Jiří Weil “Vida Con Estrella” Impedimenta 2017

La vida de Jiří Weil no fue nada fácil. Ingresó en las juventudes comunistas y viajó a Rusia para conocer la literatura de vanguardia emergente. Regresó a Checoslovaquia y tradujo a los principales autores rusos, para volver de nuevo a Rusia en 1933. Tuvo la mala fortuna de conocer de primera mano las purgas estalinistas y fue recluido en un campo de reeducación en Kazajistán. Pudo regresar en 1935 a Praga para dejar constancia de la represión en Rusia.

En 1939 la Alemania nazi ocupa Checoslovaquia. Jiri, al ser judío tuvo que vivir la época de terror. Durante esta época trabajó en el Museo Judío de Praga, hasta que le llegó el turno de ser enviado al campo de concentración de Terezín. Simuló un suicidio y vivió oculto desde entonces malviviendo en la clandestinidad hasta la liberación.

Vida con estrella lo publicó en 1949 y fue denostado por los comunistas y tachado como enemigo del pueblo. Con el tiempo se demostró la calidad literaria y testimonial de la obra.

No importa que cambie los datos del personaje principal del libro, Josef Roubicek, para constatar que gran parte de las penalidades y vivencias que atraviesa; las experimentó personalmente el autor en aquellos duros años de terror nazi.

Josef, malvive en una fría buhardilla:

“Hacía frío, pues la estufa no llegaba a caldear la buhardilla. Las puertas y ventanas no encajaban; en vano había tratado de sellarlas con calcetines viejos. Dos veces había deshollinado ya el conducto. Estaba cansado, lleno de mugre y desesperado. Tenía hambre y era la hora de comer”.

Para evitar la locura en su soledad, Josef mantiene diálogos imaginarios con su verdadero amor, Růžena; quien ha cruzado la frontera en su huída del país:

“—Růžena, son las dos y media y aún no tengo la comida. Tenía tantas ganas… Por la mañana bebí aguachirle con pan; después me partí una rebanada de queso acartonado. Me levanté tarde, ya sabes que debo levantarme tarde porque hace frío en el cuarto. En el aserradero me prometieron que me guardarían algo de leña, pero cómo traga madera la estufa, y no hay manera de que arda el carbón”.

Los nazis confiscan el mobiliario y enseres de las casas judías. Josef apenas posee nada e incluso se despoja de elementos para no tener que entregarles nada:

“Me quedaban pocas cerillas y me encontraba en una casucha de las afueras vestido con unos pantalones de deporte mugrientos. Junto a la estufilla se extendía el colchón; en la pared, en una hornacina, estaban colgados mi abrigo y mi único traje.
Había quemado la cama y el armario. Había quemado todo lo que se podía quemar, porque no tenía carbón y porque no les quería dejar nada. No se quedarían con nada mío, ni siquiera con los calcetines viejos con los que sellaba las ventanas y las puertas ni con las cortinas con las que me había fabricado un paño para el suelo ni con los muebles que ya se había tragado la estufa”.

Un pequeño trabajo limpiando en el cementerio permite a Josef subsistir. Las conversaciones entre los trabajadores, judíos son desesperanzadas y amargas. Siempre la sombra de la deportación a los campos de concentración o al exterminio.

Weil por medio de Josef nos transmite la humillación e impotencia que sentían los judíos cuando se les obligaba a llevar cosida la estrella a la que hace referencia el título del libro:

“—Debo acostumbrarme a andar con este distintivo —me dije—. Será difícil. No podré pasar inadvertido por las calles. La gente me señalará con el dedo.
Al día siguiente salí a la calle, pues debía ir a comprar. Me percaté de que la gente me miraba. Al principio me pareció que tenía un cordón desatado o algo desarreglado en mi atuendo. De algún modo alteraba el orden cotidiano e inveterado. Constituía una especie de mancha que no tenía lugar en la estampa callejera, y todos lo percibían. Me encontraba solo en medio de la multitud, totalmente solo, porque ante mí la gente se apartaba, se detenía y me miraba de pies a cabeza. No era uno de ellos”.

En superioridad está el invasor, un rango más abajo el ciudadano checo subordinado y complaciente con el poder foráneo. El individuo privilegiado puede llevar una vida más o menos normal. El proletario en cambio pasa penurias. En el último escalón se sitúa nuestro protagonista, judío.
Dentro de la población hay elementos resistentes, entre los cuales se sitúa el amigo de Josef, Materna. Con él y sus amigos tiene charlas, únicos momentos de cierto esparcimiento.

La relación que Josef mantiene con el gato vagabundo, Tomáš, que se refugia en su casa; brinda una de las notas más humanas de la narración:

“—Tomáš —pregunté—, ¿por qué de todas las casas has ido a elegir mi buhardilla? Me has entendido mal. Te hablé de alegría y felicidad, pero en ningún caso en este cubículo. Aquí no hay siquiera ratones, hay goteras en las paredes. No hay un lar, únicamente una estufilla agrietada que no da calor. Tampoco vas a encontrar alimento. Tan solo podría compartir contigo sucedáneos y café solo preparado con bellotas molidas”.

Weil transmite el relato desde el lado humano, desde la supervivencia diaria. Sin emplear maniqueísmos, se muestra como un testamento necesario, ejercicio de memoria del lado más negativo del ser humano. A su vez, nos revela ante las circunstancias más atroces, la solidaridad entre los desfavorecidos.

El disco experimental, con toques de Psicodelia y Avant-garde, del multiinstrumentista y compositor californiano, Steven R. Smith, bajo el proyecto de Ulaan Khol; ambienta el libro:

Music by Steven R. Smith
Instruments: electric guitar, analog synth, bass, electric piano, organ, piano, drums.
Worstward Recordings 2019

Editorial: Impedimenta, edición 2017
Traducción: Patricia Gonzalo de Jesús
Fuente de Imagen de Jiří Weil con su gato: Archivo Memorial Nacional de Praga

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