supongo que empezaba a descarrilarme durante las dos últimas semanas en Brasil, y el que lo vieras o cuando menos lo presintieras debió ser doloroso para ti. Cuando llegué a Buenos Aires, mi estado se disparó a los cielos y me alegra que no lo hayas visto. Es difícil para un hombre controlado echar la vista atrás al momento de caos y exigencia. No habré de intentarlo, fue todo mi culpa, y lamento que te haya afectado. Por favor, conservemos el cariño que siempre nos hemos tenido”. (“Palabras en el aire”, Op. cit.).

New Yorker publicó “Primera muerte en Nueva Escocia”, un regreso a la Nueva Escocia de su infancia y “Andarríos”, un poema de corte natural, en el que Elizabeth conecta la vida de la avecilla con la vida humana. Por pequeña que sea, esta pequeña ave tiene, como nosotros, un propósito en el mundo.

En diciembre, como tenían por costumbre, Lota y Elizabeth pasaron un tiempo entre Cabo Frío y Samambaia, para regresar a Río, debido al empleo de Lota.

A primeros de febrero de 1963, Robert escribió a Elizabeth, anunciándole la muerte de Robert Frost (29 de enero de 1963). Robert escribió un artículo en su memoria y Elizabeth se lo elogió. Elizabeth se encontró con Clarice Lispector y le sugirió traducir algún cuento suyo. Serían publicados en 1964 tres cuentos en The Kenyon Review, con traducción de Elizabeth.

En julio, Lota ingresó en el hospital por una operación intestinal y una vez recuperada, al regresar al trabajo, contrajo fiebre tifoidea. Por su parte, Bishop, quizás por haber bebido en exceso, se internó unos días en el Hospital Silvestre, un peculiar hospital regentado por adventistas del séptimo día: “La pobre L. pescó, es el colmo, fiebre tifoidea, me imagino que porque regresó al trabajo demasiado pronto y estaba lo bastante débil como para pillar el virus en cualquier lado. Olvido que es una enfermedad endémica aquí y no debemos desatender las vacunas. Para nada es tan grave como solía serlo, teniendo en cuenta que hay nuevos fármacos para combatirla, pero la fiebre SUBE y SUBE y es bastante aterrador. Cuando se sintió un poco mejor, se fue al campo, con la sirvienta, y yo ingresé al hospital supuestamente para una cura de reposo: una experiencia bastante curiosa, luego te cuento más”. (“Palabras en el aire”, Op. cit.). Se produjo una feliz circunstancia para Elizabeth. Una vecina suiza del piso en Río, era una apasionada de la música antigua. Las dos tocaron algunas piezas juntas, La dama con la flauta contralto y Elizabeth acompañándola al piano. Elizabeth trasladó su clavecín al piso, hecho que entusiasmó a la dama suiza.

Debido a escasez de lluvias, hubo una acusada sequía en Río. Además, se produjeron cortes de electricidad. Esto provocó escapadas frecuentes de Elizabeth y Lota, a Samambaia. El 23 de noviembre se produjo el asesinato de Kennedy. Elizabeth le comentó a Lowell cómo lo sintieron en Brasil: “La pena aquí ha sido genuina, todos sentían, con o sin razón, que Kennedy era amigo de Brasil. Como sabes, los brasileños son mucho más formales respecto de la muerte que nosotros. Debo haber recibido entre quince y veinte llamadas telefónicas, y bastantes visitas en persona, para darme sus “condolencias”. (“Palabras en el aire”, Op. cit.).

Bishop compuso el extensísimo poema “El ladrón de Babilonia”, en el apartado de Brasil, cuyas dos últimas estrofas concluyen así: “En la verde claridad de las colinas de Río / crece una horrible mancha: / los pobres que vienen a Río / sin poder regresar a casa. // Está la colina de Queroseno, / y la colina del Esqueleto, / y la colina del Asombro, / y la colina de Babilonia”. (De: Cuestiones de viaje (Questions of travel, 1965) Traducción de Jeannette L. Clariond, Op. cit.). Compone también “Visitas a St. Elizabeths”, que refleja sus observaciones sobre los pacientes que se encuentran internados en el sanatorio mental St. Elizabeths, donde también se hallaba Ezra Pound. Elizabeth refleja el mundo de las enfermedades mentales. Recita Elizabeth.

El 1 de abril de 1964, la milicia brasileña dio un golpe de estado para derrocar al Presidente Goulart. Pero fue un levantamiento para defender la constitución brasileña. Elizabeth escribió a Lowell sobre ello: “Bueno, fue una revolución amable y rápida bajo la lluvia: todo duró menos de cuarenta y ocho horas”. (“Palabras en el aire”, Op. cit.).

El 14 de mayo, Elizabeth y Lota salieron rumbo a Italia: “De veras nos vamos: salimos el 13 de mayo. Lota tiene un mes; luego, el 13 de junio, más o menos, ella regresa y yo me voy a Londres; y luego, se supone que vuelvo en barco, el 1 de agosto, en la Blue Star Line”. (“Palabras en el aire”, Op. cit.).

Recibió la visita de la Dra. Baumann a finales de agosto: “El martes la voy a llevar tres días a Ouro Prêto, etc. Estoy realmente encantada de verla. ¡Ojalá pueda seguir su ritmo!”. (“Palabras en el aire”, Op. cit.). Elizabeth recibió la oferta para ser Escritora Residente en Rutgers durante un semestre de 1966, con un salario cercano a los ocho mil dólares, sin embargo la rechazó al no querer acompañarla Lota.

El 4 de enero de 1965 falleció el poeta T. S. Eliot. Escribió a Robert : “Estoy segura de que lamentas mucho lo de Eliot, yo también lo siento mucho. [Me] pregunto qué estaba haciendo en Londres en esta época del año. Y [la] foto que vi de él cuando recibió esa medalla lo mostraba muy enfermo, me parece. Pobre Valerie”. (“Palabras en el aire”, Op. cit.).

La relación de Elizabeth con Lota se encontraba realmente en crisis. Lota se encontraba absorbida por el trabajo y entre ambas, apenas había ratos para disfrutar juntas. Por otra parte, a Elizabeth tampoco le gustaba Río. Encontró una disculpa para tomarse unas vacaciones, con la aparición del becario Ashley Brown. Bajo el pretexto de enseñarle Ouro Prêto, viajaron juntos. El becario se instaló en un hotel y Elizabeth se alojó en casa de Lilly Correia.

