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Juan José Saer “Nadie Nada Nunca” Rayo Verde 2014

“Nadie nada nunca”, continúa la línea marcada por su anterior obra, “El Limonero Real”. En ella, sigue explorando las posibilidades técnicas de la narración.

Al igual que ocurría en “El Limonero Real”, partimos de un argumento banal: el transcurrir de viernes a domingo del Gato Garay en su casa de la costa del Paraná, cercana al pueblo de Rincón. El sábado por la mañana recibirá la visita de su amiga Elisa que le entregará un libro de su hermano Pichón y convivirá con el Gato los tres días. Recibirá por otra parte el Gato, la encomienda de cuidar un caballo. El domingo recibirán la visita de su amigo Tomatis con el que compartirán un asado y vino. Cercano se moverá el personaje del bañero.

Pero en esta historia cotidiana, Saer introduce una trama de aparente contenido policial: se están produciendo en la zona una serie de asesinatos de caballos. Aparecen muertos por un disparo en la sien y descuartizados. De la investigación se ocupa el comisario, Caballo Leyva; conocido por sus métodos expeditivos para hacer “cantar” a los sospechosos, según Tomatis.

Como en “El Limonero Real”, hay una fragmentación repetitiva a lo largo de la obra. Las frases iniciales del libro presentan una conexión clara con el título del libro, repitiéndose a lo largo de los capítulos de la obra:

“No hay, al principio, nada. Nada. El río liso, dorado, sin una sola arruga, y detrás, baja, polvorienta, en pleno sol, su barranca cayendo suave, medio comida por el agua, la isla».

Juan José Saer “Nadie nada nunca” Editorial Rayo Verde 2014 (Las sucesivas citas sin mención, se referirán al mismo autor y libro

Aparentemente si nos fijamos solamente en la superficie de la novela, podemos asistir a una narración que cuenta poco y, lo que cuenta parece ser similar a lo largo de la narración. Pero si leemos prestando atención a los detalles, podremos constatar como el recurso de Saer es intencionado. Lo que pretende es dar significación a los personajes y a lo narrado con su constante reiteración. Reiteración que además va modificando poco a poco lo contado, introduciendo variaciones significativas.

Destaca el cambio técnico narrativo al pasar de un narrador indirecto, como observamos en el fragmento siguiente:

“Está parado, cuando se despierta, o cuando comienza, más bien, a despertarse, al lado de la cama. La sábana, las paredes blancas, relumbran en la oscuridad, y el zumbido del ventilador continúa, monótono. El espiral se ha consumido entero. Está saliendo, despertando, de un horror difuso, espeso, y cuando advierte que ya está casi despierto, desnudo, parado al lado de la cama, el horror envía, todavía, como el ventilador, ráfagas.”

A la narración en primera persona del personaje del Gato:

“Voy atravesando, despacio, las habitaciones frescas, embaldosadas de colorado, entre las paredes blancas, atravesando el hueco de las puertas pintadas de negro, y cuando llego a la galería del fondo, sobre la que el sol golpea, tiro, hacia el centro del patio trasero, lo que queda del cigarrillo. Montado sobre el bayo amarillo, el Ladeado espera sin impaciencia del otro lado del portón».

Como en la obra anterior, hay cierta influencia de Virginia Woolf en la aplicación del flujo de conciencia. Alternativamente Saer va pasando de unos personajes a otros, donde el narrador deja constancia de sus ensimismamientos.

Saer se centra, principalmente, en el personaje del Gato Garay, lo cual no impide que, cercano a él, transiten varios personajes con características marcadas: Elisa, la amiga del Gato, tiene destacado protagonismo en la narración. Elisa y el Gato protagonizan escenas de una sensualidad acentuada. Pero aunque el acto se consuma entre ambos en más de una ocasión, hay como una imposibilidad de satisfacción plena en el plano sexual, como los pensamientos del Gato atestiguan:

“Ahí estábamos moviéndonos, quejándonos, suspirando, uno dentro del otro, como siempre —para eso nos encontrábamos cada vez que podíamos— y cuando terminamos, jadeando, echado uno sobre el otro, aplastados, como deshechos, no habíamos avanzado mucho, no: estábamos igual que al principio y el punto máximo que habíamos alcanzado estaba infinitamente más cerca del comienzo que del fin».

