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Luis Cernuda. Destierro y búsqueda del tiempo perdido II/II • Monográfico •

En el artículo anterior , dejábamos al poeta cruzando la frontera con Francia el 14 de febrero de 1938. A París llega junto a Fernández Canivell, un día más tarde. Para viajar a Inglaterra, sin apenas fondos, tiene que pedirle dinero a su amigo. Cernuda se reúne en Londres con Stanley Richardson, quien le había conseguido unas conferencias y el pasaporte, nada fácil, teniendo en cuenta que un Aleixandre enfermo no lo logró pese a todos los esfuerzos diplomáticos.

Una vez en Londres, Luis visita a Rafael Martínez Nadal, que se encuentra de lector en el King’s College. Nadal recuerda al poeta con el libro de Gide, Regreso de la U.R.S.S.. Luis acudiría a cenar a menudo en su casa. Coincidió también con el pintor Gregorio Prieto al que conocía de casa de los Albornoz.

La estancia al principio en Londres no satisface al poeta, porque Stanley lo único que pretendió fue sacarlo de España. Le consigue un alojamiento en casa de un matrimonio conocido y un trabajo que le reporta escasos recursos económicos, como preceptor en una residencia de niños vascos huidos de la guerra. Esa desazón que el poeta sintió en Inglaterra, unida a la nostalgia de España, la expresa en Impresión de destierro, poema descorazonador donde el hombre silencioso, casi una sombra de sí mismo, es el propio poeta. Pertenece a Las Nubes, libro que se encuentra escribiendo.

Impresión de destierro

Fue la pasada primavera,
Hace ahora casi un año,
En un salón del viejo Temple, en Londres,
Con viejos muebles. Las ventanas daban,
Tras edificios viejos, a lo lejos,
Entre la hierba el gris relámpago del río.
Todo era gris y estaba fatigado
Igual que el iris de una perla enferma.

Eran señores viejos, viejas damas,
En los sombreros plumas polvorientas;
Un susurro de voces allá por los rincones,
Junto a mesas con tulipanes amarillos,
Retratos de familia y teteras vacías.
La sombra que caía
Con un olor a gato,
Despertaba ruidos en cocinas.

Un hombre silencioso estaba
Cerca de mí. Veía
La sombra de su largo perfil algunas veces
Asomarse abstraído al borde de la taza,
Con la misma fatiga
Del muerto que volviera
Desde la tumba a una fiesta mundana.

En los labios de alguno,
Allá por los rincones
Donde los viejos juntos susurraban,
Densa como una lágrima cayendo,
Brotó de pronto una palabra: España.
Un cansancio sin nombre
Rodaba en mi cabeza.
Encendieron las luces. Nos marchamos.

Tras largas escaleras casi a oscuras
Me hallé luego en la calle,
Y a mi lado, al volverme,
Vi otra vez a aquel hombre silencioso,
Que habló indistinto algo
Con acento extranjero,
Un acento de niño en voz envejecida.

Andando me seguía
Como si fuera bajo un peso invisible,
Arrastrando la losa de su tumba;
Mas luego se detuvo.
«¿España?», dijo. «Un nombre.
España ha muerto.» Había
Una súbita esquina en la calleja.
Le vi borrarse entre la sombra húmeda.

De: Las nubes, 1937-1940

Cernuda no se aclimata a Inglaterra y viaja a París en junio de 1938. Se hospeda en el Barrio Latino, en el hotel Médicis, donde se alojaban Chacel y otros refugiados españoles, entre ellos Alfredo Rodríguez Orgaz, amigo de Cernuda y Lorca. Baraja la idea de ir a Grecia, donde se encuentra Concha de Albornoz, pero la deshecha. Durante este tiempo, escribe el poema La fuente, dedicado a la fuente de Médicis de los jardines de Luxemburgo, que el poeta frecuenta. Escribe la serie, Resaca en Sansueña, con recuerdo hacia España, con reminiscencias machadianas y Atardecer en la catedral, que junto a La visita de Dios, tiene referencias a Dios, quizás por influencia de las lecturas que está haciendo de Unamuno. Le envía algunos de los últimos poemas, incluido el de Lorca sin censura, a Edward Sarmiento, catedrático de literatura en Sheffield, quien los traduce y devuelve a Cernuda para revisar. El fin es publicarlo en The Criterion, revista que dirige Eliot, pero son rehusados.

Stanley le consigue un puesto de ayudante del profesor de español para el curso siguiente en la Cranleigh School. De vuelta a Inglaterra, sin dinero, se aloja a petición de la madre de Nadal, con ellos. El 20 de septiembre comienza como profesor y se aloja en un edificio cercano al centro escolar. Imparte conferencias, entre ellas una de Bécquer, para aumentar los ingresos. Todavía no ha olvidado a Serafín y pensando en él, escribe en diciembre de 1938, Tristeza del recuerdo, donde manifiesta la imposibilidad de olvido y evoca el deseo sentido, para en el despertar del sueño, toparse de nuevo con la dura realidad.

Tristeza del recuerdo

Por las esquinas vagas de los sueños,
Alta la madrugada, fue conmigo
Tu imagen bien amada, como un día
En tiempos idos, cuando Dios lo quiso.

Agua ha pasado por el río abajo,
Hojas verdes perdidas llevó el viento
Desde que nuestras sombras vieron quedas
Su afán borrarse con el sol traspuesto.

Hermosa era aquella llama, breve
Como todo lo hermoso: luz y ocaso.
Vino la noche honda, y sus cenizas
Guardaron el desvelo de los astros.

Tal jugador febril ante una carta,
Un alma solitaria fue la apuesta
Arriesgada y perdida en nuestro encuentro;
El cuerpo entre los hombres quedó en pena.

¿Quién dice que se olvida? No hay olvido.
Mira a través de esta pared de hielo
Ir esa sombra hacia la lejanía
Sin el nimbo radiante del deseo.

Todo tiene su precio. Yo he pagado
El mío por aquella antigua gracia;
Y así despierto, hallando tras mi sueño
Un lecho solo, afuera yerta el alba.

De: Las nubes, 1937-1940

También compone el extenso poema Lázaro, donde el poema proclama un nuevo renacer. Sus últimos versos dicen así: “Sé que el lirio del campo, / Tras de su humilde oscuridad en tantas noches / Con larga espera bajo tierra, / Del tallo verde erguido a la corola alba / Irrumpe un día en gloria triunfante”. En el otoño y en un ambiente prebélico, escribe en Historial de un libro, “En Cranleigh, durante los meses de otoño que allí estuve, mientras Inglaterra y el mundo atravesaban la crisis que culminó en la visita de Chamberlain a Hitler, cierta calma melancólica fue invadiéndome, y apareciendo en los versos escritos entonces, después de la tormenta de la guerra civil. «Lázaro», una de mis composiciones preferidas, quiso expresar aquella sorpresa desencantada, como si, tras de morir, volviese otra vez a la vida”.

Luis en Londres mira todo con ojos bien abiertos y entre visitas a iglesias, museos y algún pub, donde el poeta se tomaba media pinta, le pedía a Martínez Nadal que lo llevara a tiendas de ropa, donde se extasiaba con los trajes allí expuestos.

Gregorio Prieto dibuja un retrato de su amigo Luis Cernuda, y recuerda sus paseos con él y su particular carácter: “Un estado de ánimo especial le hacía no encontrarse bien en ninguna parte, prisionero siempre de una especial neurastenia que le hacía sufrir horriblemente, y amargárselo todo era su lema, sacrificando así su felicidad material en aras de una personal poesía áspera, tierna y eterna. Recuerdo que paseando por Oxford y haciéndole yo admirar el esplendoroso sol de aquel día, la arboleda de frescos verdes y el césped, cuajado de flores, sólo el reparaba en el olor y la visión de las “plastas” de las vacas y toros”. (Gregorio Prieto, Recuerdos de Luis Cernuda, Ínsula, Nº 207)

Retrato de Luis Cernuda 1939 Gregorio Prieto
Retrato de Luis Cernuda, 1939, por Gregorio Prieto © Museo Gregorio Prieto

William C. Atkinson, catedrático de español en la Universidad de Glasgow, le consigue un puesto de lector y allí se encamina en enero de 1939. Visita un gran lago cercano y también Edimburgo. Lee a Defoe y a Poe.

Se produce un éxodo republicano en España y entre sus amigos, en marzo de 1939 los Altolaguirre emigran a México, Concha de Albornoz y familia a Cuba en mayo y Ramón Gaya y Gil-Albert también a México en junio de 1939.

El 1 de septiembre de 1939 estalla la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Polonia por Alemania. Luis Cernuda se encuentra triste por los acontecimientos y por su escasa aclimatación en Glasgow, ciudad fría y lluviosa. En el mismo septiembre evoca el Alcázar sevillano en el bello poema Jardín antiguo, donde también proyecta el deseo que sentía en su juventud, ahora ya perdida: “Sentir otra vez, como entonces, / La espina aguda del deseo, / Mientras la juventud pasada / Vuelve. Sueño de un dios sin tiempo”. (Última estrofa de Jardín antiguo, Las nubes, 1937-40)

Imparte una serie de conferencias, entre ellas, una de Unamuno en Cambridge, pasando y regresando por Londres a casa de los Nadal. Parece encontrarse más animado.

Sigue componiendo poemas para completar Las nubes. En primavera de 1940 escribe los últimos poemas, entre ellos, el reconocido Un español habla de su tierra. Emplea la copla en heptasílabos con rima asonante. Consumada la derrota republicana, los vencedores rebeldes, “Caínes sempiternos”, al poeta le han despojado de todo abocándole a un exilio forzoso que le obliga a vivir de recuerdos en una larga espera por un cambio, que de producirse piensa que seguramente él ya estará muerto. (Así verdaderamente sucedió cuando comenzó la democracia en España).