Disfrutaron de quince días. Elizabeth mantuvo un idilio con Lilly y compuso el manuscrito que quedó inédito, [Querida, mi brújula…].

La Academia de Poetas de Estados Unidos le concedió un premio. En mayo, Lilli con motivo de unas gestiones en Río, se lleva consigo a Elizabeth una semana a Ouro Prêto. Lota no podía desconfiar, ya que todas se consideraban amigas. En esta segunda estancia con Lilly, compone el poema “Bajo la ventana: Ouro Prêto”. El poema surgió porque debajo de la ventana de la segunda planta donde se hospedaba Elizabeth, en la casa de Lilly, había un salto de agua potable. A Elizabeth le gustaba escuchar las conversaciones de la gente que se detenía a beber agua. Mujeres con sus bebés, mayores y jóvenes, camioneros o conductores desafiantes de deslumbrantes coches, como los ocupantes del BMV del poema.

Abrió un apartado de correos en Ouro Prêto, dejando una llave a Lilly. Elizabeth le enviaba cartas a Lilly. E un momento dado, se sintió culpable y pidió a Lilly que quemara las cartas. En septiembre, Elizabeth cansada del agobio de Río y la incesante actividad de Lota, viajó a Ouro Prêto. Se instaló en casa de Lilly, permaneciendo hasta que Lota viajó en noviembre para recogerla. Elizabeth compró una casa destartalada, enfrente de la de Lilly. Su intención era pasar más temporadas allí, cerca de Lilly e incluso cuando Lota se desembarazara de obligaciones.

Lowell le comunicó el fallecimiento del amigo de ambos, el poeta y crítico Randall Jarrell, el 14 de octubre de 1965. Lowell creía que había sido un suicidio, y que Randall se había lanzado contra un coche, muriendo atropellado. En el bolsillo tenía un frasco de Demerol. Elizabeth lamentó profundamente su muerte.

En octubre se publicó el libro de poemas de Elizabeth, “Cuestiones de viaje” (Questions of travel, 1965). Fue elogiado por la crítica, y medios como Time, New York Review of Books o Poetry, con excelente crítica de Richard Howard. Todos destacaron los poemas y la maestría de Bishop. Por supuesto, Robert Lowell —quien conocía la mayoría de los poemas, ya que se los había ido enviando Elizabeth o se habían ido publicando en periódicos—, alabó la obra.

Elizabeth aceptó una oferta como profesora en la Universidad de Washington durante cinco meses, en el invierno y la primavera de 1966. Antes de aceptar, Lota mantuvo una fuerte discusión con ella porque no quería que se marchara. Argumentó que fracasaría e incurriría en la bebida. Sin embargo, Elizabeth lo necesitaba, apenas visitaban Samambaia y cada vez se sentía más atrapada en Río. Por otra parte, una separación temporal entre ambas, podría fortalecer su relación de cara al futuro.

En relación a las clases, Elizabeth volvió a manifestarle a Lowell que nunca le gustó enseñar, pero sí hallarse cerca de los estudiantes: “Bueno, mi vocación nunca fue el magisterio y nunca me va a gustar, pero lo que me gusta son los “estudiantes” (los niños, como los llamo yo para mis adentros), aun cuando padecen una horrenda falta de alegría de vivir y se la pasan contándome sus experiencias con el LSD y la “mota”, etc.” (“Palabras en el aire”, Op. cit.). Durante sus primeros meses de estancia, Elizabeth seguía pensando en Lilly, pero en una cena organizada por la poeta Carolyn Kizer, se enamoró de una joven de veintitrés años, Roxanne Cumming, embarazada y quinta esposa del artista de Seattle, William Cummings, de cuarenta y ocho.

Terminadas las clases en junio, acompañó a Roxanne a una casita de campo en las islas San Juan, al norte de Seattle. A Roxanne le faltaba un mes para dar a luz y preparaba la casa para cuando llegara su marido. Elizabeth le escribió a Lilly, comunicándole simplemente que necesitaba el descanso tras el estrés de las clases. En julio regresó a Brasil. Estuvo entre Río y Samambaia y viajó a Ouro Prêto para ver el estado de las obras de su casa, tal como le explicó a Lowell: “Me fui a Ouro Prêto, a ver cómo iba la obra de mi VIEJA casa —lentamente, bellamente, , y absorbiendo dinero como una esponja— pero vaya que está hermosa, y espero que algún día nos sentemos juntos en mi pequeño balcón azul, con vista al pueblo entero, a ver los fuegos artificiales en honor de algún santo…”. (“Palabras en el aire”, Op. cit.). También le expresó a su interlocutor la grave situación política en Brasil a su llegada, más represiva que nunca, y una crisis de Lota debido al cansancio acumulado.

Roxanne Cumming enviaba cartas a Elizabeth al apartado de Ouro Prêto. Lota, en un descuido de Elizabeth, descubrió una carta, montando en cólera y queriendo terminar su relación con ella. Elizabeth le aseguró que su relación con Roxanne no tenía importancia y únicamente le importaba ella. Incluso Lilly intervino para calmar la situación. El 23 de octubre partió junto a Lota para Europa, con la intención de viajar por los Países Bajos y Londres. Tuvieron que regresar tras veinte días por una crisis depresiva de Lota. Al regreso fue internada en Río.

En enero de 1967, Lota de nuevo tuvo otra crisis nerviosa, volviendo a ser internada. Lota culpó a Elizabeth de su enfermedad, por haberse ido a dar clases y haberla engañado. El médico aconsejó una separación temporal entre ambas. En febrero, Elizabeth se internó en la misma clínica que Lota, debido a su alcoholismo. En marzo, el medico permitió que ambas se reencontrasen. Escribió a Lowell informándole de los internamientos: “Se internó en una clínica de aquí en dos periodos, luego finalmente yo me quebré también, y me interné en la misma clínica (a cargo de unas monjas de Barcelona), pero ella estaba diez veces más enferma que yo, y está mejorando muy poco a poco. Está aquí ahora, y luego, el día ocho nos vamos a Samambaia durante una buena temporada, así que si me escribes, POR FAVOR, usa el domicilio de Petrópolis…”. En la misma carta le comunicó que Carlos Lacerda los había traicionado a todos al recurrir a los seguidores del corrupto Vargas y a comunistas jóvenes.

