“Con Lady Espert, a la salida del teatro. Está guapísima. Más allá de la belleza física, que también: el brillo en los ojos, en la oscuridad del restaurante; la calidad de la risa. Recordé aquellos días en Londres, con ella y con Bárbara, su nieta: las veía reír y era inevitable creer que eran madre e hija, en vez de abuela y nieta”.
Mario Gas y la magia del teatro en contraste con el cine, según el autor:
“Mario Gas me dice que para representar, por ejemplo, la antigua Roma en teatro, bastan dos actores contra un fondo negro y un diálogo de Julio César: el espectador instantáneamente «se traslada» allí con la imaginación. En el cine, en cambio, hay que levantar un decorado carísimo, porque la pantalla requiere una minuciosa sensación de realidad. No me parece una mala definición de ambas artes. Gracias al cine he viajado por el tiempo y alcanzado muchas comuniones, pero ninguna como cuando nos sentaron en la corte de los reyes del Mahabharata de Peter Brook, en pleno escenario. La magia del teatro recomienza cada vez que se apaga la luz de sala y brota la claridad de los focos”.
O el excelso José María Pou y sus recuerdos del emblemático año, 1968:
“Recuerdo cuando José María Pou me hablaba de las noches de Marat-Sade en Barcelona, en el otoño del 68. «Aquel público», me decía, «nos esperaba a la salida del Poliorama y ocupaba un buen trozo de las Ramblas, desde la puerta del teatro hasta la esquina de la calle del Carmen. Hacía mucho frío y la policía no nos quitaba ojo, pero nadie quería irse a casa”.
Por supuesto, otra gran parte de reflexiones se refieren al mundo de la literatura. En torno a los géneros medita como la crítica se siente a gusto con la novela, en cambio otro tipo de géneros, ensayo, cuentos, crónicas o diarios son marginados:
“Los cuentos: siempre «poco unitarios». Excepción: cuando la muerte del autor los reunifica, como un hilo espectral, fosforescente, y los críticos se sienten liberados de tener que esperar la nueva entrega de algo más denso, más serio, más enjundioso. La muerte convierte la última obra del autor (sí, esos cuentos «poco unitarios») en una muestra de su «extrema depuración formal». Es como si los cuentos solo fueran secretamente tolerados al principio o al final de la carrera de un escritor.
Hay otra condena antigua, paralela a esta, y de la que no escapamos: la novela sigue siendo el género rey. Aunque la mayoría no se lean, por supuesto. Con la novela se supone que el autor «da el do de pecho». En los anuncios o reseñas de una novela larga, el adjetivo es siempre «ambiciosa».
Rara vez se aplica a un libro de cuentos, o de ensayos, o de crónicas, por muy ambiciosos que sean. Todo lo que no sea novela sigue siendo un pequeño quebradero de cabeza para críticos, libreros y algunos lectores, por muy modernos que se consideren. ¿Qué hago con esto, dónde lo meto?”.
Nos refiere momentos de bloqueo en la escritura, tan afín al mundo creativo:
“Tuve varios bloqueos hacia finales de los noventa con algunas novelas (Rancho Aparte y Puerto Ángel, sobre todo) cuando ya estaban bastante avanzadas, y es una tremenda sensación de abismo abriéndose, como si todo lo que has metido en la hucha fuera moneda sin curso legal. El bloqueo a mitad suele llegar cuando desconfías de lo que estás escribiendo. El problema es averiguar si es puro y simple miedo o si realmente falla el material. Dicho de otro modo: si no crees en la historia o no crees en ti”.
Se reflejan sus gustos por lecturas y autores determinados, la nómina es extensa: Flaubert, Dickens, Umbral, Jules Renard, Iñaki Uriarte, Torrente Ballester, Modiano … Interesantes son sus valoraciones en torno a ellos. Un buen ejemplo puede ser su disertación sobre James Salter:
“A menudo se dice que un gran escritor no puede pasar inadvertido. Es mentira. Entre innumerables ejemplos refulge el caso de James Salter, a quien el reconocimiento le llegó cumplidos los setenta. Cuesta creer que libros tan poderosos como Años luz o Juego y distracción tan solo vendieran unos pocos miles de ejemplares en la inmensa Norteamérica, y que todavía se hable de él como de un «escritor para escritores». Salter comenzó a ser mínimamente conocido por sus dos libros de cuentos (había cumplido los ochenta cuando publicó el segundo, el magistral y definitivo La última noche) y por sus grandísimas memorias, Quemar los días, que debo de haber releído una docena de veces”.