Un español habla de su tierra

Las playas, parameras
Al rubio sol durmiendo,
Los oteros, las vegas
En paz, a solas, lejos;

Los castillos, ermitas,
Cortijos y conventos,
La vida con la historia,
Tan dulces al recuerdo,

Ellos, los vencedores
Caínes sempiternos,
De todo me arrancaron.
Me dejan el destierro.

Una mano divina
Tu tierra alzó en mi cuerpo
Y allí la voz dispuso
Que hablase tu silencio.

Contigo solo estaba,
En ti sola creyendo;
Pensar tu nombre ahora
Envenena mis sueños.

Amargos son los días
De la vida, viviendo
Sólo una larga espera
A fuerza de recuerdos.

Un día, tú ya libre
De la mentira de ellos,
Me buscarás. Entonces
¿Qué ha de decir un muerto?

De: Las nubes, 1937-1940

Sigue con Gide y lee a Gógol, Dostoievski, Tolstói, Baudelaire. Se impregna de los poetas ingleses, Coleridge, Browning, Wordsworth. Lee y traduce a William Blake, W. Butler Yeats y John Keats. Estas traducciones se publicarán en la revista Romance mexicana en junio de 1940. Las lecturas de Shakespeare lo deslumbran.

Leerá también a T. S. Eliot e incluso acudirá a una conferencia suya, pero manifiesta un rechazo a su persona, no así a su obra.

Comienza a escribir Ocnos (En la primera parte desplegué varios de los poemas en prosa del libro). Obra singular al estar escritos como poemas en prosa, los precedentes de la poesía española se remontan tímidamente a Bécquer y a Juan Ramón Jiménez, pero con mayor libertad creativa en Luis Cernuda. Constituirá un referente para las nuevas generaciones de poetas. Blas de Otero, por ejemplo, tendrá cierta influencia de Cernuda . El niño inocente Albanio, trasunto del poeta, es quien protagoniza los poemas. Es un libro nostálgico sobre los recuerdos de su infancia y juventud. El poeta quiere olvidarse un poco de la fría y húmeda Glasgow y rememora sus tiempos sevillanos. Incluyo ahora La poesía, donde relata el poeta cómo el niño sevillano escuchaba la música cercana en el patio y vislumbraba un mundo de sensaciones nuevas y otra realidad distinta, embrión de la poesía que llegaría más tarde.

La poesía

En ocasiones, raramente, solía encenderse el salón al atardecer, y el sonido del piano llenaba la casa, acogiéndome cuando yo llegaba al pie de la escalera de mármol hueca y resonante, mientras el resplandor vago de la luz que se deslizaba allá arriba en la galería, me aparecía como un cuerpo impalpable, cálido y dorado, cuya alma fuese la música.

¿Era la música? ¿Era lo inusitado? Ambas sensaciones, la de la música y la de lo inusitado, se unían dejando en mí una huella que el tiempo no ha podido borrar. Entreví entonces la existencia de una realidad diferente de la percibida a diario, y ya oscuramente sentía cómo no bastaba a esa otra realidad el ser diferente, sino que algo alado y divino debía acompañarla y aureolarla, tal el nimbo trémulo que rodea un punto luminoso.

Así, en el sueño inconsciente del alma infantil, apareció ya el poder mágico que consuela de la vida, y desde entonces así lo veo flotar ante mis ojos: tal aquel resplandor vago que yo veía dibujarse en la oscuridad, sacudiendo con su ala palpitante las notas cristalinas y puras de la melodía.

De: Ocnos, 1942

Tiene posibilidad de trabajar en Cuba pero la rechaza, porque se enamora de un alumno escocés. Al final de 1940 José Bergamín en México publica la segunda edición de La realidad y el deseo, incluyendo Las nubes.

Muere el 8 de marzo de 1941 el poeta y amigo de Luis al que debía su salida de España, Stanley Richardson, por un ataque de la Luftwaffe al hotel Ritz. Luis le dedicaría Por unos tulipanes amarillos (ver la parte primera), y más tarde Otros tulipanes amarillos.

En ese mes se intensificaron los bombardeos alemanes y en Glasgow hubo un buen número de muertos. La zona donde residía Cernuda fue menos afectada. Escribe en mayo de 1941 Escrito en el agua (ver fragmento en la parte I), que suprimirá de la segunda y tercera edición de Ocnos. Veranea en Oxford y compra y lee libros de poesía. Frecuenta a Salvador de Madariaga y familia. También en Oxford comienza a escribir Como quien espera el alba. Ya en el título el autor deja traslucir una espera del fin de la guerra y de un cambio más favorable en su situación de exiliado. Este periodo gris en su vida, paradójicamente es su etapa más creativa. Lee La Biblia y a Kierkegaard y esas influencias se apreciarán en el libro, dominado por un pensamiento reflexivo, empleando la segunda persona, como ya lo venía haciendo en Ocnos e incluyendo el monólogo interior en algunos poemas. El tema de la muerte también está presente en poemas como El cementerio.

El cementerio

En torno de la iglesia esparce el cementerio
Sus tumbas viejas, caídas en la hierba
Como lebrel cansado ante los pies del dueño,
Y tras su tapia va la calleja solitaria.

Hay un fulgor aún tras del pino señero
Sobre las losas, adonde los pájaros regresan
Al cobijo nocturno, y un mirlo todavía
Canta. Pero la luz se queda enamorada.

Como un óleo de paz, luz, música y aroma
Traspasan esta hierba, bajo la cual el sueño
De amigos invisibles, que vivieron sus días
Antes que tú, acaso en un recuerdo se despierte.

Ése es todo el paisaje, cuando aquí en la ventana,
Junto al ramo de lilas, mientras la noche viene
Por el aire celeste, mojado y luminoso,
Escuchando al piano dejas ponerse el día.

Piensas entonces cercana la frontera
Donde unida está ya con la muerte la vida,
Y adivinas los cuerpos iguales a simiente,
Que sólo ha de vivir si muere en tierra oscura.

De: Como quien espera el alba, 1941-1944

Su poema A un poeta futuro es toda una declaración de intenciones. Por su extensión sólo extraigo una estrofa, aconsejando leer completo en la Antología de Cátedra o en Alianza. El poeta en su sinceridad sabe que se siente incomprendido, mas su única intención es llegar y perdurar a través de la palabra emocionada de sus poemas: “Ahora, cuando me catalogan ya los hombres / Bajo sus clasificaciones y sus fechas, / Disgusto a unos por frío y a los otros por raro, / Y en mi temblor humano hallan reminiscencias / Muertas. Nunca han de comprender que si mi lengua / El mundo cantó un día, fue amor quien la inspiraba. / Yo no podré decirte cuánto llevo luchando / Para que mi palabra no se muera / Silenciosa conmigo, y vaya como un eco / A ti, como tormenta que ha pasado / Y un son vago recuerda por el aire tranquilo”. (Como quien espera el alba, 1941-1944)

Se emociona en casa de los Madariaga con la grabación de Orfeo y Eurídice, de Gluck.

Se publicará Ocnos en Londres, en 1942 por The Dolphin (edición costeada por el propio poeta no sin sacrificios) y con una acogida fría, el resultado no será el esperado, pese a la calidad del libro.

Gregorio Prieto va a exponer en Londres, en noviembre de 1942 y el texto de presentación lo preparará Luis Cernuda. Por cartas al pintor se sabe que está atravesando penurias económicas e incluso le tiene que pedir un préstamo de dos libras y media. El texto se publicará y Prieto conseguirá que se lo paguen al poeta. Parece haberse instalado en una habitación más sencilla consiguiendo pagar menos.

Es notorio que Luis no se encuentra a gusto en Glasgow, como dejará traslucir en Ciudad Caledonia: “Todo en este país, él y la tierra donde se asienta, parece inconcluso, como si Dios lo hubiera dejado a medio hacer, recelando de la obra. Y tal el país, la ciudad. Esta ciudad ha sido cárcel tuya varios años; excepto para el trabajo, inútil es en tu vida, agostando y consumiendo la juventud que aún te quedaba, sin recreo ni estímulo exterior, igual aridez en los seres y en las cosas. Como la ciudad es, fachadas rojas manchadas de hollín, repitiéndose disminuidas en la perspectiva, cofre chino que dentro encerrara otro, y este otro, y este otro, así los seres que en ella habitan: monotonía, vulgaridad repelente en todo. ¿Cómo llenar las horas de esta existencia sin fondo?”. (Fragmento de Ocnos, edición definitiva, 1963)

Por ello acepta un puesto que el hispanista J. B. Trend le ofrece por dos años, como lector español en Cambridge, en enero de 1943. Retoma el contacto con Concha Sánchez Albornoz, profesora desde 1941 en Estados Unidos. Le comunica su malestar con los Altolaguirre y Gaya, por no tener noticias de ellos. Cuando se instala en Cambridge, parece no encontrarse muy contento, a pesar de que la ciudad le gusta. Pero con sus compañeros, incluido el propio Trend, tendrá fricciones. Carteándose con la hija de Salvador de Madariaga, Nieves Mathews, le comenta estos pesares. Además de encontrarse a gusto con Nieves, también lo estará con Rica Brown. Emmanuel College, aunque está en el centro, su habitación tiene vistas al jardín, tan a su gusto y lo reflejará en el poema La ventana: “Recuerda la ventana / Sobre el jardín nocturno, / Casi conventual; aquel sonido humano, / Oscuro de las hojas, cuando el tiempo, / Lleno de la presencia y la figura amada, / Sobre la eternidad un ala inmóvil, / Hace ya de tu vida / Centro cordial del mundo, / De ti puesto en olvido, / Enajenado entre las cosas”. (Estrofa de Cuatro poemas a una sombra, I La ventana, del poemario Vivir sin estar viviendo, 1944-1949).

emmanuel college
Emmanuel College, donde Luis trabajó entre 1943 y 1945 © Emmanuel College

Años después el poeta supo que Edward M. Wilson acompañó a Dereck Harris estudioso de su obra, por los lugares donde estuvo él, la habitación, el patio, el claustro… dejando constancia en el poema Del otro lado.

