el corazon del dano

María Negroni “El corazón del daño” Random House

Maria Negroni 2020
Maria Negroni, 2020

Según leía el libro de la escritora rosarina María Negroni, recordaba a Kate Zambreno y su libro Mi libro madre, mi libro monstruo . En ambas autoras, la relación con su madre si bien necesaria, se torna al mismo tiempo, en cierto modo, perjudicial. En los dos libros se produce una hibridación de géneros, que en común tienen que ver más con la No ficción, pero sin desdeñar otros y dando cabida a todo un mundo de referencias vinculadas a varias artes, primando mayormente lo literario.

Antes de comenzar el libro la autora alberga algunas reflexiones, de las que me interesa esa vinculación que establece entre la literatura y la vida:

Más probable es que la vida y la literatura, siendo ambas insuficientes, alumbren a veces —como una linterna mágica— la textura y el espesor de las cosas, la asombrada complejidad que somos.
Es lo que busqué, Madre.
Darte, como en el Apocalipsis, un libro a comer.

Negroni relata en progresión su vida desde la infancia, bajo su mirada y siempre en relación con su madre que se puede decir que es la que se adueña del relato. Pero esta progresión se producirá de manera fragmentada.

Comienza pues en la etapa infantil y ya la primera frase del libro nos sorprende: “En la casa de la infancia no hay libros”. Y lo hace porque la autora se dedica a la escritura. Parece ser que sí disponían de libros, porque la madre se enfada cuando la hija se lo reprocha, replicándole que sí había. Pero éstos seguramente serían escasos y pueriles. También podemos pensar que la memoria es velada, aproximada sí, pero nunca idéntica a la realidad como tal.

Y ya desde la primera página deja claro la autora que Isabel —así se llamaba su madre ya fallecida—, ocupa el centro del libro. La hija la percibe bajo una dualidad que se mueve entre la fascinación y el rechazo:

Mi madre: la ocupación más ferviente y más dañina de mi vida.
Nunca amaré a nadie como a ella.
Nunca sabré por qué mi vida no es mi vida sino un contrapunto de la suya, por qué nada de lo que hago le alcanza.

Fascinación entre otras cosas por el arte de maquillarse y arreglarse de su madre, que la niña espía desde niña, y fascinación por esa resolución que siempre tuvo su madre.

Tanto Zambreno como Negroni incorporan citas de autores y autoras que tienen una correspondencia con lo que se va narrando. Y ambas escritoras reflexionan sobre la posibilidad o imposibilidad de reproducir por medio de las palabras, lo sentido en cada momento rememorado. Negroni nos cita: “Un libro no tiene ni pies ni cabeza, escribió Hélêne Cixous”. Y al hilo de la cita Negroni reflexiona, “No hay una puerta de entrada. Se escribe por todas partes, se entra por mil ventanas”.

En esta infancia de la autora, hay otra imagen que impresiona, cuando de noche su madre le pone el abrigo sobre el pijama y se dirigen al bar a buscar a su padre que está jugando al póquer:

No sé cómo nos dejan entrar.
Uno que está apostando en la mesa de mi padre la frena en seco: Señora, ningún caballero que se precie abandona una mesa de juego.
No veo aquí a ningún caballero, dice mi madre.
Si no hubiera otro episodio en mi infancia, con este alcanzaría.

Su madre fue y sigue siendo después de muerta una obsesión, pero ¿Cómo escriturarlo?:

La escritura es un asunto grave.
No basta con recoger los restos del naufragio.
Hay que instalar, en medio de las ruinas, las marcas de la obsesión.

La madre asmática y la hija comprendiendo tarde los efectos de su asma, que interfieren en la protección materna: “El asma —lo entendí tarde— es una agilidad cansada de la mente, una tortura que nubla los sentidos, los dirige al fondo de una cueva donde la pena rige en su mismidad y no puede, por ende, ver a nadie. Muchísimo menos, arropar a nadie”.

Es tanta la influencia de su madre que al empezar a escribir firma con el apellido materno.

Es un libro poblado de citas, como dije al principio, y a cada cual más enriquecedora, como la de Marina Tsvietáieva o Arreola a propósito de la madre, que permiten con posterioridad intervenir a la autora:

Marina Tsvietáieva: “¡Inagotable el fondo materno! Con la altiva perseverancia de un mártir, exigía de mí ¡que fuera ella!”.
También yo era, parafraseando a Arreola, el lugar de sus apariciones.
Te lo juro, Madre.
Me quedaba en tu campo helado, rodeada de sustos. También me quedaba triste en la voz.

La cita de Edmond Jabés no tiene precio y también nos orienta sobre el sentido de su libro para María:

Le preguntaron a Edmond Jabès:
¿Cuántas páginas tiene su libro?
Exactamente ochenta y cuatro superficies lisas de soledad.
Dígame qué contienen esas páginas.
Lo ignoro.
Si usted no lo sabe, ¿quién podría saberlo?
El libro.

Nos muestra una madre exigente y perfeccionista, cuenta que si en una asignatura obtenía un 9 su madre exigía un 10.

Los orígenes de las familias de sus padres son totalmente opuestos: “Del lado materno, ínfulas de alcurnia. Del lado paterno, asturianos, gente de campo, analfabetos. A mi madre le tocaron el arte, la literatura y la música. A mi padre el Derecho, el dinero y la seducción”.

Hay un episodio que impacta, contando la autora diez años. Se produce la ausencia de la madre. Se entera más adelante que estuvo ingresada para una “cura de sueño”, que consiste en terapia electro convulsiva, aplicada a brotes psicóticos o intentos de suicidio.

