Bishop Megan Marshall

Elizabeth Bishop • Monográfico • I/II

Elizabeth Bishop nació el 8 de febrero de 1911 en Worcester, Massachusetts. Desde su nacimiento, sus padres, Gertrude y William Bishop, la registraron en un “libro del bebé” que ella siempre guardaría como un tesoro. Sus padres se habían casado tres años antes y disfrutaron de su luna de miel en Jamaica y Panamá. William trabajaba como tasador para su padre, John W. Bishop, quien era contratista y había emigrado de Canadá. La familia Bishop estaba establecida en Worcester, donde tenían acceso a las canteras de granito del centro y también tenían oficinas en Boston, Nueva York y Providence. Desafortunadamente, William padecía la enfermedad de Bright, una dolencia incurable de los riñones, y falleció cuando Elizabeth tenía tan solo ocho meses. Por otro lado, Gertrude Bulmer, madre de Elizabeth, creció en Nueva Escocia y se formó como enfermera.

Su madre viajará con su hija de Massachusetts a Nueva Escocia, junto a su familia. Sus abuelos maternos eran Elizabeth y William Bulmer, curtidor hasta la extinción del oficio. Vivían en el centro de Great Village (Nueva Escocia).

En ocasiones, su madre la golpeaba y desaparecía durante semanas, y si estaba presente, parecía ausente. Cuando Elizabeth tenía tres años, visitaron a unos parientes en Salem y se desató un gran incendio, una tragedia muy recordada que dejó a 18.000 personas sin hogar. Ella recuerda agarrar los barrotes calientes, sentir mucha sed, llamar a su madre una y otra vez sin obtener respuesta. Ese mismo año, en 1914, su madre fue ingresada en el Hospital Deaconess de Boston debido a una enfermedad mental. Milagrosamente, saltó por la ventana del segundo piso y sobrevivió. Fue trasladada a un sanatorio privado en Norwood, donde permaneció tres meses.

A Elizabeth la cuidaron su abuela y sus otras tías más que su madre, ya que también se ocupaban de ella. Disfrutaba de la vida en la granja y del ambiente bucólico que ofrecía, con las vacas, el río y el campo. Sin embargo, los gritos terribles de su madre rompían esa armonía. Después de un incidente violento, su madre fue llevada a un psiquiátrico en Dartmouth y Elizabeth nunca más la volvió a ver. Cada semana llevaba un paquete con comida y libros que su abuela enviaba al sanatorio. Tras el incidente, Elizabeth fue reclamada por sus abuelos paternos de Worcester. Allí sufriría de asma y eccema. Tenía una amiga llamada Evelyn, a quien le decía que su madre estaba muerta, al igual que su padre. Aunque temía a su abuelo, a veces era generoso. Recibió clases de piano de la señora Darling y vivía con su tío Jack y su tía Florence, a quienes consideraba malo y tonta respectivamente. Experimentaba una sensación de orfandad y añoraba Nueva Escocia durante la Primera Guerra Mundial. Su abuela le exigía tejer prendas para la guerra, algo que ella odiaba.

La hermana de su madre, Maud, se había casado con George Shepherdson, director de la escuela de Great Village. Vinieron a Boston, instalándose en el barrio obrero de Revere. El abuelo Bishop les ayudó a financiar el piso. George encontró trabajo de contable para General Electric. Elizabeth había enfermado gravemente de asma y la llevaron junto a sus tíos porque el aire del mar le podía sentar bien. Grace Bulmer, su otra tía, había venido a vivir con ellos y era enfermera, mejorando sus cuidados la salud de Elizabeth. Contaría treinta años después a su psiquiatra Ruth Foster que su tío George un día la manoseó al lavarla y otro la medio colgó del balcón: lo recordaba sádico. Mejoró lentamente y faltó a clase en muchas ocasiones, teniendo que repetir. Recordaba peleas de su tío George con Maud y amenazas hacia ella, y casi lo prefería, para que su tío se olvidara de su tía y no la maltratara, además ella sentía que las merecía porque era la niña no deseada. Recordaba leer con ahínco los libros de sus tías, Longfellow, Tennyson, Robert y Elizabeth Barrett Browning. Las tías tocaban el piano y ella siguió estudiándolo. Elizabeth afirmaba que sus tías pintaban retratos y paisajes “malos”, pero le gustaba que la llevaran a ver museos.

Comenzó a escribir poemas a los ocho años: “la forma más natural de decir lo que sentía” (Conversations with Elizabeth Bishop, George Monteiro, Univ Pr. of Mississippi, 1996). A los doce años tuvo un premio de 5 dólares sobre un ensayo sobre “americanismo”. Recordaba memorizar poemas enteros como “La primera nevada” de James Russell Lowell. Leía los cuentos de los hermanos Grimm y Andersen. Tenía problemas con las matemáticas, no así con las ciencias. Su tía Grace, regresó a Nueva Escocia para casarse. Sus abuelos fallecieron los dos en una semana, pasando el tío Jack a ser su tutor, sin embargo, continuó en Revere. El tío Jack estableció un fideicomiso de 10.000 dólares para Elizabeth, pudiendo veranear en Cape Cod, vivir en un buen internado y después ir a la universidad. Acudiría al campamento Chequesset durante cinco veranos, abriéndole la puerta a deportes, nadar, vela, explorar el bosque, siempre con cuidado por su asma, y hacer nuevas amistades. Podía hablar de poesía, una niña le regaló una antología de Harriet Monroe y Alice Corbin. En ella, descubrió a Robert Frost, Ezra Pound, W. Carlos W., Wallace Stevens y Hilda Doolitle, entre otros. Encontró una librería de segunda mano y se compró libros de George Herbert y Gerard Manley Hopkins, ambos sacerdotes (anglicano y jesuita). Se convirtieron en sus favoritos. Componía canciones y en el diario de campamento anotaba en verso. A los catorce años se enamoró de su monitora de natación, a la que llamaban Mike. Durante dos veranos flirtearían. Debido a la influencia nefasta de su tío George, vivió con alivio el internado con quince años. La escuela Walnut Hill era un bachillerato de chicas en las afueras de Natick (Massachusetts), de septiembre a junio. Estaría allí hasta graduarse a los diecinueve. Sería redactora jefe de una revista literaria, “Blue Pencil”. Le gustaba otra compañera, Judy Flynn. Se hizo buena amiga de Frani Blough. Sus tíos se mudaron a Saugus y Elizabeth detestaría la casa y el ambiente. Para no tener que vivir junto a ellos, trataba de conseguir que sus amigas la invitasen en las vacaciones y cuando no lo conseguía, alquilaba habitaciones baratas en Boston o en casas de playa.

