Un escritor y crítico literario, en cierta medida alter ego del propio Vila-Matas; está escribiendo un diario y un diccionario sobre escritores de diarios. Tiene un hijo, Montano, enfermo de literatura y con bloqueo creativo; él lo denomina “mal de Montano” y en cuanto a la obsesión enfermiza por la literatura o “literatosis”, como afirmaba Onetti, según apunta el narrador; parece afectarle también.
No todo es lo que aparenta ser en la narración; en ocasiones parece que estamos leyendo una novela, en otras, un diario personal, como también un ensayo.
Embed from Getty ImagesEncontramos en el libro una reflexión sobre el papel de la novela. La novela decimonónica, como tal, parece no tener sentido en el siglo XXI. Propugna la innovación y creatividad en contraposición con la novela tradicional.
Medita el narrador en torno a la literatura y su significado:
“Quizá la literatura sea eso: inventar otra vida que bien pudiera ser la nuestra, inventar un doble”.
A su vez, se da cita una crítica a la proliferación de falsos escritores:
“Todo el mundo, exactamente todo el mundo, se siente capaz de escribir una novela sin haber aprendido nunca ni siquiera los instrumentos más rudimentarios del oficio, y sucede también que el vertiginoso aumento de estos escribientes ha terminado por perjudicar gravemente a los lectores, sumidos hoy en día en una notable confusión.”
Estos párrafos están escritos en 2002; hoy, más de dieciséis años después, ha aumentado hasta el absurdo: infinidad de personas publican libros de dudosa calidad.
Por la obra desfila un sinnúmero de referentes literarios, haciendo el autor -narrador- paradas significativas en Kafka, W. G. Sebald, Robert Walser y Robert Musil.
Un apartado del libro es un diccionario de escritores de diarios que el narrador está elaborando, en el que se incluye él mismo. Son pequeños ensayos sobre los autores. En él figuran, entre otros: Gide, Gombrowicz, Kafka, Mansfield, Maugham, Pavese, Pessoa, Pitol o Renard.
Fiel a su propia convicción literaria, Vila-Matas continúa arriesgando, reinventando su forma de entender la creación literaria; una labor en la que tiene cabida la novela subvertida, el diario, la autobiografía o el ensayo; donde se produce una fusión entre la Ficción y la No Ficción.
El narrador, con la música de fondo de “Downtown Train” de Tom Waits, se dispone a seguir escribiendo su diario:
“Hacia las nueve y media, he dejado de leer a Barnes, he puesto música de Tom Waits, concretamente «Downtown Train», la canción que más aprecio de este autor: la historia de alguien que se ha perdido y quiere volver al centro de su ciudad, o en cualquier caso al centro de algo. Con música de Tom Waits, he comenzado a escribir esta mañana en el diario mis recuerdos del pasado viernes, mis recuerdos —no precisamente muy infantiles— de cuando fumé ante el espejo y me llamaba a mí mismo indistintamente José y Rosario y acabé borracho como una cuba oyendo una voz cavernosa que me invitaba a seguir fumando. Ha sido una interesante y difícil recreación sobre el papel de una borrachera en la que acabé siendo visitado por un fantasma.”
En otro instante silba una tonada de la cantante francesa Barbara:
“Era mi intención despedirme del mundo hasta el día siguiente, pero una hora después ya había cambiado de opinión y sentía unas ganas inmensas de pasear por Nantes. Así que valiéndome del paraguas rojo que a última hora Rosa había metido en mi maleta, fui hacia el Quai de la Fosse, anduve con calma por las calles de la ciudad de Jacques Vaché y de Jules Verne, anduve silbando la canción sobre la lluvia en Nantes de Barbara y terminé parándome frente a la vieja librería Coiffard.”
Editorial: Seix Barral, edición 2012