En La Fuente De La Edad, al igual que en su anterior obra, Las Estaciones Provinciales (Ver Aquí), Luis Mateo Díez continúa ubicando en la ciudad de León la narración, también en la década de 1950, durante el Régimen Franquista. Sin embargo, este escenario podría ser representativo de cualquier pequeña ciudad de esa época.
Cuenta una historia narrada con mirada clásica, vuelve la vista atrás y recibe la influencia de la novela picaresca y de Cervantes con El Quijote.
La aventura adquiere protagonismo, al igual que ocurriera con las peripecias vividas por el Ingenioso Hidalgo.
Plantea la Presentación de una trama: Un grupo de personas que forman una especie de Cofradía profana a los que une la peregrinación por las tabernas de la ciudad y reuniones para comer y beber en la buhardilla de una miembro del grupo, Chon Orallo; se enteran de la existencia de unos manuscritos que hablan de la fuente de la eterna juventud.
Un nudo: La búsqueda de la fuente milagrosa por la Comarca, en una invitación a la aventura. Un camino lleno de sorpresas y encuentros con personajes singulares.
Un desenlace: De vuelta a la ciudad, después de la aventura vivida con resultados inesperados, la traca final tendrá lugar en la celebración en El Casino.
Existe una rivalidad entre dos grupos de personajes. Los socios del Casino, miembros acomodados en connivencia con la Oficialidad y los antihéroes de la Cofradía, grupo marginal que mantiene vivo su espíritu gracias a la química y camaradería existente entre ellos.
Los Cofrades intentan escapar de la realidad a través de la comida y la bebida, de una pequeña ciudad cerrada de años oscuros de dictadura. El aliciente de aventura en la búsqueda de la fuente, les proporciona la evasión del duro transcurrir cotidiano. La caminata por La Omañona otorga un sentido de libertad a los expedicionarios en el mundo natural, donde pueden moverse con total libertad, en contraste con la asfixia de la ciudad.
Los episodios gastronómicos son abundantes en clara referencia al Carnaval, cuya tradición popular medieval abarca desde escritores como Juan Ruiz “Arcipreste de Hita” hasta Valle-Inclán.
Es fundamental el ejercicio de Memoria en Mateo Díez, partiendo de recuerdos y de lecturas, pero más aún de la oralidad, de las historias que le han contado los mayores. Tienen cabida las tradiciones populares y las leyendas. Toda esa amalgama la reinventa transformándola en la ficción que sustenta la obra.
En la novela observamos un Realismo Crítico, con pinceladas impresionistas y trazos fantásticos. Cobra gran importancia el mito y el simbolismo. La misma fuente hace referencia al mito y a la simbología de la búsqueda de la eterna juventud, otro ejemplo lo tenemos en las referencias a Isis y Osiris.
Obra metafórica: la vida como dura realidad de aquellos años y la vida como escape hacia la aventura como evasión, a pesar de un regreso cíclico a la rutina.
El esperpento Valleinclanesco se puede observar en variadas situaciones y personajes. La Peña de los Lisiados, es un diáfano ejemplo.
Hay una clara animalización de los miembros:
“La manga de la chaqueta de Avelino el Manco, pegada al costado como la piel abandonada de una culebra”.
Nazario tiene solo dos dedos en una mano que ejercen como pinzas de un escorpión, Eloy Sesma apenas sin nariz y Feíto con un solo ojo. Pero no se sienten amargados y hasta se ríen de sí mismos.
En otros personajes también hay rasgos esperpénticos, como en Publio Andarraso, que viste un enorme abrigo y dos monstruosos zapatos abiertos.
En cuanto a los miembros de la Cofradía, Jacinto Sariegos es tratado poco más que un muñeco por los cofrades.
La fiesta final en el Casino es el colofón esperpéntico.
A la animalización de las personas se contrapone la humanización de los animales, como el mulo Celenque o la cabra Berrenda y sus hijas.
El humor está presente en buena parte del libro. Pero más bien la ironía o la autoironía, siempre en un tono moderado y en cierto modo con ternura e indulgencia hacia los personajes y las situaciones.
A diferencia de Las Estaciones Provinciales, donde el protagonismo recaía en el periodista Marcos Parra, aquí es coral. El grupo de la Cofradía es seguido de cerca por el narrador, que se centra más en las descripciones, otorgando en los personajes y diálogos, el peso de la novela; en una obra eminentemente dialogada. Sin embargo, el narrador parece estar en connivencia con los cofrades por algunas apreciaciones que refleja.
Los personajes principales son los cofrades:
Jacinto Sariegos, trabaja en el Archivo, es menospreciado por el resto de cofrades, por sus tardanzas en las citas y sus excusas vanas; Paco Bodes es poeta, suele recitar fragmentos de poemas ajenos y propios; el filósofo Ángel Benuza, siente atracción por la única mujer del grupo, Chon Orallo, en cuya buhardilla se reúnen para comer y beber los cofrades; rompe con el estereotipo de la mujer de los años cincuenta, de fuerte carácter, decidida, no se amilana ante los obstáculos. D. Florín Otero, es boticario, anda siempre con lociones para su calva y preparados varios; Benjamín Otero, sobrino de D. Florín y seminarista reflexivo, que además de formar parte del grupo, mantiene unas sentidas epístolas con Julio Linaza, su mejor amigo del seminario en delicado estado de salud; Aquilino Rabanal, es ingeniero y vive en un pueblo de La Omañona. Preparará la partida y ejercerá de guía en busca de la fuente milagrosa.