Tras el instituto comenzó en la Universidad de Vassar, en Poughkeepsie, en el estado de Nueva York. Simpatizaba con las ideas socialistas. Se unió al equipo de izquierdas del semanario de Vassar, “Miscellany News”. Elizabeth y algunas compañeras fueron rechazadas por la revista oficial de la universidad, “Vassar Review” y junto a ellas fundó “Con Spirito”, cuyo primer número lo lanzaron en febrero de 1933. Tras tres números publicados, Elizabeth sería aceptada en “Vassar Review”. Un artículo y un poema que publicó en “Con Spirito”, los vendió a “The Magazine”, embolsándose 26 dólares. En su tercer año, recibieron la visita de T. S. Eliot, quien ofreció una conferencia. Elizabeth le haría algunas preguntas. Un año después, en 1934, se encontró con Marianne Moore en la Biblioteca Pública de Nueva York. Era poco conocida todavía y su primer libro, “Observations”, aún no lo tenían en la biblioteca. El encuentro resultó muy positivo, viendo Moore (tenía cuarenta y seis años) las facultades de la joven. Elizabeth vivía con Margaret Miller, una compañera por la que sentía atracción, aunque ella no lo supiera.

Poco antes de graduarse, en mayo de 1934 falleció su madre en el sanatorio. Escribió a una compañera diciendo que era lo mejor que le podía haber pasado, pero pasaría una temporada con desasosiego y acusando esa situación de orfandad. Tras la graduación, Margaret Miller, su compañera, se iría a vivir con su madre.

Salió con un chico, Bob Seaver, quien estudiaba un master de Empresariales. En su último año en la universidad, pasaría junto a Bob una semana de Navidad en Nantucket. Al graduarse, en julio invitó a Bob unos días a una cabaña que alquiló en la isla de Cuttyhunk. Sería las últimas vacaciones que pasó junto a él, porque descubrió que disfrutaba más de la isla estando sola. Tiempo después, Bob le pidió matrimonio a Elizabeth, pero lo rechazó, entendiendo Bob que ella prefería la relación con Margaret u otras chicas. A Elizabeth no le disgustaba Bob, pero las insistencias de él le parecían molestas. Un año después, Bob se pegaría un tiro, enviándole una postal a Elizabeth al Hotel Chelsea, con una nota que decía: “Elizabeth, vete al infierno” (“Remembering Elizabeth Bishop: An Oral Biography”, Gary Fountain and Peter Brazeau, Amherst: University of Massachusetts Press, 1994). El desagradable suceso conmocionó a Elizabeth, no llegando a entender la fatal decisión de su amigo.

Mary McCarthy, se graduó un año antes en Vassar y se había casado con Harold Jonsrud, un dramaturgo. Le consiguió un apartamento de dos habitaciones en el Greenwich Village. Elizabeth confiaba en sus fondos y la parte de la herencia de su madre, para el alquiler y sus gastos de manutención. La ciudad de Nueva York se iba recuperando de la “Depresión” y a Elizabeth le gustaba pasear por sus calles. Acudió a la New School a clases de música antigua para teclado en el invierno de 1934-35, y a clases de francés. Aprovechó para sacar libros de la biblioteca pública.

Marianne Moore, al igual que Elizabeth, nunca conoció a su padre, ya que fue internado en un sanatorio mental poco después de que ella naciera. Vivía con su madre, profesora de lengua jubilada, en Brooklyn. Elizabeth comenzaría a visitarlas. Acababa de publicarse el libro de Moore, “Selected Poems” (1935), con introducción de T. S. Eliot y retrato promocional de George Platt Lynes.

En el futuro, Elizabeth enviará sus borradores a Moore para que los revise y le aporte sugerencias. Aunque Elizabeth no imitará a nadie, sí ampliará su abanico de temas con objetos y animales, gracias a Moore. Asimismo, se verá influida por ella en cuanto a la exactitud de los detalles y la precisión por el lenguaje. Elizabeth se convertirá en una perfeccionista y no dará un poema por terminado hasta someterlo a un juicio profundo y severo.

En la Navidad de 1934, estuvo dos semanas enferma con gripe y asma. Tan sólo salió a cenar el día de Navidad con Margaret Miller y su madre. La tarde de Nochevieja estuvo mirando un mapa del Atlántico Norte, estudiando la costa oriental de Canadá, Terranova y El Labrador. Había paseado un verano por allí. Escribió el poema “El mapa” (The map). En el poema, Bishop medita sobre la naturaleza de los mapas, los considera cómo una obra de arte con sus bellos colores, que aunque no se correspondan con la realidad, sí nos proporcionan la posibilidad de evocar tierras, mares lejanos y personas, junto a la perspectiva de explorarlos, del mismo modo, nuestra vida supone una indagación.

Se publicará el poema en la antología “Trial Balances” (1935). En ella, poetas consagrados presentan a jóvenes prometedores. Ejercerá de madrina Marianne Moore.

Trial balances
“Trial balances”, 1935

Días después de escribir “El mapa”, le sucede una anécdota que anota en su diario. Al levantarse para desayunar, sólo disponía de una corteza de pan duro. Resignada, pensó tomar un zumo de naranja y un café. Sonó el timbre en ese momento y una señora le ofreció tres rebanadas de pan diferentes, que estaban promocionando. Ese pan supuso un “maná” para ella. De ahí surgiría el borrador del poema “Un milagro para el desayuno” (A Miracle for Breakfast), que no adquiriría su forma definitiva hasta dos veranos después. La composición es una sextina, es decir, seis estrofas de seis versos y una estrofa final de tres versos. Se puede apreciar cierto contenido social en el poema. Bishop parece querernos dar a entender que la persona que es rica, que puede tener todo a su alcance, es menos agradecida que aquella que no tiene nada pero sí vive con la esperanza de un pequeño milagro.

