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Mario Levrero “Diario de un canalla; Burdeos, 1972” (1986-1987, 2003) Libro, Ed. Random House, 2015

Ando รบltimamente “enfrascado” con la obra del escritor uruguayo Mario Levrero. Habiendo leรญdo su Trilogรญa Involuntaria (La Ciudad, El Lugar y Parรญs), de clara influencia de Franz Kafka, donde el comรบn denominador es una bรบsqueda de una ciudad soรฑada y a su vez, un viaje interior de los personajes; llego ahora a estas dos obras, editadas en un sรณlo libro, donde su narrativa abandona mayormente la ficciรณn y gira ya hacia el diario personal.

Consta de dos libros: Diario de un canalla, que data de 1986 y 1987 y Burdeos, 1972; escrito en 2003. Ambos estรกn narrados en forma de diarios, como he dicho antes. En el primero, Mario en unas vacaciones de su trabajo se plantea escribir un libro, pero al final acaba detallando aspectos cotidianos, principalmente ocurridos en su patio, como la visita de una rata o un pajarito y cรณmo de manera involuntaria acaba por involucrarse en la lucha por su supervivencia. Contado de manera muy humana, con humor pero reflexiรณn a su vez.
El segundo libro, tambiรฉn en forma de diario, trata de los recuerdos que tiene en 2003, de su estancia en Burdeos por el aรฑo 1972. Al estar narrado en 2003, sus recuerdos albergarรกn lagunas. Nos relatarรก su vida con una mujer francesa y su hija. El dรญa a dรญa, los momentos alegres y las tensiones entre los tres miembros; principalmente por la inestabilidad creciente de la compaรฑera. Quizรกs con un punto menos de humor que Diario de un Canalla, con mรกs ironรญa tal vez, pero tambiรฉn de una manera cercana a nosotros.Muy aconsejable iniciarse en la narrativa de Mario con estas excelentes obras.

En Burdeos, 1972; nos habla de sus sentimientos en torno a los valses de acordeรณn franceses en contraste con el tango de su admirado Julio De Caro:

“Esos valsecitos franceses tocados en acordeรณn, con profusiรณn de notas a toda velocidad, sencillos pero muy adornados, siempre me habรญan producido una clase especial de nostalgia; una nostalgia que no refiere a ningรบn pasado personal, que no refiere a nada vivido ni conocido. Exactamente igual que los tangos que escuchaba a mis quince aรฑos en discos del sexteto de Julio De Caro, grabados quince o diecisรฉis aรฑos antes de que yo naciera. Igual, en cuanto a la nostalgia sin referencias personales; pero cada uno, el valsecito y el tango, tiene una clase distinta de nostalgia. La nostalgia del valsecito francรฉs viene mezclada con un cierto fracaso, un fracaso por asรญ decirlo placentero; fracasa en la alegrรญa que pretende; es una alegrรญa falsa, y que sabe que es falsa. El tango me trae la nostalgia por algo que no vivรญ pero que fue; el valsecito me quiere mostrar algo presente que no es, algo que deberรญa alegrarme pero con un tipo de alegrรญa que no existe, o que no conozco. Lo que podrรญa ser, pero no es, ni serรก. Es muy fรกcil echarse a llorar con esos tangos o con esos valsecitos. Y es un llanto necesario, que hace bien.”

Nos habla a su vez de la mรบsica de Georges Brassens:

“ยซIl nโ€™y a pas dโ€™amour hereuxยป; no hay amor feliz. ร‰ste es el tรญtulo de un poema de Louis Aragon, al que mi amigo Georges le puso mรบsica. Georges Brassens fue mi amigo desde mucho antes de que yo conociera a Antoinette; cuando tenรญa mi negocio, una vez habรญa comprado un lote de discos, y entre ellos habรญa uno de Brassens. Jamรกs lo habรญa oรญdo nombrar. Escuchรฉ el disco y de inmediato me sedujo la calidez de su voz y el ritmo de sus canciones. Cantaba acompaรฑรกndose de su guitarra y de un contrabajo. No entendรญa una palabra de lo que decรญa, pero escuchรฉ el disco hasta saberlo de memoria, y lo mismo algunos amigos; una vez, en un viaje en auto hacia un balneario, cantamos a grito pelado Elisa, Jorge y yo ยซAu bois de mon coeurยป. Algo entendรญamos, pero no mucho. Despuรฉs conseguรญ un libro de la colecciรณn ยซPoรจtes dโ€™aujourdโ€™huiยป en el que estaban casi todas las canciones de ese disco, y unas cuantas mรกs. Con un pequeรฑo diccionario francรฉs-espaรฑol logrรฉ desentraรฑar algunas cosas, pero no era fรกcil. Brassens usaba mucho argot, muchos modismos, y ademรกs a menudo cortaba las palabras por la mitad y pasaba la otra mitad al verso siguiente.”