Del otro lado

Fueron por los mismos lugares:
El claustro, el vasto patio hermoso
Donde el reloj seguía midiendo a otros el tiempo,
El corredor, el jardinillo
Y, entrados en la casa,
Subieron los peldaños que él pisara.
De él los dos iban hablando.

Si él pudiera oírles, no se reconociera
En nada: extraño en el paraje,
Sus actos y su vida, comentados,
Aún no menos extraños. Las palabras de otros
El mito involuntarias tejen
De un existir cuando ya ausente o ido.

Si extraño todo, también acaso menos duro
Su existir se diría, como si ya dotado
De aquella suerte fácil para muchos
Que antes les envidió, a pesar de su dicha
Más rara en disfrutar de las horas soleadas.

Llegados a la puerta del que fuera su cuarto,
Ocupado por otro, detenidos un punto,
Silenciosos un punto, escuchar parecían
Como si fuera a hablarles el ausente,
Aunque estuviera ya, apaciguado, sin conciencia,
En el seguro adonde al fin reposan los amigos.

De: Desolación de la quimera, 1956-1962

De los últimos poemas de Como quien espera el alba tenemos Amando en el tiempo, compuesta de cuartetos en endecasílabo sin rima. Con influencia de sus lecturas de poetas ingleses, Cernuda medita de manera pesimista, tanto sobre los antiguos amores como sobre sí mismo y el cuerpo transformado por el paso del tiempo. El cuerpo que un día fue bello, irremediablemente sufre el deterioro por el envejecimiento y la muerte.

Amando en el tiempo

El tiempo, insinuándose en tu cuerpo,
Como nube de polvo en fuente pura,
Aquella gracia antigua desordena
Y clava en mí una pena silenciosa.

Otros antes que yo vieron un día,
Y otros luego verán, cómo decae
La amada forma esbelta, recordando
De cuánta gloria es cifra un cuerpo hermoso.

Pero la vida solos la aprendemos,
Y placer y dolor se ofrecen siempre
Tal mundo virgen para cada hombre;
Así mi pena inculta es nueva ahora.

Nueva como lo fuese al primer hombre,
Que cayó con su amor del paraíso,
Cuando viera, su cielo ya vencido
Por sombras, decaer el cuerpo amado.

De: Como quien espera el alba, 1941-1944

La Guerra está influyendo en muchos jóvenes que se tienen que alistar. Cernuda alabará el espíritu de sacrificio de los ingleses que contrasta con la división que se encuentra en España.

En varias cartas confiesa a Gregorio Prieto su enamoramiento de un joven estudiante y más adelante, su desamor cuando el joven ha terminado los estudios. El poeta ha comenzado ha escribir poemas de su siguiente libro, Vivir sin estar viviendo y en su primer poema dividido en cuatro partes bajo el nombre de Cuatro poemas a una sombra, reflejará el enamoramiento que ha tenido a través de los ojos del joven estudiante en La ventana: “El amor nace en los ojos, / Adonde tú, perdidamente, / Tiemblas de hallarle aún desconocido, / Sonriente, exigiendo; / La mirada es quien crea, / Por el amor, el mundo, / Y el amor quien percibe, / Dentro del hombre oscuro, el ser divino, / Criatura de luz entonces viva / En los ojos que ven y que comprenden”. (Estrofa de Cuatro poemas a una sombra, I La ventana, del poemario Vivir sin estar viviendo, 1944-1949). También lo reflejará en El enamorado, “No fue esa la primera vez que te enamoraste, aunque sí fue acaso la primera en que el sentimiento, todavía sin nombre, urgió sobre tu conciencia. Luego tu sentimiento se olvidó, lejos la causa de él, como se olvida un despertar breve del amanecer cuando la luz apenas despunta y el cuerpo cae de nuevo en la ignorancia del sueño. Ni pensaste que podías no verle más, inapercibido ante la premura del tiempo, tan temprano aún, que apenas si en la vida nos permite espacio para la ternura de que seríamos capaces”. (Fragmento de El enamorado, Ocnos, segunda edición, 1949).

De los primeros poemas del nuevo libro es El prisionero. Paco Ibáñez imprime el tono desgarrado que el poema requiere.

El prisionero

Atrás quedan los muros
Y las rejas, respira
La libertad ahora,
A solas con tu vida.

Como nube en el aire,
Como luz en el alba,
Mira la tierra toda
Abierta ante tu planta.

Mas libertad sin nadie
Ganaste, y te parece
Victoria desolada,
Figura de la muerte.

De: Vivir sin estar viviendo, 1944-1949

Envía en verano de 1944 el original de Como quien espera el alba, a la editorial Losada argentina para su publicación, que se demorará hasta 1947.

Participa en charlas sobre poesía en Londres y también allí pasa la nochebuena en casa de Gregorio Prieto al que dedica el poema El amigo: “No le busques afuera. Él ya no puede / Ser distinto de ti, ni tú tampoco / Ser distinto de él: unidos vais, / Formando un solo ser de dos impulsos, / Como al pájaro solo hacen dos alas”. (Última estrofa de Cuatro poemas a una sombra, II El amigo, del poemario Vivir sin estar viviendo, 1944-1949).

La semana santa de 1945 la pasa en Cornualles, donde tiene la oportunidad de volver a ver el mar. Al terminar el curso pasa unas semanas en casa de Nieves Mathews. De buenas a primeras, el poeta se va sin avisar. Dos años más tarde, Nieves se entera de la causa por una amiga común, por lo visto el poeta había visto un ejemplar suyo de La realidad y el deseo sin cortar, algo que consideraba como una afrenta (ella lo había comprado la tarde anterior, sin el poeta saberlo, y sin haberle dado tiempo a cortar las páginas). Para Cernuda cualquier mínimo detalle influía en su confianza con la gente. Más tarde volverían a ser amigos.

Terminado el contrato con Cambridge el poeta comienza a trabajar en el Instituto Español de Londres, el curso de 1945-1946. Gregorio Prieto, tenía tres habitaciones para alquilar y Cernuda escogió la más pequeña. La casa estaba muy cercana a su trabajo de profesor de literatura. Desde la ventana verá Hyde Park, que reflejará en El parque: “La naturaleza a solas recoge en su seno tanta calma y tanta hermosura, originadas y sostenidas una por otra, igual que sonido y sentido en un verso afortunado”. (Fragmento de El parque, Ocnos, segunda edición, 1949). Aunque debido a su pesimismo como refleja Gregorio Prieto en Luis Cernuda en línea, no gozaba plenamente, “No te hagas ilusiones, Gregorio —me dijo alguna vez—, porque si bien es verdad que podemos gozar del parque, sabemos que todo es pura ilusión: a unos pocos pasos está la ciudad con sus estúpidos ruidos y el vulgar ir y venir de las gentes”.

Luis era huidizo y prefería estar sólo en fechas señaladas, como su santo o navidad. Su difícil carácter lo supieron compañeros o amigos ingleses y españoles. Gregorio cuenta que todo el mundo que los conocía, decía: “Gregorio Prieto ya tiene un pedacito de cielo por haber podido resistir a Cernuda cuatro años y medio”. (Gregorio Prieto a Ínsula, Nº 207)

Hay que hacer notar el ambiente de postguerra y cómo en la ciudad se podían observar los desperfectos que había dejado en los edificios de la capital y en los mutilados por las calles.

Pero el poeta puede asistir al teatro, presencia Tío Vania de Chéjov, interpretado por Laurence Olivier y Ralph Richardson, quedando maravillado. En marzo de 1946, graba varios poemas recitados por él en la BBC.

Se encuentra con Leopoldo Panero y Felicidad Blanc. Leopoldo tiene la misión de inaugurar el Instituto de España en Londres que el Gobierno franquista le había encargado. Se instalarán en Londres durante 1946 y 1947. Luis no entra en cuestiones políticas, pero le extraña el vuelco dado por Panero, que anteriormente había apoyado el comunismo y junto a él había participado en las Misiones Pedagógicas. En una comida en casa de la suegra de Nadal y con varias copas de más Leopoldo, Cernuda recita el poema La familia y Panero arremete duramente contra Cernuda por denigrar la familia, hecho que provocó que Luis se levantara y dijera a Nadal, ya en el piso de abajo: “La culpa la tengo yo por haber cedido, esa es la España de Franco: sacristanes, hipócritas, cursis y pueblerinos” (Rafael Martínez Nadal: Españoles en la Gran Bretaña. Luis Cernuda: el hombre y sus temas). Más tarde se limarían asperezas, acudiendo el poeta algunas veces a casa de los Panero. Con Felicidad tendrá muy buena sintonía y se sabe que un día le leyó poemas en un lugar apartado. Cuando se marcharon para España, Luis Cernuda en la despedida, estaba prácticamente llorando. Esto nos da cuenta de su grado de sensibilidad.

Panero, Felicidad, Luis
Leopoldo Panero, Felicidad Blanc y Luis Cernuda, Londres, 1946 © Juan José Alonso Perandones

Esa sensibilidad la mostró también el 15 de junio de 1947, cuando había asesinado un policía en Barcelona a un hermano de Nadal, Alfredo. Llorando se presentó Luis con un pequeño ramo de flores y besó y entrelazó las manos de la madre de Nadal un buen rato. Cuenta Rafael que se tuvo que ausentar un buen rato para hacer un trámite y al regresar, Luis y su madre seguían con las manos entrelazadas y llorando.

Debido al bajo sueldo, escribe a Concha de Albornoz interesándose por un puesto en Estados Unidos, en Mount Holyoke. Lo que dolía al poeta, más que las ajustadas condiciones económicas de su trabajo, era la indiferencia británica hacia su obra.

