Si queréis un poco de información sobre Unica Zürn, podéis acudir a una entrada anterior en la que hago un recorrido general por su vida y obra, con detenimiento especial en el libro autobiográfico editado por Pepitas, “Primavera sombría” 🔗
Recientemente, Wunderkammer ha editado “El hombre del jazmín”, complementado con tres textos autobiográficos inéditos en español: “Notas de una anémica”, “La casa de las enfermedades. Historias y dibujos de una ictericia” y “El blanco con el punto rojo: El azar revelado o la suma de los dígitos de los rostros da su resultado”.
Notas de una anémica está escrito entre finales de diciembre de 1957 y julio de 1958. Unica en 1957, sufre los primeros desequilibrios nerviosos siendo ingresada en Wittenau. Las notas que escribe en el texto en cuestión, denotan un estado de debilidad física y mental en lenta recuperación después del alta.
En estas notas, Unica muestra una obsesión por el número 9. El número 99 se presenta en su vida a través de Henri Michaux, al que ha conocido el mismo año y el 99 tiene su especial presencia en su fecha de nacimiento, 1899. Enigmáticamente introduce en las notas la posibilidad de un milagro con la muerte como paso siguiente:
«Este mes he descubierto cual es mi número de la suerte –el 99-, justo ahora, en el momento en el que empiezo a escribir. Hace que me convenza cada vez con más fuerza de que el milagro se acerca; el milagro, cuyo siguiente paso será la muerte. ¡Hermosos, patéticos sueños!».
Unica Zürn “El hombre del jazmín y otros textos” Ed. Wunderkammer 2022 (Las sucesivas citas remiten a la misma autora y libro)
Por las notas, sabemos que el año 1957 está finalizando. A pesar de la crisis sufrida y el debilitamiento general en el momento de la escritura, establece que ha sido especial. El año le ha brindado la posibilidad de conocer a artistas únicos, acompañando a Bellmer en sesiones de pintura, donde su amigo ha retratado —y Unica conocido—, a Man Ray, Gaston Bachelard, Henri Michaux, Roberto Matta, Wilfredo Lann, Hans Arp, Victor Brauner o Max Ernst:
«Ha sido el año más importante de todos, por mucho que me desagrade la palabra importante. Me he entregado al gozo de observar esos rostros y esas obras. Mi viejo anhelo de relacionarme con gente a la que puedo admirar se ha visto colmado. Me ha conmovido este año, casi me ha herido de alegría. Cada uno de esos hombres es único».
En el momento en que escribe, insinúa, como dije antes, un final próximo. Percibe señales coincidentes con las ocurridas en su infancia:
«Justo ahora que la vida llega a su fin, vuelven a asaltarme avisos tan claros como los de los días de mi niñez».
Se encuentra en un estado convaleciente depresivo sin esperanza alguna en el mañana:
«Envejezco. La madurez y la infancia empiezan a parecerse. Nunca he sido joven. Soy una niña vieja. No seré adulta antes de que me llegue la muerte. ¡Qué inmerecida dicha! Pero que feliz sería si no amaneciese un nuevo día. Despertarme cada mañana no me depara ninguna alegría».
Unica se ampara en un gato que tiene, Heinrich. Los animales y la naturaleza como refugio anímico, al igual que sucedía en Anna Kavan 🔗
Escribiendo las notas se encuentra junto a Hans Bellmer en la pequeña población de Ermenonville. Hans tiene una pequeña vivienda con un estudio para sus trabajos. Bellmer quiere proporcionar un lugar tranquilo para el restablecimiento de Unica. En las notas, la autora refleja el contraste entre la pequeña población y París. Parece preferir el bullicio de París, pero por otro lado, relaciona la felicidad de su vida infantil y juvenil en Grunewald, con la de los días soleados de Ermenonville:
«Creo que, desde mi infancia allí, nunca he vuelto a ser tan feliz como en Ermenonville. Cuando brilla el sol, enseguida me encuentro mejor. Cuando brilla el sol, mi tristeza retrocede un paso y se queda a la espera, en las sombras».