Bishop emprendió un viaje hacia Europa en el mes de julio de 1935. En el viaje en barco, sintió nostalgia, tal como anotó en su cuaderno de viaje: “Es como si una se alejara de todo el mundo y de los intereses del mundo en una especie de nube gris de melancolía […] Realmente no tenía ningún derecho a añorar mi hogar”. (“Elizabeth Bishop Life and the Memory of It”, Brett C. Millier, University of California Press, 1993). Esa sensación de desarraigo, acompañará a Elizabeth toda su vida y se verá, de alguna manera, reflejada en su poesía. Sus padres habían fallecido, al igual que sus abuelos y su tío Jack (al que temía), el año anterior. La excepción podía ser su tía Maud, pero viviendo con un marido maltratador, y su tía Grace, pero no la había vuelto a ver. Viajó por Amberes y Bruselas. En un pueblo costero de la Bretaña francesa, Douarnenez, se alojó en un hotel durante más de un mes leyendo y escribiendo. El pueblo le recordaba a Nueva Escocia, el hogar de su infancia, donde fue feliz junto a sus abuelos. Se interesó por los surrealistas, leyó y tradujo a Rimbaud.

Posteriormente, Louise Crane se reuniría con ella y se dirigirían a París, para hospedarse en un lujoso apartamento que la madre de Louise les había alquilado. Con Louise mantendría un romance. Se compró un pequeño clavicordio y asistió a varias clases. Compró también una máquina de escribir para enviar los borradores terminados a Marianne Moore, que ejercía de agente. Moore le envió los elogios de Williams Carlos Williams y le comunicó el interés de Harper & Brothers por publicarle un libro. En París visitó exposiciones de Max Ernst y Giacometti. Se interesó por André Breton. Leyó también “Óptica”, de Isaac Newton.

El verano de 1936, a su regreso de París, veraneó en Cape Cod. Ante la escasez de creación poética, seriamente se planteó su futuro. No sabía si estudiar medicina o seguir con la poesía. Le planteó las dudas a Marianne Moore y esta le hizo ver su prometedor futuro como poeta. La opinión de Moore le infundió ánimos y poco después terminó y le envió a Moore “Un milagro para el desayuno”. Moore le confirmó la calidad del poema. El año siguiente aparecería en “Poetry”. Tres meses después de enviarle el poema a Moore, recibió la carta de suicidio de su pretendiente Bob Seaver, que ya anuncié antes. Ante ese hecho doloroso, Louise Crane se la llevó a pasar el invierno a un complejo turístico en Florida.

A finales de la primavera de 1937, volvieron a viajar a Europa. Elizabeth le pidió a Margaret Miller que se uniera a ellas, pero tenía reticencias por la manera temeraria de conducir Louise. Al final, viajó con ellas. Los temores de Margaret se volvieron realidad y en la campiña francesa al cruzarse con otro coche se salieron de la carretera. Elizabeth y Louise salieron ilesas, sin embargo, a Margaret le quedó seccionado el brazo derecho a la altura del codo. Su amistad con Elizabeth y Louise se enfrió. No volvería a pintar. La indemnización del seguro ayudó a Miller a seguir adelante. Se cree que los Crane le consiguieron un trabajo de editora en el departamento de publicaciones del Museo de Arte Moderno.

Louise y Elizabeth quedaron muy afectadas por el accidente. Más adelante, para aliviar sus culpas, viajaron por Italia. Regresaron a Florida en invierno de 1938. Compraron una casa sencilla abuhardillada de dos plantas en Cayo Hueso, en el 624 de la calle White. Disponían de bellos jardines en la parte anterior y posterior. Elizabeth se acomodó, mientras que Louise solía viajar con frecuencia a Nueva York y venir con amigos nuevos, lo que provocaba que Elizabeth alquilará apartamentos para poder escribir.

Como su madre, Louise siguió sus pasos de mecenas y dirigió un programa de música en el Museo de Arte Moderno. Programaba conciertos de jazz y música latina. Algunos de los músicos serían sus amantes, como más tarde se enteraría Bishop. Elizabeth, con el relato “En la cárcel” ganó un premio y fue publicado en “Partisan Review”.

El verano de 1939 Elizabeth trató de vivir con Louise en Manhattan. La ciudad le abrumaba, pero lo peor llegó al encontrarse a Louise haciendo el amor con una mujer. ELizabeth afirmó en alguna ocasión que se trataba de Billie Holiday. Se separarían en 1940. Louise le cedió la casa de Cayo Hueso para que la alquilara o vendiera.

Elizabeth llevaba con el borrador del poema “El pez” (The fish), desde el invierno de 1939. Lo terminó al romper con Louise. Marianne Moore tenía un poema con el mismo título y Elizabeth parecía reivindicar su propia voz, respetando a su maestra. Se apartaba del surrealismo que anidaba en el poema de Moore. Su abuelo en Nueva Escocia solía llevarla de pesca. Es por ello, que en una escena de pesca, el hablante pesca un pez grande. Observa que tiene otros cinco anzuelos clavados con trozos de sedal. Es un superviviente, ha escapado de la muerte en cinco ocasiones. El hablante tiene una sensación de victoria por su trofeo. En un momento dado, en el interior de la barca, se refracta la luz en el aceite mostrando un arco iris reflejándose en todo, y haciendo que se produzca una interconexión entre el humano, la naturaleza y el pez, decidiendo liberarlo. Del mismo modo, Bishop en su vida real, es de alguna manera, como el pez, una superviviente que desea liberarse de cualquier tipo de atadura. La poeta reflexiona sobre la vida y la muerte, la belleza natural y la condición humana, a través de la metáfora y el simbolismo. El poema sería publicado en Partisan Review. Recita el poema Elizabeth Bishop.