Gracias a Robert Lowell, consiguió una beca de la Fundación Rockefeller, dotada con un montante total de 12.000 dólares, pagaderos mensualmente. El encargo consistía en realizar un libro de prosa sobre Brasil, con mayor envergadura que el realizado anteriormente para la revista Life. Elizabeth viajó a Bahía para documentarse sobre el libro. Fue testigo de mucha pobreza, pero con la experiencia, cubrió un capítulo del libro. En junio, Lota sufrió otra recaída y el doctor aconsejó una nueva separación. En julio Elizabeth se instaló en Nueva York, en un estudio cedido por sus amigos Loren MacIver y Lloyd Frankenberg, quienes pensaban vivir dos años en París. Elizabeth pensó quedarse hasta la llegada de Lota en septiembre (si mejoraba) y permanecer varias semanas más, regresando juntas de nuevo a Brasil.

En el estudio, fuera de presiones, comenzó a componer el borrador de “En la sala de espera” (In the waiting room). Bishop rememora en el poema un instante en el que ella, a punto de cumplir siete años, espera a que su tía termine la cita con el dentista. En la sala de espera observa a las demás personas adultas que se encuentran allí. Toma después una revista de National Geographic y queda impactada con las imágenes y textos de la misma, un volcán, mujeres indígenas con los pechos colgando, una persona muerta en un poste, etc. Escucha un chillido de dolor de su tía y bien pudiera ser ella la que ha chillado ante las imágenes de la revista. En ese instante se vuelve consciente de su propia identidad, de su futuro crecimiento y penalidades, de su mortalidad. La propia fecha en la que se encontraba siendo niña, como la de la revista: febrero de 1918, presentaba un mundo en guerra.

Le envió el borrador a Lota y le respondió que le había gustado muchísimo. Le adjuntó el borrador de “Trouvée”, poema sobre el atropello a una gallina, que también apreció. Ambas esperaban reencontrarse pronto. En agosto, el doctor que trataba a Lota, sugirió que podía realizar una visita en septiembre a Elizabeth. Días más tarde, rectificó y recomendó a Lota esperar a diciembre para recuperarse por completo.

Una amiga de Lota estuvo a punto de perder la vida, pero, por fortuna, no abordó el avión que se estrelló, en el cual viajaba Humberto Castelo Branco, quien había sido presidente de Brasil hasta marzo de ese mismo año. Estos temores llevaron a Lota a redactar su testamento para evitar que su hermana lo impugnara, distribuyendo su patrimonio entre Elizabeth y Mary Morse. Lota instó a Elizabeth a elaborar el suyo, y aunque esta última mostró reticencias, finalmente lo hizo. En su testamento, dejó una pequeña herencia a Roxanne y su hijo, ya que Elizabeth sentía cierta culpa por la separación de Roxanne y Bill Cummings. Designó a su editora británica, Catharine Carver, como albacea literaria. Lota animó a Elizabeth a modificar ambas disposiciones y a nombrarla a ella como albacea literaria. Sin embargo, Elizabeth no consideró prudente alterar la cláusula de su legado literario en favor de Lota, dado su estado mental inestable en ese momento.

Desobedeciendo las órdenes de su médico, Lota viajó a Nueva York el 17 de septiembre. Al recibirla, Elizabeth notó de inmediato su mal estado de salud. No comprendía cómo el médico había autorizado su viaje. Después de comer juntas, regresaron al estudio. Por la tarde, disfrutaron de un vaso de cerveza holandesa y conversaron amigablemente sin ninguna discusión. Para dormir, ambas tomaron un Nembutal. A las seis y media de la mañana, Elizabeth se despertó al escuchar ruidos en la cocina de arriba. Vio a Lota tambaleándose en las escaleras con una caja de Valium en la mano. La trasladó con dificultad a la cama y logró que le confesara que había tomado diez o doce pastillas. Elizabeth llamó urgentemente a la doctora Baumann. Durante el traslado en ambulancia, Lota entró en coma. Fue ingresada en el hospital St. Elizabeth, falleciendo el 25 de septiembre.

Robert Lowell brindó refugio a Elizabeth en su hogar para que pudiera atravesar el proceso de duelo. Durante un episodio de embriaguez, Elizabeth sufrió una caída que le provocó una fractura en el hombro, lo que la obligó a posponer su viaje a Brasil, el cual finalmente tuvo lugar en noviembre, realizando los trámites necesarios tras la muerte de Lota. Elizabeth fue recibida de manera hostil por los amigos de Lota, entre ellos Mary Morse, debido a que la culpabilizaban de su muerte. La hermana de Lota impugnó el testamento. Finalmente se resolvió, correspondiendo a Elizabeth el apartamento y las oficinas de Río y a Mary Morse, Samambaia. Elizabeth empacó sus cosas y puso en alquiler las oficinas y el apartamento de Río. Decidió que su segunda vivienda fuera su casa de Ouro Prêto y se dirigió allí en diciembre. Convivió con Lilly diez días, quien se estaba ocupando de restaurar y acondicionar la casa de Elizabeth, aunque no estaría lista hasta meses después.

Los Lowell se vieron imposibilitados de seguir cuidando a Elizabeth, ya que Robert y Elizabeth Hardwick tenían que ausentarse con frecuencia, y Robert sufría de crisis maníacas recurrentes. El estado depresivo de Elizabeth, combinado con su consumo de alcohol, persistía después de la muerte de Lota. Ante esta situación, la doctora Baumann decidió contactar con Roxanne Cumming para que se ocupara de Elizabeth. Después de considerar varias opciones, Roxanne, su hijo y Elizabeth se mudaron a un apartamento en la avenida Pacific de San Francisco, en enero de 1968. A finales de enero refirió a Robert su mejoría anímica: “Muchas veces al día trato de hacerme un recordatorio personal de lo libre que soy para estar animada, para sentirme feliz incluso, si es posible. Pero llevo encima todo lo de Brasil como una nube negra, ciertamente”. En la misma carta le comunicó la influencia positiva de Roxanne: “Nos gustan casi las mismas cosas, la música, la comida, el mobiliario y cosas así (si bien cambio la estación de FM, de la estación de rock and roll a la de jazz de vez en cuando), y su presencia me hace mucho bien; ya me inscribió en la Blue Cross, pasa a máquina mis cartas de trabajo, le sube el dobladillo de mis faldas hasta la rodilla. Creo que todo funcionará muy bien, y Dios sabe que no toleraría vivir sola todavía”. (ambas citas, de “Palabras en el aire”, Op. cit.).

