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Marcelo Cohen “El Oído Absoluto” Eudeba 2013

Las vidas de Lino y Clarisa coincidirán en Lorelei, una ciudad insular aparentemente idílica; fundada por un cantor popular multimillonario, Fulvio Silvio Campomanes. Su aparente vida tranquila en la isla se verá alterada ante ciertos signos extraños y la llegada de Lotario, padre de Clarisa.

El libro aparece en 1989, pocos años después de la dictadura en Argentina. Indirectamente se perciben en la narración señales del totalitarismo. Pero en él, encontramos una singularidad ajena a la creación literaria de aquellos añosSe aparta del realismodel concepto de novela en sentido estricto y, por último, de los temas frecuentados por la narrativa argentina.

La obra, en ocasiones abandona el carácter novelístico para devenir en ensayo, donde tienen cabida una serie de referencias temáticas de origen diverso, bien sea científicaspolíticasmusicales, o de pensamientos filosóficos o religiosos.

La narración, aunque en el sentido estricto, no se pueda considerar plenamente dentro del género de la ciencia ficción o el fantástico, si tiene su sustento en ellos; siempre bajo una concepción filosófica y humanística.

La ciudad en la isla se sustenta en una utopía de un multimillonarioFulvio. Su objetivo es procurar la felicidad y el bienestar de sus habitantes (la idea en sí ya remite al «Mundo Feliz» de Huxley). Emite por cable musical sus canciones de música ligera insustancial. En el siguiente fragmento, Lino, el narrador, puntualiza de manera irónica, el adocenamiento y adormecimiento de los habitantes de la isla por parte del fundador de Lorelei:

«En la época que estoy contando se me hacía peliagudo entender cómo Campomanes podía vivir impávido en un mundo donde habían existido Lennon y McCartney o Edith Piaf, no digamos ya los hermanos Gershwin. Pero en esa voz de raso húmedo la gente encontraba algo perturbador; y es así que Lorelei supuraba canciones, incluso de los discípulos de Fulvio, por todos los orificios, y uno tenía la sensación de que le habían convertido la cabeza en un blanco móvil teleguiado por extraños propietarios».

Si supuestamente, el mundo que plantea Fulvio, es de carácter filantrópico; no deja de convertirse en una distopía, al controlar el sistema a sus habitantes mediante vigilancia (remite a K. Dick) y unas normas estrictas, donde cierta parte de la población es acotada en lugares señalados. Parte de sus habitantes son declarados como «indefinidos sociales»: disidentes políticos, artistas, hippies, … Se trata de una critica velada al período dictatorial argentino y en consonancia, a cualquier clase de totalitarismo.

Lino tiene que rellenar una ficha, exigida por «La Oficina de Circulación». La ironía desplegada por el protagonista no tiene desperdicio:

«…Se apropió de la tristeza teológica de César Vallejo y de las ardientes herejías de William Blake y, obtusamente, volvió a cruzar el Atlántico. Fue camionero clandestino en las Azores. Cuando en Oporto columbró que necesitaba un empleo con casa, se puso a estudiar electricidad y matemática, rindió exámenes y obtuvo un título de guardafaros. Trabajó de farero en Tánger, Rapallo, Santorini y San Feliú de Guixols. Aunque cambiaba con diligencia las bombillas Philips de 2.000 vatios y conocía el humor del mar por las arrugas, se negaba 1) a inscribirse en el Registro de Indefinidos Sociales; 2) a cumplir seis meses de servicio militar simbólico en Malta con las columnas mediterráneas de la OTAN …».

No pueden salir de Lorelei, estando controlados por las institucionesLinoClarisa y sus amigos se encontrarían en esta situación. El sistema trata de reeducarles a toda costa. El narrador, en relación a su amigo Tristán especifica de manera clara las labores de «reeducación» y la marginalidad a la que están abocados por el sistema:

«Tristán había llegado a Lorelei cuatro años antes empaquetado en un programa de reeducación, y yo lo había visto hartarse de la Clínica Alborada, tolerar la astenia de heroinómano, esquivar los empleos oficiales y conseguirse un refugio en el campo a fuerza de trabajos poco heroicos. La familia protestaba. Él ejercía una variedad del patinaje artístico entre el dinero estrecho y las siestas junto al río, con un sedal de pesca anudado en el índice».

