Cuentos Chejov Catedra

Antón Chéjov “Cuentos” Cátedra 2019 – Audiocuentos Tristeza y Vanka

Cátedra propone una selección de cuentos de Antón Chéjov que abarca las diferentes etapas de su abundante producción cuentística, publicados originariamente en revistas, para ser editados posteriormente en diferentes ediciones de libros.

Sobresalen en el arte creativo del autor, por un lado, su labor dramática; donde títulos como Tío Vania, La Gaviota, Las Tres Hermanas o El Jardín de los Cerezos, han pasado a considerarse obras maestras, por otro, la creación cuentística; con una serie de cuentos considerados como piezas imprescindibles: Tristeza, Vanka, La Broma, El Estudiante, Un Hombre en una Funda, Las Grosellas, Del Amor, Iónich, La Novia, El Obispo o el mayormente conocido, La Dama del Perrito (todos ellos incluidos en la selección de Cátedra).

En cambio hay que hacer notar que en su labor de creación de relatos largos y novelas, no brilló de la misma manera, lo que me recuerda a Ribeyro; otro autor que destacó únicamente en los cuentos y para qué más, si las narraciones cortas de ambos fueron extraordinarias.

Generalmente se han diferenciado en la producción literaria de Antón, tres etapas, como bien apunta en la acertada introduccíón, Jesús García Gabaldón. De cada etapa hay una serie de cuentos seleccionados.

La primera etapa abarcaría los años comprendidos entre 1880 y 1886. Domina en estos cuentos primerizos, la parodia y el humor. Ahora bien, en ellos, el autor introduce certeramente la crítica de diferentes comportamientos, como se puede apreciar en el cuento, La Máscara, donde el millonario local, en un baile de disfraces se burla de todo el mundo:

“Todos reconocieron en la figura del alborotador al millonario local, el fabricante y ciudadano de honor hereditario, Piatigórov, famoso por sus escándalos, sus obras de beneficencia y, como se solía decir en el periódico local, “su amor a la cultura”».

Todos reprueban su actitud, pero miran a otro lado, dada la elevada condición social del provocador, remarcando Chéjov la hipocresía de la gente:

“—A mí me ha dado la mano al despedirse —dijo Yestiakov, muy contento—. Eso quiere decir que no pasa nada, que no está enfadado…

—¡Dios te oiga! —suspiró Evstrat Spiridónich—. ¡Es un ser vil y canalla, pero es un bienhechor!… ¡No se puede hacer nada!…”.

La segunda etapa abarcaría los años que transcurren entre 1886 y 1893. En ella, Chéjov se consolida en el teatro y en su creación cuentística.

El autor abandona la parodia sin olvidar la ironía, centrándose en temas de mayor trascendencia, como la incomunicación y la soledad de los seres humanos. Significativos son los cuentos, Tristeza y Vanka (De ambos relatos dejo al final de la entrada sus audiocuentos).

En Tristeza, un cochero trata de desahogar la pena que siente por la muerte de su hijo, bien con los pasajeros que lleva en los viajes o las personas que transitan cerca de él; sin tener ninguna atención por parte de ellos:

“La tristeza, calmada por un rato, le invade de nuevo y le desgarra el pecho aún con mayor fuerza. Los acongojados ojos de Yona siguen inquietos a la muchedumbre que camina a ambos lados de la calle: ¿no habrá entre esos miles de personas alguien que le escuche? Pero la gente tiene prisa y no se fija en él ni en su tristeza… ¡Una tristeza enorme, infinita! Si estallara su pecho y se derramara, esa tristeza inundaría el mundo. Sin embargo, nadie la ve».

El cuento terminará con un desgarrador final.

En Vanka, un niño huérfano de nueve años, es enviado por su abuelo como aprendiz a casa de un zapatero. Sufre humillaciones y cuando todos han acudido a la misa del Gallo, escribe una carta a su abuelo para que lo vaya a recoger:

“Ayer me dieron una paliza. El amo me cogió de los pelos, me arrastró hasta el patio y me zurró con la correa porque meciendo la cuna de su bebé me quedé dormido en un descuido. La semana pasada la dueña me ordenó limpiar un arenque, yo empecé por la cola y ella lo cogió y se puso a darme en el morro con la cabeza del arenque. Los oficiales se ríen de mí, me mandan a la taberna a por vodka y me obligan a robar pepinos a los amos. El amo me pega con lo primero que encuentra. Y de comida no hay nada. Por la mañana me dan pan, al almuerzo, gachas, y para la cena, también pan».