De escenas de la infancia alegre recuerda a su padre contándole cuentos o jugando con ella y su hermana en el jardín. El padre aparece menos que la madre, pero la autora lo que recuerda son los momentos de ocio junto a él en la infancia.

La complicada situación de los padres llega con la marcha de casa del padre, y la culpa según su madre era por influencia de los amigos: “Amigotes. La culpa es de esa manga de atorrantes. Unos carreros todos”. Su madre ante las dificultades tiene que emplearse de bibliotecaria en un colegio de curas. El contacto con los libros, agrava su asma por el polvo de los libros.

La autora vive una etapa adolescente contestataria que culmina, como ya hiciera su padre, con la marcha de casa:

En mi corazón, no hay límites para el amor.
Para el odio tampoco.
Tengo dieciocho años.
Nunca volví.

Y vuelve a recordarme el libro de Kate Zambreno, porque como allí, cobra importancia la escultora Louise Bourgeois y sus esculturas aracnidas dedicadas a su madre, tal como describe Negroni:

Digamos que fuiste la peor de las mejores cosas que me sucedieron.
No me di cuenta de lo más obvio: fui yo, tu sublevada hija, la más incorregible, la que amó sin tregua tu exigencia.
La que tuvo un hambre insaciable y se aferró a la lengua umbilical y se comió entera a la Araña Materna.
Louise Bourgeois: Mother – Death – Water – In these Moons.
La que se ató a tus abusos para armar su propia escena enfermada, y así quedó, sin tregua, sin informarse de nada, como una escritora, no del viaje sino del encierro.
No sería inverosímil.
A esto se le llama el saber de los cantos.

Se produce un distanciamiento con la madre. Hay párrafos conmovedores cuando acude al hospital la madre para conocer a la nieta y tiene que despedirse: “Me perdones. Le temblaba el cuerpo al irse, se le abría la herida de mi alejación”.

Un poco de soslayo se trata el tema de la dictadura, en varias alusiones de la autora: “Nunca revelo, por ejemplo, que a la larga me recibí de abogada. Que, en el peor momento de la dictadura, muerta de miedo, sin casa, sin documentos, y con una nena chiquita en brazos, fui a ver a mi padre al Estudio, le pedí ayuda, y empecé a trabajar con él”.

Su madre estudia y termina Literatura, hecho que la autora valora súmamente.

Entre cita y cita, una perla de Pizarnik, “Quiero a mi madre, pero cargar con su vida implica inmolarme. Y claro que me inmolo. Por supuesto que me doy en holocausto”. (Alejandra Pizarnik)

Pizarnik byn
Pizarnik en Buenos Aires

En el libro nos habla del alejamiento de su país a Nueva York, por una beca de su pareja. La ciudad es un contraste entre lo positivo y lo negativo, que plasma en Ciudad Gótica, porque Negroni también nos habla en el libro, de sus creaciones.

En un tiempo en que no había emails, recibía cartas frecuentes de su madre. Y en esas cartas nos ofrece la autora una muestra del proceder de su madre, explícitamente vejatorio hacia la hija:

Mi madre tiene una forma de dar a conocer su opinión.
Formula preguntas sencillas sobre el marido.
¿Te quiere? ¿Es bueno con vos? ¿Se ocupa de los chicos? ¿Te ayuda en la casa?
Después, sin transición, cambia de tema.
No salieron reseñas de tu libro, ningún suplemento publicó nada, me fijé bien.
Y, en el acto, pasa a elogiar a la hermana pequeña, que es tan buena madre y sabe servir la mesa con distinción.

Si en la mayor parte del libro, Negroni nos muestra la influencia perjudicial de la madre, en ocasiones recapacita y se siente injusta con su madre y también consigo misma:

No soy justa. Nunca lo fui. Ni conmigo ni con vos.
(A veces pienso que la carencia daba sentido a mi vida).
No dije, por ejemplo, que cuando venías a Nueva York de visita con Papá era una fiesta recibirlos. Que siempre fuiste generosa, con nosotros, con los chicos. Que yo, tu gran ilusión realizada, tu única posesión enteramente tuya, te extrañaba.

La autora nos seguirá relatando episodios de sus vidas hasta el fallecimiento de su madre, dejándonos de esos instantes fragmentos conmovedores:

Te oí literalmente dejar de respirar, Madre.
Te vi partir dejando un cráter en el lugar del mundo.
Estaba y no estaba preparada.
¿Para qué?
Para el alivio, el vacío, el horror de no sentir.
Ya no habrá reparación.

El libro nace a partir del fallecimiento de la madre y la autora trata de rememorar instantes, conversaciones o imágenes del pasado. Y cuenta, como en algunos recuerdos de su pasado su memoria aparecía distorsionada y era corregida por la madre o por la hermana cuando los sacaba a colación. Negroni parece querer expulsar esos demonios que ha tenido a lo largo de su vida bajo el influjo de su madre, pero a la vez quiere seguir explorando en su escritura y lo más importante en el libro, más que el contenido —que también importa y mucho—, es el cuidado por la forma. Esa manera tan especial de contarnos: párrafos breves intercalados con citas referenciales, inclusión de palabras clave en negrita, poemas o fragmentos de libros suyos; ensamblados formando un todo. Y aunque en múltiples ocasiones se cuestiona sobre la dificultad de escribir un libro sobre su madre, que también implica su propia vida, se puede concluir que ha hallado el tono que precisaba la narración.

Imagen de Alejandra Pizarnik: De Sara Facio – here, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=19395178

“El corazón del daño” María Negroni

Random House, Buenos Aires, 2021, España, 2023

Scroll al inicio