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Carmen Laforet

Una vida itinerante

El 6 de septiembre 2021 se celebran cien años del nacimiento de Carmen Laforet en Barcelona. Muere el 28 de febrero de 2004 en Majadahonda (Madrid).  A punto de cumplir 2 años, la familia se traslada a Las Palmas de Gran Canaria. Al fallecer su madre, su padre se volvió a casar.

En mi época de Canarias entran también mis dos hermanos Eduardo y Juan, con quienes siempre me he sentido compenetrada; y entra también más tarde una madrastra, que, a pesar de todas mis resistencias a creer en los cuentos de hadas, me confirmó su veracidad, comportándose como las madrastras de esos cuentos. De ella aprendí que la fantasía siempre es pobre comparada con la realidad.

En 1939, regresa a Barcelona, donde vivió 3 años, para estudiar Filosofía y Letras. Luego se desplaza a Madrid para estudiar Derecho.

Escribe la novela en ocho meses.

La noche del 6 de enero de 1944 se concede a una joven escritora totalmente desconocida el Premio Nadal en su primera edición. El éxito fue inmediato, tenía solo 23 años. A los 24 años era una novelista célebre. Carmen Laforet como Andrea, la protagonista de Nada, era “una chica rara e infrecuente”, según la definición de Carmen Martín Gaite. La novela Nada es una obra de autoficción. Aunque Carmen llegó a confesar que “la única biografía que hay en Nada es mi descripción de Barcelona.” Siempre negó el carácter autobiográfico de la novela. Carmen recordaba que en su época de estudiante escribía en los cuadernos que llevaba siempre en su carterón “recuerdos de mis encuentros solitarios con mi ciudad, y añade: “los encuentros que yo anotaba eran mis descubrimientos en mis andanzas solitarias.”  Gonzalo Sobejano dice sobre la supuesta autobiografía: “La fórmula de Carmen Laforet es novelar dentro de un ambiente vivido, con un argumento inventado. Pero aunque esto desmiente el carácter autobiográfico que pronto se atribuyó a sus novelas, éstas dan impresión de ser autobiográficas, por la semejanza de las figuras protagonizadoras.”   

En 1946 se casa con el periodista Manuel Cerezales, y rápidamente se convierte en madre de una familia numerosa (5 hijos). La publicación de Nada provocó el rechazo de su entorno familiar paterno, que le afectó profundamente.

A finales de los años cincuenta del pasado siglo, llega a Tánger, donde conocerá a Truman Capote y a Paul y Jane Bowles. Jane la compara con una hada por su personalidad enigmática y seductora. Sobre esa experiencia tangerina, la escritora Rocío Rojas-Marcos sacó un libro titulado Carmen Laforet en Tánger.

En 1965, viaja a Estados Unidos, invitada por del Departamento de Estado y allí conoce a Ramón J. Sender. Se hicieron amigos. Aunque solo se habían visto dos veces, intercambiaran cartas durante años. En ellas Laforet celebra el clima de libertad de la sociedad estadounidense y lamenta tener que regresar:

España aniquila a uno. Que sensación más horrible volver. El tren lleno de carbonilla. Los hombres, maleducados. Me encantaría vivir en América y venir aquí solo de vacaciones.

La torpe influencia de su marido, quien consideraba que la literatura “autobiográfica” no tenía el valor de la verdadera literatura, aunque Carmen siempre defendió que su novela no era autobiográfica nadie le creyó y él menos que nadie, que le insistió durante toda su relación en que evitara la autobiografía. Obsesionado por su privacidad, Cerezales le obliga a firmar ante notario un documento en el que le exige que no escriba nada jamás que se halle relacionado con sus 24 años de vida conyugal. Laforet acepta, sin ignorar que eso lastrará su escritura, porque quiere el divorcio, la pareja se separa en 1970.

