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Luis Cernuda. Retorno a la inocencia perdida I/II • Monográfico •

Dentro de la Generación del 27 la vida y la obra de Luis Cernuda, merecen atención aparte. Su vida estuvo orientada en todo momento hacia su obra poética, quizás debida a su temprana soledad. Por otra parte, su vida y su obra encaminadas a través del amor, supusieron un intento de recobrar la inocencia de su edén de la infancia.

Me propongo establecer puntos clave en su vida, siguiendo la indispensable biografía de Antonio Rivero Taravillo, con el complemento de una muestra de su poesía a la que modestamente añadiré unas pinceladas orientativas.

Por Cernuda corre sangre latina, francesa, gallega, balear y andaluza. Los abuelos paternos eran de Marín y de Palma. El padre, Bernardo Cernuda Bauzá, nació el 30 de septiembre de 1856 en Naguabo (Puerto Rico). Ya en España en 1883, en el ejército fue ascendiendo hasta llegar a coronel en junio de 1911, siendo trasladado a Mahón hasta enero de 1915, que es destinado a Sevilla. El padre era distante, y Cernuda afirma que nunca lo comprendió. La familia quedó en Sevilla con Cernuda rodeado de mujeres, su madre, las dos hermanas y el ama Rosalía. El estar rodeado de mujeres y la ausencia paterna, acrecentó su sensibilidad.

De su madre, el poeta manifestaba que tampoco lo llegó a entender. Se llamaba Amparo Bidón Cuellar y nació en 1867. Era hija de padre francés (Burdeos), Ulises Bidón (Bidou en realidad), quien era dueño de una droguería en la plaza del Pan. La esposa, Amparo Cuéllar Fabre era sevillana. Tuvieron cuatro hijos y uno de ellos de nombre Ulises, tío del poeta, se haría cargo de la droguería. En Las tiendas se refiere a la droguería y otras tiendas aledañas de la plaza del Pan.

Las tiendas (Fragmento)

En esas tiendecillas de la plaza del Pan cada uno de los objetos expuestos eran aún cosa única, y por eso preciosa, trabajada con cariño, a veces en la trastienda misma, conforme a la tradición trasmitida de generación en generación, del maestro al aprendiz, y expresaba o pretendía expresar de modo ingenuo algo singular y delicado. Su atmósfera soñolienta aun parecía iluminarse a veces con el fulgor puro de los metales, y un aroma de sándalo o de ámbar flotar en ellas vagamente como un dejo rezagado.

De: Ocnos, 1942

Los padres se casan el 16 de abril de 1892. Nace Amparo en 1894 y Ana en 1895. Su hermana Amparo fue desdichada, se enamoró de un militar de baja graduación y su padre lo desaprobó. Quedó soltera y a la muerte de la madre se fue a vivir con el ama Rosalía. Padeció en su vida alteraciones nerviosas. Las dos vivirán un tiempo con el poeta en Madrid. Falleció en 1960. Ana era guapa, se casó con un arquitecto diecisiete años mayor que ella en agosto de 1920, recién fallecido el padre. Tuvo tres hijos, pero dos fallecieron trágicamente, uno por hambre en los años de la guerra y otro ahogado. Ángel María, el superviviente, recordará las visitas del poeta a su hermana. Ana falleció como su hermana, en 1960.

En el poema La familia, el poeta ofrece unas certeras pinceladas de cómo percibía el núcleo familiar.

Estrofa de La familia

Era a la cabecera el padre adusto,
La madre caprichosa estaba en frente,
Con la hermana mayor imposible y desdichada,
Y la menor más dulce, quizá no más dichosa,
El hogar contigo mismo componiendo,
La casa familiar, el nido de los hombres.
Inconsistente y rígido, tal vidrio
Que todos quiebran, pero nadie dobla.

De: Como quien espera el alba, 1941-1944

El tercer hijo, nuestro poeta Luis Cernuda, nació el 21 de septiembre de 1902 en Sevilla. Era la España del reinado de Alfonso XIII. Su abuelo materno —el droguero francés—, era el único que vivía por entonces. Nace en la calle Conde de Tójar, anteriormente Acetres. Casa típica sevillana con su patio y su estanque con peces, las flores y arbustos y las golondrinas revoloteando por la parte superior. En la languidez del patio pasaría largos ratos el niño, escuchando cerca una música de piano producida por un concertista de la casa vecina.

Casa de Cernuda
Casa de nacimiento de Cernuda © Ayuntamiento de Sevilla

En Tierra nativa, ya desde el exilio, nos habla de esos apacibles momentos vividos en el patio.

Tierra nativa

Es la luz misma, la que abrió mis ojos
Toda ligera y tibia como un sueño,
Sosegada en colores delicados
Sobre las formas puras de las cosas.

El encanto de aquella tierra llana,
Extendida como una mano abierta,
Adonde el limonero encima de la fuente
Suspendía su fruto entre el ramaje.

El muro viejo en cuya barda abría
A la tarde su flor azul la enredadera,
Y al cual la golondrina en el verano
Tornaba siempre hacia su antiguo nido.

El susurro del agua alimentando,
Con su música insomne en el silencio,
Los sueños que la vida aún no corrompe,
El futuro que espera como página blanca.

Todo vuelve otra vez vivo a la mente.
Irreparable ya con el andar del tiempo,
Y su recuerdo ahora me traspasa
El pecho tal puñal fino y seguro.

Raíz del tronco verde, ¿quién la arranca?
Aquel amor primero, ¿quién lo vence?
Tu sueño y tu recuerdo, ¿quién lo olvida,
Tierra nativa, más mía cuanto más lejana?

De: Como quien espera el alba, 1941-1944

Luis se asomaba a la ventana para ver la calle con su aspecto fantasmal, debido a la luz de gas. En Niño tras un cristal refleja aquellos instantes de su mirada tras los cristales.

Niño tras un cristal

Al caer la tarde, absorto
Tras el cristal, el niño mira
Llover. La luz que se ha encendido
En un farol contrasta
La lluvia blanca con el aire oscuro.

La habitación a solas
Le envuelve tibiamente,
Y el visillo, velando
Sobre el cristal, como una nube,
Le susurra lunar encantamiento.

El colegio se aleja. Es ahora
La tregua, con el libro
De historias y de estampas
Bajo la lámpara, la noche,
El sueño, las horas sin medida.

Vive en el seno de su fuerza tierna,
Todavía sin deseo, sin memoria,
El niño, y sin presagio
Que afuera el tiempo aguarda
Con la vida, al acecho.

En su sombra ya se forma la perla.

De: Desolación de la quimera, 1956-1962

El padre no lo dejará entrar en la biblioteca, pero él se colará a escondidas. Curiosea los volúmenes de Memorias de ultratumba de Chateaubriand o las obras de Galdós, con las que queda prendado. Primero con Los Episodios nacionales y después con sus novelas. El descubrimiento de los libros del gran novelista, lo refleja en el poema Bien está que fuera tu tierra.

II. Bien está que fuera tu tierra

Su amigo, ¿desde cuándo lo fuiste?
¿Tenías once, diez años al descubrir sus libros?
Niño eras cuando un día
En el estante de los libros paternos
Hallaste aquéllos. Abriste uno
Y las estampas tu atención fijaron;
Las páginas a leer comenzaste
Curioso de la historia así ilustrada.

Y cruzaste el umbral de un mundo mágico.
La otra realidad que está tras ésta:
Gabriel, Inés, Amaranta,
Soledad, Salvador, Genara,
Con tantos personajes creados para siempre
Por su genio generoso y poderoso,
Que otra España componen,
Entraron en tu vida
Para no salir de ella ya sino contigo.

Más vivos que las otras criaturas
Junto a ti tan pálidas pasando,
Tu amor primero lo despertaron ellos;
Héroes amados en un mundo heroico,
La red de tu vivir entretejieron con la suya,
Aún más con la de aquellos tus hermanos,
Miss Fly, Santorcaz, Tilín, Lord Gray,
Que, insatisfechos siempre, contemplabas
Existir en la busca de un imposible sueño vivo.

El destino del niño ésos lo provocaron
Hasta que deseó ser como ellos,
Vivir igual que ellos
Y, como a Salvador, que le moviera
Idéntica razón, idéntica locura,
El seguir turbulento, devoto a sus propósitos,
En su tierra y afuera de su tierra,
Tantas quimeras desoladas
Con fe a decepción nunca cedía.

Y tras el mundo de los Episodios
Luego el de las Novelas conociste:
Rosalía, Eloísa, Fortunata,
Mauricia, Federico Viera,
Martín Muriel, Moreno Isla,
Tantos que habrían de revelarte
El escondido drama de un vivir cotidiano:
La plácida existencia real y, bajo ella,
El humano tormento, la paradoja de estar vivo.

Los bien amados libros, releyéndolos
Cuántas veces, de niño, mozo y hombre,
Cada vez más en su secreto te adentrabas
Y los hallabas renovados
Como tu vida iba renovándose;
Con ojos nuevos los veías,
Como ibas viendo el mundo.
Qué pocos libros pueden
Nuevo alimento darnos
A cada estación nueva en nuestra vida.