Marcelo Cohen domina todas las instancias del lenguaje, hecho que se estima nada más comenzar la lectura. Su escritura refleja un estilo propioparticular y apreciable para los lectores que valoramos la elaboración en la escritura. El siguiente fragmento es buena prueba de ello. En él, el narrador reflexiona sobre el peculiar lugar donde habita:

«Yo tengo un respeto por el azar: agradecí. No confío en que se puedan vigilar las artimañas del tiempo ni abolir, por ejemplo en Lorelei, los duraderos acuerdos de la palangana donde nos obligan a movernos; no obstante, pienso, los sauces, la memoria de las personas, los días mismos tienen sus devaneos. De un tic tac a otro el esmalte de la palangana se resquebraja y basta que uno esté alerta para que aparezca mucho escondite donde colarse. Hay momentos, si uno los descubre, que son extraordinarias averías en la red eléctrica que nos alimenta, y en el desconcierto que acuñan se puede atisbar la anticuada audacia del vértigo».

Una serie de circunstancias extrañas suceden en la isla, coincidentes con la llegada de Lotario Wald, padre de Clarisa. La relación entre ambos es tensa por el abandono del hogar del padre, tiempo atrás.

Es interesante el cambio de registro que se produce en la obra con la irrupción de Lotario. Las disertaciones del padre son pequeños ensayos en torno a la música y el pensamiento.

Lotario parece incapaz de relacionarse con sus semejantes, aferrado a un pasado en el que fue feliz. Contará a su hija episodios pasados, argumentando las las razones de su alejamiento.

Lotario encuentra un sentido en la vida con el descubrimiento de la música. Pero una música creativa, no como la creada por el fundador, Fulvio, de la que aborrece:

«—Ese cantante –apoyó los codos en la mesa– es un incompetente. Lo único que yo sé de él es que hace una música inmunda. Un insulto al oído. Y entonces me pregunto qué los trajo a ustedes acá. Pero más no sé.»

La ambición de Lotario para con la música es utópica también. Pretende, haciendo alusión al título de la obra, ser «el oído absoluto». Sus palabras son claras al respecto, reconociendo a su vez, ese carácter inalcanzable del conocimiento total de la música:

«El oído absoluto es una dádiva del azar… Es la facultad de cantar ahí nomás cualquier nota que a uno le pidan o reconocer sin titubeos el sonido que alguien toca. Hay gente capaz de oír un piano y descubrir ipso facto que está afinado un semitono más bajo… Es una forma misteriosa de la memoria… Es casi magia… Mozart tenía ese don a los siete años… No sé qué músico famoso decía que el padre se sonaba la nariz en sol… Extraordinario, ¿no? No todos los genios están así dotados. Wagner, por ejemplo, o Schumann… Y yo tampoco quería… No… Porque en realidad yo era más obtuso… Más desaforado… Yo no quería tener… Quería ser el oído absoluto… El germen de la afinación universal quería ser yo; el compadre del fuelle de los sonidos… Y miren lo que pasó… Adónde fui a parar. Miren… Acá estamos…».

A través de Lotario, una serie de autores clásicos concatenados cronológicamente son analizados: BachHaydnMozartBeethovenSchubertBrahmsSibelius. Músicos que desarrollaron el contrapunto, la sonata y la improvisaciónFormas musicales complejas en contraposición a las melodías pacatas de Campomanes.

Cohen, a través del personaje de Lotariodeclina el realismo en la literatura en beneficio de la música:

«El verdadero realismo es la música, lo demás son datos. Realismo es que una obra, pongamos una muy conocida, Las cuatro estaciones, cambie con cada grupo que la interpreta, con cada persona que la escucha. Para mí es larga, para Fulano corta, para un violinista acelerada, otro la ralentiza… Siempre es la misma pieza, y siempre distinta… Y también mi vida es distinta ahora que ayer, aunque sea la misma vida. ¿O no? La Tierra también, y sin embargo ahora está más fría que hace diez mil millones de siglos… Qué sé yo. Realismo, che: un tema con variaciones, una melodía de treinta y dos compases, siempre con los mismos presagios, las mismas imposibilidades, la misma forma de alegrarse y de meter la pata… Pero si en vez de tocarlo despacio uno lo toca rápido, si lo sincopa, si por arriba o por abajo le arrima la misma melodía pero invertida, si la trenza con frases que la perturban o la alumbran, si le quita un compás y medio y en el hueco mete un comentario, parece nueva y se vuelve más soportable…».