 Durante los años siguientes, visitará París y vivirá en Roma, donde se relacionará con Rafael Alberti, que la anima a seguir escribiendo, aconsejándola que anote todo lo que se le ocurra o que grabe sus reflexiones e impresiones en un magnetofón. Se siente muy cómoda con su existencia itinerante:

Agradezco al destino esta profunda, indescriptible sensación de vida intensa que me produce preparar mi maleta. En el fondo de mi conciencia, yo sé que no es verdad esta idea que llevo metida en la sangre, de que soy una vagabunda, de que mi casa está en los trenes, en los barcos, de que no quiero pararme nunca y vagar de un sitio a otro. Yo sé que por uno u otro motivo mi maleta duerme y descansa muchísimo, pero el solo hecho de tenerla entre las manos despierta en mí ese personaje de mis sueños de adolescencia.

Carmen Laforet publicó otras novelas como: La isla y los demonios (1950), La llamada (1954), una recopilación de relatos cortos, La mujer nueva (1955), La insolación (1963) pero ninguna tuvo la repercusión social y mediática de su primera novela. La niña y otros relatos (1970), Al volver la esquina, escrita en los años 70 y editada póstumamente por Destino en 2004. Además de innumerables colaboraciones periodísticas, epistolario con Elena Fortún y Ramón J. Sender, y el libro de viajes Paralelo 35 (1967), reeditado en 1981 con el título de Mi primer viaje a USA.

Durante el resto de su vida, Laforet trabajó en el manuscrito de A la vuelta de una esquina, que publicarían sus hijos a los pocos meses de su muerte y que implicaba un cambio de registro narrativo. Se especula que destruyó Jaque mate, la novela que finalizaba la trilogía Tres pasos fuera del tiempo. Pese a todo, Laforet nunca dejó de ser escritora:

Si uno es escritor escribe siempre, aunque no quiera hacerlo. Sé que no puedo renunciar a la obligación de una vocación verdadera, que quizás mi vida humana tiene sentido solo por perderla en esta intriga apasionada. Es algo parecido a lo que ocurre al pescador de El viejo y el mar. He salido después de superar todas mis dudas y temores, dispuesta a aprisionar al gran pez de la literatura. He creído vencer, pero al volver con el pez a la playa veo que detrás solo viene el esqueleto del pez, la prueba de lo que quiso hacer sin conseguirlo.

Florilegio de citas

“Me parecía que de nada vale correr si siempre ha de irse por el mismo camino, cerrado, de nuestra personalidad. Unos seres nacen para vivir, otros para trabajar, otros para mirar la vida. Yo tenía un pequeño y ruin papel de espectadora. Imposible salirme de él.”

“Me gusta la gente con ese átomo de locura que hace que la existencia no sea monótona, aunque sean personas desgraciadas y estén siempre en las nubes, como tú… personas que, según mi familia, son calamidades indeseables.”

“Si aquella noche -pensaba yo- se hubiera acabado el mundo, o se hubiera muerto uno de ellos, su historia hubiera quedado completamente cerrada y bella como un círculo. Así suele suceder en las novelas, en las películas; pero en la vida… Me estaba dando cuenta yo, por primera vez, de que todo sigue, se hace gris, se arruina viviendo. De que no hay final en nuestra historia hasta que llega la muerte y el cuerpo se deshace”.

“Nunca has sabido lo que quieres y siempre estás queriendo algo.”

“Pensé que era una de esas personas que no saben estar solas ni un momento con sus propios pensamientos. Que no tienen pensamientos quizá.”

“El ventanillo se abría al cielo oscuro de la noche.

La lámpara encendida hacía más alto y más inmóvil a Román, sólo respirando en su música. Y a mi llegaban en oleadas, primero, ingenuos recuerdos, sueños, luchas, mi propio presente vacilante, y luego, agudas alegrías, tristezas, desesperación, una crispación importante de la vida y un anegarse en la nada. Mi propia muerte, el sentimiento de mi desesperación total hecha belleza, angustiosa armonía sin luz.

Y de pronto un silencio enorme y luego la voz de Román.

– A ti se te podría hipnotizar… ¿Qué te dice la música?

Inmediatamente se me cerraban las manos y el alma.

– Nada, no sé, sólo me gusta…

– No es verdad. Dime lo que te dice. Lo que te dice al final.

– Nada.

Me miraba, defraudado, un momento. Luego, mientras guardaba el violín:

-No es verdad.”

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