De primera mano, Piglia presencia el despliegue golpista, el 25-3-76, refleja:
“Ayer, el golpe. Me quedé leyendo esa noche hasta la madrugada y desde la ventana vi cómo los militares cortaban el tráfico, escuché voces de mando, vi colectivos encandilados con la luz de un foco antiaéreo, vi civiles que patrullaban las calles; a la mañana siguiente volví a la ronda de escuchar las radios en cadena transmitiendo marchas militares. Preparan una represión sangrienta. Su asesor en economía es Martínez de Hoz. Pasé el miércoles sin salir a la calle, hoy me dispongo a asomarme a la ciudad”
Renzi (Piglia), observa con una sensación extraña el transcurrir diario en Buenos Aires, después del golpe:
“Lo peor es la siniestra sensación de normalidad, los ómnibus circulan, la gente va al cine, se sienta en los bares, sale de las oficinas, va a los restaurantes, se ríe, hace chistes, todo parece seguir igual pero se oyen sirenas y pasan a toda velocidad autos sin patente con civiles armados”
La decisión de Piglia es la de quedarse en la Argentina, a pesar de que tendrá que mudarse un tiempo a Adrogué, después de lograr burlar a los militares:
“Un mes atroz. El mismo sábado 3, la tarde de la anotación anterior, poco después de llegar a casa, por el portero eléctrico una voz de hombre dice que deben entrar al departamento y que vienen de parte de Obras Sanitarias. Pronuncia mal mi apellido: «¿Es el señor Rienzi?». De inmediato bajo al Jardín Botánico, ellos subieron por el otro ascensor. Pasé dos horas sentado bajo los árboles con la mente en blanco. Por fin volví y hablé con el portero: «Me mostraron credenciales del ejército», dijo. Desde entonces he dado vueltas por distintos lugares, pasé un tiempo en la casa de Horacio en Adrogué. Él sabía perfectamente lo que estaba pasando y no me hizo muchas preguntas. A pesar de que tiene tres hijos, corrió el riesgo de refugiarme una semana. Me instalé en una pieza del fondo y estuve ahí leyendo una historia del nazismo. Al final de la tarde Horacio, que es mi hermano, venía conmigo a charlar de bueyes perdidos. Cuanto más dura y despótica es la situación política, más se habla de cualquier cosa, como si repitiéramos la frase de Joyce: «Ya que no podemos cambiar la realidad, cambiemos de conversación»”
El desasosiego irrumpe en Argentina, noticias de secuestros y desapariciones, estamos en septiembre de 1976 y prosigue la incertidumbre:
“Sigue el descenso a los infiernos. Noticias siniestras sobre allanamientos y desapariciones.”
Gran parte de sus amigos no se encuentran en el país, en Noviembre nos lo apunta:
“En estos tiempos mis salidas se reducen a las visitas que le hago todas las tardes a Luis Gusmán en la librería Martín Fierro. Me he quedado solo después del exilio de los amigos (David, León, José Sazbón, la lejanía de Saer y de Puig)”
En diciembre podrá viajar a Estados Unidos, tras ser contratado medio año por la Universidad de San Diego.
Afloja el control policial, pero la censura se mantiene firme. Piglia podrá regresar a sus clases de profesor en la Universidad. Culturalmente, Argentina retrocede en el tiempo.
Junto a Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano, editarán una revista literaria para tratar de ofrecer un aporte cultural al momento tan pobre que se vive:
“A la noche, cena con Beatriz y Carlos, avanzamos en el proyecto de la revista. ¿Cómo hemos llegado a esta situación?, ¿qué hay en la cultura argentina que explica este momento? Y, a la vez, ¿qué hay en la cultura argentina que permita construir una salida?”
Para aliviar un poco su bajo estado anímico, acude al cine en cuanto tiene ocasión:
“Pasé estos días en el cine, como hago siempre que quiero huir. Jueves, El inquilino de Polanski. Viernes, El último magnate de Fitzgerald, con guión de Pinter, dirigida por E. Kazan. Sábado, Ese oscuro objeto del deseo de Buñuel. Domingo, Un día particular de Ettore Scola, y hoy a la noche también iré al cine. Me construyo mis festivales privados”
En pleno 1977, comienza a trabajar en su libro, “Respiración Artificial”:
“Estoy trabajando en la novela desde agosto, pero entré seriamente en el libro a fines de octubre, de modo que hace dos meses que estoy metido en Respiración artificial.”
Logrará publicarlo en 1980, burlando la censura, debido a la habilidad que manifiesta en la narración, con algunas alusiones veladas en torno a la dictadura.
Lecturas varias, Doris Lessing, Pynchon y Brecht; lee su diario y reflexiona en torno a la situación complicada de ambos:
“Leo el diario de Brecht, él también había perdido todo, pero no tenía miedo por las noches, ni lo despertaban los ruidos de la calle. ¿Qué se aprende en estas situaciones? A reconocer las determinaciones, la vida ya no depende de uno mismo. La realidad exterior invade de tal modo la iniciativa que parece absurdo hacer cualquier cosa, ya que nada se puede hacer para solucionar la cuestión principal. No es cierto que en estos casos uno valoriza —como debiera— la libertad: el miedo a perderla hace que sea preferible no pensar en sus virtudes.”
En 1982, anota sus incertidumbres y la sensación de fracaso que le abate:
“El fracaso es la historia secreta de mi vida, eso es el diario que escribo desde hace veinticinco años. ¿Toda vida es un proceso de demolición? Externamente (si eso pudiera ser dicho) existen acontecimientos que no alcanzan a mitigar la lúcida percepción del derrumbe que se aproxima.”
En la última parte del libro, Días sin fecha, refleja anotaciones de sus últimos años de vida, con la enfermedad degenerativa acechando:
“Hoy me he vuelto a caer, acontecimiento siempre sorprendente y estúpido, me levanté trabajosamente. En la cama, dificultades demoníacas para sentarme, luego busco en el ropero el pantalón y al girar caigo. Carola alucina, el portero sube. «No se preocupe, don Emilio», me dice, llega con el joven mucamo que recibe a los clientes de Deborah, la travesti que atiende en el piso 3. Entre los dos me ayudan a volver a la vida.”
Difícilmente puede escribir:
“La mano derecha está pesada e indócil pero puedo escribir. Cuando ya no pueda…”
Dolorosa enfermedad que acabó con su vida.
Los diarios en conjunto nos muestran a un autor comprometido con la creación literaria, siendo muy crítico consigo mismo. Piglia ha sido uno de los puntales de la renovación literaria en Argentina y en las letras en general. Leer los tres libros de diarios se torna imprescindible para acercarse al escritor como creador y como ser humano.
Para acompañar la lectura del libro, un poco de jazz. Piglia era muy aficionado. Se acaba de editar un estupendo recopilatorio del gran maestro en la guitarra, Wes Montgomery:
Wes’s Best on Resonance by Wes Montgomery
Resonance Records, 2019.
Editorial: Anagrama, edición 2017
Colección: Narrativas Hispánicas