En tu tierra y afuera de tu tierra
Siempre traían fielmente
El encanto de España, en ellos no perdido,
Aunque en tu tierra misma no lo hallaras.
El nombre allí leído de un lugar, de una calle
(Portillo de Gilimón o Sal si Puedes),
Provocaba en ti la nostalgia
De la patria imposible, que no es de este mundo.

El nombre de ciudad, de barrio o pueblo,
Por todo el español espacio soleado
(Puerta de Tierra, Plaza de Santa Cruz, los Arapiles,
Cádiz, Toledo, Aranjuez, Gerona),
Dicho por él, siempre traía,
Conocido por ti el lugar o desconocido,
Una doble visión: imaginada y contemplada,
Ambas hermosas, ambas entrañables.

Hoy, cuando a tu tierra ya no necesitas,
Aún en estos libros te es querida y necesaria,
Más real y entresoñada que la otra:
No ésa, mas aquélla es hoy tu tierra,
La que Galdós a conocer te diese,
Como él tolerante de lealtad contraria,
Según la tradición generosa de Cervantes,
Heroica viviendo, heroica luchando
Por el futuro que era el suyo,
No el siniestro pasado donde a la otra han vuelto.

La real para ti no es esa España obscena y deprimente
En la que regentea hoy la canalla,
Sino esta España viva y siempre noble
Que Galdós en sus libros ha creado.
De aquélla nos consuela y cura ésta.

De: Desolación de la quimera, 1956-1962

Se admira con los libros de viajes y con un libro de mitología griega, que le abrirá los ojos sobre un mundo nuevo y representará un germen embrionario de su gusto posterior por la poesía. Observando el libro, aunque todavía es un niño, la religión propia le parece triste en relación a la alegría observada en los mitos griegos. Aunque tuvo una etapa juvenil en la que participó en actividades religiosas nunca se implicó profundamente y su desapego de la religión se produjo gradualmente. En El poeta y los mitos, nos refleja el feliz descubrimiento.

El poeta y los mitos

Bien temprano en la vida, antes que leyeses versos algunos, cayó en tus manos un libro de mitología. Aquellas páginas te revelaron un mundo donde la poesía, vivificándolo como la llama al leño, trasmutaba lo real. Qué triste te apareció entonces tu propia religión. Tú no discutías esta, ni la ponías en duda, cosa difícil para un niño; mas en tus creencias hondas y arraigadas se insinuó, si no una objeción racional, el presentimiento de una alegría ausente. ¿Por qué se te enseñaba a doblegar la cabeza ante el sufrimiento divinizado, cuando en otro tiempo los hombres fueron tan felices como para adorar, en su plenitud trágica, la hermosura?

Que tú no comprendieras entonces la casualidad profunda que une ciertos mitos con ciertas formas intemporales de la vida, poco importa: cualquier aspiración que haya en ti hacia la poesía, aquellos mitos helénicos fueron quienes la provocaron y la orientaron. Aunque al lado no tuvieses alguien para advertirte del riesgo que así corrías, guiando la vida, instintivamente, conforme a una realidad invisible para la mayoría, y a la nostalgia de una armonía espiritual y corpórea rota y desterrada siglos atrás de entre las gentes.

De: Ocnos, 1942

Para él, la infancia en Acetres le parecerá inmutable: “Desde niño, tan lejos como vaya mi recuerdo, he buscado siempre lo que no cambia, he deseado la eternidad. Todo contribuía alrededor mío, durante mis primeros años, a mantener en mí la ilusión y la creencia en lo permanente: la casa familiar inmutable, los accidentes idénticos de mi vida. Si algo cambiaba, era para volver más tarde a lo acostumbrado, sucediéndose todo como las estaciones en el ciclo del año, y tras la diversidad aparente siempre se traslucía la unidad íntima”. (Escrito en el agua, Ocnos, 1942)

Le gustaba mucho observar las plantas, incluso las cuidaba. Otro placer era ir a un huerto o invernadero a por plantas para la casa: “¿Era dicha creencia lo que revestía de tanto encanto aquel lugar? Hoy creo comprender lo que entonces no comprendía: cómo aquel reducido espacio del invernadero, atmósfera lacustre y dudosa donde acaso habitaban criaturas invisibles, era para mí imagen perfecta de un edén, sugerido en aroma, en penumbra y en agua, como en el verso del poeta gongorino: «Verde calle, luz tierna, cristal frío»”. (El huerto, Ocnos, 1942).

Se cree que el colegio de San Ramón fue donde estudió de niño, por estar cerca de casa. Pertenecía a los Escolapios que eran más liberales que los Jesuitas.

Teniendo doce años, yendo al colegio se encuentra con unas prostitutas. Otras escenas de “maricas” en los atardeceres de verano las observa con fascinación: “En las largas tardes del verano, ya regadas las puertas, ya pasado el vendedor de jazmines, aparecían ellos, solos a veces, emparejados casi siempre. Iban vestidos con blanca chaqueta almidonada, ceñido pantalón negro de alpaca, zapatos rechinantes como el cantar de un grillo, y en la cabeza una gorrilla ladeada, que dejaba escapar algún rizo negro o rubio. Se contoneaban con gracia felina, ufanos de algo que solo ellos conocían, pareciendo guardarlo secreto, aunque el placer que en ese secreto hallaban desbordaba a pesar de ellos sobre las gentes”. (El escándalo, Ocnos, 1942).

Ocnos aporta datos de infancia y juventud donde se produce la ausencia de amigos, la soledad y el extrañamiento futuro. El niño y joven tiende al aislamiento y la melancolía, con una sensibilidad especial por la belleza. Con nueve o diez años descubre la poesía con unos tomos que unas primas prestaron a sus hermanas, de Bécquer: “Aún sería Albanio muy niño cuando leyó a Bécquer por vez primera. Eran unos volúmenes de encuadernación azul con arabescos de oro, y entre las hojas de color amarillento alguien guardó fotografías de catedrales viejas y arruinados castillos. Se los habían dejado a las hermanas de Albanio sus primas, porque en tales días se hablaba mucho y vago sobre Bécquer, al traer desde Madrid sus restos para darles sepultura pomposamente en la capilla de la universidad..”. (El poeta, Ocnos, 1942). En Historial de un libro reconoce estar en deuda con Bécquer.

En un cine de verano estando con su familia se enamora de alguien en masculino: “Aquella noche prendió en ti solo una chispa del fuego en el cual más tarde debías consumirte, para renacer igual que el fénix. Mas a su fulgor entreviste ya la hermosura del cuerpo juvenil, casi sin saber desearlo todavía, al que ninguna flor equivale en matiz, en contorno, en gracia, siendo además, o pareciendo, capaz de respuesta ante la admiración apasionada de un amante”. (El enamorado, Ocnos, 1942)

En 1915, por un ascenso a coronel de su padre, se trasladan a las afueras de la ciudad al cuartel de Ingenieros, en el Prado de San Sebastián. Cerca estaba la venta de Eritaña, que frecuentó en su juventud el poeta. Desde los pabellones, en la barandilla observaba el jazminero. Cernuda se cruzó con el recluta José Gómez Ortega, Joselito el Gallo, famoso torero, cuñado de Ignacio Sánchez Mejías. Pero a Cernuda nunca le gustaron los toros.

luis cernuda1916
Luis Cernuda, 1916 © Residencia de estudiantes

Cambia de colegio al Calasancio Hispalense de los Escolapios, allí cursará de tercero a sexto de bachillerato, hasta 1919. Comienza a practicar la poesía. Tuvo importancia el profesor de Preceptiva y Composición y de Literatura, el padre don Antonio López de Santa Teresa. En El maestro, le rinde un homenaje donde se mezcla con un sentimiento de culpa por no visitarle al ingresar en la universidad, antes de su fallecimiento.

El maestro

Lo fue mío en clase de Retórica, y era bajo, rechoncho, con gafas idénticas a las que lleva Schubert en sus retratos, avanzando por los claustros a un paso corto y pausado, breviario en mano o descansada esta en los bolsillos del manteo, el bonete derribado bien atrás sobre la cabeza grande de pelo gris y fuerte. Casi siempre silencioso, o si emparejado con otro profesor acompasando la voz, que tenía un tanto recia y campanuda, las más veces solo en su celda donde había algunos libros profanos mezclados a los religiosos, y desde la cual veía en la primavera cubrirse de hoja verde y fruto oscuro un moral que escalaba la pared del patinillo lóbrego adonde abría su ventana.

Un día intentó en clase leernos unos versos, trasluciendo su voz el entusiasmo emocionado, y debió serle duro comprender las burlas veladas primero, descubiertas y malignas después de los alumnos —porque admiraba la poesía y su arte, con resabio académico como es natural. Fue él quien intentó hacerme recitar alguna vez, aunque un pudor más fuerte que mi complacencia enfriaba mi elocución; él quien me hizo escribir mis primeros versos, corrigiéndolos luego y dándome como precepto estético el que en mis temas literarios hubiera siempre un asidero plástico.