Además de la mediación de Concha, Salinas escribió una carta de recomendación a la jefa del departamento de Español, Ruth Sedgwick, para que le concedieran el puesto a Cernuda. Una vez concedido, es acompañado por Prieto y Nadal a la estación el 4 o 5 de septiembre hacia Southampton y de allí a Nueva York el 11 de septiembre de 1947. Su estancia, además de amigos ha supuesto un verdadero conocimiento de la poesía inglesa, con reflejo en su poesía. Por lo demás, no ha sido un país en el que se haya podido adaptar. Tiempo después compondrá el poema La partida, en el que reflejará su salida de Inglaterra con alivio.

La partida

Bajo el cielo, en la oscura
Medianoche del puerto,
Viró el navío rumbo al agua.
Reposo y movimiento en uno fueron.

(Por prados de asfódelos el río gris se duerme
Y la torre normanda asoma en aire húmedo
Tras los olmos antiguos y las roncas cornejas.)

Solo junto a la sombra,
Con voces y con risas
Ajenas allá abajo
Lejos miró. ¿Era sueño o vigilia?

(Siglos en piedra, muros limitando los claustros
Sobre jardines mudos, donde los estudiantes
Pasan y flotan tras de ellos negras alas.)

Nada suyo guardaba aquella tierra
Donde existiera. Por el aire,
Como error, diez años de la vida
Vio en un punto borrarse.

(Es el pórtico neoclásico de la ópera:
Pinta el pobre en el suelo retratos lastimosos,
Van diademas entre montones de hortalizas.)

Nula oquedad dejaban
En el tiempo, horas que no sonaron.
Y a ciegas le llevó el navío
Como al muerto temprano.

(Adiós al fin, tierra como tu gente fría,
Donde un error me trajo y otro error me lleva.
Gracias por todo y nada. No volveré a pisarte.)

De: Vivir sin estar viviendo, 1944-1949

Su llegada a Nueva York el 19 de septiembre de 1947, la plasmará en Ocnos: “Cuántas veces lo habías visto en el cine. Pero ahora eran la costa y la ciudad reales las que aparecían ante ti; sin embargo, qué aire de irrealidad tenían. ¿Eras tú quien estaba allí? ¿Estaba ante ti la ciudad que esperabas? Parecía tan hermosa, más hermosa que todo lo supuesto antes en imagen e imaginación; tanto, que temías fuera a desvanecerse como espejismo, que el buque estaba aún en camino, que no ibas a llegar nunca, condenado a vagar indefinidamente, alma desencarnada, entre el abismo ventoso del aire y el abismo furioso del agua”. (Fragmento de La llegada, Ocnos, tercera edición, 1963).

Comienza su andadura en el Mount Holyoke College en la pequeña localidad de South Hadley (Massachusetts), donde estudiara Emily Dickinson, Auden o Joseph Brodsky. Se aloja en el pabellón universitario de Peterson Lodge. Se sabe que además de Concha de Albornoz, tendrá amistad con el profesor de inglés Joseph Bottkol. Impartirá Lengua Española y Literatura Española de la Edad Media y el Siglo de Oro.

Imparte una conferencia en la Universidad de Harvard sobre Cervantes y El Quijote, acompañado de Ruth Sedwich.

Concha Albornoz Cernuda y Ruth Sedwich Mount Holyoke 1948
Concha Albornoz Cernuda y Ruth Sedgwick, Mount Holyoke, 1948 © Diputación de Málaga

Parece encontrarse a gusto en la pequeña localidad. Acude con frecuencia al cine en autobús a la cercana localidad de Holyoke. Tendrá amistad con el poeta Vicente Gaos, profesor en el cercano Smith College. Con una alumna suya, Bernice Matlowsky, más tarde esposa de un profesor de allí, charlará a menudo. La misma alumna aconseja irse de allí en bien de su poesía.

Se cartea a menudo con Octavio Paz. Se anuncia una conferencia de André Gide en la John Hopkins University de Baltimore, donde enseña Salinas. Luis pretendía ir, escuchar al literato francés y saludar a Salinas, pero la charla se suspendió.

Es el verano del 48 y pasa quince días en Cape Cod, junto al mar. A partir de ese momento será su “Cornualles” preferido. Después visita la Spanish Language School de Middlebury College, en Vermont. Era un lugar idílico de arboledas y multitud de pájaros diversos cantando. Organizaban unos cursos de seis semanas los veranos y allí coincidirá con un buen grupo de exiliados, entre ellos Salinas, que imparte una conferencia y un Cernuda emocionado lo felicita al finalizar. También estaban por allí Isabel hermana de Lorca—, Pilar de Madariaga, Vicente Llorens, Joaquín Casalduero, Sofía Novoa… En la biblioteca, bien surtida de libros españoles, Cernuda podrá leer diversos textos, entre ellos uno de Dámaso Alonso sobre la generación poética de 1920 a 1936, que le enciende y responderá más tarde aludiendo a Dámaso como “pomposa nulidad”. Para él, ni Guillén, Salinas y Dámaso, pertenecen a su generación. Isabel García Lorca recuerda a Luis siempre arreglado, llegándose a cambiar en un día hasta cinco veces de ropa.

Continúa escribiendo poemas de Vivir sin estar viviendo, entre ellos Ser de Sansueña, donde Sansueña se refiere a España, en un poema muy crítico y despectivo con su tierra, de la que al final ha sido arrojado: “Acaso allí estará, cuatro costados / Bañados en los mares, al centro la meseta / Ardiente y andrajosa. Es ella, la madrastra / Original de tantos, como tú, dolidos / De ella y por ella dolientes. // Es la tierra imposible, que a su imagen te hizo / Para de sí arrojarte. En ella el hombre / Que otra cosa no pudo, por error naciendo, / Sucumbe de verdad, y como en pago / Ocasional de otros errores inmortales”. (Primeras estrofas de Ser de Sansueña, Vivir sin estar viviendo, 1944-1949).

Recibe de José Luis Cano, la segunda edición de Ocnos y dada la sencillez y ninguna errata, es felicitado por Cernuda.

En el verano de 1949, viaja a México, atraído por los poetas que allí se encuentran, como Octavio Paz o su amigo Altolaguirre y los textos que ha leído a Madariaga. Al aeropuerto acuden algunos poetas. El poeta nicaragüense Mejía Sánchez viaja con Altolaguirre y sufren un accidente (en 1959 Altolaguirre perdería la vida en otro accidente), rápidamente Mejía cogió un taxi y llega a tiempo de recibir a Cernuda.

Esta visita cambiará la vida de Cernuda. Además del reencuentro con amigos, supone un regreso a su lengua de origen y a costumbres similares, pero también una posibilidad de volver a experimentar sensaciones perdidas: “En lo que ves, cierto, hay mucho que fue y es tuyo, por nacimiento, desde siempre: el fondo religioso y sensual de tu país está aquí; el sosiego remansado de las cosas es el mismo; la tierra labrada igual, se tiende en iguales retazos tornasolados; los cuerpos esparcidos por ella, cada uno con dignidad de ser único, apenas son más oscuros que muchos de tu raza, acaso más misteriosos, con un misterio que incita a ser penetrado. // Pero con todo eso hay otra cosa, algo exótico sutilmente aliado a cuanto es tuyo, que parecías presentir y se adueña de ti. Así debió también adueñarse de los viejos conquistadores, con el mismo dominio interior, como si ellos hubieran sido entonces, como tú lo eres hoy, los subyugados. Algo diferente de tu mundo mediterráneo y atlántico, que se asoma ya al otro lado de este continente, al otro mar por donde Asia se vislumbra, y tan admirablemente se empareja contigo y con lo tuyo, como si solo ahora se completara al fin tu existencia”. (Dos fragmentos de El mirador, Variaciones sobre tema mexicano, 1952)

Durante su estancia se reencuentra con los Altolaguirre, que tienen a su hija Paloma en edad adolescente, con Ramón Gaya y Francisco Giner de los Ríos. En la tertulia de casa de los Altolaguirre retoma la amistad de Paquita García de la Bárcena, conoce al pintor Manuel Rodríguez Lozano y a los músicos Ignacio Guerrero y Salvador Moreno, con los que viaja a Acapulco, trayéndole aromas de Torremolinos.

Luis Cernuda en la playa de Acapulco
Luis Cernuda en la playa de Acapulco, década de 1950 © Residencia de Estudiantes

Salvador Moreno le presenta al joven Tomás de Segovia, quien intenta hablar de literatura pero Cernuda rehúye para hablar de cosas mundanas. Esta opinión coincide con la del joven exiliado Manuel Durán, quien aseguraba que el poeta se construía una máscara como defensa de quienes lo conocían poco. Visita Cuernavaca con su Jardín Borda y la capital, donde ve el castillo Chapultepec y los canales de Xochimilco, además de otros lugares históricos: “Bajo el toldo de la barca nos deslizamos por el canal, escoltados por otra donde van los músicos: guitarra, violín, clarinete, maracas. A ambos lados altos y esbeltos árboles, parecidos al chopo, que dicen solo se dan aquí, y canales más estrechos algunos secos ya, que desembocan en este por donde navegamos. El cielo, azul poco antes, ha comenzado a cubrirse”. (Fragmento de Por el agua, Variaciones sobre tema mexicano, 1952).

Cernuda ha quedado enamorado de México y planeará regresar en navidades, pero por carencias económicas lo dejará para el verano siguiente. Mientras, visita a Guillén.

En febrero de 1950 comienza a escribir poemas de su siguiente libro, Con las horas contadas y los poemas en prosa de añoranza de México, Variaciones sobre tema mexicano.

Con Concha Albornoz parte para Nueva York en junio de 1950, para ir después a México. Allí frecuentará a Eduardo Ugarte, Adolfo Salazar, José Moreno Villa, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre. Visita de nuevo Acapulco y por vez primera, Veracruz. El mercado y Alborada en el golfo se refieren a esas visitas, donde el poeta parece atravesar una segunda juventud.

Alborada en el golfo

Al amanecer, a solas la playa y aún dormida, ya estás en el agua. El aire rubicundo y el mar blanquecino, ambos tempranamente tibios, casi no refrescan, aunque entonen, tu cuerpo mal descansado y ardoroso. Bienestar animal que regocija el alma.