Al igual que Tristeza, en Vanka se nos habla de la soledad y la incomunicación, pero también del maltrato a los niños y su indefensión o la hipocresía de oficiales y amos que acuden religiosamente a la iglesia pero vejan constantemente al niño. Igual que el anterior cuento, deja un poso triste.

Chéjov comienza a introducir el paisaje como un personaje más, pero bajo la mirada de los propios personajes.

El último período estaría comprendido entre 1894 y 1904. Será la época de sus mejores obras, tanto dramáticas como literarias. La tuberculosis se acrecentará en estos años, provocando el prematuro final del autor.

Todos los cuentos de este período son piezas maestras, pero cabe detenerse en El Estudiante, preferido de Chéjov. Protagonizado por un seminarista que tras una jornada de caza, se ve inmerso en la noche y el frío. En una huerta hay dos viudas, madre e hija, calentándose al fuego. Él se detiene a calentarse y charlar con ellas. Cuenta a las viudas la negación de Pedro a Jesús. La viuda mayor llora y la hija se conmueve. El seminarista establece que si ambas viudas se han emocionado con la historia es porque de algún modo hay una conexión con ellas. Pasado y presente son todo uno, Pedro derramando lagrimas por su acción al igual que la viuda en el tiempo presente del cuento. El propio seminarista manifiesta un estado sensible diferente tras los hechos presenciados.

El Obispo está también protagonizado por otro eclesiástico. El protagonista, un obispo, recibe la visita de su madre. Él siente que ella lo trata con sumo respeto, por su rango. Quiere en cambio que lo vea como un hijo y no haya esa barrera entre los dos. De nuevo la incomprensión y la soledad de los seres humanos. Ante cierto hecho, las cosas cambiarán sintiendo el acercamiento de su madre.

Las Grosellas, es un cuento de corte humanista. Iván Ivánich, uno de los protagonistas habla sobre su hermano y la consecución de su ideal, vivir en el campo y entre otras cosas, disfrutar de las grosellas. Pero piensa al contarlo en la contraposición de la felicidad de unos y la infelicidad de otros:

“Vemos a los que van al mercado a por provisiones, comen de día, duermen de noche, dicen tonterías, se casan, envejecen, llevan plácidamente a sus muertos al cementerio; pero no vemos ni oímos a los que sufren. Todo cuanto es horrible en la vida transcurre entre bastidores».

El mismo Ivánich cree que no es justo que sea feliz y, al mismo tiempo, haya otras personas que lleven una vida desgraciada:

“Me fui de la casa de mi hermano a la mañana siguiente, y desde entonces no soporto vivir en la ciudad. Me angustian el silencio y la tranquilidad, me da miedo mirar por las ventanas, pues para mí ahora no hay espectáculo más deprimente que una familia feliz sentada a la mesa tomando el té. Ya soy viejo y no sirvo para la lucha, ni siquiera soy capaz de odiar. Me duele el alma, me enojo, me enfado, por las noches la cabeza me bulle de ideas y no puedo dormir… ¡Ah, si fuera joven!.

—¡Pável Konstantínich! —dijo con voz suplicante—. ¡No pare! ¡No se duerma! ¡Mientras sea joven y fuerte y se sienta con ánimos, no deje de hacer el bien! La felicidad no existe y no debe existir, y si la vida tiene un propósito y un sentido, ese propósito y ese sentido no consisten en nuestra felicidad, sino en algo más grande y racional. ¡Haga el bien!».

Pero Ivánich, como muchos de los personajes de Chéjov, no ha sabido encauzar su vida a tiempo. Lo que pide a su interlocutor, ¡Haga el bien! es a lo que se dedicó Chéjov, mientras las fuerzas le respondieron. En innumerables ocasiones ejerció gratuitamente su profesión médica.

Detenerse merece en el cuento más conocido del autor, La Dama del Perrito, verdadero prodigio de narración.

Gúrov y Anna, ambos casados con otras parejas, coincidirán casualmente estableciendo de manera progresiva, una serie de vínculos entre ellos. El hombre es un misógino que se sirve de las mujeres:

“Había empezado a engañarla hacía mucho tiempo, y la engañaba con frecuencia. Quizás, por eso mismo, casi siempre hablaba mal de las mujeres y, cuando en su presencia se aludía a ellas, las llamaba así:

—¡Raza inferior!”.

No cree en el amor. Se casó joven, tiene hijos y su mujer parece, a sus ojos, mucho mayor que él. Los encuentros con la mujer del perrito, inesperadamente van produciendo un cambio paulatino en él. Hace que se replanteé su manera de ver a la mujer y el mundo en general.