Me puso a la cabeza de la clase, distinción que ya tempranamente comencé a pagar con cierta impopularidad entre mis compañeros y antes de los exámenes como comprendiese mi timidez y desconfianza en mí mismo, me dijo: «Ve a la capilla y reza. Eso te dará valor».

Ya en la universidad, egoístamente, dejé de frecuentarlo. Una mañana de otoño áureo y hondo, en mi camino hacia la temprana clase primera, vi un pobre entierro solitario doblar la esquina, el muro de ladrillos rojos, por mí olvidado, del colegio: era el suyo. Fue el corazón quien sin aprenderlo de otros me lo dijo. Debió morir solo. No sé si pudo sostener en algo los últimos días de su vida.

De: Ocnos, 1942

Con los Escolapios, Cernuda se acercó a la religión perteneciendo a las Congregaciones Marianas, quizás por influencia de su director, el padre Millán Bonell, compositor y músico. En junio de 1918 su padre asciende a general de brigada y pasa a la reserva. Se mudan a la plaza de Jauregui, cerca del colegio.

Comienza en 1919 Derecho. En febrero de 1920 tiene de profesor de Literatura a Pedro Salinas. Pasa desapercibido para él, quizás por la timidez de Luis. En la universidad, Cernuda se relacionó con Higinio Capote, Joaquín Romero Murube y Enrique Canito, que sería director más tarde de la revista Ínsula. Canito evocaba el aislamiento y soledad de Luis, con orientación sexual distinta por sus reacciones, cuando se proponía ir al baile y dirigirse a un grupo de modistillas. José de Montes fue de sus compañeros y amigos más cercanos.

Su padre fallece el 9 de marzo de 1920. Su madre cobrará una ajustada pensión lo que hace que su hermana Ana se casé en agosto con el arquitecto Yanguas.

Junto a su madre y Amparo se trasladan a la calle Conde de Benomar (hoy Aire). Por esa época lee El Capital de Marx, Quizás sí, quizás no de D’annunzio y la poesía de Rubén Darío, Amado Nervo, Villaespesa, Martínez Sierra y corrientes modernistas. Se preocupa por su imagen, siempre va con traje, corbata y bien peinado. En 1923 comienza el servicio militar y se licencia de la primera fase en junio de 1924.

Encarga libros franceses de Mallarmé, Rimbaud y Valéry. En agosto de 1925 reanuda el servicio militar en una oficina y se enamora de un cabo llamado Nicolás Romero, pero su amor no es correspondido.

Pasó algunas veces por las tertulias del Café España. Salinas le presta Prétextes o Nouveaux Prétextes y Les morceaux choisis de André Gide. Serán muy importantes para él porque tratan el tema de la homosexualidad. Gide incluso visitó Sevilla con su madre en 1892, quedando prendado por el Alcázar y sus jardines. Había por tanto, bastante en común entre los dos escritores.

Por idénticas fechas, sobre todo, comencé a leer a André Gide, del cual Salinas me dejó primero, no sé si sus Prétextes o sus Nouveaux Prétextes, y luego sus Morceaux Choisis. Me figuro que Salinas no podía suponer que con esa lectura me abría el camino para resolver, o para reconciliarme, con un problema vital mío decisivo. De mi deuda para con Gide algo puede entreverse en el estudio que sobre su obra escribí entre 1945 y 1946. La sorpresa, el deslumbramiento que suscitaron en mí muchos de los Morceaux, no podría olvidarlos nunca; allí conocí a Lafcadio, y quedé enamorado de su juventud, de su gracia, de su libertad, de su osadía. No creo que los pocos versos que escribí en 1951 (In Memoriam A. G.), al morir André Gide, puedan dar al lector cuenta bastante de cuanto significó su obra en mi vida.

De: Historial de un libro, 1958
Pedro Salinas
Pedro Salinas © El Mundo

El 13 de septiembre de 1923, el general Primo de Rivera se subleva contra el gobierno y da inicio a su dictadura que abarcaría hasta 1930, dando paso al fugaz mandato del general Berenguer, antes de la Segunda República.

De 1924 datan sus primeras poesías. En diciembre de 1925 le publican nueve poemas en la prestigiosa La Revista de Occidente. Para la divulgación de sus poemas y provisionamiento de libros, fue importante el librero León Sánchez Cuesta, cuñado de Salinas a partir de 1932. Luis se aprovisiona de lecturas de Juan Ramón Jiménez, de revistas de Bergamín, de libros de Lorca y Dámaso Alonso, de André Gide, Paul Valéry o Radiguet. Juan Ramón Jiménez leyó poesías de Luis que le gustaron y ambos se conocerán en el Alcázar en 1925, quedando Cernuda impresionado. Pasearán juntos, conversarán y almorzarán, pero Luis se mostró tímido ante el maestro y por la presencia intimidatoria de Zenobia Camprubí. Luis se despidió de ellos, regresó a casa pero luego lo pensó mejor y fue a despedirlos a la estación llevándoles unos claveles. A principios de 1926 viaja a Madrid, visita con Salinas La Revista de Occidente y a sus creadores. Visita de nuevo a Juan Ramón. Ya en Sevilla envía unas décimas deudoras al poeta de Moguer, que aparecerán en Perfil del aire: Los árboles al poniente / Dan sombra a mi corazón. / ¿Las hojas son verdes? Son / De oro fresco y transparente. / Buscando se irá el presente, / De rosas hecho y de penas. / Y yo me iré. Las arenas / Han de cubrirme algún hoy. / Canción mía, ¿qué te doy, Si alma y vida son ajenas?

Pero cuando en julio de 1926 Juan Ramón pasa por Sevilla y no visita al poeta, Luis lo toma como afrenta enfriando su relación con el maestro. Visita a Gabriel Miró y el Museo del Prado en Madrid. Encarga libros de Proust, Apollinaire, Cocteau, Reverdy, Aragon, Lautreamont. Realiza colaboraciones en periódicos. En agosto de 1926 reemprende el servicio militar y lo finaliza en noviembre. Se hizo miembro de la Sociedad de Conciertos pudiendo escuchar a Bach, Mozart, Falla. Entre pedido de libros franceses, pide libros de sus futuros editores, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre. Descubre por vez primera el mar en Málaga, con Prados, Altolaguirre e Hinojosa. A su padre siempre le reprochó que no los hubiera llevado al mar: “Disponía de algún dinero, lo suficiente para vivir con modestia unos meses, un año. Tras de unos días en Málaga, adonde el mar, que no vi hasta tarde en mi vida, me atraía, además de la ocasión de charlar con Altolaguirre, Prados y José María Hinojosa, otro poeta malagueño cuya muerte terrible no se ha mencionado entre nosotros, me fui a Madrid”. (Historial de un libro, 1958)

Envía algún poema a la revista Verso y Prosa de Guerrero y Guillén. El cine entusiasma a los escritores de la Generación del 27 y Cernuda no iba a ser menos. Le gusta Erich Von Strohem, Murnau, John Gilbert, Chaplin o Douglas Fairbanks, del que toma su bigotillo. Le publican Prados y Altolaguirre su primer libro, Perfil del aire en abril de 1927, como suplemento de la revista Litoral (en 1936 se integrarán como Primeros poemas dentro de La realidad y el deseo). Con Altolaguirre siempre se sentirá en deuda y más unido que con Prados, por su simpatía y acercamiento. La recepción de la crítica no fue muy positiva al manifestar que era una imitación de la poesía de Jorge Guillén. Obviaron por otra parte, las influencias de Juan Ramón Jiménez o Reverdy. En cambio Juan Guerrero y José Bergamín defendieron sus décimas. Pero más alentadora fue una carta que Guillén le envío, diciendo que más allá de cualquier influencia, observaba una voz propia en el poeta. Cernuda le agradece sus palabras y más viniendo de él. Pero debido a su pesimismo innato, Luis sólo se fijó en lo negativo y sentirá esas críticas toda la vida.

VII

Existo, bien lo sé,
Porque le transparenta
El mundo a mis sentidos
Su amorosa presencia.

Mas no quiero estos muros,
Aire infiel a sí mismo,
Ni esas ramas que cantan
En el aire dormido.

Quiero como horizonte
Para mi muda gloria
Tus brazos, que ciñendo
Mi vida la deshojan.

Vivo un solo deseo,
Un afán claro, unánime;
Afán de amor y olvido.
Yo no sé si alguien cae.

Soy memoria de hombre;
Luego, nada. Divinas,
La sombra y la luz siguen
Con la tierra que gira.

(1924-1927)

De: Perfil del aire, 1927

Seguirá entregando poemas a las revistas. En el primer número de Carmen entrega Égloga en 1927, que presenta ecos de Mallarmé y Garcilaso. Luego, Elegía en la revista Verso y prosa, con aires de Góngora y el poema Homenaje, de nuevo en Carmen, dedicado a Fray Luis de León. En el final de 1927 parece encontrarse anímicamente decaído tal como expresa a su amigo Higinio Capote: “Nada nuevo que contarte, salvo un aumento de mi acostumbrada tristeza, inexpresable ya”. Atraviesa un período de sequía creativa y se encuentra cansado de su preparación a oposiciones para Secretario del Ayuntamiento.