Por la playa, a lo lejos, solo aparece el sombrajo de la cantina, bajo el cual resguardar del sol mesas y bancos. Detrás, grupos de palmeras, no tanto decoración como testimonio de latitud. Tierra caliente.

La mañana crece, y nadie todavía. El mundo es esto: sol, arena, agua. Soledad y tiempo lo habitan, y nada más. ¿Tú? Tú eres su pensamiento circunstancial, hijo de esa soledad bien hallada y ese tiempo demorado. Pausa.

Vivir siempre así. Que nada, ni el alba, ni la playa, ni la soledad fuesen tránsito para otra hora, otro sitio, otro ser. ¿La muerte? No. La vida todavía, con un más acá y un más allá, pero sin remordimientos ni afanes.

Y entre antes y luego, como entre sus dos valvas la perla, este momento irisado y perfecto. Ahora.

De: Variaciones sobre tema mexicano, 1952

Como domicilio da el de Manuel Altolaguirre que vive con su segunda esposa, la mecenas cubana María Luisa Gómez Mena. Parece que tuvo un enamoramiento y lo plasma en el libro de Variaciones: “No sé qué le envidio más, si su juventud, su gracia o su miseria. ¿Puede hablarse de miseria ahí? Su miseria me hace tener en horror mis propiedades. Cuando tenemos afecto a una criatura, queremos ser como esa criatura, queremos ser esa criatura. ¡Ah, no poseer nada, como si se poseyera todo! Esa es su libertad”. (Fragmento de Propiedades, Variaciones sobre tema mexicano, 1952)

Luis Cernuda María Luisa Gómez Mena y Manuel Altolaguirre Ciudad de México años 50
Luis Cernuda, María Luisa Gómez Mena y Manuel Altolaguirre, Ciudad de México, años 50 © Paloma Altolaguirre

De nuevo toca el temido regreso a Estados Unidos, no sin intentos infructuosos de permanecer unos meses en Puerto Rico. El poeta muestra en distintas cartas a amigos la atonía en la que entraba en el duro invierno de su destino. Anímicamente se encuentra mal. Escribe en diciembre a Gil-Albert diciéndole que ha perdido de amigos a Ramón Gaya y Emilio Prados, con Concha tampoco parece llevarse bien, aunque será pasajero. El único consuelo son los poemas en prosa de Variaciones sobre tema mexicano, que dará por terminado. En las revistas de Orígenes e Ínsula, entrega adelantos de algunos de ellos.

Sigue componiendo poemas de Con las horas contadas. André Gide ha fallecido el 19 de febrero de 1950 y en este libro incluye un sentido homenaje de agradecimiento a un poeta al que le debe tanto.

In memoriam A. G.

Con él su vida entera coincidía,
Toda promesa y realidad iguales,
La mocedad austera vuelta apenas
Gozosa madurez, tan demoradas
Como día estival. Así olvidaste,
Amando su existir, temer su muerte.

Pero su muerte, al allegarle ahora,
Calló la voz que cerca nunca oíste,
A cuyos ecos despertaron tantos
Sueños del mundo en ti nunca vividos,
Hoy no soñados porque ya son vida.

Cuando para seguir nos falta aliento,
Roto el mágico encanto de las cosas,
Si en soledad alzabas la cabeza,
Sonreír le veías tras sus libros.
Ya entre ellos y tú falta su sombra,
Falta su sombra noble ya en la vida.

Usándonos a ciegas todo sigue,
Aunque unos pocos, como tú, os digáis:
Lo que con él termina en nuestro mundo
No volverá a este mundo. Y no hay consuelo,
Que el tiempo es duro y sin virtud los hombres.
Bien pocos seres que admirar te quedan.

De: Con las horas contadas, 1950-1956

México supone su recuperación del paraíso perdido de su infancia, de su época con Serafín o de la idílica estancia en Málaga y Torremolinos, y en los poemas desde su soledad en el frío Mount Holyoke, solo puede evocarlo: “La lámpara y la cortina / Al pueblo en su sombra excluyen. / Sueña ahora, / Si puedes, si te contentas / Con sueños, cuando te faltan / Realidades. // Estás aquí, de regreso / Del mundo, ayer vivo, hoy / Cuerpo en pena, / Esperando locamente, / Alrededor tuyo, amigos / Y sus voces”. (Dos estrofas de Nocturno yanqui, Con las horas contadas, 1950-1956).

Luis Cernuda México década 1950
Luis Cernuda en México, década de 1950 © Colección Paloma Altolaguirre

En abril de 1951 Salinas imparte una conferencia en Mount Holyoke y charla con Cernuda que le muestra sus anhelos de vivir en México. El poeta Alfonso Reyes le consigue unas conferencias en México y Mount Holyoke le pagará en su ausencia.

Viaja a Nueva York y visita la exposición de Gregorio Prieto, quien trata de convencerle de regresar a España, y el poeta expresa sus temores en el recibimiento, “¿Tú crees, Gregorio, que si vuelvo a España seré bien recibido? No bien recibido, Luis, sino entusiásticamente acogido, ya lo verás. Esto me consuela, Gregorio; tus palabras me dan ánimo”. (Gregorio Prieto a Ínsula, Nº 207). Incluso Prieto le tuvo siempre reservada una habitación en su piso de Serrano en Madrid. Pero Cernuda nunca regresó a España. Donde si irá es a México en junio de 1951 y podrá quedarse gracias a Alfonso Reyes y su paga de Estados Unidos, hasta febrero de 1952.

La primera visita es a Concha Méndez. A Emilio Prados que ha tenido un accidente con consecuencias en un ojo trata de animarle. Manuel Altolaguirre parece haber perdido el compromiso con la literatura y se dedica a producir con María Luisa, películas. Salvador Moreno se irá a París en octubre y en 1955 a España.

Si se produce una desbandada de amigos, al menos Luis puede consolarse dando inicio a una relación con Salvador Alighieri. Salvador era veintiocho años más joven que el poeta, estaba casado y tenía un hijo pequeño. Era fisiculturista y se preparaba para los concursos en el gimnasio Hércules. Cernuda iba por allí y hacía ejercicios. Parece que el resto de muchachos se burlaban del poeta y Salvador salió en su defensa.

Salvador charló con Taravillo. Le contaba que era mujeriego y en el café Night and Day, Luis le aconsejaba que respetara a su mujer. Visitaba al poeta en el hotel Genève primero y después en su apartamento de la calle Madrid. Mientras él hacía gimnasia y Cernuda escribía.

Salvador Alighieri 2007
Salvador Alighieri, 2007 © Diario Reforma de México

Cuenta Salvador al biógrafo que en vida del poeta no se enteró de los poemas que escribía hacia él. El poeta compuso dieciséis Poemas para un cuerpo, pensando en él mientras hacía sus ejercicios.

Poemas para un cuerpo
I
Salvador


Sálvale o condénale,
Porque ya su destino
Está en tus manos, abolido.

Si eres salvador, sálvale
De ti y de él; la violencia
De no ser uno en ti, aquiétala.

O si no lo eres, condénale,
Para que a su deseo
Suceda otro tormento.

Sálvale o condénale,
Pero así no le dejes
Seguir vivo, y perderte.

De: Con las horas contadas, 1950-1956

A veces venían a ver al poeta los Altolaguirre y Octavio Paz y Salvador se iba a la cocina al no entender sus conversaciones. Cernuda ayudaba a Salvador moral, con consejos, o económicamente: “Hombre, Salvaor, no tienes zapatos, te voy a comprar unos”. Le animaba a estudiar, le compraba los libros y ayudaba en las materias. A veces iban a la playa y cuando alguna vez salían a alguna escapada, se hospedaban en un hotel y todos los gastos corrían a cuenta de Luis. Dormían en camas separadas, porque según Salvador, no hubo sexo entre ellos: “Todo lo más, algún fuerte abrazo o beso en la mejilla”. En ocasiones, visitaba la casa de Salvador y hablaba con su mujer María Luisa y veía a sus dos hijos, porque tuvieron otro hijo más. Lo llevaba el poeta a reuniones y recuerda Salvador a Octavio Paz y a Pita Amor, que daba fiestas en su casa hasta 1956, cuando murió su hijo sumiéndola en la depresión. Gran amiga de Luis, le dedicó al poeta Décimas a Dios.

Salvador, al poco de conocer a Cernuda se enroló en la Marina. Estuvo cinco años y aprendió mecánica naval. Sobre 1955 o 56 sin avisar a Cernuda pasó a Nuevo Laredo, con la intención de llegar a Toronto. Al cruzar la frontera fue detenido y devuelto a México. En Nuevo Laredo trabajó de camarero y siguió compitiendo. En un viaje de competición tuvo un accidente, quedando con secuelas en un brazo y tuvo que trabajar en un peaje. Se volvió a casar en 1963 en Ciudad de México, pero no vio a Cernuda. Volvió, pero el poeta ya había fallecido: “No he vuelto a tener un amigo como él, esos amigos se tienen una sola vez en la vida, y hoy lo extraño mucho”, declara un Salvador octogenario. En 1961, Cernuda escribió en su último libro, el emotivo Epílogo evocando su bella relación con su protegido.

Epílogo
(Poemas para un cuerpo)

Playa de la Roqueta:
Sobre la piedra, contra la nube,
Entre los aires estás, conmigo
Que invisible respiro amor en torno tuyo.
Mas no eres tú, sino tu imagen.

Tu imagen de hace años,
Hermosa como siempre, sobre el papel, hablándome,
Aunque tan lejos yo, de ti tan lejos hoy
En tiempo y en espacio.
Pero en olvido no, porque al mirarla,
Al contemplar tu imagen de aquel tiempo,
Dentro de mí la hallo y lo revivo.

Tu gracia y tu sonrisa,
Compañeras en días a la distancia, vuelven
Poderosas a mí, ahora que estoy,
Como otras tantas veces
Antes de conocerte, solo.