Anna, vive con un marido al que desprecia debido a su servilismo. El sentimiento de culpa, otro de los temas que tienen lugar en algunos cuentos de Chéjov, aflora en ella en sus encuentros clandestinos:

“Cuando me casé tenía veinte años, me atormentaba la curiosidad, quería algo mejor; porque —me decía yo— existe otra vida. ¡Quería vivir! ¡Vivir, vivir!… La curiosidad me quemaba… Usted no lo comprende, pero le juro por Dios que ya no podía dominarme, me pasaba algo, no podía contenerme, le dije a mi marido que estaba enferma y me vine aquí… Y aquí andaba todo el tiempo como si estuviese mareada, como una loca… Y ya ve, ahora me he convertido en una mala mujer, una mujer vulgar, a la que cualquiera puede despreciar».

El paisaje se integra en la narración, ambos contemplarán el mar en silencio. Gúrov reflexiona sobre el sentido de la existencia:

“En Oreanda se sentaron en un banco, cerca de la iglesia, y estuvieron mirando el mar, allá abajo, en silencio… Sentado junto a una joven mujer, que a la luz del alba parecía tan bella, calmado y hechizado por aquel fabuloso decorado —el mar, las montañas, las nubes, el cielo abierto—, Gúrov pensó que, en esencia, si bien se piensa, todo es bello en este mundo, todo, salvo aquello que pensamos y hacemos cuando nos olvidamos del supremo sentido de la existencia, de nuestra humana dignidad».

Es importante destacar la figura del narrador, un narrador que comprende a los personajes, que parece sentir y observar como si fuera parte de ellos.

Hay un momento en el cuento en que Anna llora emocionada, por una parte es feliz en los instantes que pasa junto a su amante, pero por otro es consciente del futuro incierto que los espera, condenados a vivir su amor en la clandestinidad:

“Lloraba a causa de la emoción, de la dolorosa conciencia de que sus vidas habían tomado un rumbo tan triste; solo se veían en secreto, a escondidas de la gente, como si fueran ladrones. ¿Acaso sus vidas no estaban rotas?”.

El final del cuento es abierto, como ocurre en gran parte de los cuentos. Para Chéjov nunca hay un final, pues la vida sigue su curso, se vive en el momento sin saber lo que verdaderamente ocurrirá después.

La manera de narrar es sencilla, sus escenas son cotidianas; lo cual no implica falta de profundidad, al contrario, sus cuentos están poblados de agudos detalles que reclaman constantemente nuestra atención. Chéjov en su oficio de médico trató con innumerables personas, generalmente humildes y sencillas. La observación y el trato con ellas, le sirvieron como modelo para sus cuentos. Es un retratista realista, plasmando en el papel cual pintor en un lienzo. Pero su realismo no es canónico, aporta rasgos nuevos a base de pinceladas sutiles. Los personajes de sus cuentos se encuentran desvalidos y sufren, se sienten abocados a un destino adverso, incapaces de afrontar. Los dota de profundidad psicológica y moral, siendo el gran galerista del alma rusa de su tiempo. Generalmente, una simple circunstancia produce un cambio importante en ellos. El paisaje adquiere especial importancia, siempre visto bajo el punto de vista del personaje. Los temas tratados: la incomunicación, la soledad, la culpa, el sentido existencial, la indefensión, la hipocresía, el patriarcado o el amor; adquieren un carácter universal que unido a la singularidad del tratamiento en la narración, dotan a las obras de una atemporal vigencia.

AUDIOCUENTOS:

Tristeza (Toská, 1886)

Créditos:

Editorial: Dirección de Literatura de la U.N.A.M. Lectura a cargo de: Juan Stack

Dirección: Eduardo Ruiz Saviñón

Estudio de grabación: Radio U.N.A.M.

Operación y postproducción: Francisco Mejía

Año de grabación: 2008

 

Vanka (Van’ka, 1886)

Créditos:

Editorial: Dirección de Literatura de la U.N.A.M. Lectura a cargo de: Juan Stack

Dirección: Eduardo Ruiz Saviñón

Estudio de grabación: Radio U.N.A.M.

Operación y postproducción: Francisco Mejía

Año de grabación: 2008

Editorial: Cátedra, Edición 2019

Colección: Letras Universales

Introducción, Traducción y Notas: Jesús García Gabaldón

Fuente de Imagen de Antón Chéjov: Propiedad de https://www.latercera.com/culto/2019/07/15/anton-chejov-la-literatura-amante/

Audiocuentos Tristeza y Vanka: Propiedad de la U.N.A.M.

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