Elizabeth Bishop recite “The fish”

Con el mundo en peligro debido a la Segunda Guerra Mundial, Elizabeth escribió un poema antibelicista llamado “Gallos”. Envió el borrador a Marianne Moore, pero al recibirlo de vuelta, Elizabeth se sorprendió al ver que Moore había realizado numerosos cambios y sugerencias. Descontenta con esto, le envió una carta de protesta y decidió no enviarle más borradores. A pesar de esto, su amistad continuó y siguieron manteniendo correspondencia, pero la relación de tutora y alumna llegó a su fin. Además, la publicación de poemas también se vio truncada, ya que pasarían cuatro años desde su aparición en New Republic en 1941 hasta publicar nuevamente. Es un poema extenso. Dejo sus cuatro primeras estrofas: “A las cuatro en punto / bajo la oscuridad azul plomiza / escuchamos el primer canto del primer gallo // justo debajo / de la ventana azul plomiza / e inmediatamente después se oye un eco // en la distancia, / después otro desde la valla del patio trasero, / después otro, con horrible insistencia, // chirría como un fósforo mojado / desde el huerto de brócoli, / estalla, y se propaga por todo el pueblo”. (Traducción de Jeannette L. Clariond, Op. cit.).

En el verano de 1941, conoció en un bar de Cayo Hueso a Marjorie Stevens, quien se había mudado de Boston debido a la tuberculosis. Ambas se conocieron bebiendo e iniciarían un romance. Elizabeth recuerda que la noche que salieron del bar, camino de su casa, ella no se tenía en la bicicleta debido a la borrachera, cayendo a una pequeña cuneta y apenas pudiéndose levantar. Marjorie, un poco menos perjudicada, le ayudó y acompañó. Días después, Elizabeth alquiló su casa para obtener ingresos y se fue a vivir al apartamento de Marjorie. Años más tarde, al pedir ayuda a la psicoanalista le reveló: “Apenas empieza a clarear es más o menos el momento en que suelo empezar a beber, o a escribir un poema, o a pensar en escribir… cuando más me gustaba hacer el amor”. (Elizabeth a la doctora Ruth Foster, febrero de 1947. Reflejado en “Elizabeth Bishop. Un milagro para el desayuno”, Megan Marshall, traducción de Laura de la Parra, Vaso Roto, 2024).

Marjorie regentaba una tienda de telas junto a la segunda exmujer de Hemingway, Pauline Pfeiffer. La idílica relación en la isla termino abruptamente cuando tras el ataque a Pearl Harbour, Estados Unidos entró en guerra en diciembre de 1941 y llegaron quince mil militares con sus familias. Construyeron una estación aeronaval y una base de submarinos. Cerraron la tienda de telas y Elizabeth ante la dificultad de escribir por la situación, se llevó a Marjorie a México. Estuvieron seis meses, primero en Yucatán. Coincidieron casualmente con Pablo Neruda y su segunda esposa en Cuernavaca. Viajaron por Ciudad de México, Puebla y Oaxaca. En México tampoco escribió mejor y regresaron a Estados Unidos en octubre de 1942, pero ella se fue sola a Nueva York, alojándose en el Hotel Murray Hill. Reavivó su relación de amistad con Marianne Moore y con la artista Loren MacIver, la esposa del poeta Lloyd Frankenberg, quien tres años antes había pasado unas vacaciones con ella en Cayo Hueso.

A los dos meses volvió a Cayo Hueso para reencontrarse con Marjorie y buscar trabajo. Consiguió uno como becaria en el taller de óptica de la marina, pero a los cinco días tuvo que dejarlo por la reacción a un producto. Marjorie estaba molesta porque no empleaba el tiempo en escribir y cuando regresaba del trabajo la solía encontrar ebria. La situación se hizo insostenible y en el otoño de 1944, Elizabeth se mudó a la calle King en Greenwich Village, con la ayuda de Loren MacIver. Unos meses más tarde, ya en 1945, volvió a Cayo Hueso.

Un editor de Houghton Mifflin invitó a Elizabeth a participar en su primer concurso anual de poesía. Envió un manuscrito con poemas nuevos con el nombre de “Norte y Sur” (por sugerencia de Marianne Moore). Le contestaron que su manuscrito había sido seleccionado. En junio de 1945 le llegó un cheque de mil dólares. El problema era preparar nuevos poemas para completar el libro que le iban a editar. Entre los poemas nuevos, “Vadeando en Wellfleet” y “Chemin de Fer”, son recuerdos de sus veranos de la infancia en el campamento Chequesset.

Otros nuevos poemas tratan sobre el amor y desamor con Marjorie. “Anáfora” (Anaphora) será el último poema que componga el libro. Dedicado a Marjorie, se desarrolla en la ciudad mexicana de Puebla, que ambas visitaron en 1942. Bishop explora la capacidad del lenguaje, y como su nombre indica, emplea la figura retórica de la anáfora. En algunos versos repite las mismas palabras para crear un efecto musical y enfatizar el discurso. Utiliza la metáfora y el simbolismo para dotar de mayor profundidad al poema. Hay una sensación de asombro e incertidumbre del hablante por la naturaleza en un contraste con la realidad dura del mendigo. Parece querer decirnos que si bien es posible que no entendamos todo, aún podemos encontrar significado y conexión en el mundo que nos rodea. Elizabeth Bishop recita el poema.

Elizabeth Bishop recite “Anaphora”

En diciembre de 1945, Elizabeth regresó a Nueva York. En la primavera de 1946 comenzó a asistir a psicoanálisis con la doctora Ruth Foster. Ruth procedía de Nueva Inglaterra y era veinte años mayor que Elizabeth. Se había alejado de su familia de Boston para mantener su independencia, hecho que conectaba con Elizabeth. Se había especializado en Neurología en la facultad de medicina de la Universidad de Maryland, graduándose en 1931. Tras pasar por varias clínicas, fundó su consulta privada en 1937. Le gustaba tratar a pacientes en los márgenes, personas creativas y niños de Harlem. Elizabeth congenió al instante. Le maravilló un artículo que Ruth le dijo que estaba escribiendo sobre el color de los sueños. Elizabeth comenzó a escribir un poema, “Querida doctora Foster”: “Sí, los sueños son de colores / y los recuerdos son de colores / pero los de los sueños son más extraordinarios”. (“Elizabeth Bishop. Un milagro para el desayuno”, Op. cit.). La correspondencia que mantuvo Elizabeth con Ruth estaba poblada de sueños.