Lino y Clarisa a raíz de los discursos de Lotariosufren un cambio y comienzan a apreciar y valorar la música basada en la creatividad.

Lino, el narrador, se propone escribir en torno a Loreleipara reflejar la contrapartida utópica que Fulvio pretendía que fuera:

«Calculo que ahora, cuando los describa, voy a correr el riesgo de ser redundante; pero creo que si hace dos años la mayor parte de Occidente conocía este lugar por sueños, por fotos, muchos por haber viajado, hoy están en declive no sólo el prestigio sino también la prestancia de lo que Fulvio Silvio Campomanes concibió en un éxtasis de filantropía. Y por eso cuento: por celo de novelista».

Lino también recurre frecuentemente a la filosofía y religión taoísta, a través del «I Ching», como en este fragmento nos cuenta, ante la conflictiva llegada del padre de Clarisa:

«A la tarde, no bien se fue Clarisa, recurrí a mi servicial ejemplar del I Ching en busca de alguna ayuda para arbitrar el choque de familia. La sabiduría de este oráculo sólo es comparable a mi enorme ineptitud para sacarle provecho, pero supuse que, como los buenos boxeadores, podría darme una lección de astucia. Tiré las monedas. El hexagrama que obtuve, y puede que esté mintiendo, fue el 25, Wu Wang, la Inocencia o lo Inesperado, entes estos dos que sinceramente no parecen de la misma especie. Sin embargo el dictamen se inclinaba por la Inocencia: Elevado éxito, decía entre otras cosas, y llamaba a la perseverancia, a no emprender nada sin afincarse en la rectitud. La imagen presentaba el trueno debajo del cielo; los objetos, tendientes al estado natural. Destapé una cerveza y bebí un trago. Líneas móviles yo sólo tenía dos: la primera, Andanza inocente trae ventura, y la cuarta, El que es capaz de perseverar permanecerá sin tacha. Como de mi propia perseverancia no podía dar fe, como la rectitud me importaba menos que evitar goteras en el techo que Clarisa y yo nos habíamos construido, decidí desprenderme también de la inocencia, adjudicársela a Lotario Wald y registrarlo en mi libro de entradas sin observaciones previas, sin abreviaturas ni correcciones, sin cara imaginada».

El libro de Cohen se aparta del realismo y la narrativa de su tiempo, dando entrada al ensayo en una novela, que presenta ciertos rasgos de Ciencia Ficción y FantásticoCohen defiende la individualidad ante las utopías y los totalitarismos. Como arma contra cualquier represión (en este caso, la dictadura argentina reciente), propone la música y la palabra fundadas en la creatividad, como resistenciaCritica y satiriza la sociedad del espectáculo. La incomunicación y la soledad del ser humano, son temas fundamentales en la obra. Predomina por último, un dominio exquisito del lenguaje.

Merece destacarse la edición de Eudeba, con un interesantísimo prólogo a cargo de Miriam Chiani.

Hay numerosos ejemplos musicales en el libro, pero Lotario destaca el cuarteto 131 de Beethoven:

«En cambio, el 131 es una barbaridad de integrado. Siete movimientos llenos de correspondencias, de ecos, el primer movimiento es una línea paralela del último, cada modulación tiene un equivalente en otro lugar, el conjunto es una esfera pulida… y no hay ninguna decoración: no hay polvo, no es música emperifollada. Ese cuarteto está desnudo. Es energía bruta: no se le puede preguntar nada. Es radiante, existe como puede existir un enjambre de abejas… Eso no se puede explicar con palabras. Frente a eso uno siente que está pegado, adherido al Universo… Bueno, ya lo sé; del Universo no se puede decir: Está ahí… Pero vean, a mí, gracias a Beethoven, dejó de importarme que un empleado público me hubiera cambiado el nombre».

En el vídeo, interpretación de la obra, String Quartet Nr.14 C Minor op. 131, de Beethoven, a cargo del Quatuor Ebène:

Editorial: EudebaEdición 2013

Colección: Serie de los dos siglos

Prólogo: Miriam Chiani

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