Un plazo fijo tuvo
Nuestro conocimiento y trato, como todo
En la vida, y un día, uno cualquiera,
Sin causa ni pretexto aparente,
Nos dejamos de ver. ¿Lo presentiste?
Yo sí, que siempre estuve presintiéndolo.

La tentación me ronda
De pensar, ¿para qué todo aquello:
El tormento de amar, antiguo como el mundo,
Que unos pocos instantes rescatar consiguen?
Trabajos del amor perdidos.

No. No reniegues de aquello,
Al amor no perjures.
Todo estuvo pagado, sí, todo bien pagado,
Pero valió la pena.
La pena del trabajo
De amor, que a pensar ibas hoy perdido.

En la hora de la muerte
(Si puede el hombre para ella
Hacer presagios, cálculos),
Tu imagen a mi lado
Acaso me sonría como hoy me ha sonreído,
Iluminando este existir oscuro y apartado
Con el amor, única luz del mundo.

De: Desolación de la quimera, 1956-1962

A Cernuda le vence el visado y es invitado a La Habana por el acaudalado José Rodríguez Feo, codirector con Lezama Lima de la revista Orígenes. Llega el 24 de noviembre de 1951. Rodríguez Feo le enseña los sitios más emblemáticos. A Cernuda le gusta mucho la isla. Tendrá de nuevo trato con María Zambrano que vive allí con su hermana Araceli. Impartirá una serie de conferencias. Pero el 31 de enero de 1952 sale en avión a Nueva York, destino Mount Holyoke y de nuevo entra en depresión en el duro invierno de su triste destino. Lo positivo es que se refugia en la poesía componiendo varios poemas del próximo libro, entre ellos La poesía, donde se funde la misma con su propia vida.

La poesía

Para tu siervo el sino le escogiera,
Y absorto y entregado, el niño
¿Qué podía hacer sino seguirte?

El mozo luego, enamorado, conocía
Tu poder sobre él, y lo ha servido
Como a nada en la vida, contra todo.

Pero el hombre algún día, al preguntarse:
La servidumbre larga qué le ha deparado,
Su libertad envidió a uno, a otro su fortuna.

Y quiso ser él mismo, no servirte
Más, y vivir para sí, entre los hombres.
Tú le dejaste, como a un niño, a su capricho.

Pero después, pobre sin ti de todo,
A tu voz que llamaba, o al sueño de ella,
Vivo en su servidumbre respondió: «Señora.»

De: Con las horas contadas, 1950-1956

Regresa en verano de 1952 a México, hospedándose de nuevo en el hotel Genève. Se imprime Variaciones para tema mexicano en la colección México y lo Mexicano de Porrua y Obregón. En septiembre vuelve a su puesto pero esta vez para renunciar y aventurarse con vivir definitivamente en México. Sale de Estados Unidos el 13 de noviembre.

Al llegar a México se hospeda en el Genève y al poco en un pequeño apartamento de la calle Madrid, cerca de los Altolaguirre, aunque al año se trasladó definitivamente a la casa de Concha Méndez en la calle Tres Cruces, en el barrio de Coyoacán.

Al poco de llegar, el 26 de noviembre firma como testigo junto a Prados y Moreno Villa en la boda de Paloma Altolaguirre.

Paloma Altolaguirre y Luis Cernuda
Paloma Altolaguirre y Luis Cernuda © Colección Paloma Altolaguirre

Sabe que el dinero ahorrado le dará para cinco o seis meses, pero no le importa, es feliz en México con la cercanía de Salvador y los amigos.

A petición de Ignacio Guerrero el joven Sergio Fernández, estudiante de Preparatoria, quedaba los miércoles para charlar con el poeta en el Hotel del Prado. Cuenta Sergio que de lo que más hablaba Luis era de cine, recuerda su fascinación por Red River, donde le contaba las escenas del prometedor Montgomery Clift.

Sergio Fernández para facilitar al poeta un futuro trabajo lo presentó a responsables de la Facultad, causando buena impresión. Octavio Paz también se movió en conseguir trabajo a Luis. De esta forma imparte un cursillo en febrero de 1953 sobre poesía española en la U.N.A.M. Justo un año después solicitó una beca como investigador en el Colegio de México, siéndole concedida con 450 pesos mensuales. En enero de 1955 sería prorrogada otro año. Consiguió en agosto de 1954 una plaza de profesor interino de la U.N.A.M. y en febrero de 1955 sería nombrado profesor titular, pero con tan sólo dos horas de clase semanales.

Manuel Altolaguirre y María Luisa se instalaron en Cuba en el otoño de 1953. Cuando a Luis se le acabaron los ahorros, se alojó en casa de Concha Méndez, casa que disponía de un jardín, donde el poeta llegaría a pasar horas en el futuro. Desde La Habana, Manuel le prestó un dinero.

Casa de Tres Cruces
Casa de Tres Cruces, Coyoacán, México D.F., de Concha Méndez, donde Cernuda residiría desde 1953 hasta su muerte © Antonio Rivero Taravillo

En Luis Cernuda, en su vida se produjo la constante de las dificultades económicas. Nunca obtuvo un sueldo acorde a sus capacidades y tampoco las ventas de los libros supusieron una mejora sustancial.

Parece que quien visitaba a Luis Cernuda, recuerda por estos años a un poeta melancólico. Elena Garro refiere charlas con él y recuerda un particular paseo y la conversación: “Mire usted, esta casa está vacía…” me dijo una tarde frente a una casa de piedra entresolada con los balcones abiertos. “Sería precioso visitarla a esta hora”, dijo Cernuda, mirando caer la tarde violentamente violeta y anaranjada. Leí la pena en los ojos de Cernuda y dije: “¡Vamos a visitarla!” y me trepé como un gato por el muro, alcancé el balcón y entré a la sala vacía. “¡Elena! Elena, ¿Qué hace usted? Es propiedad privada, ¡nos meteremos en un lío!”. (Elena Garro, No me gusta hablar de Luis Cernuda, Nueva Estafeta, Madrid, 1979)

La revista Cántico le dedica un sincero monográfico a Luis Cernuda en otoño de 1955. A partir de estos últimos años de vida, Cernuda comenzaría a ser reconocido.

También en 1955 muere en México Moreno Villa. Asisten al entierro junto a Luis, Prados, Altolaguirre, Juan Rejano, Octavio Paz, varios poetas mexicanos y Max Aub. Mantendrían después todos tertulia en un café.

Junto a los últimos poemas de Con las horas contadas, comienza el que sería su último libro, Desolación de la quimera sobre mayo de 1956. En el libro se tiene la sensación de que Cernuda presiente un final no muy lejano. Él ya había manifestado que dado los antecedentes familiares, el padre y sus hermanas fallecidas con poco más de sesenta años, preveía algo similar (Como así realmente sucedió al final). Manifiesta en el libro sus preferencias además de las desavenencias. En los primeros poemas ensalzará a Mozart —Luis asiste a los conciertos en México de La Flauta Mágica y Don Giovanni, y a Dostoievski, apoyándose en su novela Stepanchikovo y sus habitantes, remarcando en el personaje Falalei la belleza tanto física como moral.

Dostoievski y la hermosura física

Alguna vez el viejo Goethe quiso
Discurrir sobre física hermosura,
Aunque no llegó a hacerlo. ¿Miedo acaso?

Alguien menos materialista (paradoja),
La hermosura moral representando,
Nos dejó de la física una imagen

Dialéctica: Falalei, el niño siervo
De hermosura inocente e insolente,
Que se anima si baila o masca azúcar.

Cómo vive su gracia, animalillo
Voluptuoso, bailando hasta rendirse
Con sus dientes tan blancos, ojos iluminados.

Dostoievski no puede ya decirnos
Si inventó a Falalei o lo encontró en la vida,
Si inventó la hermosura o supo verla.

Pero el mérito igual en ambos casos.

De: Desolación de la quimera, 1956-1962

Sus últimos años los pasó como un anacoreta, según Concha Méndez por la mañana salía a pasear por Coyoacán, regresaba y se quedaba en el jardín hasta la hora de comer y después se iba al cuarto y no se le veía hasta la cena temprana sobre las siete, quedando leyendo hasta los once antes de dormir. Tan sólo los domingos iba a comer a casa de los Arana y de vez en cuando se veía con Octavio Paz, quien recuerda que no era muy comunicativo, pero que en alguna ocasión ante algún pequeño acontecimiento, se tomaba algún Dry Martini y salía a pasear con él, abriéndose más.

Comienza a cartearse con Caballero Bonald, Eugenio de Andrade y Camilo José Cela.

Pero avanzado 1956 el poeta se encuentra abatido ante la marcha de Salvador Alighieri.

El 12 de octubre de 1957 nace Paloma, la tercera de los hijos de Paloma Altolaguirre y Manuel Ulacia y el poeta parece encontrarse a gusto con la familia. El poema sintió que lo más cercano a una familia para él, eran Concha, Paloma, a la que consideraba como una hija y a sus hijos, que los consideraba como si fueran sus sobrinos.

Al cine Centenario iba a menudo sólo o con los niños. También solía pasear y charlar con Paloma Altolaguirre. A pesar de su fama de huraño, Paloma recuerda que siempre fue muy atento con sus hijos, y además de jugar o llevarlos al colegio y al cine, les hacía regalos en sus cumpleaños y en Reyes. Recuerda también Paloma su risa a menudo.

Cernuda con Manuel Paloma y Luis
Cernuda con Manuel, Paloma y Luis, hijos de Manuel Ulacia y Paloma Altolaguirre, México D.F., 1962 © Colección Paloma Altolaguirre

A principios de 1958 firma con el Fondo de Cultura Económica el contrato para la tercera edición de La realidad y el deseo, incluyendo los poemas que lleva escritos de su futuro y último libro, Desolación de la quimera.

