Ribeyro se encuadró en Perú dentro de la Generación del 50. En 1948 tiene lugar el golpe de Estado del General Odría. Ocurre que paradójicamente las industrias costeras prosperan. Por las penurias de pueblos y pequeñas provincias la población indígena emigra a las grandes ciudades. En Lima se produce la expansión de la ciudad dando lugar en los aledaños al fenómeno de las barriadas marginales. También se propulsa la reforma universitaria.
La censura ejercía su labor en las letras, pero curiosamente autores como Joyce, Faulkner o John Dos Passos eran autorizados; siendo esenciales para el progresivo renovamiento tanto técnica como temáticamente, de la literatura peruana: el empleo del monólogo interior, los diferentes puntos de vista o el cambio de la temática indigenista imperante por la derivación a la problemática urbana que se estaba produciendo.
Cabe destacar dentro de este grupo a nuestro autor, Julio Ramón Ribeyro junto a Carlos Eduardo Zavaleta, Felipe Buendía, Sebastián Salazar Bondy, Luis Loayza o Vargas Llosa, que se incorporó más tarde.
Cátedra propone una selección de cuentos dentro de los libros que Ribeyro escribió a lo largo de los años.
Comienza con el cuento que da título al libro de cuentos «Los Gallinazos sin plumas», de 1955. En él confluye el aspecto marginal de la ciudad con las barriadas y zonas del exterior de la misma donde la pobreza es la moneda común.
El estado de pobreza absoluta expone el autor en el magistral cuento que da título al libro. Un narrador en tercera persona narra al modo de un realismo crítico como dos niños son obligados por su abuelo a encontrar en las basuras y estercoleros comida para engordar al cerdo, con el fin de obtener el máximo beneficio en su venta. Se produce un claro contraste entre la zona residencial y la barriada, donde su población marginal tiene que salir en busca de comida en la «hora celeste», a las seis de la madrugada, antes de que en la ciudad comience la actividad:
«A esta hora se ve también obreros caminando hacia el tranvía, policías bostezando contra los árboles, canillitas morados de frío, sirvientas sacando los cubos de basura. A esta hora, por último, como a una especie de misteriosa consigna, aparecen los gallinazos sin plumas».
Los dos niños son «gallinazos sin plumas», pues escarban en las basuras como las gallinas. Son vistos con ternura por el narrador. El grotesco está presente en la figura del abuelo, mimetizándose cada vez más con el cerdo, emitiendo gruñidos similares.
En el cuento «Mientras arde la vela», tenemos otro narrador observador minucioso de la vida de Mercedes, uno de los personajes femeninos más logrados del autor. Los personajes de Ribeyro sueñan y tienen aspiraciones de una vida mejor. En este caso, Mercedes es esposa de un obrero de la construcción y tienen un hijo. Ella se dedica a lavar ropa. Sueña con abrir una verdulería pero el impedimento está en su marido que no quiere concederle el divorcio. El cuento está imbuido en una atmósfera irreal acentuada por la vela, cuya consunción está unida a una tensión creciente en el texto.
El cuento «En la comisaría», desvela las clases marginales lindando con la delincuencia. El personaje principal mantiene sueños de seguir una vida normal junto a una mujer, pero alberga rincones oscuros en su forma de actuar. Igualmente ocurre con el protagonista de «El primer paso», envuelto en peleas sin poder deslindarse de su lado salvaje.
Dentro del libro «Cuentos de Circunstancias», de 1958, se incluye «Explicaciones a un cabo de servicio». Sigue la línea del libro anterior. El personaje principal distorsiona la realidad, teniendo aspiraciones de ascenso social, truncadas al final. Modifica la narración de tercera persona del libro anterior a primera persona.
En el libro «Las botellas y los hombres» (1964), desvía su mirada hacia la clase media e incluso algún personaje de procedencia humilde se relaciona con las clases altas, como ocurre con Luciano en el cuento que da título al libro. Al igual que sucede en las clases marginales, aquí también hay deseos de mejora y frustración.