El grupo en común se entrega a su Patrón, el Alcohólico Padre Gerónides (alusión a Genarín), y a los dioses Baco y Afrodita.
Junto a ellos desfilan numerosos personajes:
Los miembros del Casino, facción antágonica de los Cofrades; “señoritos”, arrimados al poder: Pacho Robla, coronel retirado; Juanito Garfín, abogado; Pascual Llombera, directivo del Casino; Plácido Iruela, adlátere de Pacho, etc.; adquirirán mayor voz en la tercera parte, en la fiesta del Casino.
Ángel Benuza alude claramente a los mediocres miembros del Casino y la Iglesia, en sintonía con el poder en la oscura situación del momento:
“-Estos tiempos emputecidos que nos tocó vivir son hijos de la ignominia y del desastre – dijo, acentuando el tono declamatorio-. Ya veis quiénes los gobiernan: las peores varas, las más hipócritas, los zascandiles y las sotanas. La vida se va reduciendo al crespón y a la vergüenza. De la inteligencia han hecho un vertedero”.
La Peña de los Lisiados, citada anteriormente, cada miembro tiene un defecto físico: Avelino “el Manco” siempre con su lagartija Toñina junto a él; Nazario con dos dedos en una mano; Eloy Sesma “El Chato de Ciruego”; el fallecido Feito “El Tuerto”, …
Gran número de personajes se encuentran los cofrades, dentro del pueblo el ya citado Publio Andarraso, al que rehúyen todos porque se pega como “moscón” y suele dar la “brasa”. Cerca de Chon vive la infeliz Dorina, paseante nocturna por los tejados, tocando una campanilla y pregonando el fin del mundo.
En la Omañona sobresalen:
Pidio Legaña, al que Aquilino llama el “capagrillos” y aconseja no hacer caso so pena de no despegarlo. Manuela Mirandolina, Aquilino se refiere a ella como “una vieja tronada que puede convertirse en nuestra sombra. Si no había bastante con Pidio.”; Basilio Candemuela y su hermana Quina. Basilio trabajó en las minas. Les informa sobre una fuente de rica agua pero les indica que de “milagrosa” nada. Fray Priscilo, conocido como el “Fraile Tronado”, da pie a un hilarante episodio. Comparten condumio los cofrades con los pastores Benito el “Rabadán” y Eulogio. Situación esperpéntica, viven con Belisario, maestro retirado, que vive con su “esposa”Berrenda y sus hijas.
Hacer notar la profusión de tabernas y tascas en el Viacrucis etílico de los protagonistas: Capudre, Miserias, Melgares, Tropezón, Bar Ferroviario …; y prostíbulos como La Casa de la Cordera o El Palomo.
En cuanto al lenguaje, adquiere mayor barroquismo que en su obra precedente. En las descripciones, Luis Mateo es detallista, empleando una cuidada adjetivación. Se sirve de lo metafórico y simbolista.
Utiliza expresiones coloquiales, refranes o dichos, como en el siguiente fragmento, donde se encomiendan al Padre Gerónides:
“Padre del trago divino —declamó D. Florín— infunde en esta hermandad, con el orujo y el vino, tu embriagada santidad”.
“Sólo a tu honra bebemos, otro interés no nos ata, aunque luego nos meemos, a lo largo de la pata”.
Cultismos, preferentemente Latinismos por medio de Ángel Benuza:
“Fraxinus in silvis pulcherrima, pinus in hortis, populus in fluviis, abies in montibus altis.”-Et iam summa procul culmina fumant marioresque cadunt altis de montibus umbrae-declamó Ángel Benuza”.
Apuntar también el tono declamatorio, un punto pedante que emplean algunos personajes y los cofrades, sobre todo Paco Bodes y Ángel Benuza, en sus recitados y citas.
La Fuente De La Edad, supuso el espaldarazo definitivo de Luis Mateo Díez, no ya por el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Literatura, sino por la calidad literaria que atesora y, a pesar de su amplia trayectoria, es considerada una de sus obras maestras, además de adquirir la categoría de clásica.
En la Fiesta en el Casino, en la última parte del libro, la orquesta ejecuta, entre diversos estilos, foxtrot: ”-Perdóneme usted, señora, dijo Benuza a su complacida pareja, cuando el fox devolvió al salón un momentáneo reposo. No puedo moverme con soltura porque estoy herniado“.
En los siguientes audios, la orquesta londinense The Pasadena Roof Orchestra, interpreta dos piezas:
<a href=”http://herzogrecords.bandcamp.com/album/live-from-london”>Live From London by The Pasadena Roof Orchestra</a>
<a href=”http://herzogrecords.bandcamp.com/album/live-from-london”>Live From London by The Pasadena Roof Orchestra</a>
Editorial: Cátedra, Edición de 2011.
Colección: Letras Hispánicas
Edición: Santos Alonso