Theodor plantea en este libro un acercamiento a su madre. Para ello, estima conveniente viajar desde su lugar de residencia fijado en Suecia, hacia Atenas y convivir durante una semana con su progenitora, para aclarar ciertas lagunas, tanto de ella como de su padre y la familia.
Embed from Getty ImagesLa distancia con sus raíces, supone la dificultad de vivir en otro país, como también planteaba el autor en el excelente, «Otra Vida Por Vivir» (Ver aquí). Tanto madre como hijo, albergan una pena por vivir separados, a pesar de sus necesarias charlas semanales por teléfono:
«–Tú, que no te separabas de mi falda, te fuiste tan lejos.No es una recriminación, simplemente no lo entiende. Tampoco yo lo he entendido. Me fui de mi país, pero ¿qué quería dejar atrás?».
Theodor pensaba escribir sobre su madre cuando ella no viviera, pero siente la necesidad de hacerlo, pues nota su propio envejecimiento. Al poder tener acceso su madre al libro, siente dudas el autor, sobre el rumbo a seguir en la narración:
«Este año cumplí los sesenta y ocho, y mi madre los noventa y dos. No quería hacerlo mientras ella viviera. Pero ahora, creo, no tengo otra opción. La muerte se nos está acercando a ambos. La muerte de quién da los pasos más largos es algo que no puedo saber. En otras palabras, estoy obligado a escribir sobre mi madre ahora, teniendo en cuenta que tal vez ella lo lea. Es probable que acabe siendo un texto distinto, otro. En este momento no sé qué clase de texto será».
No quiere que su madre se comporte de determinada manera para su escritura, quiere que siga actuando con naturalidad, por su parte, continúa con las dudas sobre su ego de escritor, con ironía:
«No quiero obligar a mi madre a comportarse como modelo.
¿Cómo evitarlo? ¿Es posible evitarlo? Y hay otro problema todavía. ¿Seré capaz de controlar al demonio del escritor que quiere arrebatarme el trabajo de las manos? ¿Qué quiere pasarse de listo, bromear, embellecer, o por el contrario, afear? ¿Qué quiere hacer de la gallina un pavo o del pavo una gallina?».
Introduce el autor en su narración de manera intercalada, partes de un texto que solicitó a su padre cuando todavía vivía, texto valioso para el autor para aclarar dudas sobre sus antepasados:
«… a la edad de ochenta y dos años, escribió un texto sobre su vida, no para ser publicado, sino para mí. La primera frase lo dice claramente: «Mi adorado Theodorís quiere que escriba sobre el origen de nuestra familia, es decir, de la familia Kallifatides». De otra forma, no lo habría hecho. Gracias a ese texto sé lo que sé de él y de su encuentro con mi madre».
En el texto su padre habla de la convivencia en Trebisonda de griegos y turcos y como comenzó a variar negativamente para los griegos la situación en la primera década del siglo XX:
«Los griegos tenían sus iglesias y sus escuelas que funcionaban tranquilamente y no eran sometidas a ningún control. En todas las comunidades griegas había escuelas primarias con seis y siete cursos pagados por la comunidad. En dichas escuelas se enseñaba lengua griega e historia de Grecia, sin ninguna inspección por parte de las autoridades turcas. Eso fue así hasta que tuvo lugar la Revolución de los Jóvenes Turcos, en 1908-1909, que promulgó la Constitución y abolió el absolutismo de los sultanes. La Constitución trajo la aniquilación y finalmente el exterminio del elemento griego en Turquía».
Y puntualiza Kallifatides el texto de su padre:
«No sólo los griegos fueron aniquilados. La misma suerte corrieron los armenios y los judíos. Tuvo que pasar un siglo antes de que todo esto saliera a la luz. Son muchas las cosas de las que no hemos hablado. ¿Cómo podemos dormir tranquilos por la noche?».