«Por las azoteas», cambia el discurso. El personaje en primera persona se retrotrae a la infancia. Nos muestra los cambios que se producen en su forma de pensar por el acercamiento a un hombre mayor, intelectual y alienado. En la azotea establece su mundo imaginario fuera de la normalidad de las viviendas habitadas. El final del verano supondrá la pérdida de la ilusión. Un narrador omnisciente acomete el cuento «Dirección Equivocada». En él, un cobrador de deudores se moverá hasta barrios marginales para cobrar una deuda, pero ante la pobreza que observa mostrará conciencia de la penuria en la que viven algunas personas. También narrado en tercera persona por un narrador omnisciente tiene lugar en el cuento «El profesor suplente». Un profesor sin trabajo es llamado para una suplencia. Se muestran las ilusiones y anhelos del personaje, pero también sus dudas, temores y su inseguridad:
«Ahora en su cabeza todo se confundía. Hacía de Colbert un ministro inglés, la joroba de Marat la colocaba sobre los hombros de Robespierre y por un artificio de su imaginación, los finos alejandrinos de Chénier iban a parar a los labios del verdugo Sansón. Aterrado por tal deslizamiento de ideas, giró los ojos locamente en busca de una pulpería. Una sed impostergable lo abrasaba».
«Fenix», se encuadra dentro del libro «Tres Historias Sublevantes», publicado como el libro anterior en 1964. Ribeyro cambia de registro e introduce nuevas técnicas narrativas. En la historia confluyen seis personajes. El autor aplica múltiples puntos de vista y el monólogo interior. También cambia el escenario de la ciudad a la selva.
De 1972 es el libro «Los Cautivos». Representado en la selección por el cuento «Nada que hacer Monsieur Baruch». El cuento es una mezcla de fantasía y realidad donde el personaje principal es un suicida. Es un proletario que pasa penurias y siente como el mundo está deshumanizado. Vuelve el escritor al narrador omnisciente en tercera persona. Es un cuento cargado de ironía y patetismo. Vuelve de nuevo al escenario de la barriada dentro de la ciudad.
También de 1972 es «El próximo mes me nivelo». «Espumante en el sotano» es el cuento seleccionado. El ámbito sigue siendo la ciudad y el personaje principal pertenece a la clase media baja. Es un empleado público que sueña con la consideración de sus superiores para obtener un ascenso. Tras veinticinco años de trabajo desea invitar a los compañeros, aunque indudablemente el quiere que principalmente sus jefes estén presentes. Como el anterior cuento está cargado de ironía y patetismo. El grotesco también está presente en algunas situaciones. Como en tantos cuentos del autor se produce la dicotomía de los personajes entre las ilusiones y la triste realidad:
«Aníbal, nuevamente solo, observó con atención su contorno: el suelo estaba lleno de colillas, de pedazos de empanada, de manchas de champán, de palitos de fósforos quemados, de fragmentos de una copa rota. Nada estaba en su sitio. No era solamente un sótano miserable y oscuro, sino —ahora lo notaba— una especie de celda, un lugar de expiación».
Mayor selección de cuentos presenta el libro «Silvio en el rosedal», de 1977. En «Terra Incógnita» el personaje principal es un profesor acomodado de griego y latín. Su mujer y sus dos hijas han partido para disfrutar de unas vacaciones, quedando solo en casa. Mantiene una vida rutinaria del trabajo a casa y se ha hecho construir la vivienda a resguardo del mundo exterior, dedicado a sus libros:
«Solo en esa casa, que después de veinte años de ahorros habia construido en una colina de Monterrico y en la cual creía haber encontrado el refugio ideal para un hombre despegado de toda ambiciôn temporal, dedicado sólo a los placeres de la inteligencia».
La curiosidad lo lleva a explorar la ciudad, descubriendo lugares inexplorados y atrayentes, de ahí «terra incógnita». Tendrá un encuentro con un camionero criollo a raíz del cual sus propias convicciones van a sufrir un cambio. En el cuento Ribeyro introduce sutilmente el tema de la homosexualidad.
En «Tristes querellas en la vieja quinta», Memo, un funcionario solitario desea vivir tranquilamente su jubilación, pero la llegada de la vecina doña Pancha alterará sus planes. Entre ambos se establecerá una relación de amor y odio lindando con el absurdo y lo grotesco.