Concha Albornoz pasa el verano de 1958 en México y se reencuentra con el poeta. Tomás Segovia a principios de 1959 en la Revista Mexicana de Literatura escribe una crítica de La realidad y el deseo, manifestando reprobación ante el Cernuda más amargo y rencoroso pero alabando el resto de la obra. Tomás era amigo de Concha Albornoz y cuando leyó Cernuda la crítica escribió a su amiga reprobando sus amistades. En desagravio Tomás invitó a Luis y a jóvenes poetas, animando todos a Cernuda. El poeta agradeció el gesto a Tomás Segovia.

Gerardo Diego pasa por México para dar unas conferencias y ambos poetas se reencuentran, pero en la conferencia apenas hay público por el vacío a Diego de los republicanos españoles y los mexicanos simpatizantes de ellos. En la charla se encuentra Prados e intenta acercarse a Cernuda, pero éste lo rehúye porque por lo visto Emilio ha estado hablando de él, en torno a su refinamiento.

Manuel Altolaguirre fallece en España en accidente de automóvil junto a María Luisa Gómez Mena el 27 de julio de 1959. Concha Méndez escribe un emotivo poema en homenaje a quien fuera su esposo, que lee ante Cernuda provocándole las lágrimas: “Te veo tan tranquilo / tú que eras como vértigo; / y los pies en reposo, / que tanto se movieron, / tanto dolor pisaron / por difícil camino. // Tan fuertes vendavales / llevabas en tu pecho / que apenas si podías / sostener tu persona. // Amapolas de sangre / crecían en tu frente / fundiéndose en tus ojos / cuando el llanto asomaba / descubriendo tu vida. // Contra ti te batías / en duelo permanente, / esa lucha contigo / se extendía en tus campos. // Y era un viento de fuera, / también huracanado, / el que te fue envolviendo / como manto de fuego. // Solamente tus manos / trataban de alargarse / para sentir apoyo / en tu cielo estrellado. (Concha Méndez, A Manolo en su irremediable ausencia, Recuerdo, 1959).

Cernuda con ayuda de Octavio Paz convence al Fondo de Cultura Económica para que publique las poesías que Altolaguirre estaba preparando. El propio Cernuda se ocupa de la edición de su amigo fallecido. También envía un artículo de homenaje a Caracola, que dedica un número completo al poeta fallecido.

Fallece el 27 de diciembre de 1959 Alfonso Reyes, quien tanto había ayudado al poeta. Francisco Giner de los Ríos cuenta que Cernuda estaba junto a él compungido en el entierro del poeta y después del mismo, se fueron juntos recuperando una amistad lejana.

En el verano de 1960 imparte dos cursos, uno sobre Poesía española contemporánea y otro sobre La novela española de la segunda mitad del XIX, en la Universidad de California, en Los Ángeles.

Lago Arrowhead California verano de 1960
Luis Cernuda en el Lago Arrowhead, California, verano de 1960 © Residencia de Estudiantes

Pero el 26 de julio recibe la noticia de la muerte de su hermana Ana por insuficiencia cardíaca, Ya seis meses antes había fallecido Amparo. Por tanto se ha quedado solo, sin la familia más cercana. También se entera de la muerte de su amigo Enrique Asúnsolo, poeta y pintor. A él le dedica un emotivo poema.

Amigos: Enrique Asúnsolo

Me iba por tiempo no más largo
Del que, entre una y otra visita, distanciaba,
Por su poca salud, la ocasión de vernos
Y, al despedirme, dijo: «Quizá cuando regrese
Ya no me encuentre.» No le creía. Pero, ¿cómo ayudarle
Ante el final que afrontaremos solos?

Ausente yo, brusca y definitiva, la noticia
De su muerte. Y recordé: ante alguna bebida
Bien compuesta, ante algún plato
Bien ordenado, con él, de humor sutil, aquellas horas
Que, al pasar, no dejaban saciedad ni fastidio,
Cuando yo estaba, por una vez, en compañía.

Acaso no sea justo al decir sólo eso:
Poesía y pintura (hizo de mí un retrato),
Aficiones en él gemelas, tácito fondo eran,
Dándole otro valor a la amistad que nos unía.
Pero saber vivir fue su don más profundo.

Quisiera verle aún. ¿De qué muerto podemos decir eso? Oída su palabra, todo cansa: lugar, cosa, persona.
Mas él, al irse, tras de sí deja viva la apetencia
De la conversación y la amistad interrumpidas.

De: Desolación de la quimera, 1956-1962

Rosa Chacel da unas conferencias y asiste Luis encontrándose con su amiga y de nuevo con José Emilio Pacheco. Cada vez hay más estudiosos de la obra de nuestro poeta, Philip Silver, Dereck Harris, Elizabeth Müller y Carlos Otero.

Concha Méndez y Luiws Cernuda, 1960
Concha Méndez y Luis Cernuda, 1960 © Residencia de Estudiantes

El otoño de 1960 es muy productivo en la composición de poemas del libro que está escribiendo. Entre ellos figura Peregrino, hermoso poema donde nuevamente niega un posible regreso a España, siendo su destino errante cual Ulises en su singladura tras partir de Ítaca.

Peregrino

¿Volver? Vuelva el que tenga,
Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos,
Del amor que al regreso fiel le espere.

Mas ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
Sino seguir libre adelante,
Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.

Sigue, sigue adelante y no regreses,
Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a lo antes nunca visto.

De: Desolación de la quimera, 1956-1962

En marzo de 1961 compone Despedida, un conmovedor poema premonitorio de la muerte que presiente cercana. Se despide de los cuerpos jóvenes que son o pudieron ser objeto de su deseo y ya no lo serán. El paso del tiempo acentúa ese estadio de la vejez en que el poeta se encuentra, vejez que por un lado le hace apreciar la belleza más que en sus tiempos púberes, pero inútilmente porque no puede poseerla. Es de destacar además de cierta resignación, su mirada vitalista alabando a estos bellos jóvenes despreocupados.

Despedida

Muchachos
Que nunca fuisteis compañeros de mi vida,
Adiós.
Muchachos
Que no seréis nunca compañeros de mi vida,
Adiós.

El tiempo de una vida nos separa
Infranqueable:
A un lado la juventud libre y risueña;
A otro la vejez humillante e inhóspita.

De joven no sabía
Ver la hermosura, codiciarla, poseerla;
De viejo la he aprendido
Y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente.

Mano de viejo mancha
El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.
Con solitaria dignidad el viejo debe
Pasar de largo junto a la tentación tardía.

Frescos y codiciables son los labios besados,
Labios nunca besados más codiciables y frescos aparecen.
¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio?
Bien lo sé: no lo hay.

Qué dulce hubiera sido
En vuestra compañía vivir un tiempo:
Bañarse juntos en aguas de una playa caliente,
Compartir bebida y alimento en una mesa,
Sonreír, conversar, pasearse
Mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música.

Seguid, seguid así, tan descuidadamente,
Atrayendo al amor, atrayendo al deseo.
No cuidéis de la herida que la hermosura vuestra y vuestra gracia abren
En este transeúnte inmune en apariencia a ellas.

Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires.
Que yo pronto he de irme, confiado,
Adonde, anudado el roto hilo, diga y haga
Lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer aquí no supe.

Adiós, adiós, compañeros imposibles.
Que ya tan sólo aprendo
A morir, deseando
Veros de nuevo, hermosos igualmente
En alguna otra vida.

De: Desolación de la quimera, 1956-1962

El poeta llega en agosto a San Francisco. Al principio no parece encontrarse a gusto, y a pesar de tener el parque de Golden Gate cercano, le parece fúnebre. Es cierto que la niebla suele cubrir a menudo su zona y el viento es considerable, agravado con la lluvia. Echa también en falta a los hijos de Paloma. Pero con el tiempo parece ir aclimatándose y visita museos, cines, teatros, cafeterías con buenas vistas…

Parece producirse un intento de enamoramiento con un alumno, y compondrá dos composiciones a propósito, El amor todavía y Lo que al amor le basta, cuya última estrofa dice así: “En la fase primera / Del amor te demoras / Sin allegarte al cuerpo / Cuyo existir adoras”.

En diciembre, a pesar de sus reticencias, lee sus poemas en público en dos recitales en el San Francisco State College. Los traduce la prestigiosa actriz de teatro Beatrice Manley. En el segundo recital un combatiente de la Brigada Lincoln se acercó a Cernuda para charlar con él y darle las gracias y este hecho daría lugar al conmovedor poema, 1936. Una manera de dar las gracias y recordar a todas y cada una de las personas que desinteresadamente lucharon en defensa de la libertad en España. (Sobre Balchowsky, otro brigadista, podéis leer aquí )

1936


Recuérdalo tú y recuérdalo a otros,

Cuando asqueados de la bajeza humana,

Cuando iracundos de la dureza humana:

Este hombre solo, este acto solo, esta fe sola.

Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.


En 1961 y en ciudad extraña,

Más de un cuarto de siglo

Después. Trivial la circunstancia,

Forzado tú a pública lectura,

Por ella con aquel hombre conversaste:

Un antiguo soldado

En la Brigada Lincoln.


Veinticinco años hace, este hombre,

Sin conocer tu tierra, para él lejana

Y extraña toda, escogió ir a ella

Y en ella, si la ocasión llegaba, decidió a apostar su vida,

Juzgando que la causa allá puesta al tablero

Entonces, digna era

De luchar por la fe que su vida llenaba.


Que aquella causa aparezca perdida,

Nada importa;

Que tantos otros, pretendiendo fe en ella

Sólo atendieran a ellos mismos,

Importa menos.

Lo que importa y nos basta es la fe de uno.


Por eso otra vez hoy la causa te aparece

Como en aquellos días:

Noble y tan digna de luchar por ella.

Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido

A través de los años, la derrota,

Cuando todo parece traicionarla.

Mas esa fe, te dices, es lo que sólo importa.


Gracias, Compañero, gracias

Por el ejemplo. Gracias porque me dices

Que el hombre es noble.