Lee los “Cuentos” de Andersen y “El gran Meaulnes” de Fournier. Piensa en la tristeza de su hijo Christian. El nombre de su hijo también tiene 9 letras, nos indica la escritora. Tiene recuerdos para el pintor Werner Heldt, fallecido en 1954 con 49 años. Dice presentir una presencia amenazadora, que me recuerda mucho a la presencia de un “enemigo”, percibida por Anna Kavan —Anna, en un momento dado, establece que ese enemigo puede estar en ella misma, parece suceder mentalmente lo mismo a Unica—. Atisba que esa presencia será temporal e irá desapareciendo:
«ESO, que va a por mí y que al final pasará de largo; desaparecerá, será la salvación».
El estado de debilidad era producto de la anemia —de ahí, el título de las notas— tal como determina el doctor. El “milagro” que esperaba Unica nos dice que llega en la toma de sangre de hígado para reponer los glóbulos rojos.
La casa de las enfermedades. Historias y dibujos de una ictericia. Los textos y dibujos están comprendidos entre abril y mayo de 1958.
Unica refiere periodos de internamiento en clínicas psiquiátricas. Se observa en sus escritos un temor a las instituciones mentales. Hay una mezcla de realidad con imágenes irreales, cercanas al surrealismo. Aparece la figura del doctor Mortimer, del que la escritora piensa que busca su anulación como persona:
«El doctor Mortimer, la persona que más indiferente me resultaba en la Casa de las Enfermedades, era –y había tardado mucho en descubrirlo- mi “muerte personal”».
Unica no parece tener miedo del doctor, es más, le resulta indiferente y únicamente valora el suministro de narcóticos:
«Lo único que apreciaba de él eran las excelentes inyecciones de somníferos; me las dispensaba alegremente».
Imagina a un caballero salvador de pelo blanco de su infancia —parece identificarse con “el hombre del jazmín”— que va a volver a ser quien le brinde protección:
«Ahora sé que fue otro quien me arrancó de verdad de mi hastío mortal: el caballero de pelo blanco que, de niña, me daba sopas de letras, cucharada a cucharada.
Estoy casi segura de que, si el enemigo vuelve a atacarme, el caballero vendrá».
Las imágenes que amenazan a Unica, están representadas en el azor y el escorpión.
Nuestra autora, parece querer una recuperación donde ella pueda tomar el control de la situación. Pero no desdeña ese estado alucinatorio en el que se encuentra:
«Tengo que recuperar fuerzas para volver a tomar el control, aunque, para mí, no tomar el control sea, en estos momentos, el mejor de los estados».
Establece una división de la humanidad. Víctimas y asesinos. Se adscribe, por supuesto, al primer grupo. Ambos grupos son hipocondríacos en su concepción:
«Hasta ahora no he conseguido convertirme en asesina. Ser eternamente la víctima, ese es mi sino. Como es natural, como cualquier víctima verdadera o como cualquier verdadero asesino, me vuelvo hipocondríaca».
De partes de su cuerpo, prefiere el plexo solar al corazón, al que trata de idiota. Cada estancia de la clínica tiene un nombre específico para ella: Gabinete del Plexo Solar, Cámara de las Manos, La Sala de las Barrigas, el Salón de los Senos, Sala de los Corazones, Habitación de los Ojos…
En sus alucinaciones tiene lugar una escapada de la Casa de las Enfermedades. En esa salida imaginaria, el hombre del pelo blanco la acompaña en su vuelta a casa. Admite que en su estado necesita siempre a alguien a su lado.
Su objetivo es ir escribiendo página a página el libro mientras está enferma, pero la alucinación persecutoria prosigue en busca suya:
«Desde ayer sé por qué escribo este libro: para seguir estando enferma un poco más. Cada día puedo disponer nuevas páginas en blanco que deben ser escritas y así, mientras tanto, sigo enferma, pero igual que antes, me persigue el trampero».