Envió unas prosas a The Kenyon Review. Indicó a Lowell que le gustaba la luz de San Francisco, semejante a la de Key West, y el clima. Roxanne trató de convencer a Elizabeth para apuntarse a la Asociación de Alcohólicos Anónimos, pero Elizabeth se negó al considerarlos como un “grupo de borrachos deprimentes”. En febrero escribió a Robert, comunicándole que se había caído en la calle y se había fracturado la muñeca, pero que se encontraba sobria cuando sucedió. Ocurrió que llevaba zapatos de tacón y resbaló por el suelo húmedo.

Elizabeth conoció al poeta inglés afincado en San Francisco, Thom Gunn, con quien congenió satisfactoriamente. Más tarde, conoció a otro reconocido poeta de San Francisco, Robert Duncan. La Academia de las Artes y las Letras de Estados Unidos le encargó una antología de poetas brasileños. Viajó con Cumming por Canadá y visitó Nueva York. Obtuvo una subvención de la Fundación Ingram-Merrill.

A principios de 1969, llevó a cabo una entrevista por encargo de The New York Review of Books con Kathleen Cleaver, profesora de derecho y activista en el movimiento Black Power y el partido Black Panther, cuyo líder era su marido, Eldridge Cleaver. La entrevista no llegaría a publicarse.

En el mes de abril, salieron a la luz “Los Poemas Completos” de Elizabeth. Un mes después, realizó lecturas en la Biblioteca del Congreso y en el Museo Guggenheim, donde Robert Lowell la presentó como “el ojo famoso”. De manera jocosa, Bishop comenzó su lectura diciendo: “El ‘ojo famoso’ ahora se pondrá sus gafas”.

El 28 de junio se llevó a cabo una redada en el bar LGTBIQ, Stonewall, en Greenwich Village. Esto desencadenó una serie de manifestaciones en defensa de sus derechos en los días siguientes. Se estableció en verano en Ouro Prêto con Cumming y su hijo. A su casa le puso el nombre de Casa Mariana, en honor a Marianne Moore.

Elizabeth recibió el Premio National Book en marzo de 1970 por la publicación de sus poemas completos del año anterior. Robert Lowell lo recogió en su nombre debido a la premura del viaje. En los últimos meses, Roxanne había colapsado. Experimentó una crisis nerviosa y Elizabeth la ingresó en un hospital de Belo Horizonte. Poco después, la llevó junto a su hijo con su familia de Seattle. Se hizo cargo de sus gastos de psicoterapia. Los médicos informaron que Roxanne había hecho uso de un medicamento que le pertenecía. Los meses anteriores, Roxanne había gastado caprichosamente el dinero que ambas tenían en una cuenta conjunta. Por sus amigos, Elizabeth se enteró de sus crisis recurrentes en el pasado. Ante tales circunstancias, anuló la cuenta conjunta y retiró a Roxanne de su testamento.

Sola y desconsolada en Ouro Prêto, Elizabeth se entregó a la bebida más de la cuenta. En julio recibió la visita del poeta James Merrill, gran admirador de su poesía. James estuvo de invitado hasta poco antes del comienzo de las clases de Elizabeth. Merrill había llevado botellas de bourbon y ambos se sentaban por las noches a charlar y tomar unas copas. A lo largo de estas conversaciones, Elizabeth compartió con Merrill su vida con Lota y la amargura por su muerte. Merrill le confesó a Bishop que también era homosexual. El poeta fue testigo de los excesos de Elizabeth con la bebida, llegando incluso a tener que cocinar en algunas ocasiones y a recibir a los invitados en su lugar, ya que Elizabeth no salía de su habitación. En la medida de lo posible, cuando no llovía, visitaron algunos lugares de la zona.

Robert Lowell fue contratado para impartir clase durante dos años en la Universidad de Essex, en Inglaterra. Su puesto de Harvard se lo reservó a Bishop, mientras él estuviera en Essex. Elizabeth le expresó su gratitud y comenzó a dar clases en septiembre. Poco antes de ocupar el puesto, Elizabeth había encontrado la paz necesaria para volver a componer poemas. Terminó el borrador de “En la sala de espera” (leer más arriba) y el larguísimo “Crusoe en Inglaterra”, y los envió al New Yorker.

Elizabeth se alojó en la Casa Kirkland, en Harvard. Su secretaria era Alice Methfessel, una joven jovial de veintisiete años. Tras una fiesta de la cerveza con estudiantes, Elizabeth se recogió a su cuarto y Alice fue a visitarla, acostándose con ella.

Bishop Alice Methfessel Vassar
Elizabeth junto a Alice Methfessel © Vassar College, Use fair

Elizabeth y Alice conectaron de inmediato. Cuando Elizabeth llegó a la residencia, Alice le enseñó la habitación, que previamente le había reservado, y le explicó todos los detalles de la casa. Además, se ocupó de sus correos y una vez, cuando regresó tarde de Nueva York, la recogió en el aeropuerto y la llevó a su apartamento en las afueras de Harvard Square.

Una vez finalizado el semestre de clases, en febrero de 1971, Elizabeth y Alice disfrutaron de un fin de semana en el Hotel Elysée de Nueva York, antes de despedirse. Tras regresar a Ouro Prêto, Elizabeth era consciente de la gran diferencia de edad y decidió comunicárselo a Alice por carta: “Lo que mejor se me da es ser una “buena amiga”.[…] Eres demasiado joven para mí; tienes muchas cosas que hacer. […] Sabré qué es bueno para ti. Al mismo tiempo, me da un miedo terrible”. (Archivo de Elizabeth Bishop. Reflejado en “Elizabeth Bishop. Un milagro para el desayuno”, Op. cit.).

