El segundo tomo de los diarios de
Piglia (
ver tomo 1), comprende los años que transcurren entre
1968 y 1975. Son
tiempos agitados en Argentina, con tres
dictaduras militares:
Onganía, entre 1966-1970;
Levingston 1970-1971 y
Lanusse 1971-1973.El autor deja constancia por medio de su
alter ego Renzi, de varios episodios en los que se tuvo que
mudar de vivienda ante el temor a los
registros de los militares. A pesar de que él no era militante, su pensamiento era de izquierdas y entre sus amistades algunas estaban verdaderamente comprometidas.Se pregunta sobre la
consistencia de un diario:
«Uno puede escribir cualquier cosa, por ejemplo una progresión matemática o una lista de la lavandería o el relato minucioso de una conversación en un bar con el uruguayo que atiende la barra o, como es mi caso, una mezcla inesperada de detalles o encuentros con amigos o testimonios de acontecimientos vividos, todo eso se puede escribir, pero será un diario sólo y exclusivamente si uno anota el día, el mes, el año, o alguna de esas tres maneras de orientarse en el torrente del tiempo.»Como en el anterior tomo nos habla de
sus amistades, principalmente las confidencias con
David Viñas, del que critica su inseguridad pero elogia su disposición, destacan las charlas con
Miguel Briante. Especialmente interesante es el
encuentro con otros escritores. Sobresalen sus encuentros con
Borges y
Juan Carlos Onetti o con
Manuel Puig, quien publica
Boquitas Pintadas en 1969; muy elogiada por
Piglia. Habla del decaimiento de
Borges por
su ceguera y el
empuje de Cortázar. Se encuentra con
Roa Bastos que acaba de publicar
Yo, el Supremo; obra que él pondera.Para
Piglia la
literatura argentina del momento está
integrada en la literatura mundial:
«Recién a partir de Macedonio y de Borges nuestra literatura —en nuestra generación— está en el mismo plano que las literaturas extranjeras. Ya estamos en el presente del arte, mientras que durante el siglo XIX, hasta muy avanzado el siglo XX, nuestra pregunta era: «¿Cómo estar en el presente? ¿Cómo llegar a ser contemporáneo de nuestros contemporáneos?». Nosotros hemos resuelto ese dilema: Saer o Puig o yo mismo estamos en diálogo directo con la literatura contemporánea y, para decirlo con una metáfora, a su altura.»Si en el libro anterior atravesaba verdaderas penurias económicas, en estos años
parecen irle un poco mejor las cosas a pesar de los altibajos. Da sus clases de profesor, conferencias, escribe en periódicos y revistas y edita colecciones de libros, como una dedicada a la novela policial.

Sus
relaciones sentimentales son
intermitentes a raiz del alejamiento con
Julia, a pesar de cinco años juntos.En su
entorno familiar tiene
menor protagonismo su abuelo a raiz de su muerte y
con su padre no acaba de establecer una relación fluida. En cambio
con su madre tiene más afinidad:
«Tiene una particularidad que yo admiro y de la que he aprendido mucho: nunca critica a nadie, sea cual sea o haya cometido el crimen que haya cometido, siempre que sea miembro de la familia. Jamás juzga la conducta de los demás, mientras formen parte de su círculo. En ese sentido, creo que ya lo he dicho antes, mi madre es, para mí, un modelo de lo que debe ser un narrador. Detallista, minucioso e incapaz de condenar lo que hacen otros.»Nos cuenta las
multiples lecturas, sus admirados
Hemingway y
Pavese de los que se siente influenciado; compra un tomo con todo
Melville;
Beckett,
Lowry,
Doris Lessing; Gusta mucho de
Brecht:
«Crece mi deslumbramiento por Brecht, o mejor dicho, por la prosa de Brecht. Impresión tan fundamentada como el conocimiento de Pavese, Hemingway, Borges o Joyce.»Vuelve a releer de
Faulkner,
Absalom, Absalom!, con devoción. Le atrae
Scott Fitzgerald. Le deslumbra el primer
Onetti menos barroco.