El blanco con el punto rojo : El azar revelado o la suma de los dígitos de los rostros da su resultado. El texto lo escribiría Zürn en febrero de 1959 y está dedicado a su hijo Christian y a la tabla del 9.
Unica se siente generalmente en un estado infeliz y cuando suceden episodios de dicha, le producen extrañeza, de ahí que se interrogue a sí misma:
«¿Qué se supone que tengo que hacer con la felicidad después de haberme acomodado tan alegremente en la infelicidad?».
Los sueños son una constante en la vida y obra de Unica. Aquí en el sueño recurrente se presenta la imagen de un enano mugriento al que la autora teme. La posible interpretación que recibe es su miedo a los hombres, pero ella cree que sería la fealdad de su vida, encarnada en el enano:
«Me parece que ese enano horrendo es mi propia vida, deforme, mientras que a mí me hubiera gustado ser hermosa».
Como sucede en la mayoría de sus escritos, la regresión a la infancia es imperativa, “Renacen mis sensaciones infantiles”.
Notas de una anémica, como dije, estaba escrito en Ermenonville. Refleja también aquí, su regreso de París a Ermenonville y cómo la observación de la naturaleza supone un bálsamo para sus tristezas:
«Veo árboles. Oigo los pájaros. Qué bien me sienta: cielo, pájaros, nubes, árboles. ¡Cuánto me ayuda! A mí, que se ha vuelto tan seria, para si fuera posible, pisar en sus huellitas de antaño».
Su hijo Christian siempre está presente en sus pensamientos y escritos:
«Como si mi hijo estuviera en una edad avanzada y se acercara a la muerte, se le cruzan los ojos, que me buscan, igual que yo lo busco a él con los ojos de quien emite las miradas a través de la estancia vacía».
La persistencia de una imagen fantasmal parece acudir con frecuencia a su mente. Imagen, cuya presencia domina la estancia de Unica. Nótese como la escritura de nuestra autora tiende a la lírica poética:
«¡Tú, imagen fantasmal! Espantadiza y radiante, enfadada de soledad y humor, sin que parezcas tener ni principio ni final, tu lobreguez resplandece en mi habitación iluminada como un sueño».
En sus notas la figura del hombre blanco de su infancia, reaparece, “De niña soñé con casarme con un hombre blanco, paralítico”. Aunque parece referirse quizás a Michaux —el hombre blanco induce a confusión, tal como indica en el Prólogo, Núria Molines—, al final quien acaba en silla de ruedas es su amigo Bellmer. Unica siempre considerará a Hans como un amigo. Como ella reflejaba con anterioridad, sentía la necesidad de tener la presencia de alguien junto a ella. Quien más representó ese papel fue Hans Bellmer.
La escritora es consciente de que no ha dirigido su vida tanto en el pasado como en el presente, se considera ajena de sí misma. La otredad se presenta en ella, como también lo hiciera en Anna Kavan. Su vida la ve como una repetición constante. La muerte, sigue siendo una fijación en su pensamiento. Muerte como liberación:
«Tras cuarenta y tres años, mi vida aún no se ha convertido en “mi vida”. Podría ser perfectamente la vida de otra. Solo cuando deje de ser la insoportable repetición de los acontecimientos, será mía. Y eso no sucederá hasta mi muerte».
La datación al final del texto, conmueve:
«Escrito con mucho miedo el 24 de febrero de 1959».
El hombre del jazmín. Impresiones de una enfermedad mental. Es su libro más reconocido junto a Primavera sombría. Tardaría casi una década en terminarlo siendo publicado después de su muerte, en 1971. El libro está dedicado a sus dos hijos. Siempre esa ausencia de sus hijos, cuya custodia correría a cargo de Erich Laupenmühlen, marcará su vida y sus escritos.