Nada importa que tan pocos lo sean:

Uno, uno tan sólo basta

Como testigo irrefutable

De toda la nobleza humana.



De: Desolación de la quimera, 1956-1962

Recita de nuevo en la Universidad de Berkeley y allí acude Carlos Otero, quien invita una semana al poeta a su casa de Los Ángeles. Al regreso a San Francisco recibe Cernuda un telegrama de Los Ángeles con una oferta de un puesto de profesor visitante el curso 1962-1963, con sueldo de once mil dólares anuales.

Como regalo navideño recibe un poema dedicado por Octavio Paz, que le parece muy hermoso y cuya primera estrofa dice así: “Ni cisne andaluz / ni pájaro de lujo / Pájaro por las alas / hombre por la tristeza / Una mitad de luz Otra de sombra / No separadas: confundidas / una sola substancia / vibración que se despliega en transparencia / Piedra de luna / más agua que piedra / Río taciturno / más palabra que río / Árbol por solitario / hombre por la palabra / Verdad y error / una sola verdad / una sola palabra mortal”. (Estrofa del poema Luis Cernuda, Días hábiles, 1958–1961, Octavio Paz)

Propone a Díaz-Canedo la tercera edición de Ocnos, pero en vez de en Fondo será en una nueva editorial que el editor ha montado con Barral. También se va a publicar La Realidad y el deseo con Desolación de la Quimera completa y añade algún poema más a Variaciones… para una segunda edición.

Junto a Carlos Otero traslada libros y ropa para el nuevo curso en Los Ángeles y aquí el tiempo es mejor que en San Francisco, pudiendo ir varias veces a la playa. Recibe la noticia de la muerte de Emilio Prados el 24 de abril de 1962, por Concha Méndez y el poeta le contesta que lo siente porque fueron en tiempos amigos.

Acabado el curso regresa a México en junio de 1962. Disfruta de los niños de Paloma y de las playas de Acapulco. Terminadas las vacaciones parte para Estados Unidos, llegando el 5 de septiembre a Los Ángeles para el nuevo curso. Alquila el apartamento que tanto le había gustado de su visita anterior, en Ocean Avenue, en la misma avenida que vive Carlos Peregrín Otero.

757 Ocean Avenue
757 Ocean Avenue donde se alojó Luis Cernuda en el Curso 1962-63, Los Ángeles

Cernuda invita a Otero a un restaurante exótico polinesio y en su cumpleaños hizo lo propio su amigo con él, dado el gusto del poeta por el sitio. Toma el sol en la playa hasta entrado el otoño. Por otra parte, la biblioteca de la universidad está muy bien surtida de libros en español y el poeta hará buen uso de ella. Recibe un número de la revista La Caña Gris en homenaje a él con motivo de su sesenta cumpleaños. Agradecido escribe a José Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma y Dereck Harris. También recibe su nuevo libro de Desolación de la Quimera y un ejemplar de la editorial Lerici italiana. Pero si por una parte parece ir encontrando la atención que su obra merece, profesionalmente no se encuentra a gusto con parte del profesorado, que parece murmurar a sus espaldas y su condición de homosexual tampoco es ajena. Con Ricardo Gullón tampoco llegó a entenderse. Además de Otero, se relaciona con Silverman, Samuel Armistead y el argentino exiliado, Aníbal Sánchez Reulet.

Finalizadas las clases regresa a México el 6 de junio. José Emilio Pacheco realiza una crítica elogiosa de Desolación de la quimera en la Revista Mexicana de Literatura. Es invitado a dar unas conferencias en la Universidad Veracruzana de Xalapa y pasar tres días, incluso Sergio Galindo le invitó a su casa, aunque el poeta no aceptó. Todo lo había preparado María Dolores Arana sin el poeta saberlo. Incluso se le ofrece un puesto de profesor, pero el poeta estaba decidido a ir a la Universidad de Southern California, aunque desgraciadamente se lo denegaron salvo si realizaba un nuevo reconocimiento médico que el poeta rechazó.

Se da la circunstancia de que en julio tiene problemas oculares y por medio de María Dolores Arana acude a un oftalmólogo. Éste le recomienda que se haga una revisión general para descartar otros males que pudieran tener relación con la vista, negándose el poeta. Tan sólo se compra unas gafas con su graduación.

El poeta parece tener un abatimiento general y apenas lee ni escribe. Habiendo renunciado al puesto en Southern California, trata de transferir sus ahorros a una cuenta en México, pero los trámites son laboriosos y el dinero no llega (ni llegó en vida del poeta).

La mañana del 5 de noviembre de 1963, el poeta no baja a desayunar. Concha Méndez insta a su hija Paloma a subir a avisarlo. Cuando Paloma llega a su cuarto, lo ve tendido en el suelo boca abajo, en pijama, batín y zapatillas, con la pipa en la mano derecha y las cerillas en la izquierda. El poeta Luis Cernuda había muerto.

A su muerte México en la Cultura le dedicó pagina y media y más adelante textos en honor suyo de Guadalupe Dueñas y María Dolores Arana. La Revista Mexicana de Literatura le rindió tributo en enero de 1964 y Octavio Paz en México y en España (Papeles de Son Armadans), el ensayo La palabra edificante.

En España, escribieron conmovedores poemas, Antonio Aparicio, Francisco Brines, Eladio Cabañero, Jaime Gil de Biedma o el hermoso poema de su paisano Aquilino Duque, En el suelo de México, publicado en un especial de Ínsula dedicado al poeta. Cierra el poema sus versos: “Hoy el suelo de México es más rico, / más pobre el cielo de Sevilla”.

Tumba de Luis Cernuda
Tumba de Luis Cernuda, Panteón Jardín, México DF. 1992. De izq. a dcha. Emmanuel Carballo, Alí Chumacero, Paloma Altolaguirre, Joaquín Diez-Canedo y Federico Álvarez © Ricardo Vinós

La poesía, el creerme poeta, ha sido mi fuerza y, aunque me haya equivocado en esa creencia, ya no importa, pues a mi error he debido tantos momentos gozosos.

Luis Cernuda, Historial de un libro, 1958

Referencias Bibliográficas y Audiovisuales:

Antonio Rivero Taravillo “Luis Cernuda, Biografía. Años de exilio (1938-1963)”, Editorial Tusquets, 2011 .

Luis Cernuda Años de exilio 1

Prosigue Taravillo en su segundo tomo la biografía de Luis Cernuda. Serán los años del exilio del poeta hasta su fallecimiento en 1963. Como en su anterior tomo, el biógrafo rastrea la vida de Luis Cernuda, apoyándose en sus propios poemas y en documentos y testimonios que testigos de su vida, dejaron de él. Adjunta además un apartado de fotografías relacionadas con el poeta. Como en el libro anterior de Los años españoles, resulta imprescindible para profundizar en la vida de Luis Cernuda, y en cierto modo, de apoyo para su trayectoria poética.

Luis Cernuda “Antología”, Edición de José María Capote Benot, Editorial Cátedra, Edición de 2022 .

antologia

Si sólo te quieres comprar un libro sobre la poesía de Luis Cernuda, aconsejaría la Antología de Cátedra. José María Capote nos introduce convenientemente sobre la obra del poeta, para luego realizar una selección perfecta de sus principales poemas a lo largo de todas las obras.

Luis Cernuda “La realidad y el deseo”, Prólogo de Antonio Rivero Taravillo, Editorial Alianza, Edición de 2018 .

La realidad y el deseo

El libro de Alianza comprende íntegramente La realidad y el deseo, es decir, los libros de poesía entre 1924 y 1962. Otro aliciente es el añadido de Historial de un libro, donde Cernuda cuenta pormenorizadamente el proceso de escritura de todos los libros. Incluye además un prólogo del gran conocedor de su obra, Antonio Rivero Taravillo.

Luis Cernuda “Ocnos – Variaciones sobre tema mexicano”, Edición de Jenaro Talens, Editorial Cátedra, Edición de 2020 .

Ocnos

Se integran en esta edición de Cátedra, por un lado, los poemas en prosa de Ocnos (1942), donde Luis, desde Glasgow, con nostalgia, rememora su infancia idealizada de Sevilla; por otro, Variaciones sobre tema mexicano (1952), en el que Luis al conocer México en 1949 y escuchar la lengua española, siente nuevamente la atracción de su tierra de origen. El libro lo escribe desde su destino norteamericano en Massachusetts. Como en Ocnos, sus impresiones están relatadas en poemas en prosa. Es de destacar también, la introducción de Jenaro Talens.

José Teruel “Los años norteamericanos de Luis Cernuda”, Editorial Pre-Textos, Edición de 2013 .

Los años norteamericanos

José Teruel explora los años que el poeta pasó en Norteamérica, entre 1947 y 1963. Pero para una mayor comprensión, nos muestra el trayecto poético entre Perfil del aire y Como quien espera el alba, cuyas obras anteceden al período norteamericano. Se basa el biógrafo en epistolarios, documentos y la propia obra del poeta, para apoyar sus enunciados sobre el hombre, pero por encima de todo, poeta. Muy bien documentado, resulta otro libro imprescindible.

R.T.V.E. “Memoria fértil: Luis Cernuda”.

Este documental de R.T.V.E., es muy apreciable. Un narrador nos va aportando datos sobre la vida de Luis Cernuda y un actor escenifica instantes o recita poemas suyos. A su vez, testigos directos de la vida del poeta como Vicente Aleixandre, Concha Méndez, Felicidad Blanc y Rafael Martínez Nadal, aportan su testimonio. Interviene también el poeta y ensayista Rafael Argullol.

“Luis Cernuda: entre él y la vida, la soledad” © Documentos R.N.E.

El documento sonoro de R.N.E. es de primer orden. A los recitados del propio poeta y del magnífico recitador y poeta, Javier Lostalé, se unen las intervenciones de los biógrafos Antonio Rivero Taravillo y José Teruel, además de testimonios de Vicente Aleixandre, Octavio Paz, José Luis Cano o Francisco Brines.

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