El 4 de julio de 1928 fallece su madre por la infección de una espina de una rosa. Es irónico que Fleming descubra en septiembre del mismo año, la penicilina, con la cual se hubiera neutralizado la infección. Pese a una relación algo distante, Cernuda admite su pesar por la muerte de su madre. Venden la casa del Aire y Amparo junto al ama Rosalía alquilan una casa. Por su parte Cernuda deja su biblioteca a su amigo Fernando Villalón y se instala en la pensión de Francisco Barea en la calle Rosario. Termina el poema Oda (se publicaría en 1936), dedicado al actor George O’Brien. Pese a la muerte de su madre, Cernuda se siente liberado del yugo familiar y abandonará Sevilla para pasar unos días junto a Hinojosa, Prados y Altolaguirre en Málaga y después dirigirse a Madrid donde se hospedará en una pensión de la calle Narváez primero y después en otra en la calle Fuencarral. Conoce a Guillén y a Aleixandre.

Salinas le consigue un puesto de lector en la Universidad École Normale de Toulouse. Tendrá un sueldo y manutención gratuita, sólo tendrá que pagarse el alojamiento. El poeta parte al destino el 10 de noviembre de 1928 e impartirá clases hasta junio de 1929. Pasa veinte días en París, enamorándose de la capital. Visita librerías, entre ellas, la Librería Española de León Sánchez Cuesta, cerca de La Sorbona —donde sigue comprando y leyendo poetas surrealistas franceses—, acude al Museo del Louvre, a los cines y conciertos de jazz. A Toulouse le costó adaptarse y además tenía dificultad para impartir clases, como explicita en Historial de un libro: “Aún no había crecido lo bastante para darme cuenta clara de las diferencias entre lo francés y lo español. Toulouse era, como creo que es toda provincia francesa, una ciudad con cosas agradables y cosas sórdidas, y pronto encontré algunos rincones donde no me hallaba a disgusto. El trabajo escolar me era difícil, porque no tenía práctica de él; lo que llevaba preparado para mis clases estaba dicho en pocos minutos y el resto de la hora se erguía amenazador frente a mí. Sólo años más tarde adquiría facilidad para llenar con la explicación de un tema toda una clase”. (Historial de un libro, 1958).

Lo más positivo es que Cernuda ha vuelto a escribir. Está preparando un libro de nombre “Un río, un amor”, cuyos adelantos los publica en la revista Litoral. También traduce varios poemas para Litoral de Paul Éluard. Se interesa por Gérard de Nerval y traduce varios poemas.

Estoy cansado

Estar cansado tiene plumas,
Tiene plumas graciosas como un loro,
Plumas que desde luego nunca vuelan,
Mas balbucean igual que loro.

Estoy cansado de las casas,
Prontamente en ruinas sin un gesto;
Estoy cansado de las cosas,
Con un latir de seda vueltas luego de espaldas.

Estoy cansado de estar vivo,
Aunque más cansado sería el estar muerto;
Estoy cansado del estar cansado
Entre plumas ligeras sagazmente,
Plumas del loro aquel tan familiar o triste,
El loro aquel del siempre estar cansado.


De: Un río, un amor, 1929

Regresa a España pasando por la Exposición Universal de Barcelona y llega a Madrid el 17 de junio de 1929. Se encuentra con Vicente Aleixandre y a partir de ese instante, ambos se citarán a menudo. Compartirá con él su homosexualidad. Continúa enviando a Litoral poemas de “Un río, un amor”, que se incluirá en 1936 en “La realidad y el deseo”. En el libro observamos el cambio que comenzará a darse en la poesía de Cernuda, debido a la influencia del surrealismo. Ha abandonado las décimas y se irá alejando paulatinamente de las estrofas clásicas y de la rima e incluyendo por vez primera el verso libre en algunos poemas. En cuanto a la temática se adentra en estados más personales donde muestra su cansancio y su soledad.

Dejadme solo

Una verdad es color de ceniza,
Otra verdad es color de planeta;

Mas todas las verdades, desde el suelo hasta el suelo,
No valen la verdad sin color de verdades,
La verdad ignorante de cómo el hombre suele encarnarse en la nieve.

En cuanto a la mentira, basta decirle «quiero»
Para que brote entre las piedras
Su flor, que en vez de hojas luce besos,
Espinas en lugar de espinas.

La verdad, la mentira,
Como labios azules,
Una dice, otra dice;
Pero nunca pronuncian verdades o mentiras su secreto torcido;
Verdades o mentiras
Son pájaros que emigran cuando los ojos mueren.

De: Un río, un amor, 1929

Su amigo Villalón se trasladó a Madrid en noviembre de 1929, pero estaba muy enfermo y fallecerá en marzo de 1930. En enero de 1930 cae la dictadura de Primo de Rivera. La monarquía se encuentra cada vez más debilitada. A falta de ingresos, Cernuda comienza a trabajar en la librería de León Sánchez Cuesta. Visita con frecuencia la Residencia de Estudiantes. En la librería conoce a Edward M. Wilson y a Concha Méndez. Como el sueldo de la librería es ajustado, traduce libros para editoriales. Se reúnen algunos poetas con Gerardo Diego, que está preparando una antología, como Lorca, Guillén, Alberti, Dámaso Alonso, Salinas o el propio Cernuda. Con Lorca vuelve a coincidir en casa de Vicente Aleixandre y Cernuda queda impresionado por la capacidad de animación de Lorca que se defiende en el cante pero toca el piano de manera maestra.

La casa de Vicente Aleixandre, conocida como Velintonia, sería el lugar de encuentro entre los poetas, frecuentes hasta 1934. Allí Luis seguirá encontrándose con Lorca y otros poetas del 27. Con el entorno sevillano parece haber un alejamiento total, incluso con Capote debió de producirse algún tipo de enfriamiento porque no respondió a cartas de Cernuda en las que solicitaba sus libros al disponer de casa propia. Para aumentar los ingresos, Luis colabora en periódicos como El Heraldo de Madrid.

Aleixandre, Cernuda y Lorca
Aleixandre, Cernuda y Lorca © Residencia de Estudiantes

Se proclama la República el 14 de abril de 1931. Aleixandre junto a Cernuda, lo celebran por las calles inmersos en el bullicio general. Ese día escribe un poema, En medio de la multitud (Los placeres prohibidos, 1931), pero curiosamente se centra en el deseo experimentado ante un joven rubio entre la multitud. También observamos como sigue renovando su poesía, y es que el poema está escrito en prosa poética. Un libro valiente donde muestra la homosexualidad sin ambages.

En medio de la multitud

En medio de la multitud le vi pasar, con sus ojos tan rubios como la cabellera. Marchaba abriendo el aire y los cuerpos; una mujer se arrodilló a su paso. Yo sentí cómo la sangre desertaba mis venas gota a gota.
Vacío, anduve sin rumbo por la ciudad. Gentes extrañas pasaban a mi lado sin verme. Un cuerpo se derritió con leve susurro al tropezarme. Anduve más y más.
No sentía mis pies. Quise cogerlos en mi mano, y no hallé mis manos; quise gritar, y no hallé mi voz. La niebla me envolvía.
Me pesaba la vida como un remordimiento; quise arrojarla de mí. Mas era imposible, porque estaba muerto y andaba entre los muertos.

De: Los placeres prohibidos, 1931

El libro se integraría en La realidad y el deseo (1936). Además de continuar con la exploración surrealista, existe mayor libertad formal y la inclusión de un buen número de poemas en prosa. Aboga por la libertad individual y por el amor sin cortapisas, donde defiende el deseo y el placer.

Si el hombre pudiera decir

Si el hombre pudiera decir lo que ama,
Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
Como una nube en la luz;
Si como muros que se derrumban,
Para saludar la verdad erguida en medio,
Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor,
La verdad de sí mismo,
Que no se llama gloria, fortuna o ambición,
Sino amor o deseo,
Yo sería aquel que imaginaba;
Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
Proclama ante los hombres la verdad ignorada,
La verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
Alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,
Por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
Como leños perdidos que el mar anega o levanta
Libremente, con la libertad del amor,
La única libertad que me exalta,
La única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
Si no te conozco, no he vivido;
Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

De: Los placeres prohibidos, 1931

Algunos poemas del libro estaban pensados para Serafín Fernández Ferro, un joven coruñés de 16 o 17 años que se encontraba en Madrid en busca de trabajo. En un bar coincidió con Lorca al que se ofreció, pero Lorca lo veía como un chiquillo y lo invitó en cambio a un bocadillo, pero pensó en Aleixandre y Cernuda. Aleixandre no aceptaba la prostitución y Lorca lo envío a casa de Cernuda, que se enamoró al instante de él. El deseo de amor con adolescentes en Cernuda, no era más que un intento de recuperar la inocencia perdida de la infancia. El poema Te quiero, en concreto, tenía la dedicatoria al inicio del poema. La versión primera de Luis incluye una estrofa final que el poeta cambió a raíz de la ruptura, acaecida un año después.

Te quiero 

En la primera versión, dedicado a Serafín Fernández Ferro

Te quiero.