Emplea al igual que en Primavera sombría, la tercera persona, a pesar de ser como aquél, autobiográfico. Esto lo comenté en la anterior entrada dedicada a Unica; pudiera ser por tratar de alejarse del punto de vista de la mirada en sí misma; por protección o quizás como ella indicaba en El blanco con el punto rojo…, su vida “podría ser perfectamente la vida de otra” —sentimiento de extrañeza y otredad—.
Comienza su relato con un extraño sueño que tuvo con seis años y cómo al despertar sintiendo una extraña soledad, se dirige al dormitorio de su madre, horrorizándose por su cuerpo desnudo. Su madre al verla la rechaza. Este episodio lo cuenta en Primavera sombría —con su madre, Unica mantuvo siempre una tensa relación, no así con su idolatrado padre—. Tras el suceso, se siente frustrada pero es reconfortada con la visión del “hombre del jazmín”:
«Aparece por primera vez la visión: ¡el hombre del jazmín! ¡Infinito consuelo! Tomando aire, se sienta delante de él y lo mira. ¡Está paralítico! Que felicidad. Nunca abandona la silla del jardín, donde el jazmín también florece en invierno.
Este hombre se convierte en su imagen del amor. Más hermosos que todos los ojos que ha visto jamás, son acules esos ojos».
Con seis años se presenta la imagen del “hombre del jazmín”, que tendría su correspondencia con Henri Michaux, cuando en 1957, Unica Zürn coincide con él en París. La autora nos narra como ocurre el “milagro”, cómo su visión de niña se vuelve real y la turbación que le produce el encuentro:
«En una habitación de París, se encuentra frente al hombre del jazmín. La conmoción del encuentro es tan fuerte que es incapaz de superarla.
Muy muy despacio, a partir de ese día, empieza a perder la razón».
Confronta la imagen de la infancia y la real, siendo sorprendentemente idéntica para ella, salvo que no es paralítico ni florece un jazmín de él. Como en los anteriores escritos, está presente su fijación con el 9, el 99 del nacimiento de Michaux y el 6, porque ambos números tienen su correspondencia, siendo el 9, un 6 invertido. Cuando lo escribe, parece hacerlo en 1966:
«¿Qué dice el hombre que nació en el año 99 al despertarse en la mañana del 66? Su hermoso 99, con el tiempo, se ha puesto boca abajo, lo que esto significa lo sabe él mejor que nadie. El 66 está listo, cuello sobre la cabeza, para lanzarse con él a la eternidad».
La infancia aparecerá en varias ocasiones, dispersa a lo largo del libro, sobre todo su etapa en Grunewald, donde se acuerda de los objetos exóticos que su padre traía a su regreso de los viajes:
«Toca los muebles asiáticos y árabes que el padre ha traído de sus viajes y que convierten la casa no en un museo, sino en una hermosa guarida en la que la fantasía se pone en marcha.
Mira cada objeto, cada cuadro, todos los colores y todas las formas».
Unica sigue disertando sobre sus números fetiche, 6 y 9 y reconoce su obsesión con ellos. Su signo es cáncer representado con un 69 y el yin y el yan, parece un 69, nos dice la escritora.
Refleja en el libro, su escritura del manuscrito, La Casa de las enfermedades donde interviene el “estricto” doctor Mortimer, con ella. Ve al “hombre del jazmín” en un cine y fantasea con él y con la película que están viendo.
Nos cuenta su encuentro con Hans Bellmer y cómo éste anima a la autora en la creación de anagramas y dibujos automáticos:
«Ese amigo le habla de anagramas y le enseña como se hacen ese tipo de poemas. Al mismo tiempo, él descubre el don que tiene ella para el dibujo automático, la anima y un año después le publica su primer libro, Hexentexte, en la galería Springer de Berlín».