Cita frases, sentencias y aforismos de otros autores:
“Una buena consigna: «Procurar no contribuir a la fealdad del mundo» (Wajdi Mouawad)”.
“Charles Simic: «Identificar lo que permanece intacto, no afectado por el cambio, ha sido la tarea del filósofo. El arte y la literatura, por el contrario, se deleitan con lo efímero: el olor del pan, por ejemplo.»”
“Handke: «Al final del día logrado tendré el valor de decir que he vivido como había que vivir, con un valor que será lo contrario del escudo con el que he nacido.»”
Como también incluye propios:
“Hay libros en los que se está muy bien. Da gusto calzarse las botas y los ojos del autor, y salir a caminar por sus paisajes”.
“Casi todo dura casi nada, menos las pasiones. ¿O eran las obsesiones?”.
“Buscamos preocuparnos por una menudencia o por algo que aún no ha sucedido para esquivar lo que realmente nos preocupa”.
Estampas sobre recuerdos del pasado donde las pérdidas y el paso del tiempo cobran relevancia. En el siguiente fragmento, uno de los últimos recuerdos de su padre:
“Octubre. Vuelve un recuerdo del último año de mi padre, sentado en la penumbra de su habitación, porque la luz le hiere los ojos. Muy flaco, piel y huesos, como un pajarito. Se rasca continuamente el dorso de las manos, ahora una, luego la otra. Intento animarle y me dice, casi en un susurro: «No insistas, de verdad. Yo ya tengo un pie en el otro lado.» Quedamos en silencio, porque no sé qué contestar a eso. Al cabo de un rato me dice, con una voz algo más alta y muy serena: «Aunque a veces pienso que no sé si me estoy muriendo o si estoy renaciendo. Me pasan cosas muy raras que no acabo de entender, ¿sabes? Salgo a la calle y veo la luz en un árbol y pienso: ¡Qué luces tan bonitas tiene la vida! He visto mil veces ese árbol y de golpe…» Otro silencio. «¡Me he perdido tantas cosas!»”.
Vivencias cotidianas pueblan otros momentos, referidos algunos a su compañera Pepita y a su gata Rosalía:
“Una de las cosas que más lamento de mi relación con Pepita es no hacerla reír con más frecuencia. Demasiadas veces asoma el tipo sombrón, quejoso, egocéntrico y sufridor. Lo cual, por supuesto, es un fastidio y una enorme pérdida de tiempo. ¡Venga, a ver esa risa!”.
“La gata Rosalía es caprichosa, maniática, misantrópica, siempre perdida en extrañas cavilaciones, atenta a las señales más marcianas, capaz de trepar y perderse por altos alambres invisibles y de ocultarse durante horas en rincones secretos, pasando del juego afable al zarpazo inesperado. O sea, que nos parecemos muchísimo”.
El libro ofrece gratos momentos de lectura. Marcos Ordóñez ha elaborado como otros creadores a los que admiro, caso de Vila-Matas al que me recuerda por momentos; un libro pleno de inteligencia donde su creatividad adquiere un alto grado de madurez.
En referencias musicales, Marcos despliega sus gustos, Bob Dylan, Leonard Cohen, Gram Parsons … o el “hombre de negro”, Johnny Cash. En el siguiente fragmento nos refiere unas recomendaciones de Sam Phillips a Johnny Cash a propósito de la fenomenal canción “Walk The Line”. En el disco que incluyo, Cash acomete en directo en Austin la canción junto a otro ramillete de clásicos:
“«Me gustaría que cantaras como si te hubiera atropellado un camión y solo tuvieras tiempo de cantar una canción. Una canción por la que la gente te recordase para siempre. Una canción en la que le contaras a Dios qué tal te fue en tu paseo por la tierra. Una canción que te resumiera. Esa es la canción que quiero que cantes: algo que realmente sientas, porque esas son las canciones que la gente quiere escuchar, las canciones que realmente les salvan» (Sam Phillips a Johnny Cash en Walk the line).”
<a href=”http://livefromaustintx.bandcamp.com/album/live-from-austin-tx-johnny-cash”>Live from Austin, TX: Johnny Cash by Johnny Cash</a>
Bass – Joe Allen
Drums – W.S. Holland
Guest – Anita Carter, June Carter Cash
Guitar – Bob Wootton, Jim Soldi, Johnny Cash
Harmonica – Jack Hale, Jr.
Keyboards – Bob Lewin
Piano – Earl Poole Ball*
Trumpet – Bob Lewin, Jack Hale Jr.
Vocals – Johnny Cash
Grabado en Austin en 1987. (New West Records 2007)
Editorial: Anagrama, edición 2019
Colección: Narrativas Hispánicas