Te lo he dicho con el viento,
Jugueteando como animalillo en la arena
O iracundo como órgano tempestuoso;

Te lo he dicho con el sol,
Que dora desnudos cuerpos juveniles
Y sonríe en todas las cosas inocentes;

Te lo he dicho con las nubes,
Frentes melancólicas que sostienen el cielo,
Tristezas fugitivas;

Te lo he dicho con las plantas,
Leves criaturas transparentes
Que se cubren de rubor repentino;

Te lo he dicho con el agua,
Vida luminosa que vela un fondo de sombra;

Te lo he dicho con el miedo,
Te lo he dicho con la alegría,
Con el hastío, con las terribles palabras.

Pero así no me basta:
Más allá de la vida,
Quiero decírtelo con la muerte;
Más allá del amor,
Quiero decírtelo con el olvido.

(Estrofa final de la primera versión:
Pero no me pidas que diga con palabras
Te quiero,
Porque la expresión de mi vida,
La expresión de mi amor,
Eres tú mismo.)


De: Los placeres prohibidos, 1931

La vida de Serafín merecería un capítulo aparte. Terminados los estudios primarios se fue a Madrid, donde ya tenía dos hermanos militantes de la CNT y la FAI. Era autodidacta y leía a Whitman y Lautreamont. Llegó a escribir versos. Se ganaba la vida como podía, vendiendo pólizas de seguros y libros. Más tarde trabajaría en la imprenta de Altolaguirre y Concha. Le gustaba ir al teatro y participó en el teatro La Barraca de Lorca. Llegó a ser actor de cine en Sierra de Teruel (L’espoir), de André Malraux. Después de la guerra emigró a México, donde Cernuda pasaría también unos años, pero allí, no llegaron a saber uno del otro. Mutilado de guerra llegó a cobrar un subsidio de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles. Falleció en agosto de 1954.

Luis Cernuda y Serafín Fernández Ferro en el castillo de Cifuentes. Guadalajara. España. 1 de noviembre de 1932 Foto de Ramón Gaya
Luis Cernuda y Serafín Fernández Ferro en el castillo de Cifuentes, Guadalajara, nov. 1931 © Ramón Gaya

En noviembre de 1931 Cernuda deja la librería de Sánchez Cuesta y se incorpora al Patronato de las Misiones Pedagógicas. La intención era llevar la lectura a los pequeños pueblos, debido a la alta tasa de analfabetismo. Preparaban bibliotecas de cien libros con fichas de préstamos, papel de forrar y otros útiles. Las instalaban en las escuelas, pero se encontraban abiertas a todo el pueblo.

En marzo de 1932 aparece la esperada Antología de Gerardo Diego en la editorial Signo. Figurarán en ella junto al mismo Diego, Unamuno, los hermanos Machado, Juan Ramón Jiménez, Moreno Villa, Salinas, Guillén, Dámaso Alonso, Lorca, Alberti, Villalón, Prados, Altolaguirre, Aleixandre, Larrea y nuestro poeta, Cernuda.

Bergamín le había presentado a Ramón Gaya a Cernuda y ambos congeniarán. Ramón Gaya realizó un retrato de Luis.

ramon gaya retrato de luis cernuda 1932
Retrato de Luis Cernuda, 1932. Autor, Ramón Gaya © Ramón Gaya herederos

Luis por su parte Le dedicará el poema Esperé un dios en mis días (En su publicación definitiva la dedicatoria estaría suprimida). Cernuda atraviesa un total decaimiento debido a la ruptura con Serafín, de ahí el poema, donde resume su estado en los dos últimos versos desesperanzados: “He amado, ya no amo más; / He reído, tampoco río”.

III

En la primera versión, dedicado a Ramón Gaya

Esperé un dios en mis días
Para crear mi vida a su imagen,
Mas el amor, como un agua,
Arrastra afanes al paso.

Me he olvidado a mí mismo en sus ondas;
Vacío el cuerpo, doy contra las luces;
Vivo y no vivo, muerto y no muerto;
Ni tierra ni cielo, ni cuerpo ni espíritu.

Soy eco de algo;
Lo estrechan mis brazos siendo aire,
Lo miran mis ojos siendo sombra.
Lo besan mis labios siendo sueño.

He amado, ya no amo más;
He reído, tampoco río.


De: Donde habite el olvido, 1932-1933

Luis Cernuda tenía fama de esquivo entre los poetas, Alberti decía de él “Poeta tan grande como antipático”. Derek Harris en su libro sobre Cernuda, decía que más que antipático: “Cernuda traslada, sobre todo, una imagen de soledad” (Derek Harris: Luis Cernuda, Taurus, 1984). Ramón Gaya en cambio congenia con él al instante: “Cernuda sí, Cernuda me parece realmente simpático —Salinas ha dicho que tengo algunos puntos de contacto con él, esa antipatía ya clásica, ese silencio, hasta… ese desdén— quizás el que se parezca un poco a mí hace que nos entendamos bien y no nos encontremos esa antipatía que nos atribuyen los demás” (Ramon Gaya: Obra completa, Pre-Textos, 2.000). Ramón Gaya, que además de poeta, fue un excelente pintor, tendrá una amistad duradera con Luis.

Carlos Morla Lynch estuvo de embajador de Chile en Madrid, durante la Segunda República y la Guerra Civil, y también se dedicó a la escritura, plasmando valiosos diarios de esta época. Una noche acudieron a su casa Altolaguirre, Lorca y Rafael Martínez Nadal. Cernuda había prometido ir pero no lo hizo y Morla habló con él sin poderle convencer. Pero si acudió otro día a su casa y Morla le ofreció amistad y ayuda en los momentos de decaimiento. A Cernuda también le entusiasmó la biblioteca de Moya, porque disponía de volúmenes de literatura francesa e inglesa, tan de su agrado. A partir de ahí, Cernuda acudiría a casa de Morla con más frecuencia. Pero Cernuda atravesaba una época de total desesperanza ante la ruptura con Serafín y era difícil levantarle el ánimo. En Aprendiendo olvido, Luis relata las visitas a la casa y posterior soledad en su apartamento con el desamor recién sufrido: “Subías a la casa, entrabas en el salón (lámparas veladas, voces conocidas, piano cuyo teclado pulsaba lánguida una mano), deseando tanto la presencia como la ausencia de un ser, pretexto profundo de tu existencia entonces. Para tu obsesión amorosa era imposible la máscara; mas la trivialidad mundana, pues que debías acompasarte a ella, actuaba como una disciplina y por serlo aliviaba unos instantes el tormento de la pasión enconada, punzando hora tras hora, día tras día, allá en tu mente. Y sonreías, conversabas, ¿de qué?, ¿con quién?, como otro cualquiera, aunque dentro de poco tuvieras que encerrarte en una habitación, tendido contigo a solas en un lecho, revolviendo por la memoria los episodios de aquel amor sórdido y lamentable, sin calma para reposar la noche, sin fuerza para afrontar el día. Ello existía y te aguardaba ni siquiera fuera sino dentro de ti, adonde tú no querías mirar, como incurable mal físico que la tregua adormece sin que por eso salga de nosotros”. (Fragmento de Ocnos, 1942).

Morla Lynch, 1930, fotografo anonimo
Carlos Morla Lynch, 1930, fotógrafo anónimo

Serafín era bisexual, incluso llegó a vivir con una joven de Lugo llamada Catuxa. La relación de Cernuda con él duró aproximadamente un año. El joven sabía manipular al poeta y sacarle el dinero que necesitaba. No quería sentirse atado y los celos y el carácter posesivo del poeta, llevaron la relación a su término. Este desamor da origen a su libro Donde habite el olvido, 19321933 (Publicado en 1934). El título del libro está extraído de un verso de la Rima LXVI de Bécquer. Es un libro desesperanzador, donde el poeta se ha dado de bruces con la realidad. De ahí que su extensa obra se encuadre en la dicotomía Realidad y Deseo. Debido al desengaño amoroso el poeta desea desaparecer para desprenderse del desgarro que siente.

I

Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allá donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.

De: Donde habite el olvido, 1932-1933

Y es que Cernuda pone la mirada en Bécquer —una de sus primeras lecturas—, para inspirar los sentimientos que alberga, a semejanza de los que atravesó el poeta romántico. Con subtítulo, únicamente se encuentra el poema XIII, donde claramente alude a Serafín, que tiene nombre de arcángel. El poeta tiene en todo momento presente a su amor y se siente incapaz de desprenderse de él.

XIII

Mi arcángel


No solicito ya ese favor celeste, tu presencia;
Como incesante filo contra el pecho,
Como el recuerdo, como el llanto,
Como la vida misma vas conmigo.

Tú fluyes en mis venas, respiras en mis labios,
Te siento en mi dolor;
Bien vivo estás en mí, vives en mi amor mismo,
Aunque a veces
Pesa la luz, la soledad.

Vuelto en el lecho, como niño sin nadie frente al muro,
Contra mi cuerpo creo,
Radiante enigma, el tuyo;
No ríes así ni hieres,
No marchas ni te dejas, pero estás conmigo.

