“Era la hija de las prisas, la que más alerta estaba cuando ni siquiera se necesitaba vigilancia; la hija que se hizo mayor corriendo, pero sin participar en ningún campeonato y, a veces, sin que la llamara nadie, sólo por salir pitando.
—Trotera, danzante, perillana… —me repitió todavía mi padre nada más verme entrar en la habitación del Sanatorio de Escalda, donde llevaba mes y medio desahuciado, cuando ya las palabras no tenían en sus labios la resonancia de la imprecación, apenas una enumeración resignada y cariñosa”.
Trotera y danzadera, términos que emplea Mateo Díez, en un guiño al Arcipreste de Hita, donde por primera aparecen y más tarde da título a la novela de Ramón Pérez de Ayala: “Troteras y Danzaderas”.
La narración sucede en Armenta, pequeña provincia imaginaria perteneciente a Ciudades de Sombra, cercana a Celama, otro referente de lugar creado por Luis Mateo en varios libros suyos.
Mina presta ayuda con su botiquín en los descalabros de los amigos, fantasea con hipotéticos salvamentos en tiempos de guerra:
“Siempre me ayudó mucho en mis intervenciones esa identificación instintiva con las enfermeras de la Primera Guerra Mundial, las que saltaban de las ambulancias con el motor en marcha mientras seguían estallando las bombas y las reclamaban los heridos con las tripas sueltas y besando el escapulario de las madres”.
Se suceden en lo recordado por Mina, situaciones lindando con el surrealismo, el esperpento y lo grotesco; Luis Mateo, ya desde sus primeros libros, fundamentalmente en el excelente clásico, “La Fuente de la Edad”, ha empleado estos elementos. En la obra se observa este empleo en no pocas escenas, un ejemplo lo tenemos en dos parejas de novios amigos, tratando ellos de llamar la atención por medios poco ortodoxos:
“Verino y Otero eran dos novios escaldados a los que Eli y Sauce, sus novias, habían puesto en solfa sin que todavía nadie supiera nada, y apenas ellos lo sospecharan.
Las dos parejas corrían similares desafueros con un inusitado afán de protagonismo, como si precisasen estar siempre en la cresta de la ola, muy necesitadas ambas del común esfuerzo para mantenerse así, ya que de novios llevaban más tiempo que nadie, casi podía decirse que de unos novios matrimoniales se trataba, carcomidos sin remedio por el riesgo de la rutina y las trivialidades conyugales, precisando de ese acicate que los mantuviera en la cresta para que a su alrededor no cundiera el aburrimiento”.
O la liebre que siempre acompaña a su amigo Corrado:
“La liebre de Corrado concitó el comentario de quienes le conocimos cuando una tarde asomó en el Vaivén, donde algunos tomábamos café, y, al sentarse a la barra, antes de dirigirnos por primera vez la palabra, dijo a quien quisiera oírle que el roedor que le aguardaba a la puerta era un mamífero no por tímido menos peligroso que venía a cobrarse la afrenta de haberlo levantado de la cama, con el correspondiente susto para la camada, cuando el arma reglamentaria se le disparó de improviso, lo que también motivó una denuncia en la Comandancia de la comarcal de Celama, con la retirada de licencia y un suplicatorio a la Asociación de Perros de Caza y Animales Cinegéticos”.
Predomina un ambiente de posguerra y Mina y sus amigos para evitar el tedio reinante, frecuentarán cafés para charlar, como el Vaivén, el Poniente o el Combales; verán películas en el Cine Olmedo y el Cine Paredes o se acercarán al río Margo en el buen tiempo:
“Lo mejor de todo era ir a la orilla más cercana del Margo, por el camino de las Encomiendas y los Varados, donde muchas noches fumábamos los últimos cigarrillos y vaciábamos la botella que hubiera subsistido, cuando ya nadie tenía ganas de volver a casa y, sin embargo, había que ceder a la desgracia de hacerlo, ya que la vida tenía entonces unos alicientes muy limitados”.
El paso del tiempo hace mella en lugar, apreciándose cierta decadencia y abandono, el salón de Baile de Corales o el Cine de Sustos donde tiempo atrás se reunían a bailar o ver películas, lo emplean para citarse y conversar, bailar imaginariamente, recrearse en un juego de equívocos con “lápidas incluídas” o ver fotogramas de rollos de películas abandonadas:
“El Baile de Corales no dejaba de ser un lugar abandonado donde el aburrimiento encontraba el mejor acomodo para la desolación, como si el ánimo no lograra sobreponerse por mucho que lo intentáramos, cuando ya todo sentimiento estaba roto o toda emoción acabada, muy al contrario que el propio Cine de Sustos, entre cuyos escombros siempre quedaba la esperanza de un fotograma que brillaba como una luciérnaga y era el hallazgo de un sueño dormido, pero no roto”.
En la novela de Luis Mateo cobra importancia la memoria por medio de Mina, quien de manera en cierto modo melancólica recuerda su juventud. Tiene la capacidad de ayudar a la gente, pero este altruismo viene bien a su estado anímico. Con saltos en el tiempo, se nos muestra la fragilidad, confusión y exaltación que habita en la juventud. Un período de pérdida de inocencia, de soledad; llena de quimeras, hermosa y dolorosa al mismo tiempo.
Con pleno dominio del lenguaje, en una narración no exenta de ironía y humor; sobresale la capacidad de fabulación que posee Luis Mateo.
En el salón de baile se suceden boleros, mambos, tangos o valses:
“Sonaba un bolero en las ondas de las dedicaciones o un mambo en las preferidas, y hasta podía escucharse el vals de las olas, como si en el programa musical estuviesen pensando en nosotros, o el que lo llevaba fuese un lejano cliente de los Corales, donde el vals era siempre la música de fondo cuando se abría la pista y arrancaba la orquesta para que la animadora comenzase a cantar”.
El grupo orquestal de Portland, Pink Martini, nos recrea en el siguiente recopilatorio algunos de estos estilos:
<a href=”http://pinkmartini.bandcamp.com/album/sympathique-20th-anniversary-edition”>Sympathique – 20th Anniversary Edition by Pink Martini</a>
Heinz Records, 2018.
Editorial: Tusquets, Edición 2019
Colección: Narrativa Hispánica