«Silvio en el Rosedal», con el mismo título que el libro, es uno de los cuentos más conocidos del autor. En el cuento cambia la procedencia del personaje, en este caso Silvio es de origen italiano, pero como muchos personajes de Ribeyro, es un ser incomprendido y solitario. Su padre es un ser rudo. Solo sentía apoyo en su madre, a la que gustaba cantar operas y tocar el piano. Un espíritu sensible que falleció pronto. Con el fallecimiento inesperado de su padre, Silvio hereda una finca codiciada sin apenas conocimientos de administración. Su único deseo es ser un buen violinista: «La idea no le pareció mala y desenterrando su instrumento lo sacó de su funda y reinició los ejercicios de su niñez. A esta tarea se aplicó con un rigor que lo sorprendió. En un par de meses, a razón de cinco o seis horas diarias, alcanzó una habilísima digitación y meses después ejecutaba ya solos y sonatas con una rara virtuosidad». Silvio es un ser marginado, su arte no es valorado, es un creador. El autor recalca en el cuento la importancia del arte de la creación en cualquier disciplina, como a él mismo le ocurre en el proceso creativo literario. A pesar de la frustración que siente Silvio, el final del cuento abriga un punto de esperanza, pues representa el reencuentro de Silvio consigo mismo; apartándose de la tónica general de la mayor parte de sus cuentos. Reivindica el autor la perseverancia en el acto creativo; la creencia en uno mismo: «Levantando su violín lo encajó contra su mandíbula y empezó a tocar para nadie, en medio del estruendo. Para nadie. Y tuvo la certeza de que nunca lo había hecho mejor».
«La juventud en la otra ribera», cambia el escenario, localizándose la narración en París. El doctor Plácido Huaman acude varios días a un Congreso en París. A pesar de estar casado se siente atraído por una joven llamada Solange. Mantiene como muchos de sus personajes erróneas ilusiones en torno a la realidad. Siendo maduro se cree joven, piensa que la chica siente atracción por él, cuando a lo único que aspira junto a sus dudosos amigos es a beneficiarse de su dinero. Por medio de una marcada simbología desde el inicio del cuento, Ribeyro nos prepara para un desenlace amargo y desolador.
El último cuento, «La música, el maestro Berenson y un servidor», pertenece al libro «Relatos Santacrucinos», de 1992. En el cuento se puede observar un componente autobiográfico debido a la melomanía de Julio Ramón. Relata la llegada desde Viena a Lima del maestro Berenson, huyendo del nacismo. Se hace cargo de la Orquesta Sinfónica. Está inspirado en el director de orquesta Theo Buchwald. Relata la fascinación del narrador y un amigo por la magia que albergan las ejecuciones interpretadas por la orquesta bajo la batuta del maestro. El relato mantiene un tono nostálgico de gratos recuerdos juveniles escuchando la orquesta: «¡Cómo añoro esas mañanas que pasaba en el teatro Municipal oyendo los ensayos de la Sinfónica, en lugar de asistir a mis cursos de la Facultad de Derecho!». Tiene también cierta amargura debido a la decrepitud progresiva de Berenson por la huella que el paso del tiempo ha dejado en él. Julio Ramón al final del cuento rinde homenaje al director: «sólo tienen derecho a la decadencia quienes han conocido el esplendor».
Es cierto que Ribeyro se sintió frustrado como escitor de género novelístico, según su riguroso canon literario; hecho que lo encaminó hacia la creación cuentística. En sus recomendables diarios, editados bajo el título «La tentación del fracaso», así lo afirmaba. En cambio como escritor de cuentos es uno de los máximos representantes. Su compromiso con la escritura está fuera de toda duda y un buen número de cuentos figuran como piezas maestras dentro del género. Supo recoger la sabiduría de sus maestros: Chejov, Maupassant, Flaubert, Balzac o Kafka, entre otros; para lograr imprimir su característico sello personal.
Cabe destacar la excelente edición de la editorial Cátedra, donde Mª Teresa Pérez se hace cargo de ella con un magnífico estudio introductorio y profusión de notas a pie de página.
En el cuento «La música, el maestro Berenson y un servidor», nos habla el alter ego de Ribeyro de una interpretación del maestro Berenson (Buchwald, en realidad), de la Sexta Sinfonía de Tchaikovsky. En el vídeo la dirección corre a cargo de Claudio Abbado:
«Poco antes de abandonar el Perú me enteré que el maestro había triunfado en una emotiva interpretación de la Patética de Tchaikovsky, días antes de que su mujer abandonara el hogar para regresar a Viena».
Tchaikovsky: “Symphony No 6 Op 74 Pathetique”
Lucerne festival Orchestra, 2010
Director: Claudio Abbado
Editorial: Cátedra, Edición 2018
Colección: Letras Hispánicas
Edición: María Teresa Pérez