Tras haber pasado cinco días en estado de ebriedad, Elizabeth llamó a Ruth a altas horas de la madrugada con total inconexión en las palabras. Al día siguiente se disculpó. Reveló a Foster su preocupación por convertirse en una alcohólica. Ruth le pidió un informe de toda su vida sexual. Sus sesiones con Ruth Foster le habían armado de valor para indagar en todo lo concerniente a su madre y en agosto de 1946, viajó a Nueva Escocia. No reveló a Ruth lo que había averiguado en torno a su madre. Parece que no mucho más de lo que ya sabía sobre sus trastornos, acrecentados eso sí, a raíz de la muerte de su marido. Allí intento escribir el poema a la doctora Foster, citado anteriormente, dejándolo inconcluso. En cambio, comenzó el borrador del poema “La aldea de los pescadores” (At the fishouses), que tardaría tiempo en finalizar, y se convertiría en uno de sus poemas más reconocidos, englobado en su siguiente libro. Comenzó a escribirlo en Lockeport, en un entorno de pescadores que bien podría ser el que nos muestra la foto inferior de Peggys Cove en Nueva Escocia.

Vuelve al tema del mar, de la pesca, como lo hizo en “The fish”, pero esta vez se centra en el mundo de los pescadores, ya sea llevando el pescado al mercado o reparando sus redes y aparejos. Hay una búsqueda de comprensión a través de los sentidos. Vuelve a tocar el tema de la conexión entre el hombre y el mundo natural. La interacción con la foca proporciona un vínculo familiar, con cierto sentido religioso en el himno bautista. Se establece una comparación entre el mar y el conocimiento, claro u oscuro como el agua del mar. El mundo que nos rodea cambia constantemente, al igual que nuestro conocimiento del mundo a través de los sentidos, la contemplación y la imaginación. Otros posibles temas son el aislamiento en el que se encuentra el hablante, es decir, Bishop, el exilioElizabeth no dispone del hogar de su madre ni sus abuelos, tan sólo habla con un viejo pescador amigo de su abuelo—, la fugacidad y la muerte de lo que le rodea y de sí misma.

El poema pensaba dedicárselo a Ruth. Le explicó que el episodio de la foca le remitió a ella, porque al igual que la foca le devolvía la mirada y la observaba pacientemente, ella hacía lo mismo en sus charlas de desahogo en el psicoanálisis. Elizabeth le explicó que se encontró realmente liberada y había entendido que todas sus sesiones psicoanalíticas y cartas servían de algo. Elizabeth quería a Ruth. Le regaló el poema y le indicó que había algunas claves que ella entendería, dentro del poema. Elizabeth Bishop recita el poema.

Elizabeth Bishop recite “At the fishouses”
At the fishouses – Elizabeth Bishop

Coincidiendo con su viaje, en verano se publicó su libro “Norte y sur”. Si bien la primera reseña en Atlantic Monthly, fue escueta, Poetry, Saturday Review y New York Times, lo elogiaron. La reseña de Marianne Moore en Partisan Review, fue entusiasta. Todos coincidieron en que su poema “El pez”, era el más potente del libro. Posteriormente, sería el más antologado. El New Yorker le concedió un contrato.

Randall Jarrell, quien había reseñado el libro, invitó en su apartamento a una cena a Elizabeth, en enero de 1947, y le presentó a Robert Lowell, quien sería el flamante Pulitzer ese mismo año. En el verano, Lowell reseñó “Norte y sur” en Sewanee Review y calificó los poemas “Gallos” y “El pez” como perfectos. Del encuentro con Lowell esa primera vez, Bishop recordaría su traje azul desaliñado y el triste estado de los zapatos, además de su conversación sobre poesía: “fue la primera vez que hablé de verdad con alguien sobre cómo se escribe poesía”. (“Elizabeth Bishop Life and the Memory of It”, Brett C. Millier, University of California Press, 1993).

Inicia en este mismo año tratamiento de la depresión, el asma y el alcoholismo, con la doctora Anny Baumann. En primavera le concedieron una beca Guggenheim, con la que podrá volver a Nueva Escocia en verano. El poema “La aldea de los pescadores” apareció en New Yorker en agosto de 1947. Recibirá una carta de felicitación de Robert Lowell. Antes, en mayo, Elizabeth le había escrito felicitándole por el Pulitzer y otros dos premios. Sería el comienzo de una relación duradera a través de las cartas. El verano de 1947 lo pasará en la isla de Cabo Bretón, en Nueva Escocia, junto a Marjorie Stevens. Desde ese pasaje idílico escribe a Lowell: “Este lugar es muy bonito, unas pocas casas y cobertizos esparcidos por los campos, bellos paisajes montañosos y el mar”. (“Palabras en el aire” Elizabeth Bishop y Robert Lowell, traducción de Juan Carlos Calvillo y Pura López, Vaso Roto, 2019)

En octubre viajó a Washington D. C. para grabar unos poemas en la Biblioteca del Congreso, de la que era consultor de poesía Robert Lowell. Robert le presentó a Williams Carlos Williams y la llevó al Hospital de St. Elizabeth para que conociera a Ezra Pound. En invierno, Elizabeth regresó a Cayo Hueso. Sus amigas pasarían a ser las hermanas Pfeiffer: Pauline, ex mujer de Hemingway y antigua socia de Marjorie en la tienda de telas, y su hermana Jinny.

De su estancia en Cabo Bretón, había comenzado los borradores de “Faustina, o las rosas de roca”, “Sueño de verano” y “Cabo Bretón” (Cape Breton), que retomará en Cayo Hueso. “Cabo Bretón” es un poema claro y descriptivo en el que la autora ensalza el mundo natural. El paisaje misterioso con la presencia de los humanos y su capacidad de alteración, se convierte en oscuro y yermo.

Elizabeth tenía tendencia a la bebida. En su familia se bebía. El hermano de su madre fue alcohólico de por vida y los Bishop eran grandes bebedores. En los círculos literarios siempre había cócteles y quizás para vencer su timidez bebía en exceso.

Los ataques de asma en el invierno de 1948 en Cayo Hueso reinciden, pero por fortuna logra contactar con un joven médico del ejército que también padece asma y le proporciona fármacos nuevos que alivian su dolencia. Se encuentra escribiendo el borrador de “La bahía” (The bight), que gira en torno a Cayo Hueso. Vuelve a incidir la poeta en la influencia negativa del hombre sobre la naturaleza. La belleza que supone contemplar la bahía y las aves, se ve amenazada por la presencia humana y su explotación. El final del poema parece transmitirnos la idea de que debemos continuar viviendo a pesar de los desafíos que se nos presenten.