Estás conmigo como están mis ojos en el mundo,
Dueños de todo por cualquier instante;
Mas igual que ellos, al hacer la sombra, luego vuelvo.
Mendigo a quien despojan de su misma pobreza,
Al yerto infierno de donde he surgido.

De: Donde habite el olvido, 1932-1933

El poema que cierra el libro es el único que presenta título y parece estar fuera de la serie. Preanuncia su siguiente libro. Está dedicado a su amigo el poeta Bernabé Fernández-Canivell. Es un poema desolador, “La caricia es mentira, el amor es mentira, la amistad es mentira”. El poeta ha reflexionado y extraído consecuencias de su amor y desamor y como su anterior libro, se da cuenta de que la realidad es diferente a que como él creía. Entiende que es el momento de regresar a la tierra, a la naturaleza. Hay una equiparación del cuerpo a la naturaleza. El deseo tiene su origen en la tierra, por lo tanto el deseo es universal.

Los fantasmas del deseo

A Bernabé Fernández-Canivell

Yo no te conocía, tierra;
Con los ojos inertes, la mano aleteante,
Lloré todo ciego bajo tu verde sonrisa,
Aunque, alentar juvenil, sintiera a veces
Un tumulto sediento de postrarse,
Como huracán henchido aquí en el pecho;
Ignorándote, tierra mía,
Ignorando tu alentar, huracán o tumulto,
Idénticos en esta melancólica burbuja que yo soy
A quien tu voz de acero inspirara un menudo vivir.

Bien sé ahora que tú eres
Quien me dicta esta forma y este ansia;
Sé al fin que el mar esbelto,
La enamorada luz, los niños sonrientes,
No son sino tú misma;
Que los vivos, los muertos,
El placer y la pena,
La soledad, la amistad,
La miseria, el poderoso estúpido,
El hombre enamorado, el canalla,
Son tan dignos de mí como de ellos yo lo soy:
Mis brazos, tierra, son ya más anchos, ágiles,
Para llevar tu afán que nada satisface.

El amor no tiene esta o aquella forma,
No puede detenerse en criatura alguna;
Todas son por igual viles y soñadoras.

Placer que nunca muere,
Beso que nunca muere,
Sólo en ti misma encuentro, tierra mía.

Nimbos de juventud, cabellos rubios o sombríos,
Rizosos o lánguidos como una primavera,
Sobre cuerpos cobrizos, sobre radiantes cuerpos
Que tanto he amado inútilmente,
No es en vosotros donde la vida está, sino en la tierra,
En la tierra que aguarda, aguarda siempre
Con sus labios tendidos, con sus brazos abiertos.

Dejadme, dejadme abarcar, ver unos instantes
Este mundo divino que ahora es mío,
Mío como lo soy yo mismo,
Como lo fueron otros cuerpos que estrecharon mis brazos,
Como la arena, que al besarla los labios
Finge otros labios, dúctiles al deseo,
Hasta que el viento lleva sus mentirosos átomos.

Como la arena, tierra,
Como la arena misma,
La caricia es mentira, el amor es mentira, la amistad es mentira
Tú sola quedas con el deseo,
Con este deseo que aparenta ser mío y ni siquiera es mío,
Sino el deseo de todos,
Malvados, inocentes,
Enamorados o canallas.

Tierra, tierra y deseo.
Una forma perdida.

De: Donde habite el olvido, 1932-1933

Después de la ruptura, Serafín le envió una postal de felicitación por su santo, el 21 de julio de 1932: “Que seas feliz para siempre. En el día de tu santo me acuerdo de ti, como siempre me he acordado”. Cernuda siempre lo recordará y se interesará por él, preguntando a amigos. Posteriormente se encontrarían ocasionalmente, como en casa de Morla Lynch, en 1935.

Manuel Altolaguirre y Concha Méndez se casaron el 5 de junio de 1932. Firmaron como testigos Lorca, Guillén, Juan Ramón, Moreno Villa, Aleixandre, Francisco Iglesias, Morla y Cernuda. La pareja se fue de viaje de novios a Málaga y en el regreso encontraron deprimido a Luis. Le conminaron a que fuera siempre a comer con ellos. Desde entonces, se vincularía a ellos familiarmente. En octubre de 1933 se fueron a Londres y Cernuda quedó en su casa. Volvieron en junio de 1935 con su hija Paloma, nacida en marzo. Cernuda seguía con las Misiones Pedagógicas y le será muy grato proyectar cine en los pueblos donde era un arte desconocido. Cernuda también explicaba a los aldeanos, por reproducciones, los cuadros de los grandes maestros. También participaba activamente en guiñoles.

Los principios de inestabilidad en la Segunda República se producen en enero de 1933 con la matanza de Casas Viejas. Según se rumoreaba, Azaña había dado la orden a la Guardia Civil de reprimir el alzamiento de los anarquistas, produciéndose una matanza. También en enero Altolaguirre publica una antología de Luis Cernuda, La invitación a la poesía en la que se recogen 19 poemas de la etapa surrealista. En marzo de 1933 fallece nada más nacer el hijo de Concha y Manuel y Cernuda les dedicó un poema cuya primera estrofa decía: “Eras tierno deseo, nube insinuante, / Vivías con el aire entre cuerpos amigos, / Alentabas sin forma, sonreías sin voz, / Dejo inspirado de invisible espíritu”. (Donde habite el olvido, 1932-1933). Cernuda comenzó a frecuentar la casa de su hermana Ana. Su sobrino, Ángel María Yanguas recordaba sus visitas y cómo les contaba las películas que iba viendo en Chueca. Trabajará como encargado del servicio de Biblioteca para aumentar los escasos ingresos, además de proseguir las visitas a ciudades con las Misiones Pedagógicas. En el verano de 1933 viaja a Málaga con Prados y Fernández-Canivell. Coinciden con los hermanos Carmona y se enamora de Gerardo Carmona. Pero Gerardo Carmona, cerca del fin del verano, afectado de una enfermedad pulmonar tuvo que trasladarse a un sanatorio de Cercedilla.

Cernuda con los hermanos Carmona. Archivo de la Residencia de Estudiantes Madrid
Darío Carmona, izquierda, Cernuda y Gerardo Carmona, dcha., Málaga, 1933 © Residencia de Estudiantes

Recordará Luis aquellos momentos vividos en el verano , en el poema Elegía anticipada, del que extraigo unas estrofas: “Al alba el mar pulía vuestros cuerpos, / Puros aún, como de piedra oscura; / La música a la noche acariciaba / Vuestras almas debajo de aquel chopo. / No fue breve esa dicha. ¿Quién pretende Que la dicha se mida por el tiempo? / Libres vosotros del espacio humano, / Del tiempo quebrantasteis las prisiones. / El recuerdo por eso vuelve hoy Al cementerio aquel, al mar, la roca / En la costa del sur: el hombre quiere / Caer donde el amor fue suyo un día”. (Como quien espera el alba, 1941-1944)

También en El Estío recuerda el verano entre Málaga y Torremolinos y en El amante, rememora el enamoramiento, reproduzco el primer fragmento: “La noche de agosto confundía el mar y el cielo negros en una misma vastedad, de la que se apartaba, tal el principio de un mundo increado, la línea grisácea de la playa. Por ella, desnudo bajo el ropaje blanco, andaba yo a solas, aunque los amigos, nadando mar adentro, me llamaban para que les siguiese. Y entre todas sus voces yo distinguí una fresca y pura”. (Ocnos, 1942)

Luis consigue accésit en el Premio Nacional de Poesía de 1933, que ganó Aleixandre con La destrucción o el amor. Sin menoscabo del excelente libro de Vicente, éste le había enviado anteriormente el libro a Damaso Alonso, quien después sería jurado.

Cernuda está comprometido con el momento político y escribe en Octubre, revista fundada por Alberti. Destaco esta frase: “Es necesario acabar, destruir la sociedad caduca en la que la vida actual se debate aprisionada”.

Cernuda en La Torre del Oro, Sevilla, 1934
Cernuda con La Torre del Oro al fondo, Sevilla, 1934 © Residencia de Estudiantes

Es publicado por Signo en 1934, Donde habite el olvido. Además de volver a aparecer en la Antología de Gerardo Diego con nuevos versos, se incluyen poemas suyos en la revista 1616, que editan en Londres Altolaguirre y Méndez, y que al parecer está siendo muy apreciada.

En 1935, en el Lyceum Club Femenino de Madrid, lee poemas suyos. A su lectura asisten entre otras, Concha de Albornoz y Rosa Chacel. Visita a Juan Ramón Jiménez y le lleva un ejemplar de su reciente libro. Se siente un poco agotado con las Misiones Pedagógicas y para ganar un poco de dinero, las sustituye con conferencias, como una que dará en Alicante sobre Bécquer, que aparecerá en la revista Cruz y Raya.