Elizabeth tenía miedo de que la relación terminara pronto y bebió en exceso, perdiendo el conocimiento en dos ocasiones. Al no recibir noticias en dos semanas, Alice se alarmó. Elizabeth reveló a Alice sus dificultades con el control del alcohol. Alice la reconfortó y le propuso una reunión en agosto. En mayo anunció a Lowell sus problemas médicos a causa de una tifoidea. En agosto, Elizabeth y Alice viajaron por Quito, las Galápagos, Lima y Machu Picchu. Regresaron a Ouro Prêto, permaneciendo hasta el regreso en otoño a Harvard. Con ayuda de Alice, Elizabeth encontró un nuevo apartamento en Cambridge, en Brattle Streets. En noviembre atravesó un intenso brote de asma que provocó su ingreso. Escribió a Lowell, comunicándole su sufrimiento: “De veras estuve enferma, como nunca en toda mi vida. Pensé que me había llegado la hora, pero no parecía importarme lo más mínimo. Cualquier cosa habría representado un cambio agradable a esas alturas. Y de pronto, después de ocho horrendos días en el Peter Bent Brigham, comencé a recuperarme. A continuación, la enfermería de Harvard fue el mismo cielo, aunque pasara ahí tres semanas; todo el mundo tan atento y agradable…”. (“Palabras en el aire”, Op. cit.). En la misma carta se lamentaba por el suicidio del poeta John Berryman, el 7 de enero de 1972. Berryman tenía problemas con la bebida. Llevaba once meses abstemio, pero lamentablemente sufrió una recaída que desencadenó su trágico desenlace.

El 5 de febrero de 1972, falleció su estimada amiga, la poeta Marianne Moore. Elizabeth asistió al funeral que tuvo lugar en Nueva York. En una carta dirigida a Lowell, describió las circunstancias de su deceso:: “Había tenido varios infartos más muy recientemente y llevaba ya un tiempo inconsciente; en realidad, la maravillosa enfermera (ambas enfermeras eran maravillosas, también Gladys, la fiel sirvienta) telefoneó a Louise Crane esa mañana diciendo que Marianne acababa de evaporarse poco a poco…”. (“Palabras en el aire”, Op. cit.). El hermano de Moore, quien también se encontraba en un estado de salud delicado, pronunció un emotivo sermón. Marianne había dejado un programa que incluía himnos de canciones de sus poemas, así como una inscripción dorada en la portada, que contenía dos versos de “In distrust of merits” (1944): “La belleza es sempiterna / pero el polvo dura un tiempo”. (Reflejado en “Elizabeth Bishop. Un milagro para el desayuno”, Op. cit.).

En marzo apareció la antología de poetas brasileños, editada por Elizabeth Bishop y Emanuel Brasil, “An Anthology of Twentieth Century Brazilian Poetry”. En junio le solicitaron la composición de un poema para leer en la ceremonia de inicio de la sociedad de honor académica, Phi Beta Kappa. Compuso “El alce” (The Moose). Estaba dedicado a la tía que más quería, Grace Bulmer. En el poema se basaba en recuerdos que había plasmado en cartas enviadas a Marianne Moore en 1946 y también tuvo en mente a la doctora Ruth Foster, fallecida al igual que Moore. Un poema extenso cuyas dos últimas estrofas concluyen de esta manera: “”Curiosas criaturas”, / dice nuestro tranquilo conductor, / arrastrando sus erres. / “¡Fíjense en eso, por favor!”. / Luego engrana la marcha. / Durante un momento aún, // si echan la cabeza hacia atrás, / se puede ver todavía el alce / iluminado por la luna en el asfalto; / después llega un leve / olor a alce, un acre / olor a gasolina”. (De: Geografía III, 1976. Traducción de Jeannette L. Clariond, Vaso Roto Ediciones, Seg. Edic., 2022).

Elizabeth pasó parte del verano en Ouro Prêto y el resto viajó con Alice por Escandinavia, uniéndose a ellas en Noruega, el poeta Frank Bidart. La experiencia resultó muy satisfactoria. En cambio, lo fue menos, la vivida en Leningrado, tal como le contó a Lowell: “No he dicho nada de Rusia —o, mejor dicho, de los tres días y medio en Leningrado—. Uno desea tanto que le guste, pero es imposible. La ciudad —la original— es magnífica, y yo no había caído en la cuenta de lo enorme que es el Neva o de que los rusos eran afectos al trabajo en oropel… Pero, santo Dios, qué triste y sombrío es todo, y tal parece que están de nuevo a punto de congelamiento; nos trataron abominablemente, en general”. (“Palabras en el aire”, Op. cit.).

En la primavera de 1973, enseñó en la Universidad de Washington durante un trimestre. Adquirió un apartamento en Lewis Wharf, en Boston, con vistas al puerto. A pesar del retorno de Lowell a su puesto, Harvard le otorgó un nombramiento de cuatro años como profesora. Elizabeth mantuvo una amistad con la poeta Adrienne Rich, a quien había conocido en una fiesta en 1971, volviendo a encontrarse poco antes de su publicación “Sumergirse en la oscuridad” (1973), libro que ganaría el Premio Nacional al año siguiente. Rich tenía en Elizabeth un referente dentro de la poesía. Ambas poetas compartieron sus anhelos y traumas en lo referente a suicidios recientes (el marido de Adrienne se había suicidado en 1970, poco después de abandonarlo). La marcha de Elizabeth a Seattle y Adrienne a Nueva York, interrumpió un mayor acercamiento, aunque se siguieron carteando un tiempo.

Robert Lowell era más prolífico que Bishop y había entregado tres publicaciones recientes. Pero se dio el caso que en ellas había menospreciado a su exesposa Elizabeth Hardwick, produciéndose cierta polémica. Más tarde, tuvo sentimientos de culpa y temió por el suicidio de Hardwick. A Elizabeth, en cierto modo, le apenaba lo que le ocurría a Lowell, porque ella también tenía un sentimiento de culpa por lo ocurrido a Lota e incluso a Roxanne, de la que se había desvinculado, y basándose en ese sentimiento, compuso el poema “Cinco pisos arriba”, que culminaba con dos versos concluyentes: —¡El ayer traído hacia el hoy con tal ligereza! / (Un ayer que me resulta casi imposible sostener)”. (De: Geografía III, 1976. Traducción de Jeannette L. Clariond, Vaso Roto Ediciones, Seg. Edic., 2022).

Elizabeth redactó testamento y nombró heredera de sus pertenencias y propiedades a Alice, salvo de la biblioteca que quedaría a cargo de Frank Bidart. Tanto Frank como Alice serían su albacea literaria. Más adelante, lo modificaría quedando Alice como albacea literaria, siendo Bidart el administrador de su biblioteca.