Arlt para él es una referencia absoluta dentro de las letras vanguardistas argentinas. Lee mucho policial,
Chase,
Ed Mcbain,
Goodis,
Hammett, y relee con admiración a
Chandler:
«En estos días estoy releyendo todo Chandler, me gusta mucho la combinación de aventura e ironía, una épica sosegada. Marlowe busca todo el tiempo objetos perdidos, enfrenta obstáculos múltiples. Vive ese trabajo agobiante (el de detective privado) como un héroe de Kafka, con humor, viendo la muerte de cerca y el dinero como una clave que le da sentido al juego. Finge aceptar esas reglas para ocultar la atracción por el movimiento continuo.»En el diario hace referencia a determinados
libros que está escribiendo. Cuenta el argumento del que con bastante posterioridad publicará como
Plata Quemada (1997). Está iniciando también
Respiración Artificial (1980). Concluyendo el diario publicará el libro de cuentos,
Nombre Falso (1975);
se exige mucho en su escritura llegando a anotar:
«En la editorial, las últimas pruebas de página de Nombre falso. Los días de encierro, los años vacíos están ahí. Ninguna ilusión, más bien la certeza del rechazo que vendrá, o mejor, la indiferencia de todos. Nunca lograré que un libro mío esté a la altura de mis expectativas.»Tiene excelentes
citas de autores que le gustan:
«Todos los dioses han muerto, todas las batallas fueron libradas, toda fe en el hombre quebrantada está», F. S. Fitzgerald.«Porque el que puede actuar, actúa. Y el que no puede y sufre profundamente por no poder actuar, ése, escribe», W. Faulkner.«Nadie puede describir la vida de un hombre tan bien como él mismo. Su vida real, interior, sólo de él es conocida, pero al describirla la disfraza, la muestra como él querría que lo vieran, pero de ningún modo como es», J.-J. Rousseau.Como también agudas
reflexiones propias:
«En la literatura se sabe lo que no se quiere hacer, porque lo que sí se quiere hacer no siempre resulta logrado al escribir. En cambio, la negatividad nos permite escribir desechando todo lo que no nos interesa.»«En realidad la literatura muestra la opacidad del mundo, nunca sabe uno nada sobre la gente, incluso sobre aquellos que están cerca y a los que amamos, sólo sabemos lo que nos dicen pero nunca lo que piensan porque siempre nos pueden mentir; en ese sentido, las novelas se leen porque son el único modo de ver a una persona por dentro. Yo conozco mejor a Anna Karénina que a la mujer con la que vivo hace años.»«Si mantengo mi idea de leer sólo en función de lo que estoy trabajando, entonces dejo casi por completo de leer. Prefiero intentar elegir los libros por sí mismos, olvidando lo que estoy escribiendo.»«En Joyce me interesa el cambio de técnica en cada capítulo, la forma también; en Borges, la quiebra de los géneros, el uso disperso y persistente del policial; el uso traidor de las convenciones de lectura.»Entre sus
aficiones, literatura aparte; se encuentra el
cine y nos enumera múltiples y variadas películas: le gusta
Godard, visiona
Weekend,
Made In U.S.A. o
Los Carabineros;
Los Hermanos Karamázov de
Pyryev, muchos
policíacos, como
A Quemarropa de
Boorman,
El Detective de
Gordon Douglas o
El Último Suspiro y
El Samurái de
Melville,
Chinatown de
Polansky. Acude al
teatro y presencia obras de
Lorenzo Quinteros y elogia
Lisandro, de su amigo
David Viñas.Son muchos apuntes los que comparte
Ricardo. Es
aconsejable alternar otras lecturas para no fatigarnos ante el exceso de información y volver con mayor frescura a unas
impresiones que se presentan como
indispensables para conocer los
entresijos de los
cuadernos de trabajo de Piglia. Pronto, a por el tercero y último diario.En
música, sus gustos son variados, desde
música moderna internacional,
The Beatles,
Jimmy Hendrix; argentina, como
Almendra o
Manal. Mucho
tango y
jazz. Escucha en numerosas ocasiones música
clásica,
Debussy,
Mozart,
Schumann … Y
descubre al norteamericano
Charles Ives. En los ejemplos sonoros, podéis escuchar la
Sinfonía número 4:
«Descubro a Charles Ives. Buen momento para el encuentro con esa música.»«Escucho a Ives en la noche, bajo la lámpara que me recorta un círculo de luz, solo con este perverso sentimiento de extrañeza que siempre confundo con la soledad.»
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