El filósofo, traductor y escritor alemán Hans Gebser, conocido como Jean Gebser, se había trasladado a España y tradujo con Cernuda a Hölderlin y a Novalis. Preparó junto a Roy Hewin una antología contemporánea donde incluyó a Cernuda. Se publicaría en Alemania en 1936. Gracias a Gebser, Cernuda estudió la poesía de Hölderlin, que influenciará el libro que está escribiendo, Invocaciones a las gracias del mundo, que en la tercera edición de La Realidad y el deseo acortará a Invocaciones, 19341935. Por vez primera desarrolla algunos poemas extensos, en los que predomina la exaltación del amor y donde cobran importancia la mitología, la naturaleza y la soledad, como en No es nada, es un suspiro, uno de sus poemas más cortos.

No es nada, es un suspiro

No es nada, es un suspiro,
Pero nunca sació nadie esa nada
Ni nadie supo nunca de qué alta roca nace.

Ni puedes tú saberlo, tú que eres
Nuestro afán, nuestro amor,
Nuestra angustia de hombres;
Palabra que creamos
En horas de dolor solitario.

Un suspiro no es nada,
Como tampoco es nada
El viento entre los chopos,
La bruma sobre el mar
O ese impulso que guía
Un cuerpo hacia otro cuerpo.

Nada mi fe, mi llama,
Ni este vivir oscuro que la lleva;
Su latido o su ardor
No son sino un suspiro,
Aire triste o risueño
Con el viento que escapa.

Sombra, si tú lo sabes, dime;
Deja el hondo fluir
Libre sobre su margen invisible,
Acuérdate del hombre que suspira
Antes de que la luz vele su muerte,
Vuelto él también latir de aire,
Suspiro entre tus manos poderosas.

De: Invocaciones, 1934-1935

Algunos poemas se publicarían en revistas y en libro se integraría con la Realidad y el deseo, en 1936. Cernuda con posterioridad afirmó que apreciaba cierta ampulosidad, sobre todo en los primeros poemas que había escrito del libro.

El poeta inglés Stanley Richardson que había colaborado en la revista de Altolaguirre, 1616, acude a una tertulia de Lynch y se hace amigo de Lorca y Cernuda. Aunque no permanecerá mucho tiempo, parece que hubo un enamoramiento con Cernuda. En el borrador de Por unos tulipanes amarillos, el poema estaba dedicado a Stanley —después suprimiría la dedicatoria, y en estas estrofas deja constancia de su fugaz idilio: “Cuando a mí vino, alegre mensaje de algún dios, / No sé qué aroma joven, / Hálito henchido de tibieza prematura” “Tendido en la yacija del mortal más sombrío / Tuve tus alas, rubio mensajero, / En transporte de ternura y rencor entremezclado; / Y mordí duramente la verdad del amor, para que no / pasara / Y palpitara fija / En la memoria de alguien, / Amante, dios o la muerte en su día / Arrastrado en ráfaga, /Al cobrar pie entre los mirtos misteriosos / Que sustentan la tierra con su terco alimento de sombras, / El claro visitante ya no estaba, / Sólo una ligera embriaguez por la casa vacía.”. (Versos de Invocaciones, 1934-1935).

Stanley Richardson, Residencia de Estudiantes
Stanley Richardson © Residencia de Estudiantes

Stanley escribió un artículo sobre Cernuda comparándole con Yeats, en 1935. Tendrá un papel decisivo para la salida de España de Cernuda durante la Guerra Civil. Richardson falleció el 8 de marzo de 1941 por un ataque aéreo alemán al hotel Ritz de Londres, en el que se encontraba. Cernuda le dedicaría la elegía, Otros tulipanes amarillos, en 1942. Rosa Chacel en 1938 en el poema Los marineros, incluía en la dedicatoria, “Para Luis y Stanley”: “Ellos son los que viven sin nacer a la tierra: / no les sigáis con vuestros ojos, / vuestra mirada dura, nutrida de firmezas, / cae a sus pies como impotente llanto. / Ellos son los que viven en el líquido olvido, / oyendo sólo el corazón materno que les mece, / el pulso de la calma o la borrasca / como el misterio o canto de un ámbito entrañable”. (Rosa Chacel, París, 1938).

Un día de 1935, Luis recibe un aviso de que su hermana Amparo se encuentra con el ama Rosalía en un pensión de Madrid. Parece atravesar una crisis nerviosa. El poeta se las llevará a las dos a su casa de la calle Viriato. Allí permanecerán hasta que el poeta se vaya a Inglaterra. Su hermana tendrá algún episodio de alteración mental, como cuando comenzó a recortar fotos de los libros del poeta, por considerarlas inmorales. Luis cerca del fin del año visita Alba de Tormes conde ve los restos de Santa Teresa de Jesús. Lo reflejará en Santa (Ocnos, 1942)

En 1936 se publica La realidad y el deseo, en Ediciones del Árbol, de Cruz y Raya. El 19 de abril se ofrece un homenaje a Luis Cernuda en el café restaurante Casa Rojo (hoy Los Galayos), con motivo de la aparición del libro. Se encuentran prácticamente todos los poetas y poetisas de la Generación del 27, además de Neruda y su mujer.

Generación 27
De pie, de izq. a dcha., Aleixandre, Lorca, Salinas, Alberti, Neruda, Bergamín, Altolaguirre y Mª Teresa León. Sentados, de izq. a dcha., Eugenio Imaz, Vicente Salas, Elena Cortesina, Manuel Fontanals, Santiago Ontañón, Mª Antonieta Agenaar, Concha Méndez, Cernuda, Encarna López, Júlvez La Argentinita y Enrique Moreno Baez © Cafe Rojo-Los Galayos

Lorca pronunció unas emotivas palabras que Cernuda agradecerá y nunca olvidará. Dos días después quedaron en casa de Altolaguirre para un segundo homenaje, donde Lorca volvió a elogiar la obra de Cernuda. Concha Méndez soñó por la noche que mataban a Lorca y al encontrarse con la criada, ella manifestó lo mismo. Fueron premoniciones de lo que tristemente sucedería después.

Luis vivía una planta por encima de los Altolaguirre y Gil-Albert lo visitó, charlando animadamente ambos. El poeta alicantino destacaba la distancia que guardaba Cernuda y el mayor gusto en la conversación sobre temas mundanos más que de los literarios. Se reunió a comer en varias ocasiones en casa de los Altolaguirre con Luis y vio como el poeta sevillano tenía ocurrencias simpáticas surrealistas.

El 10 de mayo Azaña es proclamado presidente de la República.

Cernuda en sus escritos dejó constancia que iba a verse unos días después con Lorca, pero éste ya no acudió. Concha Méndez recordaba que el día que se fue hacia Granada estuvo muy triste en su casa.

El 13 de julio es asesinado Calvo Sotelo. Justo el mismo día Álvaro de Albornoz es nombrado embajador en París. Junto a él se encuentran Cernuda y su hija Concha de Albornoz como secretarios suyos. Mientras, en España, la violencia cada vez es más generalizada y el 18 de julio de 1936 se produce el alzamiento militar.

Parece que se produce un alejamiento con Concha Méndez. Por lo visto, Luis le había pedido unas maletas a Concha para llevar a París. Tenía dos juegos, uno fino y otro más corriente que prestó al poeta, detalle que le molestó tanto que apenas mantuvo comunicación con ella, salvo en 1939.

Cernuda se adhiere en un manifiesto a la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura, publicado en el numero 2 de Verdad (1 de agosto de 1936). A pesar del turbulento momento que atraviesa España, el poeta desde su puesto diplomática puede disfrutar de los paseos, los museos, el cine, el teatro, la música, la visita sentimental a la casa de Baudelaire o el ojeo de libros en librerías. En una de ellas divisa un tesoro y lo adquiere, se trata de Antología griega (Antología palatina), en edición bilingüe francés y griego, que tendrá influencia en su poesía: “Antes de comenzar la guerra estaba yo para marchar a París, como secretario del embajador don Álvaro de Albornoz, además de su otro secretario, que era su hija, mi amiga Concha de Albornoz. Los acontecimientos precipitaron mi marcha y, no sin alguna posibilidad de que me ocurriera un lance que pudo poner término a mi viaje y a mi existencia, cosa entonces frecuente, llegué a París, donde estuve desde julio a septiembre. Entre los libros que compré entonces estaba la Antología Griega, texto griego y traducción francesa, editada en la colección Guillaume Budé. Menciono su adquisición porque esos breves poemas, en su concisión maravillosa y penetrante, fueron siempre estímulo y ejemplo para mí”. (Historial de un libro, 1958)

El 18 o 19 de agosto se produce el fusilamiento de Lorca por los franquistas y el 22, de José María Hinojosa y Luis, hermano de Altolaguirre, por los republicanos. Manuel le dedicará un emotivo poema: “Mi hermano Luis / me besaba dudando / en los andenes de las estaciones. / Me esperaba siempre / o me acompañaba para despedirme. // Y ahora, / cuando se me ha marchado no sé adonde, / no llegué a tiempo, / no había nadie. / Ni siquiera el eco más remoto, / ni siquiera una sombra, / ni mi reflejo sobre las blancas nubes. // Este cielo es demasiado grande. / ¿Dónde estarán los hijos de mi hermano? / ¿Por qué no están aquí? / Yo iría con ellos / entre cosas reales. / Tal vez pudieran darme su retrato. / Yo no quiero que estén en una alcoba / con trajes negros. / Mejor será que corran junto al río, / que corran entre flores sin mirarlas, / que nunca se detengan / como yo estoy, parado / tan al borde del mar y de la muerte”. (Mi hermano Luis, Manuel Altolaguirre)

Su otro hermano, Federico, militar y amigo de Franco sería fusilado meses después.