El cuerpo del libro serán los siete días de estancia con su madre ocupando cada día un capítulo del libro. Las dos concepciones distintas entre la sociedad griega y la sueca salen a relucir constantemente, como lo refleja el siguiente párrafo del libro donde sale a relucir el tema de la familia:
«Para mi madre la vida gira en torno a la familia, sobre todo, a la mujer. No tengo ganas de argumentar que los tiempos han cambiado y todo lo demás. Con frecuencia resulta incómodo vivir en dos sociedades. En Suecia, la familia no desempeña el mismo papel que en Grecia. Los hijos son educados para ser independientes. Cuanto más pronto y más independientes sean, mejor. Aún recuerdo algo que ocurrió durante mi primer tiempo en Suecia. Había ido de visita a casa de una muchacha y sus padres me invitaron a cenar. Después de la cena, serían alrededor de las ocho de la noche, su hermano, que debía de tener unos cinco años, se levantó y anunció que iba a ver a un amigo. Ninguna sorpresa, ninguna pregunta, sólo una amable petición de que no regresara tarde. Mi problema es que entiendo tanto la manera griega de proceder, como la sueca. Ambas tienen sus cosas buenas. Los griegos son hijos de mamá, y los suecos son hijos de su sociedad. Soy incapaz de elegir entre ellas, y eso crea mi incomodidad existencial. Me vuelvo como aquel dios romano que tenía dos rostros en una sola cabeza».
Como en «Otra vida por vivir», plantea Kallifatides la extraña sensación que se tiene perteneciendo de algún modo a dos países pero sintiéndose extranjero en ambos:
«El porqué me fui de mi país es algo que no ha dejado de atormentarme. De alguna manera me siento culpable, como si hubiera renunciado a mi puesto y me lo recordaran cotidianamente. «Tú te fuiste y te salvaste», me dicen parientes y amigos. He perdido el derecho a hablar de temas griegos. Una mordaza es lo primero que te dan cuando llegas a un país extranjero, y es también lo primero que adquieres cuando vuelves. Mamá suele decir que vivir en el extranjero no es para todos. Nada es para todos. De pronto me viene a la mente el chiste: «Papá, papá, ¿está lejos América?», pregunta el niño. «Cierra la boca y sigue nadando», le responde el padre. Eso es vivir lejos de tu patria, en el extranjero» .
Son innumerables las escenas cotidianas que muestran los sentimientos y preocupaciones del autor respecto a su madre y a él, con ternura, sirva de ejemplo el siguiente párrafo:
«Sentía una profunda gratitud por tenerla frente a mí. La idea de que algún día no estaría me resultaba tan extraña, que recordé lo que pensaba de niño. Que el árbol sobrevive a su fruto. Pero si me iba yo primero, ¿ella cómo lo iba a soportar?Era un círculo vicioso con una única conclusión lógica. Debemos volvernos inmortales el uno para el otro. –Comí tanto, que no puedo ni hablar –dije. Mamá rio aliviada».
Los libros de Kallifatides se muestran cercanos por la gran humanidad que desprenden. Son libros en los que se subraya constantemente, al menos eso me sucede a mí, debido a la capacidad de pensamiento del autor, con agudas y certeras reflexiones. Si bien la narración orbita en torno a su madre, no dejan de aparecer las constantes de sus obras: el sentimiento apátrida, los conflictos humanitarios de los emigrantes, el paso del tiempo, la familia, la memoria o la vejez. Libros en definitiva, de los que se aprende constantemente. Theodor, durante el proceso de escritura del libro escuchó «Las Sinfonías de Hamburgo», del compositor Carl Philipp Emanuel Bach, tal como nos lo cuenta en el Epílogo:
«Carl Philipp Emanuel Bach (1714-1788) escribió las Sinfonías para Hamburgo en 1773. Desde la primera vez que las escuché me sentí ligado a ellas, sobre todo porque el compositor era más hijo que yo. Su padre fue Johann Sebastian Bach, un hombre que tuvo muchos hijos y cuya música se acercó a Dios como ninguna otra. Este libro lo escribí con la única compañía de las Sinfonías para Hamburgo. Las escuchaba cuando trabajaba y cuando no podía trabajar, también. Estoy seguro de que sin esta música habría escrito un libro distinto o no habría escrito nada”.
Por eso, de hijo a hijo, le doy las gracias a Carl Philipp Emanuel».
Editorial: Galaxia Gutenberg, Edición 2020
Traducción: Selma Ancira