A comienzos de 1974, sufrió una nueva fractura en el hombro mientras se encontraba en un bar. Se comunicó con Lowell para informarle de su accidente por un descuido, y que se encontraba sobria cuando le ocurrió. Elizabeth comenzó a recuperar antiguas amistades como Frani Blough, Louise Crane (quien tenía como pareja a la política exiliada española, Victoria Kent), James Merril o el poeta y crítico literario John Malcolm Brinnin. Junto a Alice visitaba sus casas, especialmente la de John, en la bahía de Duxbury. De hecho, pasó gran parte de su convalecencia en su residencia, mientras él y su pareja, Bill Reid, se encontraban fuera. Como agradecimiento, compuso el poema “Final de marzo” (The end of march). El poema tiene lugar en su estancia en Duxbury, en unos inicios de primavera fríos, donde camina acompañada por la playa, seguramente con Alice, John y Bill, y sueña con llegar a su hogar ideal, viviendo sola y sumergida en la lectura de interminables libros. En cierto modo, planificaba con ilusión su apartamento en Lewis Wharf, pero su rincón ideal era una casa rural, como la granja de Sabine, en North Haven, donde pasaba sus veranos o la casa de Brinnin. Bishop aseguró haberse inspirado en “La isla del lago de Innisfree” de Yeats y en el retiro de Thoureau a Walden.

Visitó Brasil para vender su casa en Ouro Prêto y poder costear su apartamento de Lewis Wharf, donde comenzó a vivir en agosto de 1974. Antes de su traslado, había pasado parte del verano en Sabine Farm, ubicada en North Haven, Maine. Se unió a Elizabeth y Alice, el poeta Frank Bidart, quien compartió el alquiler con ellas. Allí regresará Elizabeth todos los veranos hasta su muerte. Un amigo de Bidart les visitó unos días, el estudiante y poeta Lloyd Schwartz. Más adelante, Lloyd pediría permiso a Elizabeth para realizar una tesis sobre su poesía.

Frank Bidart and Elizabeth Bishop, Maine, 1974
Frank Bidart y Elizabeth Bishop, Maine, 1974 © Houghton Mifflin, use fair

En septiembre, todavía continuaba con la mudanza y, tal como le comunicó a Lowell, estaba resultando un suplicio: “Mudarse es un infierno pero, a menos que desarrolle alguna aversión por este lugar, ruego a Dios que no tenga que volverlo a hacer”. (Reflejado en “Elizabeth Bishop. Un milagro para el desayuno”, Op. cit.).

Elizabeth se había convertido en adicta al Nembutal para dormir y al Dexamyl para animarse. Tomaba Metrecal como dietético. Alice, al menos, había conseguido que redujera el tabaco. En ese verano de 1974, Alice dejó su trabajo de Harvard y se matriculó en la Escuela de Administración de la Universidad de Boston. Elizabeth y Alice pasaron las navidades juntas en Fort Myers, invitadas por Louise Crane. Prometieron regresar al año siguiente, pero sólo cumpliría la promesa Elizabeth.

Elizabeth impartió las clases de primavera de 1975 en Harvard. En mayo estuvo en Duxbury. Viajó en junio a Ciudad de México para un encuentro para la televisión mexicana, además de visitar a Octavio Paz y su mujer. El verano lo pasó en North Haven, pero Alice se quedó en Cambridge y únicamente la visitaba los fines de semana, y acompañada de amigos. Elizabeth regresó en otoño a sus clases de Harvard.

Elizabeth bebía demasiado y Alice no podía controlarla. Eso hizo que Alice se fuera alejando y comenzara a salir con un amigo. Elizabeth le escribió en octubre una carta para comunicarle que ella sería por siempre su amiga, además de anunciarle la reforma de su testamento, pero tan solo para introducir instrucciones sobre su incineración y posterior enterramiento en una caja de pino corriente junto a sus padres, en el cementerio Hope, en Worcester. En la carta, aunque se encontraba bien, solicitaba su colaboración para ayudarla a morir llegado el caso de encontrarse en dicha situación. Lo mismo le pidió a la doctora Baumann. En la misma carta se lamentaba por no haber compuesto más poemas para Alice. Poco tiempo después, pensando en ella, comenzaría el borrador de uno de sus poemas más reconocidos, el emotivo “Un arte” (One art), que trata sobre las diferentes pérdidas, y la más dolorosa, el alejamiento de Alice. A pesar de ello, Elizabeth refleja en el poema su resignación y cierto sentido del humor. La composición poética era la villanella, con origen en el Renacimiento italiano. Se compone de 19 de versos, organizados en cinco tercetos y remate final en cuarteta. Lowell comentó por carta sus impresiones del poema: “Un tema doloroso, como debe de serlo el arte incluso de la pérdida. Tu humor estoico me convence de que la pérdida es una ventaja. ¿O es acaso la forma: el acierto de cada ritmo, cada rima y cada pausa? Los últimos cuatro versos son el triunfo, es aquí donde resuena la voz de la poeta. Me vienen a la cabeza Wyatt y Herbert. Tienes un impecable dominio de tus palabras”. (“Palabras en el aire”, Op. cit.). El poema es recitado de modo impecable en Poetry in America.

Alice acompañó a Elizabeth al aeropuerto, pero regresó y la dejó ir sola a pasar la Navidad a la casa de Louise Crane, en Fort Myers. El problema radicaba en que Louise Crane le había dejado la casa a su disposición y ella se encontraba en otro lugar. Alice la contactó frecuentemente, preocupada por la posibilidad de que Elizabeth tomara decisiones imprudentes. Durante diez días tuvo la compañía de Rhoda Wheeler. A su marcha, ante la pérdida de Alice y la soledad en la que se encontraba, Bishop tuvo una crisis alcohólica seria, mezclando alcohol con pastillas. El 13 de enero de 1976, los vecinos de Crane hallaron inconsciente a Elizabeth en casa y la trasladaron al hospital. Le concedieron la baja médica para las clases de primavera de Harvard. Elizabeth pidió perdón por su comportamiento. En realidad, no planeó suicidarse porque de haberlo deseado lo hubiera conseguido.