En primavera viaja a Washington y visita a Robert Lowell. Viaja también a Nueva York y en una carta le confiesa a Robert que no le agrada en absoluto el caos que existe en la ciudad. Robert y Elizabeth comen con Marianne Moore. Por carta Robert destaca la jornada que pasaron junto a Moore. Por su parte, Elizabeth cenará otro día con Moore en Brooklyn. Escribirá un poema dedicado a su amiga, “Invitación a miss Marianne Moore” (Invitation to miss Marianne Moore), en el que solicita que acuda a Brooklyn para reunirse con ella. El poema es un tributo a Marianne Moore y la amistad que mantiene con ella. Elizabeth quiere hacer coparticipe a Moore del bello día que está percibiendo junto al puente de Brooklyn, desde donde puede captar el bullicio de la gente y observar las aves y los barcos en movimiento. Recita Elizabeth Bishop.

Elizabeth Bishop recite “Invitation to miss Marianne Moore”
Invitation to miss Marianne Moore – Elizabeth Bishop

En verano viaja a Wiscasset (Maine). Se establece allí unos días. Escribe algunos cuentos y se aprovisiona de libros en la biblioteca, sobre todo, Hardy. Escribe algunos cuentos. Viaja a Stonington y le gusta el entorno, quedándose el resto del verano allí, donde recibirá la visita de Robert Lowell.

En el mes de octubre, viajó a Nueva York hospedándose en su apartamento en King Street. Participó en el festival de poesía de Bard College, en Annandale-on-Hudson. Luego se trasladó a Washington para asistir a una conferencia de T. S. Eliot, alojándose en la casa vacía de Carley Dawson, amiga de Lowell. Robert había organizado un almuerzo con Eliot y Auden, al que tenía planeado asistir Elizabeth. Sin embargo, no pudo acudir debido a una crisis alcohólica que la llevó a recluirse unos días en una casa de convalecencia. Se disculpó, por escrito, con Lowell. Finalmente, regresó a Cayo Hueso. En carta, confesó a Lowell que estaba aprendiendo alemán.

En febrero de 1949 viajó a Haití con Virginia Pfeiffer. Por recaída en la bebida se internó en el Hospital Blytherwood y en la casa de reposo en Greenwich, Connecticut. Residió posteriormente en la comunidad de artistas de Yaddo, en Saratoga Springs, Nueva York. Se estableció allí hasta fines de verano. Por mediación de Lowell, consiguió el puesto de consultora de poesía en la Biblioteca del Congreso de Washington D. C., por lo que se mudó allí en otoño. El sueldo era de 5.700 dólares cinco días a la semana. Lowell le había informado que las tareas se podían realizar en dos días y el resto del tiempo podía dedicarlo a leer y escribir, tal como había hecho él. Su trabajo en la Biblioteca incluía visitas regulares al sanatorio donde se encontraba el poeta Ezra Pound. Estas visitas en un principio le disgustaron por el pasado dudoso del escritor, al haber apoyado a Benito Mussolini en el pasado.

Megan Marshall en su libro sobre Bishop, reconoce las dificultades que atravesaron las personas homosexuales y comunistas en Estados Unidos entre los años 1945 y 1956. Los despidos fueron frecuentes. No obstante, Elizabeth no tuvo problemas en su empleo en la Biblioteca, gracias a la discreción con la que llevaba su vida privada y, además, considerando el agravante de su consumo excesivo de alcohol.

En su puesto en la Biblioteca, Elizabeth promovió conferencias y recitales como el del renombrado poeta Robert Frost. No obstante, su mayor alegría llegó cuando logró la visita y recital de Dylan Thomas en la primavera de 1950. A pesar de las aparentes diferencias entre Thomas y Bishop, ambos compartían su infancia en un pueblo. La cercanía que Thomas mostró con ella hizo que congeniaran al instante. Después de su recital, Elizabeth organizó una fiesta en su honor. En un momento dado, ambos se escaparon a un lugar apartado para beber juntos y charlar animadamente.

En octubre de 1950, Elizabeth dejó el cargo en la Biblioteca y residió en Yaddo. Se llevó su clavicordio para practicar. Su doctora Anny Baumann, seguía suministrándole medicamentos para el asma. En una visita le notificó el fallecimiento de su antigua psicoterapeuta Ruth Foster, a causa de un cáncer, con cincuenta y seis años. La pérdida de Ruth la dejó desconcertada por la ayuda y amistad que le brindó en el pasado. Elizabeth escribió a Moore sobre el dolor que experimentaba. Se emborrachó y estuvo cinco días hospitalizada.

En Yaddo trabó amistad con el pintor Kit Barker y con su esposa alemana y escritora, Ilse Barker. John Cheever residió una semana allí y Elizabeth destacó su simpatía.

En invierno de 1951, trabajó en el cuento “Nostalgia”, que gira alrededor de su madre. Dejó inacabado un poema con el mismo nombre. En el cuento relata cómo su madre aceptó un trabajo como maestra con dieciséis años, sin embargo sintió nostalgia de su familia y su padre le llevó la perra para que le hiciera compañía. Elizabeth creía que ahí pudieron comenzar los desequilibrios de su madre.

Le concedieron las becas del Bryn Mawr College y la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras. En el buen tiempo vivió en la granja de Jane Dewey, en Maryland. Más tarde, viajó a Sable Island, Nueva Escocia, lugar donde su abuelo había perecido en el mar. Gracias al dinero de las becas, se embarcó en noviembre en el carguero noruego SS Bowplate. Su primera intención era viajar a Europa y pasar allí un año. Lowell se encontraba en Italia con su nueva esposa, Elizabeth Hardwick, y había sugerido a Elizabeth que se reuniera con ellos. Elizabeth pensó hacerlo, pero debido a compromisos lo postergó. Al intentar comprar un pasaje, los precios para Europa se habían disparado y decidió cambiar de rumbo hacia Sudamérica. Hizo escala en Santos, Brasil.