Cernuda dedicaría el poema A un poeta muerto a Lorca, en el libro Las nubes de 1937, cuya primera estrofa dice así: “Así como en la roca nunca vemos / La clara flor abrirse, / Entre un pueblo hosco y duro / No brilla hermosamente / El fresco y alto ornato de la vida. / Por esto te mataron, porque eras / Verdor en nuestra tierra árida / Y azul en nuestro oscuro aire”. Le censuraron el poema las autoridades republicanas, suprimiendo la siguiente estrofa, “Aquí la primavera luce ahora. / Mira los radiantes mancebos / Que vivo tanto amaste / Efímeros pasar juntos al fulgor del mar. / Desnudos cuerpos bellos que se llevan / Tras de sí los deseos / Con su exquisita forma, y sólo encierran / Amargo zumo, que no alberga su espíritu / Un destello de amor ni de alto pensamiento”. Fue el primero de los hechos que disgustaron a Luis, por la pacatería que también existía en el bando republicano.

El 19 de septiembre Albornoz dimite y con su hija y Cernuda, regresan a España. El 26 de octubre Cernuda es reclutado en el bando republicano. No se tiene certeza, pero parece ser que el poeta no llegó a entrar en combate directo. El mono azul y Mundo obrero publican un manifiesto contra el fascismo, donde se incluye Cernuda con los poetas del 27, además de Antonio Machado y otros intelectuales. El poeta se interesa por Leopardi, leyendo lo que se puede conseguir.

A Valencia se están trasladando los intelectuales y Cernuda lo hará en julio de 1937, donde Concha Albornoz le tenía un trabajo. Se alojó en el hotel Faro, preparado por la autoridades republicanas. Sus maletas las dejó en casa de Gil-Albert, con el que se reuniría a menudo. Un joven pintor, Víctor Cortezo, se encontraba allí y charlaban a menudo, entre otros temas, de literatura francesa. El SIM, Servicio de Inteligencia republicano, le encontró una biblia y lo arrestó. Tuvo suerte y un amigo lo liberó, pero Cernuda que no estaba afiliado a ningún partido y se encontraba temeroso de que lo apresaran a él. Escribirá un poema sobre ello en Desolación de la Quimera, Amigos: Víctor Cortezo, dejo unos versos: “A diario, en el hotelucho / En que ambos parabais, / Oías a medianoche / El ascensor, subiendo / Al piso donde algún sacripante del Partido / Subía por nueva víctima”.

Y el temor del poeta se cumple, porque Concha Albornoz también sufre persecución y junto a ella, Luis y Gil-Albert son detenidos e interrogados. Da la casualidad que se encontraba una autoridad que conocía a Concha y pudieron ser liberados. La censura que había sufrido su poema sobre Lorca y otro poema anterior, más estos desagradables incidentes, tuvieron como consecuencia un alejamiento de la política más radical. Aunque colaborará en El mono azul, Hora de España y Nueva cultura, guardará sus distancias. Luis apoyaba la república, pero era contrario a las purgas estalinistas que se estaban produciendo.

Siempre que podían acudían Luis y los amigos a la playa de La Malvarrosa y hay una foto donde aparecen alegres y despreocupados, ajenos al amenazador futuro de España.

La Malvarrosa 1937
De izq. a dcha., Vitín Cortezo, Blanca Pelegrín, Luis Cernuda, Carmen García Lasgoity, Manuel Altolaguirre y Carmen García Antón, La Malvarrosa, Valencia, 1937 © Walter Reuter

Sigue componiendo poemas entre septiembre y el 4 o 5 de octubre, que llega a Madrid. Soñando con la muerte es uno de los poemas que compondrá por estas fechas y formará parte de Las nubes como el dedicado a Lorca—, y se integrará en la segunda edición de La realidad y el deseo, que ya no podrá publicarse en España, sino en México en 1940. Es un poema desesperanzador, con un poeta reflexivo y crítico que nos habla con pesimismo de los horrores de la guerra, la juventud perdida y con la muerte como tema principal.

Soñando la muerte

Como una blanca rosa
Cuyo halo en lo oscuro los ojos no perciben;
Como un blanco deseo
Que ante el amor caído invisible se alzara;
Como una blanca llama
Que en aire torna siempre la mentira del cuerpo,
Por el día solitario y la noche callada
Pasas tú, sombra eterna,
Con un dedo en los labios.

Vas en la blanca nube que orlándose de fuego
De un dios es ya el ala transparente;
En la blanca ladera, por el valle
Donde velan, verdes lebreles místicos, los chopos;
En la blanca figura de los hombres,
De vivir olvidados con su sueño y locura;
En todo pasas tú, sombra enigmática,
Y quedamente suenas
Tal un agua a esta fiebre de la vida.

Cuando la blanca juventud miro caída,
Manchada y rota entre las grises horas;
Cuando la blanca verdad veo traicionada
Por manos ambiciosas y bocas elocuentes;
Cuando la blanca inspiración siento perdida
Ante los duros siglos en el dolor pasados,
Sólo en ti creo entonces, vasta sombra,
Tras los sombríos mirtos de tu pórtico
Única realidad clara del mundo.

De: Las nubes, 1937-1940

En el palacio de Heredia Spínola, Cernuda ocupa una pequeña habitación. En la planta baja también se encuentran Alberti y María Teresa León, con los que se encontrará a menudo.

Cernuda había sido invitado para ir como lector a Oslo, pero lo desestimó. En cambio sí acepta impartir unas conferencias en Londres, que Richardson le ofrece junto a un pasaporte que le había conseguido del Gobierno de Barcelona, sin tener conocimiento el poeta. En Barcelona, con el pasaporte conseguido, parte junto a Bernabé Fernández-Canivell, cruzando la frontera con Francia el 14 de febrero de 1938. Lleva consigo escasas pertenencias y los borradores de algunos de sus últimos poemas. En un principio tiene pensado permanecer en Inglaterra dos meses, y en un intento de regresar a España, el avance rebelde aconsejó lo contrario y Cernuda no retornará a España ni en tiempos más apaciguados, aunque sí de dictadura.

En la siguiente parte continúo con la vida y la obra del poeta a partir de su salida de España, que si bien al principio no se podía considerar exilio porque pensaba regresar en dos meses, terminó siéndolo debido al rumbo que tomó la Guerra Civil, contrario a los intereses del poeta.

Referencias Bibliográficas:

Antonio Rivero Taravillo “Luis Cernuda, Biografía. Años españoles (1902-1938)”, Editorial Tusquets, 2008 .

Años españoles

Libro imprescindible para conocer la vida del poeta. Taravillo se muestra exhaustivo y minucioso para transmitirnos desde todos los prismas posibles, el devenir de Luis Cernuda. Nos incluye fragmentos de sus libros y testimonios de personas que conocieron directamente a Cernuda, así como documentos relacionados con su vida o su obra. Adjunta además un apartado de fotografías relacionadas con el poeta. Dividido en dos partes, la primera, que es la que indico aquí, abarcaría los años españoles, es decir, desde su nacimiento en 1902, hasta la salida de España hacia Inglaterra el 14 de febrero de 1938.

Luis Cernuda “Antología”, Edición de José María Capote Benot, Editorial Cátedra, Edición de 2022 .

antologia

Si sólo te quieres comprar un libro sobre la poesía de Luis Cernuda, aconsejaría la Antología de Cátedra. José María Capote nos introduce convenientemente sobre la obra del poeta para luego realizar una selección perfecta de sus principales poemas a lo largo de todas las obras.

Luis Cernuda “La realidad y el deseo”, Prólogo de Antonio Rivero Taravillo, Editorial Alianza, Edición de 2018 .

La realidad y el deseo

El libro de Alianza comprende íntegramente La realidad y el deseo, es decir, los libros de poesía entre 1924 y 1962. Otro aliciente es el añadido de Historial de un libro, donde Cernuda cuenta pormenorizadamente el proceso de escritura de todos los libros. Incluye además un prólogo del gran conocedor de su obra, Antonio Rivero Taravillo.

Luis Cernuda “Ocnos – Variaciones sobre tema mexicano”, Edición de Jenaro Talens, Editorial Cátedra, Edición de 2020 .

Ocnos

Se integran en esta edición de Cátedra, por un lado, los poemas en prosa de Ocnos (1942), donde Luis, desde Glasgow, con nostalgia, rememora su infancia idealizada de Sevilla; por otro, Variaciones sobre tema mexicano (1952), en el que Luis al conocer México en 1949 y escuchar la lengua española, siente nuevamente la atracción de su tierra de origen. Como en Ocnos, sus impresiones están relatadas en poemas en prosa. Es de destacar también, la introducción de Jenaro Talens.

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