En febrero, Elizabeth viajó a Nueva York para mantener consulta con la doctora Baumann, debido a su decaimiento. También tuvo la oportunidad de asistir a un concierto en el que el compositor Elliott Carter había musicalizado seis poemas suyos. Alice se reconcilió con Elizabeth, quizás influenciada por el incidente de Fort Myers. A Elizabeth le concedieron el Premio Internacional Neustadt de Literatura, valorado en diez mil dólares. Con el dinero del premio, viajó a Inglaterra para visitar a Kit e Ilse Barker y a los Lowell. Asistió al Congreso Internacional de Poesía en Rotterdam. Por su parte, Alice se encontraba recorriendo Europa junto a sus padres. Había planeado reunirse con Elizabeth en Lisboa para explorar Portugal juntas en un coche de alquiler. Durante el vuelo de regreso a Estados Unidos, Elizabeth sufrió una crisis asmática que requirió su hospitalización durante quince días. Pasó el resto del verano en North Haven. En otoño regresó a las clases de Harvard. En diciembre se publicó su libro de poemas Geografía III (Geography III, 1976). Obtuvo gran acogida, siendo merecedor del Premio Nacional del Círculo de Críticos de Libros.

En enero de 1977, invitó a los alumnos de su clase de Harvard a Lewis Wharf. A la celebración acudieron Frank Bidart y Lloyd Schwartz, junto a algún amigo más de Elizabeth. Impartió clases por última vez en la primavera, en Harvard. Pese a las recomendaciones para su renovación de contrato, Harvard estimó que había sobrepasado los 65 años (acababa de cumplir 66), y ellos no contemplaban edades superiores a la de jubilación. La Universidad de Nueva York le ofreció un contrato para impartir clases en otoño, por seis meses, que Elizabeth aceptó. El verano lo pasó en North Haven. Falleció el 22 de agosto su tía querida, Grace Bulmer Bowers.

Robert Lowell tenía problemas en su matrimonio (desde 1972) con Caroline Blackwood. Había tratado de reconciliarse con ella, visitándola a Irlanda. De regreso a Estados Unidos, el 12 de septiembre de 1977, falleció de un ataque cardíaco en el taxi que le debía llevar a casa de Elizabeth Hardwick, en Manhattan. Elizabeth se sentó en la misa de funeral junto a sus dos esposas y su ahijado Sheridan. No asistió a la ceremonia privada. En cambió, ofreció una recepción en su casa de Lewis Wharf a amigos de Lowell que no habían sido invitados al acto. Durante la celebración se mantuvo sobria, pero por la noche, en casa de un primo lejano de Robert, el director de documentales Bob Gardner, se entregó a la bebida. El verano siguiente, Elizabeth compuso el poema de despedida, “North Haven”, dedicado a su amigo Cal (Robert Lowell). Tiempo atrás, Cal había revelado a Elizabeth que en North Haven había vivido sus primeras experiencias amorosas, las cuales vinculaba a un periodo de alegría y despreocupación.

A los 67 años, Elizabeth experimentó una dolencia que la llevó a temer la posibilidad de padecer una enfermedad grave. No obstante, tras someterse a un chequeo médico, recibió la tranquilidad de que no era el caso. Además, tuvo la fortuna de obtener una beca Guggenheim. Ambas noticias positivas le proporcionaron la serenidad que tanto anhelaba. Formó lazos de amistad con los amigos que Alice traía a casa. Junto a ella realizó viajes a los Outer Banks en Carolina del Norte y a Quebec. Durante el verano de 1978, se quedó en North Haven, donde escribió el extenso poema “Santarém” y el dedicado a Lowell, citado anteriormente. Elizabeth aceptó una propuesta para enseñar en el otoño de 1979 en el Instituto de Tecnología de Massachusetts.

Un poco cansada de su apartamento en Lewis Wharf, junto a Alice, empezó a visitar con mayor frecuencia las casas de sus amigos, pasando extensos períodos en la residencia de John Brinnin en Duxbury. En mayo de 1979, viajó a Nueva Escocia para recibir un galardón de la Universidad de Dalhousie y, posteriormente, recorrió Inglaterra y Grecia junto a Alice. Nuevamente, durante el verano, no faltó a su cita con su refugio en North Haven.

Elizabeth nunca llegaría a impartir clases en Massachusetts debido a una enfermedad que la mantuvo incapacitada durante las primeras semanas del curso. El 6 de octubre, Alice debía recogerla para una cena en el apartamento de la poeta y crítica Helen Vendler, donde se hallaban su querido amigo Frank Bidart y el profesor de Harvard, Harry Levin, junto a su esposa, Elena. Alice arribó al apartamento y, al percibir el silencio, se dirigió al dormitorio, donde encontró a Elizabeth en el suelo. Había fallecido debido a un aneurisma.

Elizabeth modificó sus deseos respecto al entierro, tiempo antes de su fallecimiento, comunicando a Alice su preferencia por ser sepultada en North Haven. Al comenzar los trámites, Methfessel descubrió que en North Haven solo se permitía el entierro de aquellos que habían nacido allí. Por lo tanto, decidió cumplir con la voluntad anterior de Elizabeth, optando por enterrarla junto a sus padres en el cementerio Hope, ubicado en Worcester. Un año después, en la lápida se grabaron los dos últimos versos del poema The bight” (La bahía): “All the untidy activity continues, / awful but cheerful”. (Toda la desordenada actividad continúa, / terrible pero alegre.).

Un año antes de su fallecimiento, Elizabeth había enviado al New Yorker el poema “Soneto”, pero Howard Moss retrasó la publicación al entender que era una confesión velada de su homosexualidad, un tema delicado por entonces. Elizabeth concluía el poema con la palabra gay, palabra que originalmente tenía el significado de alegre, derivando más tarde en el significado de homosexual. Elizabeth empleó en el poema la palabra gay en su sentido original, tal como desveló en su momento al autor de su tesis, Lloyd Schwartz. Elizabeth siempre manejó su homosexualidad de manera reservada y no le agradaban las escenas escabrosas que en ocasiones tuvo que presenciar en espacios públicos. He aquí el poema que póstumamente en 1979, publicó New Yorker: “Atrapada la burbuja / en la línea del nivel, / una criatura dividida; / y la aguja de la brújula / vacilando, oscilando, / indecisa. / Liberado el roto mercurio / del termómetro / que se escapa; / ¡y el pájaro multicolor, / desde el estrecho bisel / del espejo vacío, / vuela hacia donde / quiere, alegre!” (De: Poemas nuevos e inéditos (New and uncollected poems, 1978-1979) Traducción de Jeannette L. Clariond, Vaso Roto Ediciones, Seg. Edic., 2022).