Durante el viaje en barco, Elizabeth tuvo la oportunidad de conocer a la señorita Breen, una altísima mujer policía jubilada de setenta años que había sido la directora de la prisión de mujeres de Detroit durante veintiséis años. La señorita Breen le habló mucho sobre su compañera de piso, Ida, abogada. Le contó también cómo siendo policía, había resuelto un crimen. Juntas viajaron durante dos días a São Paulo y visitaron el Museo Nacional. Su primer poema escrito en Brasil, “Llegada a Santos” (Arrival at Santos), versará sobre esa llegada a Santos. En él nos describirá su desembarco, la animada actividad portuaria, su extrañeza sobre un país exótico y a la señorita Breen.

Tras despedirse de la señorita Breen, Elizabeth tomó un tren hacia Río de Janeiro para encontrarse con Pearl Kazin y sus amigas Mary Stearns Morse y Lota de Macedo Soares. Elizabeth había conocido a estas mujeres cuatro años antes en Nueva York y se había sentido atraída por Mary, una bailarina de Boston. Por su parte, Mary se había enamorado de Lota diez años atrás, cuando coincidieron en un barco que iba de Río a Nueva York. Las dos vivían en un ático en Río con vistas a la playa de Copacabana y, alternativamente, en una finca de la familia Soares en el pueblo de Petrópolis.

Lota le cede el apartamento de Río a Bishop para que pase allí su estancia, mientras ella y Mary ocupan la finca en Petrópolis. En un principio, tenía planeado quedarse un mes. Río no le gustaba y estuvo considerando viajar a Buenos Aires. Sin embargo, una visita junto a Lota por el campo cambió su opinión por completo. En otro paseo, Elizabeth tomó un fruto que le provocó una reacción alérgica y tuvo que trasladarse a una casa que Lota estaba construyendo en las montañas, cerca de Petrópolis. Esta casa llevaba el nombre de Samambaia, en honor a un helecho del mismo nombre. Durante su tiempo de recuperación, Elizabeth tuvo que permanecer en cama, mientras Lota se dedicaba a cuidarla.

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Elizabeth Bishop y Lota de Macedo Soares © Uso justo

Lota convenció a Elizabeth para que prolongara su estancia en Brasil y le prometió construir un estudio en Samambaia. Elizabeth se había enterado de que Mary había dejado a Lota y se estaba construyendo una casa más abajo de la montaña.

En su cumpleaños, Lota le preparó una fiesta y entre los regalos de los vecinos se encontraba un tucán, el favorito de Elizabeth, al que llamó Sam o Sammy. Más que poemas, Elizabeth se dedicaría a escribir relatos. Los fue enviando a Katharine White para que los publicara en The New Yorker. El 16 de marzo de 1952 fue el cumpleaños de Lota, que cumplía cuarenta y dos, uno más que Elizabeth. Le regaló una acuarela de una lámpara de queroseno, que era el tipo de lámpara que utilizaban para leer por la noche mientras se construía su casa. La pintura tenía una dedicatoria especial: “A Lota: Que dure más que el fuego de Aladino. Amor, y muchas felicidades”. Cabe destacar que, aunque de manera aficionada, a Elizabeth le gustaba pintar.

Elizabeth Bishop lámpara queroseno
Elizabeth Bishop, Acuarela “lámpara de queroseno de Aladino”, 1952 © uso justo

A finales de abril, viajaron a Nueva York, alojándose un mes en el Hotel Grosvenor. Elizabeth era consciente de que a Lota le gustaba el lujo. Recogió libros, ropa y el clavicordio para enviarlo a Brasil. Ofreció charlas en Bryn Mawr y visitaron a amigos comunes, como la pintora Loren MacIver y su marido el poeta Lloyd Frankenberg. Elizabeth le presentó a Lota a Marianne Moore. Ese año, Moore ganó el Pulitzer y esa primavera le concedieron el Premio Nacional del Libro.

En Samambaia, dedicaban más de una hora de lectura por la mañana y por la tarde, ya que a Lota también le encantaba leer. En cuanto al trabajo, mientras Elizabeth escribía, Lota supervisaba a los obreros que construían la casa. La comida era preparada por una cocinera o por la propia Elizabeth, a quien Lota llamaba cariñosamente “cocinillas”. Lo que más disfrutaba Elizabeth era tomar café brasileño, el cual consumía con frecuencia a lo largo del día.

Elizabeth comenzó a leer poesía en lengua portuguesa, a Camões, a Pessoa y la poesía de Manuel Bandeira, quien les estaba ayudando en una antología de poetas de lengua portuguesa que Lota y Elizabeth estaban preparando en inglés.

Elizabeth se seguía comunicando con la doctora Anny Baumann. Le expuso el cambio que había experimentado viviendo en Brasil, mencionando que había perdido alrededor de diez kilos, encontrándose más en forma que nunca y que había reducido el alcohol a una o dos borracheras al mes, en beneficio de la ingesta de exquisito café.

Lota construyó un paraíso natural en el que las dos mujeres podían fundirse con la naturaleza. Además del jardín y un pequeño huerto para abastecerse, decidió construir una piscina. Elizabeth sugirió a Lota que sería bueno tener un gato para evitar la proliferación de ratones, y para su sorpresa, Tobías apareció casi de inmediato.

Elizabeth Bishop Brazil cat Tobias Vassar J.L. Castell 1954
Elizabeth Bishop en Samambaia con su gato Tobías © Vassar College-J.L. Castell, 1954. Uso justo

Elizabeth utilizaba la manguera del jardín para lavarle el cabello a Lota. Este acto se convirtió en el origen de su segundo poema escrito en Brasil, titulado “El champú” (The Shampoo). En lugar de en su tercer libro, dedicado enteramente a Lota, el poema lo incluyó en su segundo libro que publicará en 1955, “Una fría primavera”. El poema, que expresaba su agradecimiento hacia su anfitriona, era sencillo y fue rechazado por New Yorker y Poetry. Tan sólo se lo publicaría New Republic, en 1955.

Para regular su asma, comenzó a tomar un medicamento nuevo con cortisona, el cual le ayudaba a limpiar sus pulmones pero al mismo tiempo le generaba excitación y fatiga. Si dejaba de tomarlo, su estado de ánimo se deterioraba. Bajo la influencia de dicho fármaco, escribió el cuento “Gwendolyn” y obtuvo 1.200 dólares, mientras que por “En la aldea” recibió aún más. En cuanto a los poemas, la revista New Yorker pagaba menos, al disponer de tarifas en línea. Con el dinero ganado, optó por adquirir un pequeño vehículo de segunda mano para poder desplazarse a Petrópolis y comprar en el mercado. A Lota no le agradaba ir de compras y Elizabeth evitaba cualquier tipo de discusión con ella, ya que parecía tener predisposición a replicar por cualquier nimiedad.