No se da cuenta de la diferencia entre las alucinaciones y el mundo real, y le parece absolutamente normal todo lo que piensa y lo que le ocurre, como refleja en estas palabras:
«No tiene claro si tiene alucinaciones. En el estado en el que se encuentra, las cosas más increíbles y nunca vistas se vuelven realidad».
En las alucinaciones, aparece su hijo ahorcado. También tiene visiones de su hermano —desaparecido en la Segunda Guerra Mundial— pero lo observa como si ella se encontrara en la etapa infantil.
En el libro la escritora nos entrega una serie de anagramas, en este caso con el número 99 —Núria Molines indica en el Prólogo la dificultad de traducción de los anagramas y su adaptación al español—:
«NUESTRO NÚMERO DEL DESTINO ES EL NOVENTA Y NUEVE
En esa frase se escondía el siguiente anagrama:
En noventa y nueve destinos, mero duelo, lustre en nieves. Estruendo: número lento, tú ven y en sedal».*
* (Nun sucht Dich sein sinnendes Auge ais Ziel. Kurz / sind unsre Tage und sinken zu schnell zu Eis. — Ach!)
Unica se obsesionó con los anagramas e incluso ella pensaba que su primera crisis psicótica pudo tener su origen en dicha obsesión. Al elaborar los anagramas se aislaba de la realidad, encontrándose en su elemento:
«Un placer infinito para ella: buscar una frase dentro de otra. La concentración y el gran silencio que exige este trabajo le permiten aislarse por completo de su entorno; sí, incluso olvidar la realidad: eso es lo que quiere».
Planea su supervivencia en Berlín por medio de artículos y relatos en los periódicos. Se aloja en una pensión. Parece que este momento que relata se encontraría tras haber estado con Bellmer en París y correspondería a 1957, en su regreso a Berlín:
«¡Cómo empezará su nueva existencia en Berlín? Reflexiona en el tema y no encuentra otra solución que no pase por volver a escribir relatos cortos para que los publiquen en los diarios berlineses».
En ese regreso a Berlín, se presenta su primer brote psicótico. Escucha voces en su interior:
«De nuevo, una voz se alza en su interior y le ordena “No mire a nadie, baje la vista. Camine”».
En la pensión tiene comportamientos extraños, arrojando objetos en la habitación, siendo expulsada de la pensión. Es interesante como nos cuenta su deambular por las calles y bares, ofreciendo buenas propinas. Esto le recuerda a su tío Fallada, que regalaba dinero a la gente, acabando sus días en un psiquiátrico —algunos autores han hecho especial hincapié en la enfermedad mental de su tío y en los cambios bruscos de personalidad de su padre, para relacionar dichos antecedentes con la enfermedad mental de Unica—.
Tiene conductas transgresoras en las que encuentra satisfacción por la extrañeza que produce en la gente:
«Es una experiencia nueva provocar temor a la gente, y le gusta».
Tras estos episodios de alteración mental, es arrestada y conducida a la clínica psiquiátrica de Wittenau. Unica se encuentra en un estado delicado no solo mental, sino también físico. En el control en la clínica, tan solo pesa 38,5 Kilogramos. Recibe un libro que Michaux le ha enviado desde París, “Un certain plume” —libro de Michaux compuesto por poemas y textos breves—. El juez determina una estancia mínima de cuatro meses en la clínica psiquiátrica:
Conmueve la consciencia de Unica sobre su delicado estado mental, sin capacidad para encontrar cobijo en los libros o la música:
«Incapaz de recordar la riqueza de los libros leídos y tan queridos o de la música. Su espíritu ha dejado de trabajar. Parálisis absoluta».
El equipo médico revisa la obra literaria y artística de Unica y se sienten confundidos al no encontrar una concordancia con los altibajos mentales.
Relata Unica, su intento de suicidio fallido con cristales rotos. Ello provoca su traslado a un Pabellón más vigilado. Se siente avergonzada por su fracaso:
«Ella se avergüenza muchísimo de no estar muerta. Pero ¿cómo? ¿Cómo se puede matar una en Wittenau, aun cuando está muy convencida de hacerlo?».