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Biografías

Bishop Megan Marshall

Megan Marshall fue alumna de Elizabeth Bishop en Harvard, donde la poeta enseñaba literatura creativa. Actualmente, es profesora de literatura y escritora, colaborando ocasionalmente con publicaciones como The New Yorker, The New York Times Book Review o The London Review of Books. Su trabajo se enfoca en el ensayo biográfico, y algunos se centran en la vida de mujeres notables que han sido olvidadas, tales como las hermanas Peabody, la periodista Margaret Fuller, con el que ganó el Premio Pulitzer de biografía en 2014 o la propia Elizabeth Bishop, a quien tuvo la oportunidad de conocer en sus últimos años, aunque como ella misma admite, de manera superficial. La conmemoración en 2011 de los cien años del nacimiento de la poeta, la rescató nuevamente, pero fue tres años más tarde, en 2014, cuando Millie Nash, una profesora jubilada de literatura y exalumna también de Bishop, se reunió con Megan para compartir sus apuntes y documentos de aquella época. Megan quedó impresionada por la exhaustiva información que Millie había conservado, incluyendo un diario donde registraba en detalle las clases y encuentros con la poeta. Millie había disfrutado de las biografías escritas por Megan y la animó a escribir sobre Elizabeth Bishop, constituyéndose sus documentos un valioso punto de partida. En 1981, Vassar College adquirió los archivos de Bishop a su albacea, Alice Methfessel. Megan se dirigió allí y descubrió una gran cantidad de documentos y cartas que le revelaron aspectos desconocidos de la poeta. También entrevistó a testigos que conocieron a Elizabeth en vida. Este trabajo culminó cuatro años después, siendo publicado en 2017. Se trata de una biografía esencial y, casi se podría decir, definitiva, ya que Megan incluye fragmentos de textos de diversas fuentes examinadas: cartas, diarios, entrevistas, poemas, prosas y otras biografías o estudios sobre la autora. Es de agradecer que Vaso Roto haya rescatado y traducido esta obra para el público hispanohablante.

Bishop Lota

Michael Sledge ficciona la etapa brasileña de Elizabeth Bishop confluyente con la relación sentimental que mantuvo con la arquitecta brasileña Lota de Macedo Soares. Desde la llegada de Elizabeth a Brasil en 1952 hasta su partida en 1967, Sledge trata de incursionar en las vivencias ocurridas entre las dos mujeres. Los tiempos más felices tuvieron lugar en Samambaia, la casa que Lota estaba construyendo en las montañas, cerca de Petrópolis. Debido a un encargo del político Carlos Lacerda a Lota para mejorar el parque urbano de Río, conocido como Aterro do Flamengo, Lota se vio obligada a pasar más tiempo en Río de Janeiro, lo que llevó a Elizabeth a trasladarse allí, un lugar que no le agradaba en absoluto. El trabajo de Lota se fue intensificando progresivamente, dejando a ambas mujeres con escaso tiempo para disfrutar juntas y originando una crisis de pareja que culminó con la partida de Bishop a Estados Unidos en 1967. Meses después Lota viajó a Estados Unidos en busca de Elizabeth, sufriendo un episodio traumático que desembocó en su muerte. En una línea similar, se encuentra el libro “Flores raras y banalísimas. La historia de Elizabeth Bishop y Lota de Macedo Soares”, escrito por Carmen L. Oliveira y publicado también por Vaso Roto. De la traducción se encargó Ángel Alonso. Son dos interesantes libros que nos acercan a dos mujeres sobresalientes: Elizabeth, en el ámbito de la literatura, y Lota, en el campo de la arquitectura.

Poesía

Arte Perder Bishop

Una manera sobresaliente de adentrarse en la poesía de Elizabeth Bishop es mediante el libro “El arte de perder”, perteneciente a la colección Poesía portátil de Random House. Este volumen incluye una selección meticulosa de sus poemas más relevantes, elaborada por Carme Riera Sanfeliu. Además, es importante resaltar la notable contribución del destacado poeta Joan Margarit como traductor, quien ha trabajado en conjunto con D. Sam Adams en esta labor. Su participación en el proyecto añade un valor significativo a la obra, enriqueciendo la experiencia del lector. La combinación de una cuidadosa selección de poemas y la calidad de la traducción hace de “El arte de perder” una obra esencial para quienes deseen sumergirse en el universo poético de Bishop. Este libro no solo ofrece una ventana a su talento, sino que también facilita el acceso a su obra a un público más amplio.

Bishop poesía

Esta edición integral de la obra poética de Bishop se presenta en español y en un formato bilingüe. Incluye los cuatro volúmenes que la poeta publicó en vida, así como poemas y manuscritos inéditos. Jeannette L. Clariond, quien realiza una traducción excepcional de los poemas de Elizabeth, también nos ofrece una introducción que nos prepara para apreciar la poesía de la autora, proporcionando las herramientas necesarias para una mejor comprensión de sus poemas. Este libro es esencial para quienes deseen explorar en profundidad su producción poética.

Prosa

Bishop prosa

Elizabeth Bishop fue fundamentalmente una poeta, aunque también incursionó en la prosa, lo que permite observar ciertas constantes presentes en su obra poética. Este volumen reúne su producción de cuentos, algunos de los cuales tienen un enfoque autobiográfico, y se complementa con sus ensayos y críticas literarias. Asimismo, se incluye la correspondencia mantenida con la poeta Anne Stevenson. Este libro se presenta como un complemento indispensable a su poesía. La edición de Vaso Roto ha sido realizada por el poeta y crítico Lloyd Schwartz, mientras que la traducción ha estado a cargo del poeta Mariano Peyrou.

Correspondencia

Bishop cartas

Desde su primer encuentro, Elizabeth Bishop y Robert Lowell iniciaron una amistad que perduró a lo largo del tiempo, intensificándose a través de las cartas y postales intercambiadas desde 1947 hasta el fallecimiento de Lowell en 1977. Este volumen resulta altamente recomendable, ya que ofrece una visión cronológica de los acontecimientos en la vida de ambos poetas. A través de su correspondencia, se puede inferir su perspectiva en el ámbito literario, sus creaciones, sus lecturas y las opiniones que compartieron, así como aspectos de su vida personal. La traducción ha sido realizada por Juan Carlos Calvillo y Pura López Colomé. Otro nuevo acierto de Vaso Roto.

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