En 1953 le conceden el prestigioso premio de poesía, Premio Shelley Memorial, instaurado desde 1930 en honor al poeta Percy Bysshe Shelley. En noviembre fallece de apoplejía Dylan Thomas, Lowell se lo comunica por carta y en la respuesta, Elizabeth le comenta que tristemente lo sabía. Ambos reconocen que debido a sus excesos, estaba predestinado a una muerte temprana.

En 1954, a causa de una crisis de alcoholismo, Elizabeth se ve obligada a ingresar en el Hospital dos Estrangeiros de Río de Janeiro por una temporada. Con el fin de recuperarse de su adicción al alcohol, se somete a un tratamiento basado en el uso de Disulfiram.

En noviembre escribe a Lowell y le detalla lecturas de Dickens, Virginia Woolf y el brasileño Machado de Assis, entre otros. También le explica que Robert Frost realizó una lectura en Río y Elizabeth lo invitó a una comida en casa de una amiga. El poeta Manuel Bandeira también estuvo presente. La comida fue un poco caótica debido a las sorderas de Frost y Bandeira. Gracias a Elizabeth y la hija de Frost pudieron reconducir la velada.

Elizabeth solicitó a Houghton Mifflin la publicación de su nuevo libro de poemas, pero la editorial le reclamó más poemas. Ante la sequía creativa que presentaba Elizabeth, los editores le plantearon la publicación de su nuevo libro con el añadido del primero, ya descatalogado. En julio de 1955, Elizabeth conformó los poemas que debía contener su más reciente libro, cerrando con “El champú”. Escribió a Marianne Moore diciendo que estaba un poco deslavazado, con poemas de temáticas diferentes. Al fin apareció “Una fría primavera” (A cold spring), con el añadido de su anterior libro, “Norte y sur”, todo englobado bajo el título “Poemas”. Su amiga, la artista Loren MacIver, diseñó la plástica portada, incluyendo el título en una hoja cayendo.

A Cold Spring Houghton Mifflin 1955

Robert Lowell había escrito unas palabras introductorias a petición de la editorial. Elizabeth le envió una carta de agradecimiento y él le contestó que había sido un verdadero placer, ratificándose en su opinión del alto nivel del libro, con cuatro o cinco poemas excepcionales. También le había parecido bien el título y la idea de incluir el primer libro.

Libre de presión al haberse publicado el libro, Elizabeth se entregó a la composición de poemas. “Cuestiones de viaje” (Questions to travel), además de ser uno de sus principales poemas, dará nombre a su siguiente libro. El libro, lo dividirá en dos partes: la primera, titulada Brasil, incluirá el poema mencionado y el ya leído anteriormente, “Llegada a Santos”, junto con otros que iré desgranando; la segunda parte llevará por nombre En otra parte. Se plantea en el poema la pregunta de la necesidad o no del viaje y la posibilidad de descubrimiento. Si bien, al ver maravillas naturales por primera vez, podemos quedar abrumados, observadas con detalle, se pueden interiorizar mejor. Elizabeth no concluye si es mejor o no viajar, sino que entiende que cada uno debe experimentar por si mismo la necesidad o no de viajar y su posible aprovechamiento.

Dentro del apartado de Brasil irá componiendo poemas como “Los hijos de los ilegales” o el extenso “Manuelzinho”. Los enviará al New Yorker y serán publicados al instante. En el entrañable poema “Manuelzinho”, Elizabeth plasma la observación de la relación de su compañera Lota con su jardinero y a la vez vendedor ambulante, Manuelzinho. Las decisiones del jardinero irritan y conmueven a partes iguales a su mantenedora y la excepcional voz de la poeta así nos lo hace llegar. Podemos avistar un componente social, pero más bien, lo que pretende mostrarnos la poeta son las singulares relaciones que se establecen entre dos clases bien diferentes de Brasil, la patrona y el obrero, confluyentes en un extraño entendimiento. Recita Elizabeth Bishop.

Elizabeth Bishop recite “Manuelzinho”
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Elizabeth compone también “El armadillo”, un poema dedicado a su amigo Robert Lowell. En el poema, habla sobre las festividades de junio en Brasil, donde se lanzan globos de fuego. Elizabeth denuncia el problema que surge cuando no se supervisan las áreas de caída de estos globos. En particular, uno ha caído en la parte trasera de su casa, lo que ha provocado la huida de los búhos, el conejito y el armadillo. Una vez más, plantea la necesidad de respetar y proteger el mundo natural.

Elizabeth parecía encontrarse mejor que nunca y así le comunicó a la doctora Baumann, su mejoría del asma y la adicción al alcohol. Todo ello redundaba en su creatividad creciente. Más noticias positivas llegaron en mayo de 1956, cuando un reportero de O Globo le anunció que su libro “Poemas” había recibido el Premio Pulitzer.

Elizabeth le contó a Lowell sobre cómo se enteró del premio: “Lo que ocurrió aquí fue muy gracioso: un reportero de O Globo me estaba pegando gritos por teléfono, ante lo cual, con la flema característica de Nueva Inglaterra, yo sólo le respondía: “Muchísimas gracias”; y él gritaba de nuevo: “Pero Dona Elizabethchy, ¿no entiende? ¡O Prémio Pulitzer!”. Con toda sinceridad y desde el fondo de mi corazón, pienso que se lo deberían haber dado a Randall por algunos de sus poemas de guerra, y no sé por qué no lo hicieron. En realidad, yo resulto algo frívola comparada con él, es tan poco lo que hay. Bueno, uno nunca sabe con estas cosas, o cómo debería sentirse al respecto”. (Elizabeth Bishop y Robert Lowell “Palabras en el aire”, Vaso Roto, 2019). Elizabeth demuestra su humildad al mencionarle a Lowell que Randall Jarrell debería haber recibido el premio por sus “Selected Poems” (1955).

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