Entabla amistad con algunos pacientes, sobre todo con una chica de campo. Los gritos frecuentes en el Pabellón la alteran y cuenta cómo ve morir a tres pacientes. La visitan amigos de Berlín y la permiten salir con ellos de paseo, al cine o a salas de arte.
Se acuerda de su amigo Hans Bellmer y siente añoranza de su vida con él en París:
«Y de repente, con una ardiente añoranza, empieza a soñar con París y con la vida interrumpida con su único amigo de allí, Hans Bellmer, que le escribe cartas casi a diario y que, como para seducirla, le manda las postales de colores más bonitas del mundo. En las cartas que ella le manda, le pide que vuelva a vivir con ella; quiere volver con él. Y el de inmediato le contesta que la espera».
Es preciso destacar la cuidadísima edición de Wunderkammer, con la excelente introducción y traducción de Núria Molines. Nos rescatan unos impagables textos y dibujos inéditos en español de Unica, que complementan perfectamente a la magna, El Hombre del jazmín. Estos textos nos acercan un poco más a la autora; su delicada connivencia con la enfermedad; sus ingresos en centros psiquiátricos; sus convalecencias; sus inquietudes, realidades e irrealidades.
Unica se sirve de sus estados alucinatorios para la creación literaria y artística; en ellos se encuentra bien prefiriendo su permanencia allí; en cambio siente miedo por las consecuencias a las que la derivan dichos estados. Similar ocurría en Anna Kavan —bajo influencia de la heroína—, creatividad dentro de las alteraciones y estados posteriores con derivación hacia la ansiedad y la depresión. Ambas autoras, con trayectorias similares; creadoras literarias y artísticas; perdiendo las custodias de sus hijos; subsistiendo con escasa remuneración en sus trabajos; inmersas en la incomunicación y la soledad; recibiendo tan solo la ayuda de selectos amigos dentro del mundo literario y artístico; y ambas, con el suicidio permanente en mente —con varios intentos, las dos—, consumado finalmente por Unica Zürn, un 19 de octubre de 1970.
He estado escuchando el nuevo trabajo del trompetista polaco, afincado en Dinamarca, Tomasz Dąbrowski. En el disco, rinde homenaje a Tomasz Stańko (1942-2018), destacado trompetista y compositor polaco. Stańko fue un músico cercano a las vanguardias. Dąbrowski, emplea la vieja trompeta que Stańko utilizó durante las grabaciones de los años noventa. Se acompaña de músicos polacos salvo el noruego, Finsrud y el danés, Lundin.
Dąbrowski, sigue los postulados del maestro, pero yendo un paso más allá. Igualmente, defiende la libertad individual dentro de la música; de este modo, el grupo que lo acompaña se hace llamar, The Individual Beings —Los seres individuales—. Subraya el trompetista, que todos y cada uno de los músicos, han aportado su esencia particular en la grabación. De ahí, el disco tan destacado que han realizado. Me atrevería a decir, que es uno de los trabajos más relevantes dentro del jazz de vanguardia en lo que va de año.
La música desarrollada en el disco por Dąbrowski y su grupo, supone el marco perfecto para la lectura de Unica Zürn, cuya libertad creativa estuvo siempre tan cerca de las vanguardias.
Todas las composiciones de Tomasz Dąbrowski
Tomasz Dąbrowski “Tomasz Dąbrowski & The Individual Beings” April Records 2022 🔗
JR vídeo versión en directo:
(“Der mann im jasmin”, “Das haus der krankbeiten”, “Das weise mit den roten punkt”, “Notizen einer blutarmen” © Unica Zürn, Verlag Brinkmann & Bose, Berlín, 1991)
“El hombre del jazmín y otros textos” Unica Zürn
Editorial Wunderkammer 2022🔗
Colección Áurea
Traducción, introducción y notas de Núria Molines Galarza 🔗
208 Páginas