El libro que Gato recibe de su hermano, es precisamente, “La Filosofía en el Tocador” de Sade. Gato lee fragmentos del libro donde se reproduce la imposibilidad de conseguir el placer y los consejos para tratar de obtenerlo.

Otro personaje que se encuentra por la costa es el bañero. Fue campeón de permanencia en el agua, pero sabemos como el narrador atestigua el episodio que provocó su abandono de la competición. Tuvo una extraña percepción donde la realidad parecía descomponerse por momentos:

“Lo cierto es que todo a su alrededor la superficie del agua se transformó en una serie de puntos luminosos, de número indefinido y quizás infinito, muy próximos unos de otros pero que no se tocaban entre sí como lo probaba el hecho de que a pesar de sus continuas titilaciones podía verse entre uno y otro una línea negra, delgadísima. Hasta donde su vista pudiera alcanzar, es decir, todo el horizonte visible, la superficie que lo rodeaba, en la que ya no era posible distinguir el agua de las orillas, parecía haberse pulverizado y la infinitud de partículas que se sacudían ante sus ojos no poseían entre ellas la menor cohesión».

Este extraño fenómeno percibido por el personaje, potencia la reivindicación del presente constante que aplica Saer por medio de la reiteración de fragmentos a lo largo del libro.

El Ladeado es el personaje que lleva el caballo al Gato, por mediación de su tío Layo. Quiere que el Gato lo resguarde en su finca para evitar la violencia desatada contra los caballos por la zona. El bañero lo ve llegar en canoa con el alimento del caballo. También Saer alterna la visión del Ladeado por medio del Gato, como ve que se acerca a la casa. Es un rasgo característico de la técnica del autor. Se nos describen los rasgos de los personajes por medio de la mirada de otros personajes de modo alternado.

Juan José Saer (Fuente: alchetron.com)

Un personaje que marca un punto de ruptura en la narración será Tomatis. Se ha dicho que es, en cierto modo un alter ego del autor. En una entrevista que concedió en 1997, preguntaban a Saer, al respecto:

Entrevistador: ¿Se identifica con alguno o varios de sus personajes?:

“Con todos. Todo el mundo dice que el que más se me parece es Tomatis. Yo no creo mucho en eso. No creo en eso…».

Juan José Saer, entrevista en París, 1997.

Entrevistador: Pero en algo cree…

“Yo creo que todos los personajes de un autor son un poco él. Recuerdo que una vez Borges criticaba Contapunto de Huxley. Una novela que estaba muy de moda (creo en los ‘70). Fue una noche, en un banquete, cuando conocí a Borges. Yo acababa de leer Contrapunto, que me gustaba mucho, entonces él me dijo “No, no me gusta esa novela porque dice que todos los personajes son él”. Entonces me pareció un argumento válido. Pero ahora, pensándolo retrospectivamente, creo que no tenía razón. Creo que todos los personajes de Cervantes son Cervantes y todos los personajes de Dostoievski son Dostoievski. Y esa diferencia de distintos caracteres, el opuesto, es decir Yago y Otelo, son parte de la misma persona de Shakespeare. Es un poco así como veo las cosas».

Juan José Saer, entrevista en París, 1997.

Tomatis visita a su amigo Gato. Trabaja de reportero en un periódico, en Rincón. Lo pone al corriente de las noticias más recientes, sobre el caso de los caballos y sobre ciertas circunstancias que han acaecido al comisario Leyva, que no desvelo.

Gato y Elisa charlarán distendidamente junto a su amigo Tomatis, que preparará el asado que después comerán regado de un buen vino. Este elemento es común en las narraciones de Saer. Gusta al autor de intercalar los momentos de esparcimiento de los personajes, disfrutando de una buena charla a través de la preparación de los alimentos y la comida y la bebida en la mesa, en sí:

“Tomatis había extendido la carne cruda sobre los papeles que la envolvían, en la mesa despejada, y se había puesto a salar las vísceras, las costillas, la grasa. En un determinado momento había alzado un riñón partido en dos, y se había puesto a declamar, paródico y lento, como si estuviese improvisando, aunque se trataba, otra vez, de su estrofa satírica preferida después de varios meses: Antes que nada o mejor dicho primero / cantemos en honor del capitán Fontana / que transformó este mundo en un matadero / defendiendo la causa vegetariana».

El caballo, indirectamente, es otro elemento importante más. Hay una relación de desconfianza del bayo hacia el Gato que irá cediendo en parte, de forma gradual:

“… el bayo amarillo, inmóvil bajo los árboles, alertado por la aparición del Gato cuya sombra se proyecta contra la pared blanca de la galería, entre la puerta de la habitación y la puerta de la cocina cubierta por la cortina de lona azul, deja, durante unos segundos, de masticar».

El mundo de los sueños también está presente en la obra. El Gato tendrá sueños donde de fondo se observan claves que apuntan a la dictadura militar que estaba sucediendo en Argentina en esos años. Hay otros detalles que aluden al estado represivo del momento, cuando Elisa escucha disparos de ametralladoras cercanos y el sonido de un helicóptero militar sobrevolando la zona. Esa tensión se palpa en algunas escenas del libro, como cuando Elisa estando en Rincón se siente observada, vigilada. Gato también sueña con un Casino y los juegos de azar, obsesión del autor que incluso atravesó por problemas económicos en alguna ocasión a causa de su adición, que con el tiempo logró superar.

Saer en el libro parece querer con su fragmentación repetida, tratar de aprehender la realidad por medio de las palabras, aún a sabiendas de que es prácticamente imposible reflejarla por completo, tal como es. La captación del instante en la narración, cobra importancia en Saer; recordándome a Salvador Elizondo en su pieza maestra, “Farabeuf” (Ver Aquí). Otro elemento que encontramos en el libro, es el humor irónico que Saer despliega en pequeñas pinceladas a lo largo del mismo.

Es cierto que algunas lecturas de Saer no son nada complacientes, pero no son crípticas; en absoluto. Si entras en ellas te recompensará, porque es un autor que tiene mucho respeto por el lector.

A propósito de ello, contaba una anécdota el propio Saer, me parece recordar que en una entrevista. Decía que al final de una conferencia, se le acercó una mujer, precisamente con el libro “Nadie nada nunca”. Tras los saludos de rigor y la petición de firma del libro, la mujer dijo a Saer que cuando comenzó a leer el libro la primera vez, lo dejó apenas transcurridas unas páginas, maldiciendo al autor. Ella se decía, no puede ser, me parece estar leyendo continuamente lo mismo. Ella era maestra pero no podía con él, pensaba que era una pérdida de tiempo. Transcurrido un tiempo, observando los libros en su biblioteca, vuelve a fijarse en el esquivo libro de Saer. Se dice para sí: Voy a darle una segunda oportunidad, no puedo creer que no sea capaz de leerlo. Comienza a leer y esta vez sí, ya no puede dejar de leer. Le dice a Saer, mire, cuando acabe su lectura sentí tal fascinación que ahora es para mí uno de los libros más apreciados. Además comprendí que lo que usted escribe no tiene un lenguaje complicado, creo que no tuve necesidad de emplear un diccionario. Por eso, le doy las gracias por haberme proporcionado esos momentos tan especiales de lectura.

Dejo como complemento uno de los mejores documentales que hay en torno a la obra de Saer, con intervenciones del mismo autor y otros testimonios. Lo produjo el canal (á) argentino:

“Nadie nada nunca” Juan José Saer

Editorial: Rayo Verde, Edición 2014 🔗

Colección: Rayos Globulares

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